Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Diálogo con los talibanes para no fracasar en Afganistán

Hace unos meses fui testigo de un curioso encuentro en Afganistán. La unidad de la Compañía Able con la que estaba empotrado se dirigió al colegio del pueblo de Tagab en una misión para ganarse “la mente y los corazones” de los locales.

Mientras los altos mandos se reunían con el consejo de ancianos en un aula, Ahmed y Cox, dos jóvenes de 18 años, uno afgano y otro estadounidense, comenzaron a hablar en el patio.

“Con los talibanes hay que negociar. Son nuestros hermanos musulmanes, no podemos pelear contra ellos”, afirmó Ahmed, vestido con su kurta blanca.

A lo que el joven soldado, ataviado con su chaleco antibalas, sus gafas Oakley y su fusil M4, le respondió aireado: “Los talibanes son terroristas. Somos nosotros, los americanos, los que estamos haciendo las rutas y las escuelas”.

El fracaso

Lo cierto es que en el valle de Tagab no se han construido escuelas ni carreteras. La ayuda al desarrollo llegó mal coordinada y con cuentagotas, como sucedió en buena parte del país. Y, desde 2006, la violencia ha alcanzado tales cotas que resulta muy arriesgado encarar cualquier obra que no sea multiplicar o ampliar las bases militares y las rutas que las conectan.

También es verdad que la opinión de Ahmed – aquel adolescente que para mi sorpresa no se mostró adulador con los soldados, sino que sacó ese orgullo nacional tan arraigado en los afganos-, parece ser la que está ganando peso en la comunidad internacional.

Como informa The Economist, el primer encuentro semioficial entre los talibanes y representantes del gobierno de Kabul tuvo lugar hace un mes en la Meca, gracias a la intermediación de Arabia Saudí.

Según afirmó Nic Robertson, corresponsal de la CNN con el que coincidí en el hotel Gandamack de Kabul, las señales que el mulá Omar ha enviado desde Pakistán «han sido positivas».

Posible cambio de rumbo

Al mismo tiempo, y para sorpresa de muchos, Washington ha dicho que está considerando la posibilidad de dialogar con aquellos talibanes dispuestos “a dejar la violencia y respetar la Constitución”. También han sumado su voz de apoyo los altos mandos británicos.

El frágil éxito conseguido en Irak parece ser el modelo a seguir. Allí se sentaron a negociar grupos suníes y consiguieron hacer descender la violencia. Apelaron a su espíritu nacionalista y a sus bolsillos para desligarlos de Al Qaeda.

Las realidades de Afganistán e Irak son muy distintas. Pero el presidente Karzai podría emplear a los antiguos líderes talibanes que viven en la capital para dialogar con aquellos miembros menos radicales del movimiento integrista y sacarlos así de la influencia de Bin Laden. De hecho, el conocido como «alcalde de Kabul», es uno de los principales entusiastas de esta iniciativa.

Esto desmovilizaría también a los que podríamos bautizar como «talibanes ocasionales». Aquellos campesinos que les venden sus servicios armados por un puñado de dólares, una vez terminada la temporada de recolección del opio. Recordemos que, en 1996, los talibanes ocuparon la mayor parte del país, más que luchando, comprando la voluntad de la gente.

Fracaso de las armas

Si deciden integrarse a los procesos democráticos, habrá que asegurarse de que no difundan su visión retrógrada y brutal del islam. Aunque la realidad de la que he sido testigo en Afganistán tampoco es la panacea.

En la práctica, poco han progresado los derechos de las mujeres. La corrupción estrangula cada esquina de la vida social. En este país, el quinto más pobre del mundo según el PNUD, el acceso a agua corriente, electricidad y asistencia médica es aún una quimera. La mitad de sus 30 millones de habitantes malvive por debajo de la línea de la miseria.

Algo queda claro, aumentar el número de armas y tropas extranjeras sólo conseguirá sumir al país aún más en el caos, más aún con la estampida que se está produciendo entre los soldados y policías afganos hacia las filas de los talibanes. Esta año han muero 222 soldados de la OTAN y cuatro mil civiles.