Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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Parto hacia el muro de Marruecos en el Sáhara

La maleta casi se hace sola. Después de tantos años de periplos, la ropa encuentra lugar en su interior con facilidad, y parece hasta sentirse más cómoda que dentro de los armarios.

Lo mismo sucede con los equipos de filmación y fotografía, que dan la impresión de saber que ha llegado la hora de salir a dar un paseo por el mundo y con absoluta docilidad se dejan acomodar en los distintos bolsos. Como si la perspectiva de volver al trabajo, recuperados del fatigoso recorrido por Kenia, los entusiasmase.

El estrés de los días previos a un viaje pasa más por todo lo que hay que prever y dejar preparado para las semanas de ausencia. Las cuentas que vendrán, el trabajo que se debe dejar adelantado, la nevera vacía, las bolsas de basura en la calle, la casa limpia y cerrada a cal y canto. El precario equilibrio entre las vida nómada y la sedentaria.

En apenas dos horas partiré hacia Barajas, desde donde un avión me llevará hacia Tinduf, en Argelia. Ya en otras ocasiones he desembarcado en los campamentos de los refugiados saharuis que llevan más de tres décadas malviviendo en medio de la hamada argelina.

Aunque es la primera ocasión en la que me dirigiré hacia el «muro» que Marruecos ha construido en medio del desierto para mantenerlos apartados de su territorio ancestral. Un tema, el de las barreras que dividen nuestro planeta, al que hemos dedicado algunos espacios de reflexión en este blog.

Si bien se lo llama «muro», no lo es propiamente. Se trata en realidad de una verja en la que se suceden las torres de control y que está antecedida por campos minados.

Su extensión supera sesenta veces a la del Muro de Berlín, aunque como dice Eduardo Galeano, no pueda establecerse comparación alguna en el grado de conocimiento que el mundo tiene de esta realidad.

Las sensaciones son encontradas, como antes de cada viaje. Por un parte, la promesa de nuevas experiencias, el reencuentro con la generosidad de los saharauis y con los buenos amigos que he dejado allí a lo largo del tiempo.

Por otra, la pesadumbre de saber que volveré a ser testigo de una situación injusta como pocas: el drama de un pueblo olvidado por España y el resto del mundo en las fauces del desierto.

Movilización histórica contra el muro de Marruecos

Otra de las cuestiones sobre las que hubiese resultado interesante escuchar a los candidatos presidenciales debatir el pasado lunes es el Sáhara Occidental.

Pero como el capítulo de Política Exterior fue ignorado por Rajoy y Zapatero – lo que resulta una flagrante contradicción, ya que un país que se presenta a sí mismo como una gran potencia, que se dice entre los diez más ricos y poderosos del orbe, no puede carecer de voz propia en la arena internacional – nos quedamos sin saber también si tomarán alguna medida efectiva para subsanar de una vez por todas la deuda histórica que España tiene con el pueblo saharaui.

No debemos olvidar que el Referéndum de Autodeterminación aún no ha tenido lugar, que más de doscientas mil personas siguen atrapadas en las fauces de la hamada argelina, subsistiendo de la dádiva internacional, inmersa en la hostilidad y la falta de oportunidades de un desierto árido como pocos.

Y que la violación de los derechos humanos y la represión son la norma para los saharauis que vieron ocupado su territorio tras la Marcha Verde articulada por Hassán II y la escandalosa retirada española de 1975. Como ya dio testimonio en este blog Aminetu Haidar, víctima de torturas por parte de las autoridades de Rabat.

Llama la atención, y es digno de aplaudir, que en esta era de apatía generalizada, de reflejos morales anestesiados por el consumo y el exceso de estímulos, en la que la indiferencia ante los problemas del mundo parece ser la norma – como la que el lunes demostraron Zapatero y Rajoy, aunque este último quiere que su niña viaje por el planeta “sin complejos” – haya una parte de la sociedad civil española dispuesta a rebelarse.

No sólo los miles de habitantes del Estado español que cada año viajan a los campamentos de Tinduf, para mostrar su solidaridad con los saharauis, para conocer y compartir temporalmente las terribles condiciones de vida que les ha tocado en desgracia, o que traen niños durante el verano para que puedan escapar de la implacable aridez del desierto.

Sino también una iniciativa que se anunció el pasado 19 de febrero. Un acto de resistencia social pacífica. Un acto de rebeldía de una parte de nuestro entramado social que está cansado de que las servidumbres de los gobernantes pasen por la pesca, por el petróleo, por las armas, como sucede con el Sáhara, con Palestina, con Darfur, con la República Democrática del Congo.

En palabras de los organizadores de la Columna de los Mil:

Nosotros y nosotras, corresponsales con nuestros hermanos y hermanas saharauis, construiremos un muro, el muro de la esperanza. Mil personas uniremos nuestras manos formando una cadena humana frente al muro de la vergüenza, un muro de dos mil kilómetros que separa un territorio y divide un pueblo.

Seremos la Columna de los 1000. 1000 para recordar. 1000 para luchar. 1000 para esperanzar. 1000 corazones para aprender de la dignidad del Pueblo que resiste en el desierto.

Parece execrable que en 2008, tras 33 años de resistencia, el país culpable de una descolonización interrumpida, como es el caso del Sahara Occidental, de la espalda a su responsabilidad histórica. Dicha responsabilidad debería generar por parte del Gobierno una postura de apoyo, sin ningún tipo de ambigüedad, con respecto al derecho de autodeterminación de este pueblo.

No es de recibo la sumisión española a los chantajes marroquíes: control de los flujos migratorios, coordinación en la lucha antiterrorista, acuerdos de pesca y debate sobre Ceuta y Melilla. Ya resulta suficientemente repugnante aceptar como válida la interlocución de una dictadura que viola de manera sistemática los derechos humanos.

La marcha tendrá lugar entre los días 17 y 23 de marzo. Aún está abierta a todos aquellos que quieran sumar su voluntad y su voz a este acto de resistencia civil, pacífica, contra otro de esos muros sobre los que tanto hemos debatido en este blog.

Un muro al que el escritor uruguayo Eduardo Galeano describe de la siguiente manera:

Y nada, nada de nada, se habla del Muro de Marruecos, que desde hace 20 años perpetúa la ocupación marroquí del Sáhara occidental. Este muro, minado de punta a punta y de punta a punta vigilado por miles de soldados, mide 60 veces más que el Muro de Berlín.

Mil voces de ciudadanos, y sus manos unidas, para recordar a los políticos que los intereses que muchas veces defienden, sin siquiera dignarse a exponerlos antes de las elecciones, a debatirlos abiertamente, no son los intereses de los pueblos, de la gente de a pie, no son nuestros intereses.

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Hablando de apatía, de indiferencia ciudadana, aprovecho para acerme eco de la indispensable iniciativa lanzada por mi queridos colegas de Canal Solidario: “¿Consumes o te consumen? Plan 15 días para consumir menos y mejor”.

Un blog en el que especialistas de diversas organizaciones nos irán dando claves para cambiar nuestros hábitos de consumo, para que podamos emplearlos en la construcción de un mundo más justo y sensato.