Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Sino y compromiso de Médicos Sin Fronteras en Somalia

Todo debate bienintencionado puede llegar a resultar enriquecedor. En especial si no se hace con trazo grueso, ausente de matices y justas discriminaciones.

Hace poco hablábamos de la durísima crítica lanzada por la periodista holandesa Linda Polman a las organizaciones humanitarias. En su libro recién publicado, War Games: the Story of Aid and War in Modern Times, sostiene que la ayuda a las víctimas de los conflictos armados forma parte del problema y no de la solución de los mismos.

Polman tiene el innegable mérito de escribir desde el terreno, lo que hace que su tesis merezca la mayor de las consideraciones. Otra razón para prestarle atención es We Did Nothing, libro dedicado a mostrar los errores de la ONU en las primeras misiones de paz de los años noventa. En especial la pasividad de la administración Clinton, tras el sonoro fracaso en Somalia, frente al genocidio cometido contra tusis y hutus moderados en 1994. Y que concluye con la narración de la matanza en el campo de desplazados de Kibeho, aquella venganza de los tutsis, que como ya sostuvimos aquí en alguna ocasión constituye uno de los relatos de no ficción más contundente de la pasada década.

Una pregunta clave

Se ha criticado que Polman no ofrezca soluciones a los problemas que plantea en su nueva obra. Esta observación la descartamos, pues no forma de la labor del reportero encontrar las fórmulas que pongan fin a determinados conflictos. Lo nuestro es llamar la atención, narrar, describir, y con un poco de fortuna lograr cierto vislumbre de un hipotético diagnóstico. Pero sí se puede decir que War Games: the Story of Aid and War in Modern Times, desde su título mismo, es un libro al que le sobra generalización y falta precisión. Un libro que en su reduccionismo se lleva por delante el esmerado trabajo de muchísima gente.

Pero ante todo, que desdeña con excesiva liviandad lo que es todo un logro moral de la humanidad, erigido con no poco esfuerzo desde tiempos de Henry Dunant: la empatía hacia el sufrimiento de las víctimas de la guerra. En este sentido, una sola pregunta clave: ¿Seríamos capaces de mirar hacia otro lado mientras cientos de miles de refugiados agonizan en las fronteras de Sudán o Somalia por miedo a que parte de esa ayuda pueda beneficiar a señores de la guerra o milicias irregulares?

Ataque islamista

En este blog hemos tenido la oportunidad a lo largo de cuatro años de contemplar de cerca la labor de la organización Médicos Sin Fronteras. Hemos conocido a sus integrantes y proyectos en Congo, Kenia, Uganda y Sudán. Personal sanitario y logistas que realizan un trabajo tedioso por el aislamiento en el mejor escenario, y desesperante y peligroso en el más adverso. Si hay una organización que, en nuestro humilde entender, merece todas las salvedades, toda la prudencia y respeto al analizar su desempeño, esa es justamente MSF.

Quizás uno de los ejemplos más evidente del compromiso de MSF sea su misión en Somalia. Misión que a pesar de los envites de los grupos armados, de la rampante corrupción y de que se trata sin dudas del lugar más peligroso del mundo, al que hoy ni siquiera la prensa extranjera tiene acceso, sigue en pie. Misión que tiene 19 años de antigüedad, que cuenta con más de 1.300 empleados locales en el terreno y un centenar más en Nairobi, y que brinda asistencia primaria y alimentos a los desplazados internos por la guerra, que hoy alcanzan el millón y medio.

Recordemos el secuestro en diciembre de 2007 de una médico española y una enfermera argentina en la ciudad de Bosasso, en la región de Puntlandia, epicentro de la piratería en el golfo de Adén. Recordemos también el asesinato de tres miembros de MSF al sur del país, en Kismayo, bastión de la milicia islamista Al Shabab, en enero de 2008. Tres meses antes MSF había abierto allí un hospital de emergencias que ofrecía entre otros servicios cirugía de emergencia. Una decisión tan arriesgada como necesaria, debido a que Kismayo fue en aquel período uno de los principales campos de batalla entre las tropas etíopes y los integristas, con el consecuente impacto en la población local.

Desplazados sin asistencia

La misión somalí de MSF recibió su último golpe hace apenas unos días, el 5 de mayo, en un hecho que casi no ha tenido repercusión en la prensa nacional y poca o nada en la prensa internacional. Según VOA, milicianos de Hizbul Islam atacaron la clínica Hawa Abdi, situada a 20 kilómetros al sur de Mogadiscio, en la ruta que lleva a la ciudad de Afgoye. Una ruta que desde hace tres años sirve de refugio a 250 mil desplazados que huyeron de la violencia en la capital.

La escasa información disponible resulta confusa. Se habla de un guardia muerto y al menos 20 integrantes del proyecto secuestrados a manos de los islamistas, que siguen parapetados en esta clínica que abrió sus puertas en 2007 y que sólo el año pasado brindó atención médica a 162 mil personas, entre las que se contaron unos 14 mil niños malnutridos.

Foto: Campo desplazados Uganda (HZ)

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De virus, epidemias y otras batallas

Varios países del África occidental están haciendo frente a una vasta epidemia de meningitis. Se estima que más de 2.500 personas han muerto desde enero en Níger, Nigeria y Chad.

La meningitis es una infección de las membranas que recubren el sistema nervioso (el cerebro y la médula espinal). Mientras que la meningitis viral, que constituye el 80% de los casos, tiene efectos leves, la meningitis bacteriana, que es la que se ha cebado con el oeste del continente africano, tiene efectos letales. Incluso cuando se trata con antibióticos termina con la vida de entre el 5 y el 10% de los pacientes a las 48 horas de la aparición de los primeros síntomas.

El lunes tuve la oportunidad de entrevistar en RNE a Esperanza Santos, enfermera de Médicos Sin Fronteras que acaba de volver de Nigeria. Describió un panorama ciertamente preocupante como consecuencia de este mal que se manifiesta a través de un severo dolor en la nuca, vómitos, nauseas, dolor de cabeza e hipersensibilidad a la luz.

La rápida expansión de la meningitis

El pasado mes de abril, Naciones Unidas alertaba de la rápida difusión de la enfermedad, especialmente en la zona de Agadez, desde donde parten migrantes hacia el norte de África y Europa.

El número de pacientes con meningitis en el hospital local se había disparado, y se estima que en Niger hay más de diez mil infectados. Se trata de una zona poco habitada, por lo que la alarma expresada por las autoridades se proyecta al momento en que estas personas lleguen a urbes populosas.

«Estamos hablando del llamado cordón de la meningitis en el Sahel, con un número de países que están denunciando un gran número de casos», explicó Martin Dawes, de UNICEF. «Está golpeando antes, más rápido y más duro de lo que hemos visto en los últimos cinco años».

En su último informe MSF, que tiene en marcha un plan para repartir siete millones de vacunas en la región, explica que:

La infección se transmite solamente de persona a persona, a través de gotitas de saliva. Según la Organización Mundial de la Salud, entre un 10 y un 25% de la población mundial es portadora del meningococo, pero la gran mayoría no enferma (portadores sanos).

Nueve de cada diez portadores desarrollan anticuerpos, por lo que están protegidos contra la enfermedad. Aún así, pueden infectar a otras personas durante un periodo de cinco a quince semanas.

En el programa de radio del que participaba Esperanza surgió el debate sobre la escasa atención que se está prestando por parte de los gobiernos y los medios de comunicación a esta epidemia de meningitis mientras que la fiebre porcina parece haber acaparado todos los titulares y medidas gubernamentales, sobre todo si se compara el número de muertos.

Eduardo Sanz rescató la denuncia, tantas veces formulada, sobre el escaso porcentaje de sus presupuestos que las empresas farmacéuticas y los gobiernos dedican a buscar vacunas para las enfermedades tropicales, que son las que más muertes causan en el mundo en desarrollo. El 90% del dinero en investigación se gasta en males que afectan a menos de un 10% de la población del planeta.

La soledad de las mujeres que sufren violaciones en la guerra

Desde el primer desembarco en Sudán, pasando por Uganda y el reciente viaje al Congo, en este blog hemos conocido de primera mano los testimonios de mujeres que han sido víctimas de la violencia sexual en conflictos armados. Terrible realidad en la que volveremos a sumergirnos en próximos destinos como Chad, República Centroafricana y Sierra Leona.

Por otra parte, hemos realizado un repaso a la historia de la violación como arma de guerra, enfatizando el fracaso de la comunidad internacional que, después de los Balcanes y Ruanda, se había comprometido a evitar que el cuerpo de la mujer se convirtiese en campo de batalla.

«La violación de entre 20 mil y 50 mil mujeres en Bosnia a principios de los noventa se cree que formaba parte de una estrategia deliberada de limpieza étnica. Tras estas duras estimaciones de la ONU, el Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, establecido en La Haya en 1993, reconoció a la violencia sexual como un crimen contra la humanidad. Por primera vez en la historia, una persona por violación como crimen contra la humanidad en ese tribunal».

Esta explicación abre el informe Vidas destrozadas, que publicara la semana pasada Médicos sin fronteras (MSF). Uno de los documentos más exhaustivos realizados hasta el momento sobre una cuestión a la que se margina sistemáticamente de la agenda internacional.

«El informe sale de nuestra indignación», señala Meinie Nicolai, directora de operaciones de MSF en Bruselas. Nuestros equipos escuchan dolorosas historias de abusos cada día. Nos sentimos obligados de contarlo. No puede haber excusa para la violencia sexual, no importa cuán habitual sea el fenómeno en algunos de los lugares en los que trabajamos».

En el año 2007, los equipos de MSF atendieron a 12 mil víctimas de agresiones sexuales en todo el mundo. El informe describe la atención que deben recibir las mujeres, que podría resumirse en los siguientes pasos a seguir:

1. Prevención de la infección por VIH:

Si la víctima se ha visto expuesta al virus, un curso de tratamiento con antirretrovirales (ARV) conocido como PEP (post-exposure prophylaxis o profilaxis postexposición) puede impedir la infección. Este tratamiento sólo funciona si se inicia dentro de las primeras 72 horas tras la violación, aunque cuanto antes se empiece, más probabilidades hay de que sea efectivo.

2. Prevención de la hepatitis B:

El virus de la hepatitis B también puede transmitirse por vía sexual y es más contagioso que el VIH. La vacuna de la hepatitis B es efectiva como prevención si la primera dosis se administra dentro de los tres primeros meses de haberse producido el contacto.

3. Prevención y tratamiento de otras ITS:

Las infecciones de transmisión sexual (ITS) pueden prevenirse y tratarse con antibióticos. Siempre que se detecta un riesgo, la víctima de violación recibe antibióticos que pueden prevenir infecciones como la clamidia, la sífilis y la gonorrea, o tratarlas si ya se han desarrollado. Prevención del tétanos: En función de la naturaleza de la violencia, la víctima puede correr el riesgo de contraer el tétanos.

4. Contracepción de urgencia:

Si la víctima acude en busca de asistencia dentro de las primeras 120 horas de haberse producido la agresión, es posible impedir embarazos no deseados con la píldora del día siguiente. Ésta interrumpe la ovulación e inhibe la implantación del óvulo fertilizado en la matriz.

5. Tratamiento de heridas:

La presencia de heridas asociadas a la violación depende del nivel de violencia durante la agresión. Éstas requieren atención médica inmediata y los casos extremos, como las fístulas, cirugía.

6. Seguimiento:

Durante las consultas de seguimiento, los pacientes reciben las dosis restantes de vacunas del tétanos y de la hepatitis B, y pueden hacerse análisis del VIH. Incluso si se les ha administrado la PEP, todavía existe la posibilidad de infección. Debido al periodo de incubación del virus, las víctimas de violaciones deben esperar por lo menos tres meses para saber si han contraído el VIH a resultas Una niña de 8 años violada por su padre recibe tratamiento de la agresión.

7. Apoyo psicológico

El primer objetivo de la atención psicosocial a víctimas de violencia sexual es ayudarles a restituir la capacidad de continuar con sus vidas tras el traumático incidente. En algunos casos, cuando los pacientes llegan en estado de shock, el asesoramiento psicológico inicial ayuda a estabilizar sus síntomas y a prepararles para la consulta médica. Un asesoramiento a tiempo también puede impedir el desarrollo posterior de trastornos de estrés postraumático.

8. Certificado médico-legal

El certificado debe contener una descripción de lo que el profesional sanitario ha observado durante el examen clínico y el relato de la agresión sexual por parte de la víctima. Incluso en situaciones de conflicto, donde los sistemas judiciales están colapsados, los pacientes tienen derecho a solicitar un certificado médico-legal por si, una vez finalizado el conflicto, deciden emprender acciones legales.

9. Apoyo económico

Cuando estas personas son rechazadas por la comunidad o corren el riesgo de sufrir repetidas agresiones, pueden necesitar protección y apoyo adicionales. Si pierden su capacidad de trabajar a consecuencia de la violación, pueden necesitar medios alternativos para generar ingresos. Si desean presentar cargos, pueden necesitar asistencia legal.

Este extenso listado de ayudas sirve para tomar conciencia de la dimensión de los daños que provocan las violaciones. Aunque lo más terrible de toda esta historia es que, según señala MSF, la atención que necesitan las víctimas de violaciones «es muy difícil o imposible de encontrar en los países donde trabajamos».

A lo que se suma el estigma social y la marginación que implica admitir que se ha sido sufrido una agresión sexual. Lo que lleva a una de las conclusiones más contundentes del informe: «Así pues, tras un episodio de violencia sexual, muchos descubren que están completamente solos».