Primera planta de las oficinas de la ANR (Agencia Nacional de Información) en Bukavu, organización a la que todos aquí conocen como la “policía secreta”. Frente a mí Gertrude, su directora interina. Una mujer rubicunda, entrada en años, tocada por una peluca alta y pomposa como una tarta de boda.
Imposible evitar que los ojos se me vayan a los cabellos ensortijados que le cuelgan del mentón. Aunque me lo han explicado, reexplicado y perjurado mil veces, sigo sin asumir que a los congoleños les parezcan sensuales las mujeres con barba.
– ¡Mi hijo! – exclama Gertrude haciendo que los demás empleados que se encuentran en el despacho sonrían obsecuentes -. Te devolvemos el dinero ahora mismo si ése es el problema.
– Mamá Gertrude – le cojo la mano y se la beso -. No hace falta que me devuelva el dinero. Confío en usted ciegamente.
– Toma, toma el dinero – insiste y señala la puerta a uno de los empleados. Quiere que lo vaya a buscar.
– No, por favor – me interpongo, aunque lo cierto es que nadie se movido del sitio -. Tiene que comprender Mamá Gertrude que he venido con mi equipo a rodar desde España y como no tenemos el permiso llevamos cinco días sin hacer nada, sentados en la habitación del hotel.
Es verdad que estamos esperando el permiso. Pero es mentira que no hayamos salido a grabar. Hemos estado rodando a diestra y siniestra. Doce horas al día. Ellos lo saben del mismo modo en que yo sé que están demorando el permiso para ver si más dinero pasa de mis bolsillos a los suyos. Cooperación internacional creo que lo llaman.
– Hijo mío, enviamos tu solicitud a Kinshasa y no nos responden.
– Ya lo sé Mamá Gertrude. La burocracia de la capital. Como si Mobutu nunca se hubiera ido – a la gente de provincias le encanta el discurso contra el poder central, que siente que la ignora -. Lo que no entiendo es que todos esto días en los que he venido para ver si estaba el permiso no me quisieras atender. Hoy me he tenido que enfadar y montar el numerito para que finalmente me recibieras.
– Madame Gertrude, trabajo con Hernán hace años y le puedo asegurar que todo lo que escribe es positivo. No es como los americanos y los belgas, viene de España, un país amigo del Congo – interviene Selemani, nuestro guía y traductor.
– Mi hijo, tu puedes filmar en esta ciudad aunque el permiso no esté listo. Lo sabes. Lo que no puedes hacer es ir filmar a las minas.
– ¿A las minas? Mamá Gertrude, ¿cómo me dice eso? ¿Qué se me ha perdido en las minas? Ya sabe que estamos haciendo un documental sobre la vida social del Congo. Nada de política.
Lo cierto es que tenemos planeado salir esta misma tarde hacia las minas. El año pasado fuimos a las de Walungu, como ya contamos en este blog, donde la policía secreta nos hizo la vida imposible.
Este año queremos adentrarnos aún más en el territorio controlado por el FDLR. Vamos a ir a los yacimientos de oro y casiterita en la región de Mwenga. Sabemos que sin el permiso el viaje puede ser un desastre debido a los puestos de control del ejército, las delegaciones de la ANR y esos miles de ojos que tienes la sensación de que siempre te están mirando aquí en el Congo.
Termina en la próxima entrada…