Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Favela Maré: narcotraficantes de 12 años de edad

Cada morro de Río de Janerio tiene su favela. Cada elevación de esta ciudad maravillosa, que creció asida a una caprichosa y escarpada topografía, se encuentra coronada de miseria y marginación.

El 20% de sus seis millones de habitantes (11 millones si se cuenta el área metropolitana) residen en favelas, mientras la tasa de asentamientos precarios en el resto del país es del 6%.

La mayoría de quienes viven en estos barrio son personas que han llegado desde las zonas rurales en busca de una oportunidad de progreso. Un éxodo multitudinario que no tuvo lugar sólo en Brasil sino en casi todo el planeta.

En este sentido, el pasado año se vivió un hecho determinante para el futuro de la humanidad: por primera vez en la historia, más de la mitad de los habitantes del planeta pasó a vivir en ciudades. Se suele recordar al siglo XX por sus terribles guerras y por su extraordinario salto tecnológico, pero también habría que decir que fue la centuria del desplazamiento masivo hacia las urbes, ya que en 1900 el 90% de la gente residía aún en el campo. Un movimiento poblacional que tendrá un enorme impacto en la economía, en el medio ambiente, y que marcará los desafios sociales de las próximas décadas.

Hay más de 400 favelas en Río de Janeiro. La más grande es Rocinha, situada al sur de la ciudad, con unos 300 mil habitantes. Otra de las más populosas es Maré, con 132 mil residentes, hacia donde me dirijo en este primer día en Río de Janeiro, inmerso en su calor húmedo y abrazador; perplejo, deslumbrado, ante sus brutales contrastes: su decadencia, su belleza y su irrefrenable pasión.

En Maré me recibirán los integrantes del Observatorio de Favelas, una ONG que trabaja con los moradores de estos barrios marginales. La idea central es cambiar el sentido de la información: que sean sus propios integrantes quienes generen las noticias. Para ello realizan crusos de fotografía, de vídeo, organizan exposiciones, editan documentales, libros.

En los próximos días os iré presentado a cada uno de estos jóvenes, como Francisco Valdean, que llegó del nordeste de Brasil hace diez años para poder seguir estudiando, ya que en su pueblo no había escuela secundaria. Tiene 25 y aún no ha logrado entrar a la universidad. Sin apoyo, no le resulta sencillo. Quiere estudiar antropología. Es el encargado del banco de imágenes del observatorio: Imagens do Povo.

Francisco me habla de que sólo se asocia la favela con violencia, cuando, en realidad, es mucho más: su vida cultural, su encomiable historia de superación. Además, da vuelta los argumentos: ¿No es violento que los pobres apenas tengan acceso a la educación? ¿No es violento que aún Brasil no haya tenido una Reforma Agraria?

Os puedo adelantar los resultados de la investigación que ellos mismos realizaron sobre la realidad de los jóvenes que están metidos en las bandas de las drogas. La edad común de entrada es de entre 12 y 15 años. Hay jefes narcos, conocidos como «gerentes», de apenas 18 y 19 años.

El 33% trabaja de venderores, lo que se conoce en la jerga local como «vapor». El 24% son «soldados», o sea, que portan armas y se encargan de las tareas de seguridad. De los 270 menores que entrevistaron para hacer el estudio, 45 murieron en los últimos dos años: 29 a manos de la policía, seis en enfrentamientos con bandas rivales, cuatro por peleas dentro del propio grupo.

Con la habitual hospitalidad brasilera, los miembros del Observatorio me han invitado a degustar mañana comida típica del nordeste en la favela, también a ver cómo preparan el carnaval.

Asimismo, espero poder entrevistar a los jóvenes ligados al lóbrego universo del narcotráfico para conocer qué sienten, cómo piensan, estos pequeños de once, doce, trece años, que empuñan armas, que venden drogas, que se enfrentan a tiros con la policía, siendo aún niños.

Fotos: Hernán Zin

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