Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Good Morning Sudán!!! (tiros, muertes y magnífica música en esta segunda semana de viaje)

Lady Liberty se coloca los auriculares, se acerca el micrófono a la boca, respira hondo y dice: Good Morning Sudan. Acto seguido pincha una canción de un grupo de hip hop de un campo de refugiados del norte de Kenia. Un tema poderoso, estructurado sobre una base rítmica compleja e inteligente, con uno de esos estribillos pegadizos que horas más tarde te descubres tarareando.

La música es extraordinaria. Esa canción y las que la suceden. Pero a Lady Liberty le falta fuerza. No sé por qué esperaba que, al frente a primera radio FM del Sur de Sudán, resultase enfática, rotunda, incontestablemente apasionada, y despertase a los oyentes del letargo de la guerra con un buen Good Moooooorning Sudan!!!!

Esta ha sido una semana de contrastes. Comenzó con un prolongado tiroteo el domingo por la noche. Sentado en la penumbra de la terraza del campamento podía ver al otro lado del Nilo Blanco los fogonazos de los Kalashnikov en su estúpido diálogo. Como medida de precaución nos habían ordenado apagar todas las luces.

Los demás huéspedes del campamento, desde asesores legales que han venido de Estados Unidos a ayudar al gobierno a redactar las normas básicas del país, hasta expertos en desactivar minas, médicos, enfermeros, miembros de Naciones Unidas y periodistas, aventuraban teorías. Justo, al otro lado del río, está el campamento de una empresa rusa que realiza exploraciones en busca de petróleo.

David, un ex militar estadounidense que luchó en Irak, y que ahora trabaja para una empresa de seguridad, afirmó con su acento sureño de vocales masticadas como chicles: “Seguramente algún sudanés que no estaba contento con el sueldo fue a casa, cogió el Kalashnikov y volvió a buscar lo suyo. Escucha, esos disparos son de alguien que no sabe utilizar el arma, los del sudanés cabreado. Esos, que suenan profesionales, son los de los guardas de las empresa”.

Me fui a dormir con una extraña sensación. Es la primera vez que intento conciliar el sueño bajo la ahogada furia de las balas. Ante todo, experimenté una profunda soledad. Me sentí más lejos que nunca de mi familia, de mis amigos, de mi casa en Madrid. Tuve ganas de estar ya de vuelta.

Como aquí hay un solo periódico, el Juba Post, que sale una vez por semana, resulta difícil estar al día con las noticias. Lady Liberty no pasa información en su radio. Sí tiene un espacio al mejor estilo Gemma Nierga en la Cadena Ser en el que hablan los niños. Muy simpático, entrañable, pero tampoco es lo que esperaba en Radio Liberty.

Finalmente, el lunes por la tarde supimos, por miembros de Naciones Unidas, que el tiroteo había sido entre tropas del gobierno del sur de Sudán y miembros del LRA (el ejército de Joseph Konny). En total habían muerto nueve personas. Lo extraño del asunto es que, al mismo tiempo, Konny estaba reunido en las afueras de Juba, en un lugar secreto en la selva, con la comisión junto a la que negocia un hipotético acuerdo de paz. El hombre al que había soñado con ver no se animó a venir a Juba, se mantuvo en la distancia, mientras sus hombres mataban a nueve personas en el tiroteo. Todos campesinos inocentes.

El martes hubo una reunión en el restaurante de la terraza de nuestro hotel de altos jefes militares del SPLA. Era una cena que llevaba semanas programada. Sin embargo, varios huéspedes del campamento se fueron a quejar al director, un australiano con aspecto hombre de las cavernas. “Es una provocación traer a toda esta gente del ejército. Si las tropas del LRA lo saben, van a empezar a disparar desde el otro lado del río”, afirmó Amy, que trabaja también para una multinacional especializada en seguridad.

Por mi parte, al ver que la terraza de nuestro campamento se llenaba de un centenar de hombres con toda clase de uniformes y armas, cogí mi cámara y, con cierto disimulo, me puse a hacer fotos. El director del campamento vino furioso a verme: “Uno de los generales dice que tu cámara lo está poniendo nervioso”. A lo que yo le respondí: “Y a mí me está poniendo nervioso tener que cenar rodeado de pistolas, rifles y lanzagranadas”.

Después, con mi buen amigo Sergio, nos reíamos. Tienes a más de cien soldados armados hasta los dientes, y aparece un tipo con una Canon colgada del hombro y se sienten incómodos, desconcertados. Ya sabéis militares del mundo: dejad las armas y coged cámaras de fotos. Volveréis loco al enemigo.

Un apunte final sobre las empresas en Sudán. Le mando un correo electrónico a una buena amiga periodista en Londres, colaboradora de The Guardian. Le pregunto por ciertas compañías que están operando aquí, que son parte del negocio de la posguerra. “Son las mismas que están en todas las guerras: Irak, Bosnia, Afganistán. Algunas tienen un historial muy oscuro de corrupción”, me responde.

Hablado con David, el vaquero que trabaja para una empresa americana de seguridad. Me dice que la posguerra ahora la gestiona empresas privadas porque son más eficientes. “A los funcionarios no los pueden echar. A nosotros sí. Si no hacemos bien nuestro trabajo, estamos en la calle”, me explica.

Pero mi amiga del periódico es terminante: “Me parece inmoral que la gente que empieza la guerra sea la que luego se haga rica con el negocio de la reconstrucción, como Dick Cheney y Halliburton en Irak”.

Lady Liberty está por finalizar su programa. Lleva media hora hablando sin parar. Quiero escuchar más música pero no tengo oportunidad. Malcom Webb, mi amigo periodista inglés, me explica que también a él le gustaría que Lady Liberty le diera más marcha al asunto. “Pero así es el estilo aquí, es una cuestión cultural, hablan muchísimo ya que no tienen prisas”, me comenta. Uno de los aspectos más positivos de la radio es que pasa anuncios de personas perdidas, lo que resulta muy útil en esta sociedad fragmentada y atomizada por la guerra.

Malcom tiene 24 años, y lleva meses trabajado como becario, primero en el norte de Uganda, en una radio de los karamajong – un grupo de indígenas que van semidesnudos y armados – y ahora en Sudán, al frente de la programación de Liberty, la primera FM del sur. A pesar de su corta edad, un viajero avezado, que se mueve en transporte público, más allá de los peligros. Y un periodista de raza, apasionado, curioso, excelente narrador de historias, de los que hacen la profesión a pie de calle, junto a la gente. Toda una inspiración.