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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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El juicio a Chuckie Taylor y la tortura en EEUU

No cabe duda alguna de que Chuckie Taylor habrá pensando en más de una oportunidad en lo irónico de su situación: han sido las autoridades de EEUU las que lo han llevado a prisión, y son las autoridades de EEUU las que ahora han comenzado a juzgarlo por tortura.

Justamente el país que durante los últimos ocho años ha aplicado la tortura de forma sistemática, desde Abu Ghraib hasta Bagram, desde Guantánamo hasta Diego García, y tantos otros destinos por los que pasaron los vuelos de la CIA.

Bautizado como Roy Belfast Jr. (y conocido como Chuckie Taylor, Charles Taylor II y Charles MacArthur Emmanuel), el hijo del ex presidente de Liberia fue responsable entre los años 1999 y 2003 de una rama del poder ejecutivo que torturaba y ejecutaba a quienes se oponían abiertamente al gobierno de su padre.

Y aquí viene el segundo giro irónico de esta historia, terrible para sus víctimas: el departamento que Chuckie Taylor comandaba con mano de hierro respondía al nombre de Unidad Antiterrorista.

El comienzo del fin

Tras haber sido el principal responsable de la guerra de los diamantes sangrientos que terminó con tantas vidas de inocentes, y generó cientos de miles de mutilaciones, en la vecina Sierra Leona, Charles Taylor , presidente de Liberia entre 1997 y 2003, se exiló en Nigeria gracias al acuerdo de paz que puso fin al conflicto.

El 29 de marzo de 2006, Charles Taylor padre fue arrestado cuando trataba de cruzar la frontera con Camerún.

Intentaba en vano evitar que la Corte Internacional Penal, con sede en la Haya, lo juzgara. Proceso que ya ha comenzado y en el que se lo acusa de once cargos de crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos en Sierra Leona.

Su hijo, Chuckie Taylor, fue detenido al día siguiente, mientras trataba de entrar a los EEUU, país del que es ciudadano. En virtud de la Ley Federal contra la Tortura de este país (18 U.S.C. §§ 2340-2340), el pasado 27 de septiembre comenzó su juicio.

Es la primera vez, desde que fuera promulgada en 1994, que las autoridades estadounidenses aplican esta legislación, que les permite juzgar a sus nacionales por torturas cometidas en el extranjero.

Chuckie Taylor es acusado de quemar y aplicar descargas eléctricas a cinco liberianos. Testigos no faltan. Y las heridas y mutilaciones que muchos de ellos presentan servirán sin dudas para que el hijo del dictador pase el resto de su vida en prisión.

¿Justicia universal?

Como señala Amnistía Internacional, es de celebrar que la comunidad internacional haya comenzado a actuar con contundencia para perseguir los crímenes contra la humanidad que se producen a diario en África, desde la República Democrática del Congo hasta Darfur y Uganda.

La ironía de esta situación, que sea EEUU quien juzgue al hijo de un dictador africano por tortura, quizás desaparezca el día en que Donald Rumsfeld y Dick Cheney sean también llevados ante un tribunal. El día en que la llamada Justicia Universal deje de ser un ámbito que sólo juzga a líderes caídos en desgracia de naciones periféricas.

Caza y captura de los criminales de guerra

Hoy comienzo una nueva sección en este blog, mientras ya empiezo a preparar todo para partir hacia Kabul. Un apartado al que volveré recurrentemente, como el dedicado a los mercenarios y a los periodistas que murieron para contar, y que se centrará en loscriminales de guerra.

Sé que los conflictos armados son en sí mismo hechos tan terribles que quizás para muchos de vosotros intentar discernir y juzgar los actos criminales de las acciones aceptables resulte en sí mismo un ejercicio fútil.

Pero creo que después de las barbaridades cometidas contra los civiles durante la segunda guerra mundial, se crearon elementos jurídicos como la Declaración de los DDHH y la Cuarta Convención de Ginebra, que no podemos permitir que sean ignorados.

La Corte Penal Internacional

El punto de partida de esta sección serán los juicios y órdenes de búsqueda y captura de la Corte Penal Internacional (CPI). Una estancia del derecho internacional impensable hace apenas unas décadas y que es un logro que debemos celebrar: ya que está actuando de forma eficiente para llevar al banquillo a quienes han cometido brutales delitos en conflictos armados.

Eso sí, también iré más allá, porque si hay un defecto de la Corte de la Haya es que sólo se atreve con los pesos medianos de esta historia: dictadores caidos en desgracia, señores de la guerra y lugartenientes de países pobres, que carecen de grupos de presión a su favor o de apoyo mediático.

Personalmente sigo aspirando a que personajes del alto rango, como Ehud Olmert, al que las acusaciones de corrupción sacuden una y otra vez su posición como Primer Ministro de Israel, se sienten algún día frente al banquillo. Sin dudas debe dar explicaciones por las repetidas matanzas de civiles que sus decisiones provocaron en Líbano y Gaza, desde la familia Galia hasta la segunda masacre de Qaná.

Canibalismo en Sierra Leona

Avanza el juicio contra Charles Taylor, antiguo presidente de Liberia, acusado de asesinato, violación y empleo de niños soldados durante los diez años que duró la guerra en Sierra Leona que culminó en 2002.

Moses Blah, su antiguo vicepresidente, declaró esta semana en el juicio como testigo. Según su testimonio, viajó a principios de los años 80 a Libia. Allí recibió entrenamiento militar junto a otros 180 hombres para preparar la insurrección que provocaría una guerra civil de 17 años y que llevaría a Taylor al poder de Liberia en 1997.

En un campamento cercano a Trípoli aprendieron a usar subfusiles AK 47 y misiles tierra-aire bajo el patrocinio de Gaddafi. Entre quienes viajaron a Libia estaba Sam Bockarie, uno de los rebeldes de Sierra Leona, dirigente del Frente Revolucionario Unido (FRU), a los que Taylor apoyaría en su guerra por los diamantes de sangre.

Blah, conocido como un hombre tranquilo y silencioso, asumió el poder en Liberia en 2003, después de que Taylor fuera obligado a exilarse. Aunque los brutales crímenes cometidos en Sierra Leona son por todos conocidos, como la costumbre de cortar las manos a los civiles y las violaciones masivas, Blah dio detalles francamente perturbadores.

Dijo que uno de los comandante rebeldes tenía el hábito de “comer carne humana” y que los combatientes que se sumaban a su unidad sólo podían hacerlo si estaba preparados para tomar parte en actos rituales de canibalismo. En una visita al comandante Nelxon Gaye, descubrió que estaba cocinando en una olla unas manos que luego comió con casava hervida.

Aún deben declarar más de 40 testigos en el juicio, que progresivamente está recreando el horror vivido en Sierra Leona. Un horror que que Gervasio Sánchez describe de forma lúcida en su libro Salvar a los niños soldados a través del trabajo y la experiencia de Chema Caballero.

El «Terminator» congoleño

La próxima entrada de esta sección estará dedicada a Bosco Ntaganda, líder tutsi conocido como «Terminator», en caza y captura. Acusado de promover violaciones masivas de mujeres y de reclutar niños soldados en la República Democrática del Congo, destino al que también espero acercarme en los próximos meses.

Mientras tanto, os dejo un vínculo a una página de referencia, Crimes of War, donde podéis encontrar información exhaustiva y noticias de última hora, así como al blog War Crimes del Foreign Office Association.

Mercenarios: Tim Spicer, tráfico de armas, dinero y poder

A lo largo de su carrera militar, Tim Spicer apenas consiguió alcanzar los objetivos que se había propuesto. Fueron dos décadas de un trabajo sin excesivos resplandores.

Sín embargo, apenas dejó el Ejército consiguió destacar y hacerse un nombre en el sector privado. No fue consecuencia de su buen hacer, sino de los escándalos en los que se vio metido.

Cabe subrayar, no sé si como mérito o crítica, que a pesar de los durísimos ataques que recibió siguió adelante con su labor. No se trataba de un militar brillante, ni de un gestor con demasiado tino, pero sí de un hombre decidido a labrarse su fortuna contra viento y marea en el mundo de las empresas privadas militares.

El escándalo de Sierra Leona

Primero fue el golpe de Estado que provocó en Papúa Nueva Guinea, y por el que terminó en la cárcel. Al año siguiente, en 1998, vino una extraña operación de tráfico de armas a Sierra Leona que lo pondría otra vez en el centro de los medios comunicación del mundo.

Se trataban de 30 toneladas de armas búlgaras, mayoritariamente AK 47, destinadas a la fuerzas del presidente de Sierra Leona en el exilio, Ahmed Tejan Kabbah. Esta operación de venta de armas violaba el embargo impuesto por la ONU, ya que Sierra Leona estaba inmersa en una sangrienta guerra civil provocada por el negocio de los diamantes.

La información saltó a la prensa británica a través de unas fotos que mostraban a miembros de la marina real ayudando a descargar en Freetown un helicóptero ruso provisto por Sandline International, la empresa en la que trabajaba Tim Spicer. Su argumento ante los ataques mediáticos fue afirmar que el gobierno británico había dado su visto bueno a la transacción, hecho este negado por Robin Cook, el ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo, una comisión de investigación parlamentaria concluiría que Peter Penfold, Alto Comisionado Británico para Sierra Leona, había dado «cierto nivel de aprobación» al envío ilegal de armamento.

Un caracter a prueba de críticas

Al tiempo en que agentes de aduanas revisaban las oficinas de Sandline para buscar pruebas de la venta de armas a Sierra Leona, Tim Spicer salía una y otra vez en los medios defendiendo la necesidad e importancia de las empresas militares privadas, concepto que ayudó a imponer en la prensa para sacarse de encima el tan negativo nombre de «mercenarios» o «perros de la guerra», como se los conocía hasta el momento.

Parte de su campaña mediática consistió en ofrecer un dialogo abierto entre ONGs y gobierno sobre la cuestión. Otro punto fundamental, en el que participó la agencia Spa Way, que le llevaba la prensa, fue la publicación de su autobiografía: An Unorthodox Soldier. Varios autores señalan que fue la obra de un negro literario dirigido por Tim Spicer y Sara Pearson, su asesora de imagen.

El nacimiento de sus propias compañías

En 1999, Tim Spicer abandonó Sandline. Seis meses más tarde regresó al negocio con Crisis and Risk Management. En abril de 2001 le cambió el nombre a Strategic Consulting Internacional, de la que figuraba como directora Pearson, su asesora de imagen. No eran buenos tiempos, el cambio de siglo vio una disminución del número de conflictos armados, lo que no desalentó a Spicer.

Tampoco lo desalentó carecer de experiencia naval cuando dio vida a Trident, firma especializada en la seguridad marítima. El 24 de julio de 2001, los tigres tamiles dieron el mayor golpe de la historia del conflicto armado de 18 años de duración al gobierno central de Sri Lanka. Comando insurgentes destruyeron atacaron el aeropuerto de Colombo, la capital, destruyendo la mitad de la flota comercial nacional y una tercera parte de los equipos de las Fuerzas Aéreas de Sri Lanka.

Pero el golpe más duro al gobierno de la antigua Ceilán se lo dio la banca británica, que impuso altísimos seguros como requisito para que cualquier envío de mercancías a Sri Lanka. Ocho negociadores cingaleses llegaron a Gran Bretaña para negociar un cambio de esta política. En Londres les recomendaron que contrataran a Tim Spicer y Trident, recomendación que aceptaron, para reformular la política de seguridad en puertos y aeropuertos. A excepción de un fotógrafo profesional, los que figuraban como empleados de la empresa eran todos oficiales retirados de las fuerzas especiales británicas y de los servicios secretos.

El punto de inflexión: la guerra contra el terror

La respuesta del gobierno de George Bush al 11S abrió un suculento mercado para las empresas privadas militares. También fue una victoria que en febrero de 2002, el Ministerio de Asuntos Exteriores Británico publicara el documento: Private Military Companies: Options for Regulation. Un paso de la administración británica que permitiría que se hiciera realidad lo que Tim Spicer había estado tratando de lograr desde hace años: que los grupos de mercenarios fueran legalizados y contasen con licencias.

Impulsado por los vientos de cambio, Tim Spicer creó Aegis. La empresa que finalmente lo haría multimillonario a través de suculentos contratos en Irak. Se rodeó de gente muy bien relacionada. Entre otros ex altos mandos militares y políticos: el general retirado Jeremy Phipps, que condujo las actuaciones de las fuerzas especiales británicas en la crisis de los secuestros de la embajada iraní en Londres, en 1980. Y también fichó a Robert Mc Farlane, antiguo asesor de Seguridad Nacional de Ronald Reagan, relacionado con el escándalo Irán-Contras.

Otro golpe de suerte fue que su antiguo compañero de armas, el brigadier general Tony Hunter-Choat, fuese nombrado responsable de seguridad del programa de gestión de la Autoridad Provisional en Irak. Oficina que sentaría las bases para el que sería el primer contrato de Aegis

Tras varios años de fracasos, finalmente la peripecia de Tim Spicer en el mundo de las empresas militares privadas levantaría vuelo. El resto de la historia ya la he contado. Los 28 millones de euros de ganancias personales anuales. La fama de playboy. Y las irregularidades de las que fue acusado en Irak, incluido el último escándalo al que debería hacer frente: el vídeo de sus hombres disparando a civiles por las calles de Bagdad.