Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Entradas etiquetadas como ‘luos’

Kenia y el peligroso juego del odio étnico

Kibera, el barrio de chabolas más grande del mundo, que en tantas ocasiones hemos visitado en este blog, ha sido uno de los principales escenarios de los enfrentamientos tribales que están sacudiendo a Kenia desde las cuestionadas elecciones del pasado fin de semana y que ya han dejado decenas de muertos por todo el país.

El lunes, centenares de soldados armados con ametralladoras, y protegidos por helicópteros, entraron por la parte alta de Kibera. Los esperaban grupos de jóvenes con barras de metal y palos de madera que, según el periódico The Independent, cantaban: “No nos rendiremos sin Agwambo”, palabra en idioma kiswahili que quiere decir “guerrero”, y que la usan para referirse a Raila Odinga, el candidato presidencial al que supuestamente le robaron las elecciones.

Pero el conflicto va más allá de las irregularidades en las votaciones denunciadas por los observadores de la Unión Europea. El actual presidente, Mwai Kibaki, que habría ganado la posibilidad de un nuevo mandato, pertenece a la tribu de los kikuyus. Y Raila Odinga, su adversario, que en teoría perdió por un estrecho margen, y al que muchos kenianos consideran “el presidente del pueblo”, forma parte de la tribu de los luo.

Un conflicto tribal

Las diferencias físicas entre ambos grupos, los kikuyus y los luo, resultan casi imposibles de distinguir para un extranjero. Eso sí, en pocas conversaciones que he mantenido con personas de estas etnias, las diferencias culturales y de idiosincracia no han tardado en salir a flote resaltadas por ellas mismas.

Los kikuyus, grupo mayoritario en Kenia, que alcanza el 20% de la población, han detentado las más grandes parcelas de poder político y económico desde la independencia en 1963. Jomo Kenyatta, el padre de la lucha contra la dominación británica, y primer presidente del país, supo sacar rédito a las diferencias étnicas y sistemáticamente benefició a los kikuyus en detrimento de otros grupos. Una práctica nada extraña en África, donde el nepotismo tribal está a la orden del día.

Una práctica que continuaron los dos presidentes que lo sucedieron, el corrupto hasta la médula Daniel arap Moi, que pertenecía a la tribu kalenjín, y el actual supuesto ganador, otro kikuyu: Mwai Kibaki.

Esta preeminencia de los kikuyus ha hecho que los luo, el segundo grupo en importancia numérica del país, se sintieran siempre marginados. La capital de su territorio, Kisumu – donde han muerto decenas de personas en las últimas horas -, ha sido relegada una y otra vez a la hora de recibir inversiones. Aunque es la tercera ciudad en tamaño del país, tuvo que cerrar el aeropuerto por falta de dinero para reparar la pista de aterrizaje.

Las posibilidades de ganar las últimas elecciones les hicieron soñar a los luo en un cambio en las relaciones de poder, en un avance en la justicia social. Por eso muchos de los jóvenes que marchaban armados por Kibera gritaban: “¡Suficiente para los kikuyus!”.

El peligro de una guerra civil

A diferencia de sus vecinos en la región, Kenia no ha sufrido grandes enfrentamientos civiles, algo que sí ha sucedido en Uganda, Somalia y Sudán, y que ha causado millones de muertos. Exceptuando las luchas tribales por los recursos naturales en la zona de Monte Elgón, que han tenido lugar a lo largo de los últimos años, los 42 grupos tribales del país han sabido vivir en relativa calma.

Las decenas de víctimas mortales que se están acumulando podrían llevar al país a una escalada de violencia tribal de difícil retorno si la situación no se calma en los próximos días. Los 40 muertos ayer en una iglesia de Eldoret, que fallecieron quemados vivos, recuerda demasiado al genocidio de Ruanda.

Todo dependerá de la capacidad de negociación, y de anteponer el bienestar general a sus propios intereses partidistas y tribales, de los dos principales líderes: Raila Odinga y Mwai Kibaki. Como aspecto positivo cabe destacar que la sociedad keniana no está plagada de armas como sucede en Sudán y en Somalia.

Un enfoque que los políticos kenianos deberán tener en cuenta es que la mayor parte de la violencia ha estallado en barrios marginales como Kibera o Mathate. Por lo que la gente, más allá de las tribus, de lo que está harta es de vivir en la miseria, casi sin oportunidades, olvidada, entre la mierda, y lo que desea profundamente es que se terminen los privilegios y la corrupción que impiden la distribución de la riqueza y el funcionamiento eficiente de los servicios públicos.