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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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José Carlos Rodríguez: 20 años en la guerra de Uganda

José Carlos Rodríguez, madrileño de origen, ha sido testigo en primera línea del conflicto que desde hace más de dos décadas tiene en jaque al norte de Uganda y que ha provocado 120 mil muertos y más de dos millones de desplazados.

Instalado primero en Kalongo, y luego en Gulu, epicentro de la guerra, participó en las negociaciones de paz, conoció de cerca a los rebeldes del LRA, de los que tan poco se sabe, y ayudó a numerosos niños soldados a dejar sus filas.

“Al norte de Uganda llegué por primera vez en 1985. Lo hice con los combonianos. Me encontré justo con el comienzo de la guerra. En total estuve 20 años. Todo el tiempo ha sido de conflicto«, afirma José Carlos, que hace seis meses regresó definitivamente a Madrid. «Cuando comenzó la guerra yo pensaba como mucha gente que se iba a acabar enseguida. Comenzar una guerra es fácil, pero terminarla es difícil».

Realidad desconocida

Uno de los aspectos que sorprenden del conflicto en la región de mayoría acholi de Uganda, es la escasa repercusión que tiene en la prensa. Inclusive hoy, que la paz parece más cerca que nunca, los medios miran hacia otra parte.

«Llegaba a una aldea y veía que las madres lloraban porque habían matado a diez personas y se habían llevado a 80 niños. Esa misma tarde ponía la BBC y hablaban de la franja de Gaza, de que dos personas habían muerto», señala José Carlos. «¿Y por qué esto es así? Porque en algunos sitios hay intereses económicos y en otros no».

Como todo conflicto, el de Uganda ha sido especialmente cruel con los niños y las mujeres. Los efectivos del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) raptaban a los menores de sus casas. A los niños los convertían en soldados y a las niñas, además, en esclavas sexuales.

Otra característica de esta guerra que José Carlos, en cada una de las

entrevistas que le he podido hacer a lo largo del tiempo, se afana en denunciar, en tratar de dar visibilidad.

«Hay una gran sensibilidad hacia la protección de los niños cuando son de países del norte, como el caso Mari Luz, pero cuando se trata de Uganda no importa», afirma. «La guerrilla ha secuestrado 40 mil niños. Pero la tragedia no es sólo de ellos, sino de toda la infancia, que no puede dormir en su casa, que tiene que nacer y vivir en campos de desplazados».

Sin sentido

La última razón que da para explicar por qué apenas se habla de la realidad, responde a que resulta difícil de comprender: “Se trata de una guerra en la que todo es ilógico, en la que faltan objetivos claros. En Sierra Leona los diamantes. En el Congo el coltán. Allí no hay nada de eso. Si los propios ugandeses no lo entienden, mucho menos alguien de aquí».

Esto se debe a que uno de los dos principales actores de esta historia, el Ejército de Resistencia del Señor (LRA), no tiene agenda política alguna y sólo se limita a afirmar que está luchando por imponer los Diez Mandamientos.

Por otra parte, ni siquiera responde al patrón de enfrentamiento tribal, ya que se trata de miembros de la etnia acholi que atacan, raptan, matan, violan y mutilan a otros acholi.

“Son grupos de mafiosos, de señores de la guerra, que viven bien a base de tener gente armada, que mantienen a millones de personas que no pueden tener una vida normal. Un comandante que tiene 20 mujeres. Esa gente no iba nunca a la primera línea de combate. Por eso los que morían eran los niños”, sentencia José Carlos.

Continúa…

¿Ha terminado la guerra en Uganda?

Es uno de los conflictos olvidados de África. Y fue uno de los primeros destinos que fatigamos en este blog. Una guerra que ha durado más de dos décadas, que costó la vida 120 mil personas y que obligó a más de dos millones a abandonar sus hogares de forma permanente para asentarse en campos de desplazados.

Un conflicto que apenas ha tenido repercusión en los medios de comunicación. Seguramente porque al no haber en juego recursos naturales ni posiciones dominantes geoestratégicas poco ha interesado a las grandes potencias. Pero también por lo difícil que resulta de entender.

De un lado, en la guerra del norte de Uganda, están las tropas del gobierno central del presidente Museveni, del otro, un grupo de fanáticos que dice luchar para imponer los Diez Mandamientos y que es conocido como el Ejército de Resistencia del Señor (en su acrónimo inglés: LRA).

Para ello secuestra a niñas, a las que hace esclavas sexuales. A niños que convierte en parte de su ejército (se estima que tiene unos dos mil menores soldados y que abdujo a más de 40 mil). Y mutila, viola y mata a los campesinos que encuentra en su camino. Su seña de identidad es cortarle los labios y las orejas.

Durante años ha sido tal el terror entre la población civil que los niños abandonaban sus aldeas al atardecer para buscar refugio en las ciudades. Un flujo constante de pequeños que cada día marchaban en procura de la protección que sus padres no les podían dar.

¿Hacia la paz?

Al frente de esta organización se encuentra aún el hombre que para los africanos es la encarnación misma del mal, un hombre del que nada se supo durante años, del que ni siquiera se tuvo una imagen: Joseph Kony.

Un líder delirante, mesiánico, que ha llegado a contar con una veintena de esposas y que, en un aspecto incomprensible de esta guerra, no tuvo como objetivo de sus carnicerías a otro grupo étnico, sino a su propio pueblo: los acholi.

Una de las primeras imágenes que salieron a la luz de él fue esta, que conseguí para este blog en Sudán, en junio de 2006, cuando ya el LRA parecía estar viviendo sus primeros vientos de cambio en dos décadas:

Kony se benefició desde sus inicios del apoyo del gobierno árabe de Jartúm, que le entregaba a armas y lo amparaba en su territorio con el fin desestabilizar a Uganda. Pero el acuerdo de paz entre el norte y el sur de Sudán de 2005 puso fin a esta asociación y el ejército de Kony comenzó a perder capacidad de acción.

Como consecuencia, empezó a dialogar la paz con el gobierno de Kampala. Dos largos años de negociaciones en los que la orden de captura de la Corte Penal Internacional contra Joseph Kony, por crímenes de lesa humanidad y reclutamiento de niños soldados, fue un obstáculo.

Finalmente se llegó un acuerdo, pero hace dos semanas Kony no se presentó a la firma del mismo en la ciudad de Juba. Y los últimos informes de las organizaciones de Derechos Humanos señalan que está ahora en la República Centro Africana y en el Congo RDC, donde sigue secuestrando a niños y aterrorizando a la población local.

Testigo excepcional

José Carlos Rodríguez desembarcó de la mano de la orden de los combonianos en Uganda justo cuando comenzaba la guerra. Y fue un testigo de excepción de la misma durante 20 años. No sólo ayudó a los niños que quería huir del LRA sino que participó en las negociaciones, teniendo inclusive la posibilidad de hablar con Joseph Kony.

Ahora ha regresado a su ciudad natal, Madrid. El domingo estará firmando en la caseta 282 de la Feria del Libro la obra que acaba de publicar sobre sus experiencias en Uganda, Hierba alta (editorial Mundo Negro), cuyo manuscrito tuve el privilegio de poder leer y que recomiendo encarecidamente.

Mañana, la entrevista con José Carlos, que fue un extraordinario guía en la visita que realicé a la zona. Sus anécdotas, recuerdos y análisis no ya sólo sobre Uganda, sino sobre la realidad africana, que conoce como pocos en España.