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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Mercenarios: Simon Mann, el niño bien que terminó en una infecta prisión africana

Resulta curioso cómo a medida que te sumerges en el universo de las empresas militares privadas y de los grupos de mercenarios, descubres nuevas historias que resultan aún más difíciles de creer. Historias que nos muestran esa parte del mundo en penumbras que va desde el tráfico de armas y la lucha por el control del petróleo y los diamantes, hasta las altas tramas del poder.

A través del vídeo de los pistoleros de Aegis en Bagdad conocimos la rocambolesca peripecia vital de Tim Spicer. La sucesión de escándalos que no evitaron que se haya convertido en un respetado y multimillonario empresario del sector.

Tirando del hilo de Tim Spicer salió el nombre de Simon Mann, su antiguo compañero de armas, que lo metió en el negocio de los mercenarios. No sé que otros nombres e historias se irán encadenando en el futuro, pero sí queda claro que vivimos en una realidad con un parte lóbrega, oculta y, por qué no decirlo, hedionda.

El niño bien que se hizo soldado

Profundizo en la historia de Simon Mann. Nació en 1952. Su padre, George Mann, fue capitán del equipo inglés de cricket en los años 40. Puesto que también ocupó su abuelo, Frank Mann, en 1922.

Simon estudió en el prestigioso Eton College, en el que se codean los hijos de las clases acomodadas británicas y al que asistieron los príncipes Guillermo y Harry. En el caso de su familia la prosperidad económica les vino por la famosa destilería Watery Mann, que forma parte ahora de la multinacional Diageo.

Después de graduarse entró a la escuela militar Sandhurst, el equivalente inglés de West Point. Formó parte de la Guardia Escocesa, donde conoció a Tim Spicer. Y luego de las prestigiosas fuerzas especiales SAS, que lo llevaron a servir en Chipre, Alemania, Noruega e Irlanda del Norte. Dejó el ejército en 1985.

Escándalos, escándalos y más escándalos

Durante un tiempo estuvo en el sector de la informática, hasta que se cruzó con Tony Buckinham, militar retirado relacionado con la industria del petróleo. En 1993, las fuerzas rebeldes de UNITA tomaron el puerto de Soyo en Angola y cerraron las instalaciones petrolíferas.

El gobierno de Jose Eduardo dos Santos pidió ayuda a Buckinhman, que para esos momentos tenía su propia empresa de hidrocarburos. Buckinham contrató a la compañía sudafricana de mercenarios, Executive Outcomes, para que entrara en combate contra UNITA. Al mismo tiempo fundaba junto a Mann la filial británica de esa empresa.

En 1996 Simon Mann creó junto a su viejo amigo Tim Spicer, que acababa de dejar el ejército, la firma Sandline International. Como comenté en anteriores entradas, la idea era limpiar la imagen del trabajo que hasta el momento había realizado con Executive Outcomes. Un tiro que le salió por la culata, ya que en sus primeras misiones Tim Spicer no hizo más que meterse en problemas: terminó preso y provocó un golpe de estado en Papúa Nueva Guinea y causó un escándalo mayúsculo al traficar armas a Sierra Leona a pesar del embargo de la ONU.

Fallido golpe de estado en Guinea Ecuatorial

Al tiempo en que Tim Spicer fundaba Aegis, y comenzaba a recibir contratos millonarios en Irak, la vida de Simon Mann tomaba un camino inesperado. Visto desde la distancia, absolutamente delirante.

El plan que había urdido, y por el que esperaba ganar millones euros, era dar un golpe de estado en Guinea Ecuatorial y sacar al sátrapa de Teodoro Obiang del poder para controlar así las enormes fuentes petroleras de este pequeño país. Un botín fantástico, si tenemos en cuenta que su producción alcanza la tercera parte de la Irak.

Pero el plan les salió mal. El 7 de marzo del 2004 Simon Mann y 69 hombres fueron arrestados en Zimbabue cuando el Boeing 727 en el que viabajan hizo una escala donde se suponía que iban a recibir más de 100 mil libras esterlinas en armas.

Fue acusado de violar las leyes de inmigración, control de armas y seguridad, y de estar involucrado en la intentona golpista. Mientras tanto, ocho hombres fueron detenidos en Guinea Ecuatorial.

Mann y los demás dijeron que no se dirigían a Guinea Ecuatorial, sino al Congo para trabajar como guardias de seguridad en una mina de diamantes. Se los juzgó en Zimbabue el 27 de agosto de 2004. Mann fue declarado culpable y condenado a siete años de cárcel, que luego se redujeron a cuatro y medio por buena conducta.

El último viaje de Mann

Fue así como el joven inglés de buena familia terminó en la mugrienta cárcel de Chikurubil, infestada de ratas y carente agua potable. Pero la situación podría ir a peor, ya que todo indica que Simon Mann podría ser extraditado a Guinea Ecuatorial, donde fue condenado en ausencia a treinta años de prisión. Robert Mugabe, que está en banca rota, necesita ganarse la simpatía de Obiang, poderoso como pocos líderes africanos debido al petróleo. Si la justicia de Zimambue da el paso, Mann pasará el resto de sus días en la infame prisión de Playa Negra, una de las más infectas del mundo, en la que se practica habitualmente la tortura.

Atrás quedaban los días en que Mann, a pesar de los escándalos que lo predecían, se atrevió hasta a hacer sus pinitos en el cine. En la excelente película de Paul Greengrass, Bloody Sunday, con música de U2, encarnó al coronel Wilford del regimiento de paracaidstas británicos que abrió fuego contra una multitud desarmada el 30 de septiembre de 1972. Aquel domingo sangriento.

En la próxima entrada, la historia del surrealista intento de golpe de estado en Guinea Ecuatorial, conocido como el caso Wonga, por el que otros mercenarios de renombre terminaron en prisión. Y cuya trama llega inclusive a Madrid.