Es un fenómeno que no existía hace 18 años en Argentina, cuando decidí hacer las maletas y partir hacia el mundo en busca de historias: las banderas rojas junto a la carretera; los altares atiborrados de velas, fotos, cigarrillos, botellas de vino; los devotos que paran, se bajan del coche y con gesto adusto dan gracias, piden nuevos favores, o los que simplemente tocan la bocina al pasar y gritan “gauchito”.
En estos 27 días que llevamos rodando de una punta a otra de Argentina mi nuevo documental para TVE, en infinidad de ocasiones nos hemos cruzado con los improvisados altares del Gauchito Gil y hemos sido testigo de la devoción que por el siente tanta gente, en especial cuando nos dirigimos a la zona de Corrientes, de donde este santo pagano es originario.
Una devoción que creo que dice mucho de la transformación social y cultural que ha vivido en las últimas décadas de la Argentina, en especial a raíz de las nefastas políticas neoliberales y la corrupción endémica de los años 90, que tanto daño hicieron a este país (y que siguen presentes más allá del discurso populista del actual Gobierno argentino, de unas políticas distributivas a las que la inflación deja en poco y nada, y de algunas decisiones más que acertadas en el campo de los derechos humanos).
Santo de criminales
Un ícono, El Gauchito Gil, deudor de antecesores como San La Muerte y la Difunta Correa, que encierra en su génesis misma una serie de contradicciones que lo hacen ser no sólo el patrono de tanta gente de bien, sino también de los delincuentes. Los barras bravas, acerca de los que tanto hemos hablado aquí últimamente, lo llevan tatuado y en sus banderas.
Las reflexiones sobre este personaje tan curioso, su eclosión en la última década y papel como patrono de los criminales, me acompañan en estos días finales en Sudamérica. Reflexiones de despedida, pues tras haber pasado los últimos meses investigando sobre la violencia urbana, ha llegado la hora de regresar a la guerra con mayúsculas. Aquella que es la razón de ser de este blog y que en ningún lugar del mundo se despliega con tanta furia y vehemencia como en Afganistán.
Sí, así es, volvemos al conflicto armado del Hindu Kush en uno de sus momentos definitorios, cuando las potencias occidentales empiezan a dar los primeros pasos para retirar a sus tropas. Kabul, allá vamos…