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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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La historia de los aviones no tripulados: Israel entra en escena

Los fines de semana, Alvin Ellis cogía su coche y atravesaba Tel Aviv hasta llegar al suburbio en el que se encontraba la casa de Yehuda Manor. Compañeros de trabajo en la empresa estatal Israel Aircraft Industries, se encerraban en el garaje de aquella vivienda de dos plantas, entre cajas de herramientas, planos y pequeños aviones a control remoto. Trataban de crear un drone que fuese capaz de transportar una cámara de vídeo y de enviar las imágenes a tierra.

La guerra suele ser el gran motor en la inversión y el desarrollo de nuevas tecnologías. El final del conflicto de Vietnam había llevado a las fuerzas aéreas de Estados Unidos a dejar en tierra a los Ryan Firebee.

Israel, donde los enfrentamientos bélicos se sucedían con regularidad, tomó entonces la posta del desarrollo de los aviones no tripulados. La respuesta de las baterías antiaéreas egipcias durante la guerra de Yom Kippur había causado una honda consternación entre los altos mandos militares, que consideraban prioritario contar con estrategias que permitiesen evitar similares desastres en el futuro.

De EEUU a Israel

Nacido en Estados Unidos, el ingeniero aeronáutico Alvin Ellis había trabajado para la empresa Ryan Aeronautical Company en la fabricación del drone Firebee, que en el conflicto de Vietnam había tomado miles de fotografías de los movimientos de las tropas enemigas. En 1967, Ellis había decidido migrar a Israel, donde participaría en la puesta a punto del KFIR, un caza Mirage III/5 francés con motor General Electric J79 norteamericano.

Convencido de que un avión no tripulado equipado con cámaras de vídeo tendría grandes posibilidades comerciales, Ellis pidió a Yehuda Manor que lo ayudase a concebir y probar un primer prototipo. Al igual que el actor Reginald Denny, cuya historia vimos en este blog, Ellis era un apasionado de los aviones a radio control.

El aparato al que dieron forma durante los fines de semana en el garaje de la casa de Yehuda Manor consistía de un avión no tripulado, un sistema de transmisión y una barata cámara de vídeo. Debido al fallo en uno de los motores, el prototipo se estrelló.

Sin embargo, Ellis no dejó de creer en que se trataba de una buena idea. Intentó vendérsela a los directivos de su empresa, que la rechazaron. Entonces se dirigió a la compañía de electrónicos Tadiran, que financió la construcción de un segundo modelo.

Éste realizó su vuelo iniciático en 1973, bajo el nombre de Owl. Un año más tarde, lo presentarían a la empresa y a altos mandos militares. Tadiran firmaría un contrato con Ellis y apostaría por su producción.

El ingenio manejado en la distancia, que sería bautizado como Mastiff, medía 3,68 metros de largo y 3,60 de ancho en las alas, transmitía las imágenes a través de un sistema de microondas llamado Tactical Intelligence Microwave Data Link, contaba con un tren de aterrizaje fijo y con una hélice encerrada en una doble cola que vista desde atrás le daban el aspecto de un hidroavión. Era capaz de mantenerse en el aire durante siete horas. Después de cada vuelo se lo recuperaba con el auxilio de una vasta red.

El Mastiff tuvo poco éxito en sus albores. Recién en 1979 las Fuerzas Aéreas israelíes comenzaron a hacer pedidos. Aunque para ese momento, Israel Aircraft Industries, la empresa que había rechazado la propuesta inicial de Alvin Ellis, ya había sacado al mercado un modelo casi idéntico al que bautizó como Scout.

La invasión del Líbano de 1982 sería el escenario en el que se estrenarían ambos aviones no tripulados. La leyenda diría que un Scout había grabado a Yazir Arafat antes de la salida de la OLP en dirección a Túnez. Sin embargo, el verdadero triunfo de los drones israelíes llegaría en el valle de la Bekaa, donde permitiría las imágenes que captaron hicieron posible la destrucción de 28 misiles tierra aire pertenecientes a Siria en junio de 1982.

De Israel a EEUU

Con Ronald Reagan al frente de la Casa Blanca, la carrera armamentística retomaría el impulso perdido tras el fracaso en Vietnam. En 1983, los Estados Unidos participaron, por exigencia de Ariel Sharon, junto a otras potencias extranjeras en la intervención en el Líbano coordinada por la ONU para supervisar la partida de la OLP.

Los altos mandos fueron entonces testigos de la forma en que las Fuerzas Aéreas israelíes usaban los aviones no tripulados Mastiff y Scout, no sólo para detectar las baterías enemigas, sino para provocar que descargasen sus municiones antes de que fueran atacadas por aviones convencionales y para obstruir sus radares y sistemas de comunicación.

A las 6:20 de la madrugada del 23 de octubre de 1983, un camión Mercedes Benz color amarillo, se estrellaba contra la base de la Segunda División de Marines situada en las proximidades del aeropuerto de Beirut. Llevaba en su interior ocho mil kilos de explosivos que mataron a 241 soldados en el peor ataque sufrido por Estados Unidos fuera de sus fronteras desde la Segunda Guerra.

El general Paul Xavier Kelley, comandante del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, viajó a Beirut de forma secreta para investigar lo sucedido. Tiempos después se sabría que detrás del atentado había estado Irán y el germen de lo que más tarde sería Hezbolá. La siguiente parada del viaje de Kelley fue Tel Aviv.

Sus anfitriones le mostraron la forma en que operaban los aviones no tripulados. Antes de partir, le regalaron un vídeo captado desde las alturas por un drone que presentaba con asombrosa definición cada uno de los pasos que habían dado a lo largo del itinerario. En septiembre de 1984, los marines de Camp Lejeune, Carolina del Norte, contaban con sus propios Masstif.

John Lehman, Secretario de la Marina de Estados Unidos, también se había fijado en el desempeño de los aviones no tripulados de Israel. En especial después de que un ataque lanzado por el acorazado USS New Jersey desde las costas del Líbano, derribaran dos aviones propios sobre territorio sirio. Las Fuerzas Aéreas israelíes armaron una presentación de los drones sobre la cubierta del navío USS Guam.

La estrategia de marketing funcionó a la perfección. En 1985 la Marina estadounidense sacó a licitación el pedido de aviones no tripulados. Israel Aircraft Industries y Tadiran se unieron a un socio norteamericano, la empresa AAI, con base en Maryland. Tras ganar el concurso público, empezaron a fabricar la versión estadounidense del Scout y el Mastiff, a la que llamaría RQ2-Pioneer.

Los Pioneer se estrenarían en 1991, durante la Guerra del Golfo lanzada por George Bush padre. Al carecer aún de armamento, los drones servían para que los artificieros recibiesen órdenes precisas de los sitios a los que debían disparar.

Poco tiempo tardaron las infanterías de Irak en aprender que aquel lúgubre ronroneo que llegaba desde las alturas anunciaba la inminencia de un inminente ataque con obuses y misiles. Un vídeo de aquella guerra se haría famoso entre los mandos militares de Estados Unidos: soldados rasos iraquíes tiraban las armas, se sacaban los cascos, las camisas y se arrodillaban en el suelo con los brazos en alto. Se estaban rindiendo al rugido de los aviones no tripulados.