Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Rumbo a Afganistán con el Gauchito Gil

Es un fenómeno que no existía hace 18 años en Argentina, cuando decidí hacer las maletas y partir hacia el mundo en busca de historias: las banderas rojas junto a la carretera; los altares atiborrados de velas, fotos, cigarrillos, botellas de vino; los devotos que paran, se bajan del coche y con gesto adusto dan gracias, piden nuevos favores, o los que simplemente tocan la bocina al pasar y gritan “gauchito”.

Gauchito Gil adorado e instagrameado (Hernán Zin).

En estos 27 días que llevamos rodando de una punta a otra de Argentina mi nuevo documental para TVE, en infinidad de ocasiones nos hemos cruzado con los improvisados altares del Gauchito Gil y hemos sido testigo de la devoción que por el siente tanta gente, en especial cuando nos dirigimos a la zona de Corrientes, de donde este santo pagano es originario.

Una devoción que creo que dice mucho de la transformación social y cultural que ha vivido en las últimas décadas de la Argentina, en especial a raíz de las nefastas políticas neoliberales y la corrupción endémica de los años 90, que tanto daño hicieron a este país (y que siguen presentes más allá del discurso populista del actual Gobierno argentino, de unas políticas distributivas a las que la inflación deja en poco y nada, y de algunas decisiones más que acertadas en el campo de los derechos humanos).

Santo de criminales

Un ícono, El Gauchito Gil, deudor de antecesores como San La Muerte y la Difunta Correa, que encierra en su génesis misma una serie de contradicciones que lo hacen ser no sólo el patrono de tanta gente de bien, sino también de los delincuentes. Los barras bravas, acerca de los que tanto hemos hablado aquí últimamente, lo llevan tatuado y en sus banderas.

Las reflexiones sobre este personaje tan curioso, su eclosión en la última década y papel como patrono de los criminales, me acompañan en estos días finales en Sudamérica. Reflexiones de despedida, pues tras haber pasado los últimos meses investigando sobre la violencia urbana, ha llegado la hora de regresar a la guerra con mayúsculas. Aquella que es la razón de ser de este blog y que en ningún lugar del mundo se despliega con tanta furia y vehemencia como en Afganistán.

Sí, así es, volvemos al conflicto armado del Hindu Kush en uno de sus momentos definitorios, cuando las potencias occidentales empiezan a dar los primeros pasos para retirar a sus tropas. Kabul, allá vamos…

Afganistán en negro sobre blanco

Los libros sobre la guerra de Afganistán están teniendo un gran éxito en Gran Bretaña. En cada una de las paradas que este año he realizado en Heathrow, he descubierto alguna nueva obra de esta clase en lo alto de la listas de venta.

Obras escritas por militares y periodistas sobre un conflicto que desde el 2006 no ha hecho más que desbarrancarse hasta superar este año en víctimas castrenses a Irak, como pudimos comprobar en este blog hace unos meses desde el terreno.

Y con perspectivas aún más funestas para el 2009 ante un avance de los talibán que parece imparable.

Fatigados ya los textos de rigor sobre la historia de Afganistán, desde Ahmed Rashid y Wojciech Jagielski hasta la parte proporcional que le toca al maestro Robert Fisk, decidí sumergirme en estas novedades editoriales que están teniendo tanta fortuna entre los lectores británicos.

Modas editoriales

No ha sido una tarea sencilla de encarar, pues casi todas presentan portadas igual de llamativas y ruidosas, en la línea de las que suelen llevar los best seller, aunque los contenidos sean distintos.

Las cubiertas de 3 Para, 3 Commando Brigade, An Ordinary Soldier, A Million Bullets, Into the Killing Zone , Apache y Apache Dawn, dan la impresión de ser el trabajo de un mismo diseñador enloquecido hasta el paroxismo en su afán por recortar las siluetas de soldados en combate que luego coloca sobre el fondo ocre de la arena de Helmand y corona con letras de perfiles incompletos, rotos o carcomidos.

Parece que van quedando pocos editores dispuestos a sacar al mercado productos que muestren cierta coherencia entre apariencia y texto. Supongo que, presionados por cumplir con las cuentas de resultados, se suman desesperadamente a cuanta moda despunta en el horizonte.

Cuando el furor lo causan los códigos Da Vinci o los templarios, inundan entonces las estanterías con obras de desigual factura e intenciones, aunque con portadas y presentaciones muy similares, que no hacen más que confundirnos a los lectores.

Resultados inesperados

De esta oleada de libros sobre Afganistán – algunos de los cuales tiene hasta títulos casi idénticos-, el que parecía más serio resultó ser el menos aconsejable.

Un trabajo escrito en ese tono épico tan cansino y rancio que se obstina en mostrar a los militares británicos como extraordinarios héroes, como personajes sin fisuras morales o contradicciones. Basta un mero resplandor de lucidez, un mínimo paso de perspectiva, para vislumbrar que la realidad es mucho más compleja.

Algunas obras ni siquiera me atreví a comprarlas, pues sus nombres y apellidos son lisa y llanamente una broma de mal gusto. Como es el caso de Apache Dawn. Cuyo subtítulo, que traduzco libremente, «Siempre superados, nunca derribados», provoca bastante hilaridad. Del mismo modo en que resulta evidente que el editor intenta imitar al Black Hawk Down de Mark Bowden, periodista del Philadelphia Inquirer.

Paradójicamente, el que tenía la cubierta más altisonante y hortera, atiborrada de letras verde fluorescente y de frases sentenciosas, me ha sorprendido por tratarse de un trabajo de primer nivel. Apache, de Ed Macy, es un libro honesto, didáctico, perfectamente documentado, carente de pretenciones. Apuro las últimas páginas…