Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Dios cagó a Calcuta

Era un joven periodista de veintipocos años, con ganas de mundo, con irrefrenables deseos de aprender, cuando desembarqué en Calcuta para entrevistar a la Madre Teresa. Se suponía que iba a ser una visita corta, de apenas unas semanas, cumplir con lo que había prometido al periódico para el que escribía y partir, pero al final me quedé tres años.

Fue en aquellos días cuando mi destino se cruzó con el de este niño, Mohamed Ershad, al que fotografié cuando llegó a uno de los hogares de las Hermanas de la Caridad enfermo de tuberculosis. Hoy, trece años más tarde, seguimos en contacto. Nuestra amistad ha ido creciendo a lo largo del tiempo, tanto que lo siento como parte de mi familia.

La segunda imagen la tomé exactamente tres meses más tarde. La medicación que le daban las hermanas comenzaba a dar efecto, y el pequeño Ershad, de apenas siete años, se veía cada dia mejor.

Mientras escribo estas líneas, lo espero en la recepción del hotel Fairlawn en Calcuta, entre los cuervos que saltan de un lado a otro y el insportable chillido de las bocinas que los conductores en esta ciudad de locos, como en una suerte de tic nervioso, se obstinan en hacer sonar una y ota vez.

A mi lado está Violet Smith, la dueña del lugar, una mujer armenia que llegó aquí hace cincuenta años y que es toda una institución en la ciudad. En su hotel se filmó la película La ciudad de la alegría, y por estas mesas han pasado escritores como Dominique Lapierre y Gunter Grass. Este último, vivió seis meses aquí junto a su mujer, experiencia de la cual surgió el libro Muestra la lengua, en el que conjuga acuarelas y poemas con la diosa Kali como tema central.

Dos frases del premio Nobel alemán dedicadas a Calcuta siempre me han seducido. La primera: «Dios cagó a Calcuta». La segunda, dicha en una conferencia en Italia: «El mundo comenzará a cambiar cuando la sede de Naciones Unidas en lugar de estar en Nueva York se encuentre en Calcuta«.

Con Violet tengo confianza, la conocí también hace años. Le comento que estoy esperando a Ershad. Aunque nos escribimos con regularidad, lo cierto es que hace un lustro que no nos vemos. Me pregunto cómo estará, cómo habrá transformado el tiempo a ese niño huérfano, llegado desde el campo, que a los cuatro años dormía en las aceras y trabajaba en un puesto de té, y cuyo destino cambió debido a la tuberculosis.

«Seguro que está hecho todo un hombre», me asegura Violet, con esa fuerza vital que tanto me fascina en ella. Una mujer que vino a Calcuta huyendo de la segunda guerra mundial, que ha sido testigo privilegiado de la historia de la India, y que a los 84 años dirige su descascarado hotel colonial con pasión. Al tiempo en que me dice estas palabras, Ershad aparece en la recepción del Fairlawn.

Continúa…