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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Varias incógnitas sobre AQ Khan y las pruebas nucleares de Corea del Norte

La peripecia vital de AQ Khan está llena de incógnitas:

* ¿Por qué razón un hombre encumbrado socialmente, poseedor de una considerable fortuna, admirado por sus conciudadanos, se dedica a proveer tecnología nuclear a Estados que desean desarrollar bombas atómicas?

* ¿Cómo es posible que servicios secretos como la CIA tardaran más quince años en hacer hallazgos realmente significativos sobre las actividades de AQ Khan?

* Una vez que la trama lidera por AQ Khan se hizo pública ¿por qué el “padre” de la bomba atómica pakistaní no fue juzgado?

* ¿Qué detuvo a los Estados Unidos de pedir la extradición de este hombre acusado por los propios servicios secretos norteamericanos de colaborar en la gestación de armamento nuclear de Irán y Corea del Norte, ilustres integrantes del Eje del Mal?

El apoyo incondicional de Islamabad

Un buen punto de partida para tratar de dar respuesta a estas preguntas, al menos parcialmente, es la íntima relación que AQ Khan mantuvo con el Gobierno de Pakistán.

Durante los seis primeros meses de regreso en su país, tras haber robado los secretos nucleares de la empresa holandesa de la que era empleado, AQ Khan trabajó bajo las órdenes de la Comisión Pakistaní de Energía Atómica, hasta que en julio de ese mismo año, 1976, el primer ministro Zulfikar Ali Bhutto le dio absoluto control sobre el programa de enriquecimiento de uranio.

Khan fundó el laboratorio ERL, en el que gestó la teconología nuclear pakistaní. Como reconocimiento a su labor, el General Mohammad Zia ul-Haq reabutizó el laboratorio, que en 1981 se pasó a llamarse Khan Research Laboratories (KRL).

Al tratarse de un proyecto prioritario para Pakistán, AQ Khan contó con apoyo incondicional no sólo de Zulfikar Ali Bhutto, sino de sus sucesores al frente del Ejecutivo, tanto en recursos, como en seguridad y autonomía. A la única persona a la que AQ Khan debía rendir cuentas era al Primer Ministro.

Este amparo y protección a perpetuidad del Gobierno fue sin dudas fundamental para que AQ Khan pudiera poner las bases de su negocio privado de venta de tecnología nuclear. Benazir Bhutto llegó a decir que ni ella misma podía entrar al laboratorio de A Q Khan.

Cuando los Estados Unidos pusieron presión sobre Pakistán para que interrumpiera su programa en 1990, el Gobierno dijo que así lo haría. Pero como más adelante AQ Khan declararía a la prensa, lo cierto es que recibió órdenes de no dejar de trabajar. Esto demuestra el alto grado de confianza y complicidad que tenía con el Ejecutivo de su país.

El entramado comercial y los socios

Además de los secretos de la empresa holandesa para la que trabajaba, AQ Khan se llevó un listado de los principales proveedores de insumos para la gestación de material nuclear, cuando en 1976 decidió regresar a Pakistán.

Y a algunos de ellos acudió apenas comenzó a poner en marcha el programa de enriquecimiento de uranio que llevaría a la creación de la bomba atómica en 1998. Por lo que desde un primer momento, AQ Khan fue tejiendo el entramado de su futura red comercial.

Gothard Lerch, que ahora está en prisión a la espera de ser juzgado, formaba parte de aquella lista. Este ingeniero alemán, de 63 años, según la fiscalía de su país era una pieza clave del proyecto que AQ Khan estaba preparando para el coronel Muammar el Gaddafi. Un programa destinado a poner en marcha 11 centrifugadoras capaces de producir varias cabezas nucleares al mes. El fiscal pide 15 años de prisión para Lerch por violar la ley alemana sobre exportación de armamentos. Se estima que la operación le dejó unos 14 millones de euros netos.

Otro hombre acusado por la justicia es el empresario británico Peter Griffin, que vive retirado en el sur de Francia. Su empresa, Gulf Technical Industries, localizada en Dubai, es una de las bases del entramado montado por AQ Khan.

El ciudadano de Sri Lanka, BSA Tahir, fue también una pieza clave. Su labor era coordinar la compra de insumos y las subcontrataciones. Mientras que Lerch, Griffin y el ingeniero suizo Friedrich Tinner, también a la espera de juicio, se encargaban de supervisar el trabajo.

Además del juicio en Mannheim, Alemania, el primero contra la red de AQ Khan, se está juzgando en Sudáfrica a Gerhard Wisser. Este alemán residente en Johannesburgo está acusado de enviar equipos a Libia, cuando en realidad había declarado que se trataban de plantas potabilizadoras de agua destinadas a Jordania.

BSA Tahir está detenido en Malasia, un país de alta tecnología pero sin aspiraciones nucleares. Allí había empresas que fabricaban las piezas para el centrifugado que luego Tahir enviaba a Dubai.

Libia: el comienzo del fin

Durante años los servicios secretos sospecharon de las actividades de AQ Khan, pero las pruebas concluyentes salieron a la luz recién a finales de 2003.

En diciembre, el presidente libio Muammar el Gaddafi anunciaba que ponía fin al desarrollo de energía atómica. Como consecuencia, Bush y Blair volvían a establecer relaciones diplomáticas con Libia.

El director de la CIA, Georde Tenet, declaró que habían descubierto la red de AQ Khan gracias a un gran despliegue de inteligencia. Pero Seymour Hersh opina en The New Yorker que Gaddafi llevaba años tratando de salir de la lista negra de Estados proscritos por Occidente, pero que el Gobierno estadounidense se negaba a aceptarlo. Finalmente, la moneda de cambio que entusiasmó a Bush fue la renuncia por parte de Libia a su programa nuclear.

Hersh sostiene que los agentes secretos estadounidense pudieron dar con la pista del carguero alemán BBC China, que llevaba piezas hacia Libia, como consecuencia de la pista que les dio el Gobierno de Trípoli. “Los libios arruinaron a los pakistaníes, y descubrieron el negocio de AQ Khan en el mercado negro”, escribió.

Irán: un general en el negocio

Según cuenta en un reciente artículo Robert Fisk para The Independent, el programa nuclear de Irán comenzó de la mano de los estadounidenses en 1973. El ayatolá Jomeini lo prohibió, llamándolo un “elemento del diablo”. Pero cuando Iraq comenzó a atacarlos, con el respaldo de Estados Unidos (de aquel entonces vienen las benditas armas químicas, que nunca más volvieron a ser utilizadas pero en cuyo nombre Occidente provocó indirectamente la muerte de más 600 mil iraquíes), el proyecto fue puesto nuevamente en marcha.

En octubre de 2003, por la gran presión de EE UU y la UE, Irán aceptó la presencia de inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. Estos descubrieron un laboratorio para el enriquecimiento de uranio basado en los diseños robados por AQ Khan en 1975 de UNRECO.

Más adelante AQ Khan diría que si pasó la tecnología a Irán fue como consecuencia de la presión del General Imitas, asesor de la primer ministro Benazir Buttho. Como contrapartida, el Gobierno de Irán depositó cientos de millones de dólares en el Bank of Credit and Commerce Internacional.

Hora de pedir perdón

Tras el descubrimiento de la implicación de AQ Khan en Irán y Libia, el 4 de febrero de 2004 apareció en la televisión pública pakistaní para admitir que estaba al frente de una red de tráfico de material nuclear, entre cuyos destinatarios incluyó también a Corea del Norte.

Menos de un día tardó el presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, en salir a anunciar que lo perdonaba. Dijo que estaba «anonadado» por las confesiones de AQ Khan, ya que era su «héroe». Desde ese momento, AQ Khan se encuentra en arresto domiciliario.

En el libro publicado hace dos semanas, In the Line of Fire, Musharraf afirma que recibió las primeras noticias de las actividades de AQ Khan en 1999, y cuando lo enfrentó, éste, en lugar de abandonar el negocio, lo hizo más secreto aún. “Cada vez tenía menos dudas de que AQ Khan no era parte del problema, sino el problema en sí mismo”.

¿Por qué Estados Unidos no actúa?

La administración Bush, en una declaración que llamó la atención, ya que se sale de su habitual línea dura en la lucha contra las posibles amenazas nucleares, dijo a través de Richard Armitage que Pakistán llevaba años luchando contra la proliferación de armas atómicas, y que dejaba en manos de su presidente la responsabilidad de decidir qué hacer con AQ Khan.

La conclusión a la que muchos analistas han llegado, entre ellos Samina Ahmed del International Crisis Group, es que ha habido un pacto de silencio.

A cambio de no ser llevado a prisión, AQ Khan no habla para no involucrar a altos cargos del Gobierno de Pakistán en el negocio. Seymour Hersh afirma que dos generaciones de militares y funcionarios colaboraron en el entramado nuclear.

Al tratarse de uno de sus principales aliados, situado en una posición estratégica de cara a luchar contra los talibán, los Estados Unidos no creen que sea el momento para detener a un hombre que es considerado un «héroe» por su gente, más aún cuando existe tanta animadversión hacia Washington.

Quienes lo conocieron afirman que AQ Khan es un hombre al que le gusta la notoriedad, que disfruta de su posición de privilegio en la sociedad pakistaní. Lo que puede explicar que el deseo de tener dinero lo llevara a vender la tecnología nuclear.

Hoy vive en una pequeña casa junto a su mujer, que es holandesa, y dos de sus hijas. Dicen que se dedica a la caridad y a alimentar los monos que hay en la selva, detrás de la vivienda. Varios hombres armados velan por su seguridad, por lo que resulta imposible acercarse a él.

Con respecto a las motivaciones políticas, alguna vez dijo que todos los países debían tener derecho a poseer armas nucleares cuando lo quisiesen, y no sólo algunos, ya que esto creaba grandes diferencias de poder.

Corea del Norte y el «héroe» pakistaní de la bomba atómica

Interrumpo el relato de mi encuentro con Hassan, vendedor de armas en Líbano, para trazar una breve semblanza de un hombre sobre el que llevo años investigando y que también está íntimamente ligado a este negocio, aunque en otra categoría, a otras alturas, en el ámbito del desarrollo de armamento nuclear.

Su nombre es Abdul Qadeer Khan. Tiene 70 años de edad. Y, aunque posee nacionalidad paquistaní, nació en la ciudad india de Bhopal. Una apacible urbe de 200 mil habitantes, poblada por fascinantes mercados y antiguas mezquitas, que conozco muy bien porque en el 2001 estuve filmando allí junto al escritor francés Dominique Lapierre un documental sobre el accidente que tuvo lugar en la fábrica de pesticidas de la multinacional estadounidense Union Carbide.

Resulta curioso, y quizás premonitorio, que el hogar natal de AQ Khan fuera el escenario de la peor catástrofe industrial de la historia. Una tragedia que terminó con la vida de más de 15 mil personas y que aún afecta, debido a la contaminación del subsuelo, a los habitantes de la ciudad. Y que la decisión de la India de tener su propia bomba atómica, que consiguió en 1974, constituyera el punto de inflexión en la peripecia vital de AQ Khan.

Tras la división de la antigua colonia británica, en 1952 AQ Khan partió con su familia hacia Pakistán al igual que cientos de miles de musulmanes. Estudió ingeniería en la Universidad de Karachi. Y continuó su formación en Alemania Occidental, Holanda y Bélgica. En este último país, en la Universidad Católica de Leuven, consiguió el título de doctor.

En 1972, AQ Khan comenzó a trabajar para la empresa de ingeniería holandesa Physical Dynamics Research Laboratory, también conocida como FDO. La principal labor de esta compañía estaba relacionada con el consorcio UNRECO, creado por Gran Bretaña, Holanda y Alemania para el enriquecimiento de uranio destinado a plantas de energía atómica.

En la sede de UNRECO, situada en Holanda, se utilizaba la técnica de centrifugado conocida como Zippe, cuyos detalles son secretos debido a que pueden ser empleados para concebir armamento nuclear.

El mismo año en que AQ Khan ingresó a las filas de la FDO, la primer ministro Indira Gandhi dio órdenes a los científicos del Bhabha Atomic Research Centre para que empezaran a desarrollar una bomba nuclear india.

Oficialmente se la llamó «Explosivo Nuclear Pacífico», aunque la gente se refería a ella como «El Buda sonriente«. El 18 de mayo de 1974, día en que se celebra en la India el nacimiento de Buda, el artefacto explosivo fue ensayado con éxito en la localidad de Pokhran (en el desierto del Thar, cerca de Jaiselmer, donde tantos turistas extranjeros realizan excursiones en camellos). Los científicos responsables de la creación de la primera bomba atómica india recibieron la condecoración Padma Vibhushan por parte del gobierno de Nueva Delhi.

Dominique Lapierre termina su libro La ciudad de la alegría hablando justamente de la bomba atómica india, como forma de mostrar el contraste de un país sitiado por el hambre y la miseria que, sin embargo, se da el lujo de poseer armamento nuclear.

Una anécdota que muestra en buena medida esta dualidad es que apenas tuvo lugar la prueba del nuevo armamento, los científicos intentaron llamar a Indira Gandhi para darle la buena nueva pero el teléfono oficial no funcionaba. Cuando lograron comunicarse, le dijeron a la hija de Jawaharlal Nehru que «el Buda finalmente había sonreído».

Como era lógico de esperar, Pakistán se sintió sumamente amenazado ante el avance armamentístico de su vecino y rival. AQ Khan estaba de vacaciones en su país, cuando el primer ministro pakistaní, Zulfikar Ali Bhutto, le pidió que se pusiera al frente del equipo que tenía como objetivo dar vida a una bomba nuclear. Un año más tarde, en 1976, AQ Khan abandonaba Holanda con los secretos de UNRECO sobre el centrifugado de uranio debajo del brazo.

En 1983 un tribunal holandés condenó a AQ Khan en ausencia por estos actos. Aunque la sentencia sería más tarde desestimada debido a fallos técnicos en el procedimiento.

Según declaró recientemente el antiguo primer ministro de Holanda, Ruud Lubbers, su país sabía que AQ Khan estaba robando información de UNRECO, pero la CIA intervino para impedir la detención del ingeniero pakistaní. Otro dato llamativo que salió hace poco a la luz es que dos empresas privadas holandesas, proveedoras de UNRECO, vendieron material a Pakistán.

A los cinco años de haber regresado, AQ Khan alcanzó el objetivo de crear una planta para el enriquecimiento de uranio. Y, en 1998, Pakistán tuvo lista su primera bomba atómica.

AQ Khan fue saludado por sus compatriotas como un héroe. Pero parece que el honor no resultaba suficiente para este hombre que, a mediados de los años ochenta, montó una suerte de supermercado destinado a la venta de tecnología para la creación de bombas atómicas.

En el entramado participaron firmas de Dubai y hombres de negocios europeos. Y entre sus clientes figuran los gobiernos de Libia, Irán y Corea del Norte. La prueba nuclear llevada a cabo por la administración de Pyongyang el pasado lunes no podría haber sido posible sin la colaboración de AQ Khan, cuya reputación se desmoronó hace unos años cuando las tramas de su negocio salieron a la luz.

Continúa…