A esta altura de la historia, las maletas se hacen prácticamente solas. Basta un guiño, un chasquido, para que la ropa, el botiquín y el cepillo de dientes repten por la habitación, den un salto y encuentren sin demoras su sitio en la valija. Listos para volver a la ruta.
Ya los equipos son otro asunto. Requieren un cierto mimo. No es lo mismo estar en Somalia y descubrir que te faltan calzoncillos, que llevarte las manos a la cabeza horrorizado en el Hotel Paz de Mogadiscio porque acabas de tomar conciencia de que te has olvidado un lector de tarjetas P2 o una zapata para el trípode.
Ese momento en el que te dices que con un poco de suerte te agarra un coche bomba y así te salvas de dar explicaciones a la gente a invertido miles de euros para que tú puedas estar allí.
Pasar revista
A tal obsesión llega esto de no dejarse nada en casa que luego resulte imposible conseguir en los grandes y lujosos centros comerciales del Congo o de Afganistán, que hace años confeccioné un listado con todos los equipos que debo llevar a un viaje. Listado que esta tarde he estado repasando de manera concienzuda ya que mañana vuelvo a subirme al avión.
Y aunque así, a simple vista, la selección de equipos parezca ser un poco arbitraria, lo cierto es que la presencia en las maletas de cada objeto está pensada y repensada hasta el paroxismo.
Tanto por criterios estratégicos como también narrativos que en la próxima entrada explicaré porque es algo que muchas veces me preguntan: ¿Qué cámaras llevar para esta clase de producción? ¿Por qué?
Saludos!! Continúo cuando me baje del avión!! HZ
28 marzo 2012 | 00:59
Me encanto Hernán, suerte en este nuevo viaje y no te vayas a olvidar de nada.
Esperamos la segunda parte después de que arribes a destino.
Saludos!
28 marzo 2012 | 01:49
Un tio cauto y previsor…
28 marzo 2012 | 09:34