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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Sharif Ahmed y la posibilidad de terminar con el caos en Somalia

El recibimiento que los somalíes dieron a su flamante presidente el pasado sábado, cuando llegó a Mogadiscio desde Addis Abeba, lo dice todo sobre la actual situación del país.

Por una parte, cientos de personas se congregaban junto a la carretera que conduce del aeropuerto a la ciudad para saludar a Sharif Ahmed que, escoltado por tropas de la Unión Africana, ponía primera vez pie en el país desde que ganara las elecciones en Yibuti contra Nuur Addeh, candidato apoyado por Occidente, y Mahlad Siad Barreh, hijo del dictador depuesto en 1991.

Al mismo tiempo, el palacio Villa Somalia era atacado con fuego de mortero. Un recordatorio por parte de los numerosos grupos armados que asolan al país de que el poder real está en sus manos, y no en las del recién elegido presidente.

A pesar de esto, Sharif Ahmed declaró a los medios que está dispuesto a crear un gobierno de amplia base. “Mi viaje a Mogadiscio tiene como objetivo entablar el diálogo con los ancianos, con los políticos y con los movimientos de resistencia islámica”, señaló.

Afirmó también que mantendría conversaciones con Al Shabab, la guerrilla islamista radical que lo acusa de traidor, de haberse entregado a Occidente y Etiopía, y que tanto poder ha conseguido desde la invasión etíope de diciembre de 2006.

En relación a EEUU, en una entrevista que le realizara el periódico egipcio El Shourouk, alabó el cambio de estrategia de Washington y señaló que «ahora la relación con Somalia es honesta».

¿Quién es el nuevo presidente?

Nacido en 1964, Sheik Ahmed es considerado un islamista moderado. Pertenece a la rama Abgaal del clan Hawiye (junto al clan Darood, uno de los dos principales del país).

Durante los primeros años de la guerra civil estudió en universidades de Sudán y Libia, en las que obtuvo un título en Ley Islámica. Habla inglés, árabe y somalí. Trabajó como maestro de secundaria dando clases de geografía, árabe y estudios religiosos.

Regresó al país en el año 2000, cuando se creó el Gobierno de Transición Nacional tras la conferencia Arta en Yibuti, de la que salió el presidente Abdikasim Salad Hassan, próximo a los islamistas. Se sumó a la Unión de Cortes Islámicas (UCI) y estuvo al frente de una corte en la ciudad de Jowar.

Para el año 2004 se convirtió en uno de los líderes más destacados de la UCI en Mogadiscio. Entre sus aliados y amigos estaban Hassan Dahir Aweys, fundador del grupo, y Aden Hashi Farah, entrenado por Al Qaeda en Afganistán y asesinado por un bombardeo de EEUU sobre la ciudad de Dhuusamarreeb en 2008.

Cuando en junio de 2006 la Unión de Cortes Islámicas se hizo con el control del país, la BBC describió a Sharif Ahmed como la cara pública de los tribunales, que «buscaba asegurar a los somalíes y al mundo que no eran una amenaza y que solo querían poner orden».

La lucha contra los etíopes

Hasta la invasión etíope de diciembre de 2006, la Unión de Cortes Islámicas logró que Somalia viviera el mayor momento de orden y tranquilidad desde 1991, aunque también recibió críticas por su severa, y a veces brutal, aplicación de la sharia.

No pocos somalíes asocian hoy a Sharif Ahmed con ese período de seis meses de calma, por lo que su elección como presidente les ha dado esperanzas de que la anarquía podría llegar a su fin.

Cuando los etíopes pusieron pie en suelo somalí, Sharif Ahmed se sumó a la lucha armada (en este sentido, resulta irónico que el regreso triunfal a Somalia lo realizara el pasado sábado justamente desde Addis Abeba, capita de Etiopía).

Después de perder la ciudad de Kismayo en la batalla de Jilib, bastión de la UCI, Sharif Ahmed huyó hacia Kenia, donde fue detenido por las autoridades locales. Una vez en libertad, sentó residencia en un hotel de Nairobi, y mantuvo una reunión con el embajador de EEUU para acordar su colaboración con el Gobierno Federal de Transición (TFG).

Más tarde se marchó a Yemen. Desde el exilio, Sharif Ahmed lanzó la Alianza para la Reliberación de Somalia (ARS), que tenía como fin echar a los etíopes, aunque la lucha cuerpo a cuerpo la llevaron a cabo los jóvenes de Al Shabab, hasta que las tropas de Addis Abeba abandonaron el país el pasado mes de enero.

El ascenso al poder

Merced a los acuerdos de paz firmados por el ARS y los grupos que apoyaban al Gobierno Federal de Transición, que encabezó durante cuatro años Abdullahi Yusuf Ahmed, dimitido el 29 de diciembre pasado, Sharif Ahmed pudo participar en una elecciones parlamentarias que ganó por mayoría.

Estas no se celebraron en el parlamento, situado en la ciudad de Baidoa, ya que fue tomada recientemente por militantes de Al Shabab. Por eso, la votación de los 421 legisladores tuvo lugar en el hotel Kempinski de Yibuti.

A través del testimonio de un participante, As’ad Abu Khalil permite vislumbrar en su blog cómo fueron las negociaciones que permitieron a Sharif Ahmed hacerse con la presidencia del país el pasado 31 de enero:

«Lo que me sorprendió desde el comienzo fue la disciplina de Sharif Ahmed en muchos niveles: nunca lo vi perder el temple, inclusive durante las discusiones más acaloradas. Segundo, realmente me sorprendió la disciplina de su equipo de negociación… mientras que los miembros del Gobierno Federal de Transición estaban siempre agitados y peleaban entre ellos… Tercero, la composición de su equipo es muy diversa: intelectuales, empresarios, mujeres, jóvenes, ancianos».

Los desafíos

El gran escollo, aunque no el único, que deberá enfrentar Sharif Ahmed es sin dudas la organización Al Shabab, la más fundamentalista y extrema de las milicias islamistas del país. Algunos de sus líderes han lanzado llamamientos a una guerra total contra Occidente, y han sido responsables de la lapidación de una niña de 13 años.

La invasión etíope con apoyo de EEUU, como predijimos en su momento en este blog, no trajo nada bueno: 16 mil muertos, un millón de nuevos desplazados internos y mayor poder para Al Shabab.

Poner fin a 18 años de guerra civil dependerá de la capacidad de negociación de las partes, y de que las influencias externas no tengan otro objetivo primordial que el bienestar de los somalíes.