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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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«Todos culpables menos tú»

Hace algunos meses, la Fundación Araguaney me invitó a participar de una publicación colectiva destinada a recaudar fondos para traer a niños palestinos de vacaciones a Galicia y para construir un centro dedicado a la infancia en el campo de refugiados de Askar.

Publicación a los que han sumado su firma autores por los que siento tanta admiración y de los que tanto he aprendido como Ilian Pappé, Mario Vargas Llosa, Maruja Torres, Federico Mayor Zaragoza y Sami Nair.

Pensé en infancia, pensé en el pueblo palestino, y recordé una historia que en 2006 recogí para este blog desde Gaza…

“Todos culpables menos tú”

Cuando escuchó en la noticias que las tropas israelíes habían vuelto a entrar en la franja de Gaza y que se dirigían a Rafah, Juda Natur llamó por teléfono a su hermano. “Asómate, y si no ves a los tanques, ven corriendo a casa”, le dijo él.

Y así lo hizo Juda, que vivía en una humilde vivienda. Cogió con fuerza de la mano a sus hijos, miró a un lado y a otro, y emprendió la huída a través de la noche hasta que un avión no tripulado hebreo les lanzó un misil. Fueron sus vecinos, aquellos que los vieron crecer a lo largo de la vida, quienes encontraron los cuerpos tendidos sobre el pavimento.

En el ataque del día 6 de agosto de 2006, el Ejército israelí volvió a violar el Derecho Humanitario: los blindados Merkava destruyeron olivos, granjas y fábricas; los soldados tomaron casas, encerrando a las familias en habitaciones para emplearlas como escudos humanos; los francotiradores dispararon a todo lo que se movía, ya fuera personal sanitario que se acercaba en ambulancias o periodistas que queríamos ser testigos de lo que estaba sucediendo.

La UCI del hospital Nasser se encuentra abarrotada de heridos. La mayoría son niños, aunque luego Ehud Olmert declarará frente al parlamento que la operación militar, llamada Lluvia de Verano, había terminado con “300 terroristas”.

Me detengo frente a una mujer que está vendada de los pies a la cabeza. “Se llama Juda Natur. Dos de sus hijos murieron y al tercero le tuvimos que amputar los brazos”, me explica un médico. “A ella, la metralla rebotó en el suelo y le destrozó el rostro. Es demasiado doloroso, no creemos que vaya a sobrevivir”.

Junto a la cama se encuentran varios familiares. «Mi hermana era mujer muy valiente. Su marido la abandonó hace años y ella sola ha sacado adelante a la familia arando la tierra», me explica Salah, que tiene 36 años. «Me pregunto qué habrá pensado, qué habrá sentido, el soldado israelí que controla el avión cuando decidió lanzar un misil a una mujer con tres niños».

Se abre la puerta de la UCI y entra un adolescente. Es Yakup, el hijo mayor de Juda. Unos días antes se había ido a la ciudad de Gaza para visitar a unos amigos, por eso no estaba en su casa cuando entraron los tanques a Rafah. Yakup coge la mano de su madre. Esta reacciona, mueve la cabeza, como si sintiera su presencia. Él llora. Sus primos y tíos lo abrazan y lo sacan de la sala.

Media hora más tarde me los encuentro en un pasillo del hospital. Yakup, que tiene 16 años, no deja de llorar. Conmocionado, fuera de sí, Salah me dice: «Lo peor de todo es que Yakup se siente culpable, cree que si no se hubiese ido con sus amigos, si se hubiese quedado con su madre y sus hermanos, esto no habría sucedido».

El coche avanza de regreso al hotel. Por la calle nos cruzamos con familias de refugiados que siguen huyendo de la zona en la que están los tanques israelíes. De fondo, se escuchan las explosiones que no dejan de sucederse. Más heridos, más muertos, más familias encerradas en sus casas sin agua, sin comida.

Me pregunto de qué se siente culpable Yakup. ¿Culpable de que hace sesenta años sus abuelos fuesen expulsados de sus tierras para terminar encerrados en Gaza? ¿Culpable de que los descendientes de las víctimas del Holocausto se hayan convertido ahora en los verdugos de la historia? ¿Culpable de las mentiras de los políticos? ¿Culpable de la doble moral de la comunidad internacional? ¿Culpable de la connivencia de EEUU y el silencio cobarde de Europa?

¿Culpable del fantástico negocio que es la ocupación? ¿Culpable del bloqueo de alimentos y medicinas sobre esa gran prisión que es Gaza? ¿Culpable del negocio de esas armas que se prueban con los palestinos y que luego se venden al resto del mundo? ¿Culpable de la tibieza con que nosotros, los que estamos al corriente de lo que sucede en Gaza, en Cisjordania, en Jerusalén Oriental, apenas levantamos la voz para exigir a nuestro gobierno que haga algo?

Todos culpables, estimado Yakup. Todos culpables menos tú.