Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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La masacre de Marwahín

Kadija Murua se mueve con dificultad. Avanza asida a su bastón de madera, lentamente, apoyándose con la otra mano en cuanto objeto encuentra a su paso. A los 74 años de edad, vive sola en la planta baja de una casa situada apenas a tres kilómetros de la frontera con Israel.

Tras haber perdido una hora en el último puesto de control del Ejército, donde una vez más me han tenido esperando hasta que comprobaron con la central de inteligencia que mis papeles estaban en regla, llegué Mazraat el Bidaya, el pueblo en la que vive Kadija, cuando ya el sol se comenzaba a diluir en las mansas aguas del Mediterráneo.

Como ya había hecho en Caná, y en varios otros lugares del sur del Líbano, mi idea era recavar información sobre una de las tantas masacres de la guerra del 2006. En este caso, la que tuvo lugar durante el día 15 de julio cuando una familia huyó de de su casa en la aldea de Marwahín para tratar de encontrar refugio en un cuartel cercano de Naciones Unidas después de que aviones israelíes lanzasen octavillas en las que ordenaban a los vecinos que abandonaran sus casas.

Los cascos azules franceses les prohibieron el acceso, por lo que la familia decidió seguir camino hacia la ciudad de Tiro. En una de las curvas de la sinuosa carretera su vehículo fue alcanzado por un misil disparado desde un F16 de la aviación israelí. Según cuentan los testigos, la visibilidad era excelente, y la sección posterior de la camioneta Datsun carecía de techo, por lo que se podía identificar perfectamente que se trataba de menores de edad y no de combatientes de Hezbolá.

La masacre de Marhawín conmocionó al mundo porque tuvo lugar en el tercer día de ofensiva israelí. Terminó con la vida de 23 personas, de las que nueve eran niños. Y creo que es importante recordar, una vez más, que fue la respuesta del gobierno de Ehud Olmert no a un ataque con misiles ni a una invasión, sino al secuestro de dos soldados por parte de Hezbolá, una práctica que Israel realiza de forma sistemática: detener a personas fuera de su territorio, sin hablar ya de los miles de palestinos que están en sus cárceles ausentes de cargos en su contra, juicio o condena. Una acción por parte de Hezbolá a la que Israel respondió en el 2004 negociando, pero que en esta ocasión rechazó, según algunos analistas, alentada por EEUU para golpear de forma indirecta a Irán.

Recordemos también que Israel ejecuta, dentro y fuera de su territorio, una política sistemática de asesinatos selectivos, como la que terminó el 16 de febrero de 1992 con la vida del anterior secretario general de Hezbolá, Sayed Abbas Musawi, y con tantos dirigentes palestinos. Lo curioso de todo este asunto es que en sus apariciones públicas, Ehud Olmert se llena la boca hablando de terrorismo. Si entendemos al terrorismo como la voluntad de golpear deliberadamente a gente inocente para conseguir objetivos políticos, religiosos o sociales, quizás el señor Olmert debería mirarse al espejo al pronunciar esta palabra, ya que su estrategia del año 2006 en la guerra contra Hezbolá fue atacar deliberadamente a la población civil destruyendo los puentes, las centrales eléctricas, las carreteras, para devolver a Líbano “veinte años en el tiempo” y para crear un estado de opinión contrario al Partido de Dios (estrategia que no le salió bien, pues ante semejante despliegue de barbarie casi todo el país terminó respaldando a Hezbolá).

Ahora, mientras anochece en el sur de Líbano, voy de casa en casa hablando con la gente para buscar detalles sobre la vida de la familia asesinada mientras huía de Marhawín. Como sucede tantas veces en esta profesión, me encuentro con un testimonio que no esperaba: la conmovedora historia de Kadija, esta anciana que pasó los 33 días de la guerra encerrada entre la despensa y el baño de su casa, sola, sin televisión ni radio, sin nadie que la viniera a rescatar.

Continúa…