Cada vez que vengo a Calcuta me pregunto quién tuvo la brillante idea de fundar en medio de un pantano henchido de malaria y disentería la que sería hasta 1911 la capital del Imperio Británico en la India.
Se llamaba Job Charnok, llevaba el cabello largo y en tirabuzones, y trabajaba como administrador en la Compañía Británica de las Indias Orientales.
En 1686 llegó a Sutanuti, una de las tres paupérrimas aldeas en las que se basaría la ahora conocida como Kolkata, huyendo de un ataque de las fuerzas del nawab de Bengala.
Años más tarde, propondría a Calcuta como cuartel en Bengala de la Compañía Británica de las Indias Orientales justamente por su “posición defensiva y la profundidad de sus aguas”. Ni la ciénaga en las que se levantaban aquellas miserables chozas ni los mosquitos pletóricos de enfermedades parecían importarle.
Además de ser el responsable del nacimiento de Calcuta, en su biografía destaca que salvó a una joven de la pira funeraria. Según una antigua tradición india conocida como sati, las viudas debían quemarse con el marido cuando este fallecía, pues la vida de la mujer no tiene sentido si no es función del hombre. Con esa joven de 15 años, de la que dicen que tenía una belleza extraordinaria, terminaría casándose. Le cambiaría el nombre a María.
Madre de cien varones
De vez en cuando se da en la India algún caso de sati – el libro May yo be the mother of a hundred sons de Elizabeth Bumiller narra algunos incidentes – pero ya no es costumbre.
Ahora, las mujeres son quemadas o desfiguradas con ácido por enfrentamientos generados por el pago de la dote. Y las viudas no terminan en la pira funeraria, pero sí son expulsadas de sus casas y van a parar a lugares como Vrindaban, donde malviven de la caridad de los peregrinos.
Estas y otras tantas barbaridades contra la mujer hemos estado documentando a lo largo de los últimos diez días con Jon Sistiaga en Calcuta, para Canal Plus. Trabajo que nos llevó también a un hospital para sumergirnos en el problema de los abortos selectivos, que ha dejado al subcontinente con un enorme desequilibrio entre el número de hombres y mujeres. Se estima que faltan más de 50 millones de niñas.
Una experiencia extraordinaria
En los veinte años que llevo viajando por el mundo para contar historias he presenciado amputaciones, operaciones de fístula, cirugías mayores, ejecuciones, mutilaciones… pero es la primera vez que soy testigo de un nacimiento. Debo confesar que ha sido una de las experiencias más extraordinarias de mi vida.
En el fondo, siempre he sospechado que esta clase de trabajo como el que yo hago, aunque se base en el dolor, la pérdida y la muerte, parte del amor por la vida. Y más aún de la vida que es capaz de abrirse paso a pleno llanto en arrabales atestados de mosquitos con malaria.