Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Non-smoking guerra

En Nairobi continúa vigente la ley que prohíbe fumar en las calles. El país se encuentra al borde del colapso energético como consecuencia de la sequía, con cortes de luz cuatro días a la semana en algunas regiones, con cientos de vacas raquíticas que los masai conducen por las calles de la capital en busca de agua, pero la legislación antitabaco se sigue aplicando de forma inquebrantable. Tal vez por eso de que resulta más fácil prohibir que construir.

También siguen los embotellamientos monumentales y los matatus que se deslizan como bólidos por las avenidas desprendiendo su habitual humo acre. Pervive Kibera, la barriada más grande de África, ausente de cloacas, agua corriente, recogida de basura o saneamientos.

Lo único que ha cambiado es la “smoking zone” del centro de la ciudad: antes un cartel en una plazoleta bajo el cual los hombres se aglomeraban para apurar sus cigarrillos, ahora una jaula de metal en la que sólo falta que le tiren galletas a los fumadores.

Quizás el momento en que la severa legislación antitabaco de la capital keniana pareció más absurda fue durante los meses de violencia postelectoral (que cubrimos desde el terreno en este blog). Entonces todo estaba permitido, alentado por los grupos políticos rivales: asesinar, violar, robar, incendiar.

EEUU vs China

Un buen amigo se queja de la ley. Dice que sólo sirve para que los policías arranquen unos chelines a los infractores despistados. Este amigo lleva en el coche una guía editada por Transparency International (TI) que informa a los conductores sobre sus derechos a la hora de enfrentarse a los agentes de tráfico. “Cada día están peor, te paran por cualquier cosa y se inventan cualquier excusa para sacarte dinero”, me explica.

El último informe de TI sitúa a la policía keniana como la institución más corrupta de África oriental. Dentro de la región, Kenia tiene un índice de corrupción del 45%, Uganda del 34% y Tanzania del 17,8%.

En su reciente viaje por África, Hilary Clinton, que perdió los nervios con un estudiante congoleño que le preguntó acerca de su marido, criticó al gobierno de Kenia por la creciente corrupción. El primer ministro Raila Odinga la criticó a ella por haber firmado convenios con Angola y Nigeria, países aún más corruptos.

Quizás uno de los pocos legados positivos de la administración Bush fuera una mayor relación de EEUU con África, aunque esta se ciñese a la lucha contra el sida y al desarrollo del Africom. Ahora Obama busca ahondar los vínculos, sobre todo en lo comercial, aunque China parece haberle ganado ya la partida. El comercio de EEUU con África el pasado año fue de 104 mil millones de dólares, mientras que el de Beijing alcanzó los 107 mil millones.

Como sucede en Birmania, a los chinos no les preocupan la corrupción o los derechos humanos. Invierten para llevarse las materias primas que luego emplean en las industrias con las que inundan el planeta con sus productos. Sea de la mano de Robert Mugabe en Zimbabue, o de al Bashir en Sudán, lo importante es el dinero.

Entre el cáncer y el terrorismo

En Irak se acaba de enviar al parlamento una ley que prohibiría fumar en edificios públicos. The Economist señala con ironía el riesgo que correrían los funcionarios al bajar de sus oficinas a echar un pitillo: morir en un atentado con coche bomba (más ahora que Al Qaeda ha multiplicado los ataques terroristas con la intención de provocar nuevos enfrentamientos civiles que desestabilicen al país de cara a las elecciones del mes de enero y la retirada de las tropas de EEUU).

Aquí, en Bukavu, República Democrática del Congo, donde llegamos hace unas horas tras un breve paso por Ruanda, hay de todo y para todos los gustos. Corrupción policial, escasez de luz, libertad para fumar, caos, guerra. Faltan hoteles, los tres que hay son carísimos. Para peor, nadie trabaja con tarjetas de crédito ni existen cajeros. Dinero contante y sonante parece ser la única premisa en esta parte del mundo.

Lo mejor de la maratónica gira de Hilary Clinton, que describió como un mensaje de «amor duro», fue la promesa que hizo de de ayudas económicas para luchar contra la violación como arma de guerra. También propuso la creación de un relator especial de la ONU para tratar de poner fin a esta práctica que tantas veces denunciamos en este blog. Veremos qué opinan sobre estas iniciativas quienes trabajan en el terreno para ayudar a las víctimas.