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Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

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EEUU, Rusia, Irán y los problemas para abastecer a las tropas extranjeras en Afganistán

Cuando estuvimos el año pasado en el Valle de Tagab, fuimos testigos de lo difícil que resulta para los EEUU mantener aprovisionadas a sus tropas. No sólo por la desafiante geografía de Afganistán, sino también por el clima, extremo en invierno y verano, y por la ausencia de infraestructuras.

Un esfuerzo que deberá ser aún mayor, ya que esta semana Barack Obama ordenó el envío de 17 mil nuevos soldados para luchar contra los talibanes. En total, el contingente de EEUU asciende a más de 55 mil efectivos a los que se debe dar alojamiento, alimentación y armamento.

La decisión tomada el pasado viernes por Kurmanbek Bakiyev, presidente de Kirguizistán, de cerrar la base estadounidense de Manas significa un duro revés para esta línea de aprovisionamiento, ya que es el principal medio que emplean la tropas europeas y estadounidenses para llegar a Afganistán.

La presión de Rusia, que acaba de dar dos mil millones de dólares en ayuda a la maltrecha economía kirguiza, parece estar detrás de la medida adoptada por el ejecutivo de Biskek. No por nada el presidente Bakiyev hizo el anuncio del cierre de la base de EEUU desde el mismo Moscú.

El gran juego

En este sentido, parece como si volviésemos a los tiempos del Gran Juego, aquella disputa diplomática y militar entre Rusia y Gran Bretaña para dominar Asia Central. “Me confieso que los países son piezas en un tablero de ajedrez en el que se está jugando una partida para la dominación del mundo”, afirmó Lord Curzon, virrey de la India, en 1898.

En esta reedición del Gran Juego, la victoria parecería estar del lado ruso. La base de Manas, que contaba con mil efectivos estadounidenses, y por la que Washington pagaba un alquiler de 63 millones de dólares anuales, era el último enclave de EEUU en la región, tras el cierre en 2005 de la base de Karshi-Khanabad en Uzbekistán.

Inseguridad en la ruta pakistaní

El 70% de las provisiones que reciben los soldados de EEUU llegan a través de Pakistán, así como el 40% del combustible que usa la OTAN. Arriban al puerto de Karachi, viajan a través de 1.600 kilómetros hasta el paso de Khyber y luego Kabul.

Una ruta cada día más insegura, como lo demuestra el hecho de que los talibanes volaran uno de los puentes del trayecto el pasado 3 de febrero, según informara Geo TV (cadena paquistaní que acaba de perder a Musa Khankhel, uno de sus reporteros en el valle de Swat). Desde septiembre, esta vía de comunicación fue interrumpida en seis ocasiones.

A todo esto hay que sumar la importante amenaza que deviene del robo de equipamiento militar de los camiones privados que transportan las mercaderías, según denuncia Shahan Mufti en Global Post. En un mercado de la ciudad de Peshawar consiguió comprar un ordenador del ejército de EEUU con información sobre soldados y operaciones (algo similar a lo que sucedió en 2006 en las inmediaciones de la base de Bagram).

¿Opciones?

Dejando a un lado la propuesta de Xe (la empresa antes conocida como Blackwater), de brindar un servicio de aviones ligeros que lancen las provisiones a las tropas, las opciones para garantizar una vía de acceso fiable a Afganistán no parecen ser muchas, según reflexiona Patrick J. Buchanan en Antiwar.

1. Se podría volver a Uzbekistán y negociar con el presidente Islam Karimov, sátrapa acusado de violar sistemáticamente los derechos humanos.

2. Al igual que sucedió ya en el pasado, cuando británicos y rusos acordaron terminar con el Gran Juego en 1907, Washington podría dirigirse directamente a Moscú. Dejar de barajar la idea del acceso de Georgia y Ucrania a la OTAN, y renunciar al escudo antimisiles en Polonia, a cambio del acceso a Asia Central.

3. Aunque hoy parezca una meta complicada de alcanzar, lo cierto es que la ruta más directa sería a través de los puertos de Irán. Son tres décadas de enfrentamiento con Washington que parecen ya no tener sentido. Después de todo, Teherán fue el primer enemigo de los talibanes cuando estos negociaban con Bill Clinton los permisos para el oleoducto de UNOCAL (del mismo modo en que mantuvo ocho años de guerra contra Sadam Hussein al tiempo en que éste sostenía estrechos vínculos con la administración Reagan).

Eso sí, un hipotético acercamiento a Irán contaría con la vehemente oposición de Israel, crónica piedra en el zapato de cualquier atisbo de paz y estabilidad en Oriente Próximo.

Hasta ahora, Obama no ha hecho nada demasiado distinto a lo que hizo George Bush. La necesidad de mantener pertrechadas a sus tropas en Afganistán tal vez le brinde la oportunidad de mejorar algunas de las relaciones en la región.