Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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La guerra contra las mujeres del Congo: Thérèse

Una vez más me dirijo al hospital Panzi, institución de referencia en la atención de víctimas de violencia sexual en el este del Congo, situado en la periferia de Bukavu.

Una vez más me siento frente a la mesa de Cécile Kamwanya Mulolo, la psicóloga del centro, que conoce mejor que nadie las historias de las niñas y mujeres que llegan allí para intentar deshacer al menos parte del terrible daño que les han provocado.

Observo el afiche que en una esquina habla de forma elocuente, sin rodeos, de la realidad que han sufrido más de 200 mil mujeres en esta parte del mundo.

“Si te digo la verdad, últimamente no damos abasto. Cada día recibimos una media de diez nuevas pacientes”, afirma Cécile. Acto seguido coge los registros y me da las cifras exactas: “el viernes 27, el sábado 18, el domingo 19, el lunes 11”.

De anteriores encuentros no he podido olvidar historias como la de Marie, un bebé de 22 meses que en 2007 fue violado por media docena de soldados. “Le hemos podido reconstruir los genitales, pero cuando cumpla 12 o 13 años la niña tendrá que volver a operarse”.

O la de Camille, una joven de 16 años que permaneció como esclava sexual de un grupo de militares hutus durante semanas. “Cuando llegó al hospital se negaba a comer. Sólo decía que se quería morir. Y al final se murió”.

El testimonio de Thérèse

Entra una adolescente menuda, de cabello corto y grandísimos ojos negros al despacho de Cécile. Lleva una camiseta vaquera demasiado grande, que le oculta la forma del cuerpo. Cruza las manos sobre el regazo. No las mueve en toda la conversación. Se llama Thérèse.

– Un soldado me sacó de casa y me violó en el campo -, cuenta con voz casi inaudible -. Mi padre me trajo al hospital. Vivimos en Shabunda.

– ¿Qué edad tienes?

– Tengo doce años .

– Es una chica muy fuerte, dice que después de que nazca el niño volverá a ir a la escuela – me explica Cécile -. Estamos preocupados por su salud. Le tendremos que hacer una cesárea.

Fuera, en el pasillo, se escuchan las voces de otras mujeres que aguardan a ser atendidas. A sus espaldas, la puerta del despacho del doctor Denis Mukwege, el cirujano artífice de esta iniciativa que poco a poco está recibiendo el reconocimiento internacional que merece.

Y más allá del jardín: las salas de pre y post operatorio flanqueando el quirófano donde los médicos luchan por reconstruir los cuerpos de las mujeres que los soldados han mutilado, han vejado, han empleado como campo de batalla.

Todos los elementos de un universo al que me he acercado con toda el respeto que merece, y que ahora, dos semanas más tarde, intentaré describir en las próximas entradas de este blog.