Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Conmoción en Brasil ante la brutal muerte del pequeño João

Los ladrones se subieron al Opel Corsa de color plata y obligaron a las dos mujeres que iban en los asientos delanteros, madre e hija, a bajarse.

Cuando la madre, cuyo nombre es Rosa Cristina Fernandes, intentó sacar a su hijo, João Hélio Fernandes, de seis años de edad, que viajaba en el asiento trasero, el vehículo arrancó raudamente. Eran las nueve y media de la noche, se encontraban en la calle João Vicente, del barrio de Oswaldo Cruz, un suburbio de Río de Janeiro.

El pequeño João se quedó enganchado al coche por culpa del cinturón de seguridad. Sufría hiperactividad y padecía dificultades para hablar y moverse. Madre e hija observaron con horror cómo éste se alejaba arrastrándolo por el pavimento.

A lo largo de siete kilómetros, y cuatro barrios, los ladrones avanzaron sin detenerse, aunque transeúntes y conductores les gritaban que parasen, que llevaban a un niño colgando de la puerta trasera. Lo que hacía el conductor era progresar de forma zigzagueante para tratar de librarse del cuerpo que los seguía. Quince minutos más tarde frenaron y huyeron dejando a João tumbado sin vida en el suelo.

Sucedió el pasado miércoles, justo cuando mi avión estaba aterrizando en el aeropuerto, aquí en Río de Janeiro. Un hecho que ha conmocionado de tal forma a Brasil que no se habla de otra cosa en la calle y en los medios de comunicación.

Al día siguiente se practicaron los primeros arrestos como consecuencia de denuncias anónimas. El padre de uno de los ladrones colaboró con la policía para que esta pudiera detener a su hijo: Diego Nascimento da Silva, de 18 años. “Intenté ayudar a la justicia, no se puede ser cómplice de estos crímenes bárbaros”, dijo Nilson Nonato, cuando se le preguntó por qué había cooperado con las fuerzas de seguridad. Los moradores de la favela apedrearon durante la noche la casa de la familia.

El otro detenido fue un joven de 16 años, habitante también de la favela situada en el morro da Serrinha, en Madureira, un suburbio de Río de Janeiro. Según la ley permanecerá tres años en un correccional y luego saldrá en libertad, ya que es menor de edad. Este hecho, y la rabia generalizada, han dado lugar a un amplio debate sobre un cambio legal que permita castigar con mayor contundencia a los jóvenes que cometen delitos. También se está hablando mucho de la pena de muerte para casos como estos.

En este sentido, la sociedad brasilera parece dividida. Están quienes creen que la solución pasa por una acción represiva mayor, y quienes abogan por favorecer la educación, la lucha contra la pobreza y la exclusión.

La hermana de Joao, Aline, de 14 años, escribió una carta abierta que leyó hoy en la cadena O Globo para pedir un cambio de legislación, algo que ya había hecho su madre anteriormente. Las desgarradoras imágenes del entierro conmovieron al país, que hizo suyo el sufrimiento de esta familia.

En estos días se han organizado numerosas marchas de protesta. Los partidos de fútbol, como el Botafogo vs Flamengo que están pasando en la televisión, comenzaron con un minuto de silencio en recuerdo de Joao, así como varios actos previos al Carnaval.

En la favela Maré, donde ya he pasado tres días, poco a poco voy consiguiendo testimonios para tratar de comprender cómo es la vida. Eso sí, me está costando mucho sacar fotos, ya que la desconfiaza de los jóvenes que mueven el comercio de las drogas es enorme.

Justamente Tiao, un viejo traficante de la zona, me decía el viernes que hace diez años no había niños en el negocio, y que su inclusión en él respondía en parte a que recibían castigos legales leves en comparación con los adultos.

Desde fuera cuesta vislumbrar el nivel de violencia que prevalece en las favelas de Río de Janeiro. A cada rato pasan helicópteros, con hombres armados en las ventanas. Los niños llevan toda clase de armas: pistolas, revólveres, ametralladoras. La policía emplea carros de combates para entrar en sus misiones de asalto. Cortan la luz, el agua, como forma de presionar a los moradores. Una guerra brutal, sin cuartel. Un mundo violento, fuera de control, que por momentos baja a la ciudad y se lleva por delante vidas como la del pequeño Joao.