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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Lawrence Hutchins y el asesinato de un hombre inocente en Irak

Como consecuencia de la Matanza de Haditha, cuya génesis e intento de ocultación describimos en las últimas entradas de este blog, 24 civiles iraquíes perecieron a manos de una patrulla de marines de la compañía Kilo.

Furiosos tras perder a uno de sus compañeros al estallar una bomba en la carretera, los soldados se bajaron del vehículo humvee en el que viajaban y entraron en las dos primeras casas que encontraron. Allí dispararon contra ancianos, mujeres y niños.

Resulta curioso que, justamente cuando un reportaje de la revista Time destapaba el escándalo de Haditha, varios miembros de la misma compañía de marines entraban a la casa de otro iraquí, lo sacaban con las manos atadas y lo mataban a sangre fría en la ciudad Hamdania.

A diferencia de lo sucedido en Haditha, las autoridades castrenses no intentaron ocultar los hechos y pusieron a disposición judicial a los culpables de lo ocurrido el 26 de abril de 2006.

La primera llamada de atención sobre el comportamiento de las tropas de ocupación de EEUU en Irak vino como consecuencia de las torturas en Abu Ghraib. Después le siguió la matanza de Hadihta y ahora este nuevo incidente que venía a demostrar que las cosas no iban bien.

La pantomima

Dos hechos resultan estremecedores en este crimen. En primer lugar, los soldados habían salido a buscar a otro hombre, Saleh Gowad, líder de la insurgencia. Pero al no encontrarlo mataron a su vecino: Hashim Ibrahim Awad, de 52 años.

La confesión del contramaestre Melson J. Bacos resultó crucial durante el proceso jurídico militar. Según su versión, los soldados estaban molestos porque Sahed Gowlad había sido capturado y liberado en tres oportunidades. Entonces decidieron que tomarían la justicia por sus manos.

¿Cómo se explica esto? Quizás del mismo modo que la masacre de Haditha. La compañía Kilo había perdido más de 20 hombres en la región a causa de las bombas situadas en la carretera, por lo que intentaban golpear a la insurgencia y vengarse de ella como fuera.

El segundo elemento perturbador pasa por la pantomima que representaron los soldados para tratar de ocultar su crimen. Bacos cogió un AK47 y disparó al cielo. Acto seguido, el sargento Lawrence Hutchins III llamó al cuartel diciendo que los estaban atacando y pidiendo permiso para responder a la agresión.

A Hashim Ibrahim Awad lo colocaron en un hoyo. Hutchins le disparó en tres ocasiones en la cabeza. El cabo Trent Thomas le pegó siete tiros en el pecho. Y un cuarto hombre, Robert Pennington, cogió la mano del fallecido y la apoyó en el gatillo del AK47 para que quedaran marcadas sus huellas dactilares.

«Sabía que estaba haciendo algo malo”, afirmó Bacos, quien añadió que luego de intentar decir algo un marine le respondió: «deja de comportarte como una mujercita».

Aunque tal vez lo más estremecedor de todo el asunto sea que Hashim Ibrahim Awad era físicamente un hombre mermado. Sus vecinos los conocían como «Hashim el cojo». Tras combatir en la guerra contra Irán de los años 80, había perdido parte de una pierna. También sufría de problemas en la vista.

Los acusados

Siete marines y un médico de la marina se enfrentaron a la justicia militar por esta caso en la base de Campo Pendleton, California. El galeno era Melson J. Bacos.

Trent Thomas fue hallado culpable de conspiración y secuestro. Se lo destituyó de su cargo pero no ingresó en prisión.

El abogado defensor dijo que su cliente no hizo más que seguir las instrucciones del sargento Hutchins. “Un marine en combate no desafía las órdenes de los mandos”, afirmó.

El cabo interino Robert Pennington se declaró culpable y fue sentenciado a ocho años de prisión el 19 de febrero de 2007. Otro de los condenados fue Marshall Magincalda, de 24 años. Aunque no disparó, sí se lo considera responsable de trazar el plan la noche anterior junto a sus compañeros.

“Quiero decir que siento las ofensas que he cometido”, declaró. “Me gustaría pensar que podré seguir para hacer buenas cosas en mi vida y dejar una mejor impresión de la que estoy dando ahora”.

Uno de los testigos que habló a favor de Magincalda dijo que lo consideraba un héroe por su actuación en Faluya, donde perdió a dos compañeros. Un psiquiatra castrense afirmó que sufría depresión y estrés postraumático como consecuencia de los combates.

Sargento Lawrence Hutchins III

Señalado como el principal responsable de la acción por sus compañeros, el sargento Hutchins fue hallado culpable de asesinato premeditado, de falsedad testimonial y latrocinio. El 2 agosto de 2007 se lo condenó a 15 años de prisión.

“Participé en los eventos del 26 de abril por la sensación de que era parte de nuestra misión”, afirmó este joven de 22 años. “Cada día explotaban bombas no identificadas en nuestra área de operación. Sabíamos quién lo hacía… No habíamos hecho todo lo posible, sin dudas».

Originario de Plymouth, Massachusetts, sus compañeros de colegio lo recuerdan tocando el piano para entrener a su familia, trabajando como guardavidas en la playa y como un buen amigo.

Se graduó en 2002. Tenía 17 años cuando se unió a los Marines. Venía de una familia de soldados y decidió que la universidad podía esperar. Su excelente desempeño le permitió ascender rápidamente a sargento.

Hutchins está casado con una compañera de escuela, Reyna Griffin, y es padre de una niña de dos años. Su abogado sostuvo que se había comportado de esa forma como consecuencia del pobre ejemplo de los oficiales al mando y de la aprobación que les habían dado para usar la violencia al capturar e interrogar a los presuntos insurgentes.

Continúa…