Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Archivo de septiembre, 2013

Un nacimiento en Calcuta

Cada vez que vengo a Calcuta me pregunto quién tuvo la brillante idea de fundar en medio de un pantano henchido de malaria y disentería la que sería hasta 1911 la capital del Imperio Británico en la India.

Junto a niña recién nacida en un hospital de Calcuta. Septiembre 2013.

Junto a niña recién nacida en un hospital de Calcuta. Septiembre 2013.

Se llamaba Job Charnok, llevaba el cabello largo y en tirabuzones, y trabajaba como administrador en la Compañía Británica de las Indias Orientales.

En 1686 llegó a Sutanuti, una de las tres paupérrimas aldeas en las que se basaría la ahora conocida como Kolkata, huyendo de un ataque de las fuerzas del nawab de Bengala.

Años más tarde, propondría a Calcuta como cuartel en Bengala de la Compañía Británica de las Indias Orientales justamente por su “posición defensiva y la profundidad de sus aguas”. Ni la ciénaga en las que se levantaban aquellas miserables chozas ni los mosquitos pletóricos de enfermedades parecían importarle.

Además de ser el responsable del nacimiento de Calcuta, en su biografía destaca que salvó a una joven de la pira funeraria. Según una antigua tradición india conocida como sati, las viudas debían quemarse con el marido cuando este fallecía, pues la vida de la mujer no tiene sentido si no es función del hombre. Con esa joven de 15 años, de la que dicen que tenía una belleza extraordinaria, terminaría casándose. Le cambiaría el nombre a María.

Madre de cien varones

De vez en cuando se da en la India algún caso de sati – el libro May yo be the mother of a hundred sons de Elizabeth Bumiller narra algunos incidentes – pero ya no es costumbre.

Ahora, las mujeres son quemadas o desfiguradas con ácido por enfrentamientos generados por el pago de la dote. Y las viudas no terminan en la pira funeraria, pero sí son expulsadas de sus casas y van a parar a lugares como Vrindaban, donde malviven de la caridad de los peregrinos.

Estas y otras tantas barbaridades contra la mujer hemos estado documentando a lo largo de los últimos diez días con Jon Sistiaga en Calcuta, para Canal Plus. Trabajo que nos llevó también a un hospital para sumergirnos en el problema de los abortos selectivos, que ha dejado al subcontinente con un enorme desequilibrio entre el número de hombres y mujeres. Se estima que faltan más de 50 millones de niñas.

Una experiencia extraordinaria

En los veinte años que llevo viajando por el mundo para contar historias he presenciado amputaciones, operaciones de fístula, cirugías mayores, ejecuciones, mutilaciones… pero es la primera vez que soy testigo de un nacimiento. Debo confesar que ha sido una de las experiencias más extraordinarias de mi vida.

En el fondo, siempre he sospechado que esta clase de trabajo como el que yo hago, aunque se base en el dolor, la pérdida y la muerte, parte del amor por la vida. Y más aún de la vida que es capaz de abrirse paso a pleno llanto en arrabales atestados de mosquitos con malaria.

Un tigre blanco en Calcuta

Sí, regreso a Calcuta cuando se cumplen veinte años desde que pusiera los pies en este ciudad en la que escribí mi primer libro y rodé de mi primer documental. Urbe caótica, intolerablemente violenta – pues la pobreza en sí es una forma sostenida de violencia – en la que pasé tres de los años más aleccionadores y desafiantes de mi vida.

Niño de la calle junto al Ganges a su paso por Calcuta. Septiembre 2013. Foto: Hernán Zin.

Niño de la calle junto al Ganges a su paso por Calcuta. Septiembre 2013. Foto: Hernán Zin.

Gracias a un encargo de Canal Plus vuelvo ahora a Calcuta con Jon Sistiaga. Nos alojamos en el hotel Fairlawan, donde tantas veces he pernoctado a lo largo del tiempo. Establecimiento de decoración minimalista donde los haya – los que habéis estado aquí no podéis más que darme la razón -, regenteado desde 1922 por una familia de refugiados armenios que llegaron a la región huyendo del genocidio turco.

Por las noches me siento en el jardín de este hotel, donde se rodó la película La ciudad de la alegría, para leer Tigre blanco de Aravind Adiga. Obra extraordinaria que refleja como ninguna otra de las tantas que he leído sobre este país, su realidad como al menos yo la conozco. Una India oscura, clasista, machista, violenta, materialista hasta el paroxismo, en las antípodas de esa tierra de paz y espiritualidad que muchos dicen encontrar aquí y de la que en dos décadas nada he sabido.

En Tigre blanco, libro ganador del Man Booker Prize en 2008, Adiga descubre cuán poco vale la vida del pobre, a través justamente de un relato narrado en primera persona por un pobre muy particular. Los constantes abusos que sufre como criado. Su lucha para librarse del yugo ya no solo de sus amos sino de sus pares, de su familia. Un libro que tiene frases extraordinarias como «No hay odio comparable al que el segundo sirviente siente por el primer sirviente».

Hasta ahora, en lo alto de mi altar de autores indios estaba Vikram Seth, seguido por Amitav Gosh o R.K. Narayan. Sin embargo, la obra de Adiga desprende una verdad tan profunda, tan brutal, que me maravilla no solo como creación artística sino como reafirmación de que la India que yo siempre he creído conocer, existe, y se lee y se huele y palpa en cada página de este libro de Miscelánea editorial.

Y lo más prodigioso es que lo hace con un tono liviano, como el que usó Edward Foster en Pasaje a la India, que de algún extraño modo potencia aún más la desgarradora denuncia que subyace bajo la voz del narrador, Balram Halwai, el Tigre Blanco que asesina a su señor.

Regreso a Calcuta… veinte años después

Se cumplen veinte años de la primera vez que puse pie en esta ciudad, Calcuta, tan determinante en mi vida. Aquí escribí mi primer libro, rodé mi primer documental, y conocí de cerca a lo largo de tres años la pobreza extrema, la marginación, la esclavitud. Lo considero uno de los períodos más plenos y aleccionadores de mi vida, a pesar de las malarias y lo complicado que es subsistir en un lugar como este.

Hernán Zin en Calcuta, veinte años más tarde, rodando para Canal Plus.

Hernán Zin en Calcuta, veinte años más tarde, rodando para Canal Plus.

Así que este regreso, de la mano ahora de Canal Plus y centrado en la situación de la mujer, está lleno de emociones, de recuerdos. Una suerte de viaje al pasado que poco a poco os iré comentando en estas páginas, en las que ya en otras ocasiones pasamos también por esta urbe.

Recuperaré historias. Me reencontraré con personas a las que descubriré con la perspectiva de estas dos décadas. Y reflexionaré sobre los extraordinarios cambios experimentados por la India en este tiempo.

PD: Este regreso a Calcuta, donde tantos documentales he rodado, lo hago con equipos de filmación nuevos, de los que ya hablaré en una entrada futura: Canon Mark III, grabadora Zoom H4. También con un par de botas que me tiene subyugado, las «Reporter» de Panama Jack.