El fotógrafo portugués João Silva es uno de esos profesionales que ha mantenido constante a lo largo de los años su presencia en las zonas de guerra.
Alcanzó fama mundial al formar parte de aquel grupo de jóvenes periodistas al que se conoció como el Bang Bang Club (que, como ya contamos en estas páginas en más de una ocasión, retrataron con crudeza los últimos y violentos espasmos del régimen del apartheid en Sudáfrica).
Estuvo junto a Kevin Carter el día en que este sacó la fotografía del buitre y la niña en Sudán por la que ganaría el premio Pullitzer. De hecho, Silva capturó instantáneas similares.
Afirmar que la polémica en torno a esta foto siempre me ha parecido absurda, fruto de la mente ociosa de opinadores que nunca han pisado el terreno, es decir poco.
Pero por si quedan dudas, Silva, testigo directo de lo sucedido, termina con ellas en el libro del Bang Bang Club. Curioso quizás el destino de haber estado allí también y que la fortuna eligiera a su compañero para ser premiado.
De Soweto al mundo
Desde su base en Sudáfrica, Silva, que hoy tiene 44 años, cubrió la guerra de los Balcanes, Chechenia, Oriente Próximo y buena parte de África. En los años de mayor violencia en Irak sus imágenes no dejaban de aparecer en The New York Times.
Otro extraordinario fotógrafo luso, João Pina, me lo describía hace un año como un hombre “tranquilo y generoso”. Greg Marinovich, integrante del Bang Bang Club, escribía acerca de él: «Es un humanista, con una tranquila y callada empatía hacia cada persona que conoce, que fotografía. Generoso y divertido, hace fotografías cargadas de gracia, que son a su vez una elegía y un importante documento de vidas aventuradas, vidas atesoradas y vidas perdidas».
«Es el único con el que puede caminar por una calle en la que todo puede suceder mientras te hace reír», sostiene Franco Pagetti.
Tragedia afgana
El pasado 23 de octubre, Silva perdió las dos piernas al pisar una mina en Afganistán. Estaba realizando un reportaje junto a la Cuarta División de Infantería – parte del contingente de 30 mil soldados enviados por la administración de Obama – en el distrito de Arghandab, provincia de Kandahar. Lo acompañaba Carlota Gall, que salió indemne y que escribió un artículo en el NYT en el que describe el complejo escenario que el uso masivo de explosivos caseros está generando en el sur del país del Hindu Kush.
Si bien el NYT se ha hecho cargo de los costes de la rehabilitación de Silva en el hospital Walter Reed Army Medical Center de Washington- donde fue visitado recientemente por el fotógrafo andaluz Emilio Morenatti, que perdió la pierna izquierda en Afganistán-, Greg Marinovich y su mujer Leonie han creado un fondo para recaudar dinero para ayudarlo. Silva es padre de dos hijos: Gabriel e Isabel.
El periódico neoyorkino publicó recientemente en el blog Lens las imágenes que se encontraban en la tarjeta de Silva en el momento del accidente, además de un vídeo de cuando el propio fotógrafo hizo la selección en el hospital junto a Carlota Gall.
Sorprende que después de herido, ya en el suelo, siguiera tomando fotos. Pero para artisbar la filosofía de Silva, quizás lo más enriquecedor sea leer la entrevista que Michael Kamber le realizó hace un año. “Actuar a pesar del miedo”, se titula.
Fotografía: AP/Jerome Delay.