Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Volar para contarla: los peligros de aterrizar en Somalia

Volar para contarla es una sección de este blog que se originó en junio de 2008 en la terminal número dos del aeropuerto de Dubai. Exactamente en el momento en que levanté la cabeza y descubrí en la pantalla que los primeros vuelos de la mañana tenían como destinos nada más y nada menos que Kabul, Mogadiscio, Bagdad y Peshawar. Quizás fuera por el cansancio del viaje desde Madrid, pero comprar un pasaje al azar en aquel sitio o jugar a la ruleta rusa parecían casi lo mismo.

Pilotos mexicanos del PMA a punto de partir hacia Mogadiscio, Somalia (HERNÁN ZIN)

Fue entonces cuando me pregunté qué clase de gente es la que toma esos vuelos. Y lo que descubrí a mi alrededor, y luego en el autobús hacia la aeronave, fue una curiosa amalgama de personal humanitario, efectivos militares, diplomáticos, contratistas-mercenarios y resignados habitantes del lugar.

Si a esto le sumamos los eventuales terroristas – que según la prensa se desplazan desde Europa y EEUU a Dubai para luego ir a luchar a lugares como Somalia – cada pasaje de cada avión constituía una suerte de resumen, de síntesis, de los protagonistas de esas guerras.

Pilotos rusos

Después llegó el momento verdaderamente revelador, que terminaría de modelar la idea que daría vida a Volar para contarla: bajé del autobús, me puse en la cola antecedido y sucedido por dos tipos barbudos vestidos con idénticos salwares blancos y gorro de lana estilo ensaimada, y vi cómo el piloto – un enorme ruso con la camisa abierta y cadena de oro sobre el pecho – le daba patadas con la punta de los pies a los neumáticos para comprobar si tenían suficiente presión.

Allí surgió la pregunta que daría vida a esta sección: ¿Quiénes son los pilotos que cada día se la juegan para volar a zonas en guerra?

La historia de aquel avión, perteneciente a la compañía Pamir Airways – sobre el que escribí fascinado por la tarde, apenas llegué a Kabul, al igual que mi admirado compañero Mikel Ayestaran -, nunca encontró sitio en Volar para contarla porque se estrelló dos años más tarde en el norte de Afganistán.

Tenemos dos ruedas

Pero sí lo han hecho muchas otras que hemos ido contando en esta sección. Una forma asimismo de tratar de entender cómo funciona esa otra industria de la aviación, la que casi nunca vemos, la que se desplaza por países no sólo en guerra sino casi ausente de infraestructuras, la que mueve por el mundo tanto sea ayuda humanitaria como armas, drogas o especies protegidas.

Una sección de este blog que hace un par de años comenzó a convertirse en un documental cuyas historias he estado desgravando y subtitulando estos días en Buenos Aires. Un documental, a medio hacer – otro más en la lista – del que rescataré uno de los testimonios que más me ha gustado: el del piloto keniano Andrew Waruru.

Un personaje en toda regla al que acompañé a través de Somalia. Extraordinario por su compromiso ético, por su valentía y por su sentido del humor. Basta decir que cuando se nos pinchó un neumático al despegar de la ciudad de Galkayo, me dijo riendo a carcajadas: “No te preocupes, tenemos dos”.