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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Alarma ante la creciente ofensiva armada naxalita en la India

Aunque algunos intenten ver a la India como la meca de la espiritualidad y la no violencia, y no dejen de deslumbrarse en cada visita por ese “brillo en los ojos” que dicen que tienen sus gentes – afirmaciones que siempre hemos discutido en este blog –, lo cierto es que se trata de un país sacudido a perpetuidad desde su sangrienta y traumática Independencia por no pocas tensiones sociales, religiosas, étnicas y territoriales.

La semana pasada, uno de estos frentes, el de los rebeldes naxalitas, ha puesto en jaque al gobierno de Nueva Delhi como no lo había hecho a lo largo de cuatro décadas de conflicto armado. Frente al que el primer ministro Manmohan Singh calificó en 2006 como la “peor amenaza para la seguridad interna” de la India, aunque su mensaje provocase escasas reacciones efectivas por parte del gobierno.

Frente que la guerrilla maoísta – que cuenta con 14 mil combatientes y el apoyo de numerosos grupos tribales – extiende principalmente por seis estados del este y centro del país: Bihar, Bengala Occidental, Orissa, Andra Pradesh, Chhattisgarh y Jharkhand (estos dos últimos se crearon en noviembre 2000 como escisiones de Madhya Pradesh y Bihar).

Las últimas matanzas

Los hechos tuvieron lugar la mañana del 6 de abril. Varios centenares de naxalitas asaltaron un convoy en Chhattisgarh, provocando la muerte a 73 policías paramilitares, que en su mayoría murieron por acción de minas antipersona. Una escalada del conflicto sin precedentes, que es también una forma de despreciar a Palaniappan Chidambaram, ministro del Interior indio, que dos días antes había viajado a Bengala Occidental para ofrecerles conversaciones de paz, como ya lo había hecho en febrero (a la que sí respondió Koteswara Rao, alias Kishenji, líder naxalita).

Aquel mismo mes los guerrilleros habían matado a 12 habitantes de Phulwari, una aldea de Bihar. Dos días antes, en un ataque coordinado, terminaron con la vida de 24 policías bengalíes. The Economist estima que 998 personas murieron en 2009 como consecuencias de acciones de esta guerrilla, lo que llama la atención sobre la indiferencia de la prensa internacional hacia este conflicto.

En el mismo período, la violencia en Cachemira, mucho más difundida en los medios, fue responsable del fallecimiento de 377 personas. The Christian Science Monitor va más allá: sostiene que la guerrilla maoísta controla una tercera parte del territorio de la India.

Los orígenes

El término naxalita deriva del nombre de una pequeña aldea de Bengala Occidental, Naxalbari, donde en mayo de 1967 una facción del Partido Comunista de la India-Marxista (PCI-M) decidió lanzarse a la lucha armada contra los terratenientes locales. Charu Majumdar, ideólogo del movimiento en sus albores, se inspiró en la doctrina de Mao Zedong. El movimiento, de aspiraciones campesinas, gozó de apoyo entre los estudiantes universitarios de Calcuta.

Una de las paradojas de esta historia es que Bengala Occidental fue gobernada durante décadas por los comunistas. Sin embargo, esto demuestra, como sucedió en tantos otros lugares del mundo, la incapacidad de la izquierda para no caer en enfrentamientos internos y divisiones. En los años 80 llegaron a haber más de 30 organizaciones naxalitas.

Resurgimiento y lucha

The Economist esgrime tres razones de este auge de la violencia naxalita, a las que se podrían agregar un par más. La fusión de las dos principales ramas del movimiento en 2004, lo que disminuyó las trifulcas internas. El apoyo de los grupos indígenas de la región, que ven en los naxalitas un vehículo para hacer oír sus reivindicaciones (como los indígenas kora, que participaron en la matanza de Phulwari). Y, por último, el arribo de empresas mineras, que se convierten en blancos fáciles para la extorsión.

Además, se podría esgrimir una suerte de orfandad en relación al movimiento maoísta en Nepal, que en 2008 se presentó a las urnas, mientras que los naxalitas no quieren hacerlo. Por otra parte, según comprobamos en nuestra visita a la región hace dos años, el menor desarrollo económico en comparación con otras zonas del país y la ausencia de la acción del estado.

Como mencionábamos anteriormente, la administración de Nueva Delhi no hizo en su momento los deberes para hacer frente a los naxalitas. Y movimientos populares de resistencia como el Salwa Judum, que surgió en 2005 en Chhattisgarh, han tenido los efectos contrarios a los esperados, empujando a más gente a sumarse a las filas de los guerrilleros.

La vasta operación militar bautizada Green Hunt por la prensa india, que el gobierno lanzó finalmente en noviembre del año pasado para tratar de recuperar las áreas controladas por la guerrilla maoísta, no ha dado los resultados esperados. Tras la masacre del pasado 6 de abril, las voces pidiendo más contundencia no han cesado de crecer. Por ahora, las Fuerzas Aéreas Indias han anunciado que no emplearán cazabombarderos contra los rebeldes, aunque sí aviones no tripulados para conocer sus movimientos.

Fotos: AP