Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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El gran teatro de la guerra

Unos frenos que chillan, que se desgarran. Un golpe seco. Y los transeúntes, vendedores ambulantes y vecinos que se agolpan en una de las esquinas de NSC Bose Road. En el suelo, frente al descascarado autobús de línea, el cuerpo de una niña que no debe tener más de siete años. El hombro descolocado. La sangre que le mana de la nariz. Los ojos abiertos.

Ensayos del espectáculo «Eta bihar… zer?». Foto de 2012 Euskadi.

El ruido y la furia de Calcuta han desaparecido abruptamente. O al menos esa es la impresión que dan los rostros de las personas que se amontonan para ver a la niña. Parecen observar en silencio, abducidos de todo lo que las rodea.

El conductor baja del vehículo con expresión ausente, sin resistirse o tratar de evadirse del destino que ya vislumbra. Llegan varios familiares de la niña, descompuestos por las prisas, por el dolor. Una mujer grita. Un hombre levanta a la pequeña, que no reacciona, que está muerta.

La multitud no deja de crecer a nuestro alrededor. Moradores de las aceras, humildes tiradores de rickshaws, coolies, ataviados con lunguis, descalzos. Comerciantes, oficinistas, con sus habituales camisas, sus pantalones pinzados y sus bigotes recortados al milímetro. Niños de la calle en harapos, o que vienen de la escuela, en primera fila. Y mujeres, que van a la compra, que estaban lavando la ropa, machacándola contra el suelo, en una tubería rota de la esquina contraria.

El conductor recibe el primer golpe por la espalda. Y entonces sí parece sacudirse el aturdimiento. Se retuerce, retrocede, intenta huir hacia el interior del vehículo, pero la multitud enfurecida lo alcanza. El vendedor de los boletos del autobús ha desaparecido. Solo un hombre mayor, de barba blanca, trata de proteger al conductor, pero un impacto, con la mano abierta, en pleno rostro, lo aparta.

La condición humana en su forma más vil, cobarde. La manada sorda y anónima que aprovecha para sacar su rabia, su resentimiento, sus miedos. Pero también, como tan a menudo sucede en los países pobres, donde los poderes son corruptos, ineficientes y clientelares, una forma de justicia.

El cuerpo del conductor terminó desfigurado por los golpes. Apenas respiraba cuando llegó la policía con sus lathis de bambú para tratar de poner orden. Un joven cogió las sandalias del conductor y se las llevó.

Era la primera vez que veía algo así pero no sería la última. La primera vez porque Calcuta, ciudad a la que me fui a vivir de joven, resultó ser la responsable de una parte fundamental de mi educación ética, emocional y cultural. Veinte años más tarde, aún la sigo tomando como medida para tratar de comprender la realidad que me rodea.

En Calcuta aprendí que las situaciones extremas tienden a hacer emerger lo mejor y lo peor de la condición humana. Descubrí, la violencia. Sin matices, filtros o atenuantes. La violencia en estado puro.

Si me preguntan qué es la guerra, les diría que es aquel linchamiento de un conductor de autobús del que fui testigo una destemplada mañana en una avenida de Calcuta, pero sostenido en el tiempo. Aquella locura colectiva en la que todo parecía posible perpetuada a lo largo de días, semanas o meses. Latente, sobre la cabeza de los civiles. Aturdidos, mansos, asustados. Exhilarante y brutal para muchos de los combatientes. Espacios de silencio contenido. Y luego furia sin límite…

* * *

El mes pasado en Afganistán. Ahora en Argentina. Y el fin de semana en Bilbao para el espectáculo teatral “Y mañana… ¿qué?”, en el que varios reporteros nos hemos juntado con gente del arte para reflexionar sobre la guerra pues se cumplen 75 años del bombardeo de Guernica.

Para el texto de mi parte de la obra estuve jugando con varias ideas. Una de ellas es la que escribí ahora, en el comienzo de este post… pero al final me decanté por otra que el próximo viernes y sábado se podrá descubrir en el escenario del Bilbao Arena. Estaré junto a Jon Sistiaga, Mayte Carrasco y Mikel Ayestaran.