Margarita Barrientos nació en una miserable aldea de los aborígenes toba en el norte de Argentina. Tras la muerte de su madre, y para no ser encerrada en un centro de acogida, huyó en tren a Buenos Aires. No sabía bien a dónde iba, pero sí que quería progresar. Fue un viaje accidentado, alucinante para una adolescente que hasta el momento se había criado en una choza escindida del resto del mundo.
Terminó en un barrio de chabolas de la capital porteña, donde se casó y tuvo diez hijos. Isidro, su marido, quedó lisiado debido a un accidente laboral. Y Margarita, que no sabe leer ni escribir, comenzó a dedicarse a lo que aquí se conoce como “cirujeo”, la recolección de residuos.
El punto de inflexión en la vida de Margarita llegó en 1996, cuando al volver de trabajar con su carro cargado de basura descubrió que los niños de una chabola vecina llevaban días sin comer.
«Yo traía los restos de pan que recogía de una panadería, así que les dije que vinieran a casa y los senté a la mesa con nosotros», explica Margarita. «En la vida siempre hay que dar, por más poco que se tenga, hay que tener compasión por el prójimo. Y esos chicos, Pablo, Rosita, la Chicha, que ahora son adultos y están casados, estaban solos con su abuelo».
Un conocido activista social argentino, Juan Carr, descubrió la labor que en silencio estaba realizando Margarita, que cada día daba de comer a más y más niños de Villa Soldati, y empezó a apoyarla. En doce años, el trabajo de esta infatigable luchadora creció exponencialmente.
En el comedor Los Piletones, situado frente a su casa, hoy da de comer a más de mil niños cada día. El premio que recibió en 1999, como mujer del año en Argentina, le permitió salir a la luz pública, por lo que recibió ayudas con las que ha puesto en marcha guarderías, clínicas, farmacias, proyectos de microcréditos, para la gente de su barrio.
Aquel gesto de solidaridad que tuvo en 1996, aquel acto de amor y generosidad, se ha multiplicado transformando positivamente su propia vida y la de quienes la rodean.
Curiosamente, al frente de la Red Solidaria, la organización creada por Juan Carr que apoyó a Margarita Barrientos, se halla Belén Quelet, una gran amiga, que trabajó con la Madre Teresa en India y Filipinas, que ha dedicado su vida a luchar contra la pobreza, y cuya historia os contaré mañana.
Pero ahora me hago eco de las palabras de ayer de MM y me pregunto: ¿por qué es la mujer la clave en la lucha contra la pobreza?