Viaje a la guerra Viaje a la guerra

Hernán Zin está de viaje por los lugares más violentos del siglo XXI.El horror de la guerra a través del testimonio de sus víctimas.

Archivo de marzo, 2012

Crímenes de honor: 943 niñas y mujeres fueron asesinadas el pasado año en Pakistán

Creadora y máxima responsable de la Fundación Surgir, Jacqueline Thibault es una de las activistas europeas más reconocidas en la lucha contra los llamados crímenes de honor. Delitos cometidos principalmente contra niñas y mujeres, que buscan imponer y conservar un cierto código moral, y que suelen contar con la complicidad de la propia familia y de la comunidad.

Jaqueline Thibault en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Captura de vídeo. HZ

Así los define Human Rights Watch:

Son actos de venganza, usualmente mortales, cometidos por miembros masculinos de la familia contra miembros femeninos que se creen que han traído deshonra a la familia. Una mujer puede ser atacada por miembros de su familia por diversas razones: rechazar un matrimonio concertado, sufrir una violación, buscar el divorcio de un marido abusivo y ser acusada de cometer adulterio. La mera percepción de que una mujer se comportó de forma que deshonra a su familia puede ser suficiente para provocar un atentado contra su vida.

La labor de Jacqueline Thibault tomó relevancia en 2003 gracias al libro «Quemada viva», en el que Souad, una joven palestina, cuenta cómo fue quemada por su cuñado tras haberse quedado embarazada. Obra que se tradujo a 37 idiomas, que alcanzó cifras de ventas millonarias, y que Soaud escribió con ayuda de la periodista francesa Marie-Therese Cuny. Era la primera vez que una víctima de un crimen de honor contaba al mundo su sufrimiento.

Jacqueline encontró a Souad en un hospital de Cisjordania. Y, tras una larga negociación con la familia y los médicos, la ayudó a venir a Europa para ser operada. Trabajaba en aquel entonces para la organización suiza Terre des Hommes.

También en Europa

Me encuentro con Jacquelin en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde ha venido para hablar de los crímenes de honor por invitacion de la organización Mundo Cooperante.

Entre los datos que llevo conmigo están los referidos a Europa, donde los crímenes de honor son más frecuentes de lo que podríamos imaginar. No en vano el Parlamento Europeo aprobó en 2009 la resolución 1681, en la que llama a los Estados miembros a luchar contra esta brutal práctica.

En Reino Unido se estima que doce asesinatos tienen lugar cada año en nombre del honor. Cifra que está creciendo rápidamente según The Guardian. En los Países Bajos se registraron 40 crímenes de esta clase a lo largo de los últimos tres años.

De los crímenes de honor cometidos en Europa permanecen en el recuerdo colectivo casos como el de Hatun Sürücü, una mujer kurda que fue asesinada en Berlín por su hermano menor tras haberse divorciado del hombre con el que la habían casado a los 16 años. La acusó de deshonrar a su familia y de vivir «como una alemana».

Aquel mismo año, la joven británica de origen pakistaní, Samaira Nazir, moría en Gran Bretaña tras recibir 18 puñaladas por parte de su hermano y de su primo, frente al resto de la familia, por negarse a casarse con alguno de los candidatos que sus padres le habían conseguido. Samaira tenía 25 años, se había graduado por la Thames Valley University y trabajaba como consultora. Estaba en pareja con un refugiado afgano.

Sin relación con el islam

Una realidad esta que según el maestro Robert Fisk, se cobra 20 mil víctimas cada año, y que cobra mucho más dramatismo cuando se mira hacia países como Pakistán, donde según la Comisión Paquistaní de DDHH, 943 niñas y mujeres fueron asesinadas en 2011.

De la vecina Afganistán hoy nos llega la noticia de que un niños de 15 años y una niña de 13 años fueron asesinados con ácido, seguramente como consecuencia de otro crimen de honor. En diciembre, también en la nación del Hindu Kush, Mumtaz, una joven de 17 años que fue atacada con ácido junto a sus hermanas y padres tras haber rechazado una propuesta de matrimonio.

«Pakistán es el país con mayor número de crímenes de honor, sin dudas, pero esta práctica no tiene nada que ver con el islam», me explica Jacqueline, en una entrevista que podréis leer en la próxima entrada.

La teoría de los tres niveles narrativos… y sus respectivos equipos de grabación

Veinticuatro horas más tarde, los equipos de grabación que ayer mostraba en estas páginas se encuentran ahora desplegados en otra mesa, a once mil kilómetros de distancia, océano mediante, listos para entrar en acción.

A primera vista podrá parecer excesivo viajar con tantos aparatos – supongo que especialmente para la persona que le toca el asiento contiguo en el avión y que al subir descubre que, maldita suerte, en el compartimento de las maletas de mano no cabe ni un alfiler – pero lo cierto es que la presencia de cada uno de estos objetos ha sido concienzudamente meditada.

Es más, esta presencia responde a una teoría que me he inventado – tantas horas muertas en aviones no deben ser buenas para la salud mental – y a la que he dado en llamar “Teoría de los tres niveles narrativos». Aquí con ustedes…

1. BREAKING NEWS

Esta primera categoría narrativa la asocio al periodismo puro y duro, de noticias de última hora, de cables de agencia. Dónde, cuándo, cómo, por qué y dónde. Sin adornos ni artilugios, de la forma más objetiva posible.

Cuando ruedo un documental o un reportaje empleo una cámara P2 para captar esta clase de información. Una cámara versátil, dúctil, que responda a condiciones de luz extrema, que sobreviva a toda clase de clima, que sea fácil y rápida de manejar.

La que aparece en una foto es una Panasonic 171, excelente por tamaño y por su gran angular. Mayor calidad tiene la Panasonic 250 que destaca porque, a diferencia de los modelos anteriores, graba ya en 1920 en lugar de en 1440.

Opciones estas que me obligan a llevar un lector de tarjetas P2, varios discos duros Lacie de 1TB USB 3 para albergar la información, un programa llamado Shot Put Pro para verificar que los archivos han pasado y un ordenador, claro.

2. ARTÍCULO DE COLOR

La segunda cámara que me acompaña busca una narración más de detalles, de texturas y sensaciones. Algo así como el artículo de color en relación a la noticia pura y dura.

Para ello uso una Canon EOS 5D Mark II, de la que tantas veces he hablado en estas páginas, pues la profundidad de campo que ofrece es extraordinaria.

A modo de consejo, no llevar tarjetas Compact Flash con demasiada capacidad ya que suelen colapsar ante las grandes olas de información. Evitar la Canon C300, que por lo laboriosa es para cine y no para reportajes. Y ahorrar para comprarse la nueva EOS 5D Mark III, que ofrece, entre tantas otras cosas, un increíble rendimiento de ISO. Parece que no hay oscuridad que se le resista.

3. VISIÓN PERSONAL

El tercer nivel narrativo para el que busco una cámara es el más personal y subjetivo, aquel que hace tiempo los periodistas sólo plasmaban a través sus libros, como «Ébano» de Kapuscinsky, y que ahora todos tenemos a mano gracias a los blogs, como «Viaje a la guerra», por supuesto, ¿qué otro mejor ejemplo?

Para esto, lo que estoy usando es una Go Pro HD Hero 2, que me permite una visión muy en primera persona de la realidad. Además de que es una cámara subacuática, fácilmente agregable a cualquier parte del cuerpo por tamaño y accesorios que van desde casco hasta muñequera.

* * *

En definitiva, el empleo de equipos que respondan a distintos niveles narrativos nos brinda después un lenguaje mucho más rico y cargado de matices a la hora de editar y de contar nuestra historia. Podemos ir desde el documental tradicional hasta la narración más libre, próxima al cine de autor.

Como ejemplo, este trabajo que hice junto a Jon Sistiaga en Somalia, para Canal Plus.

Si hay algo fascinante de estos tiempos es que tenemos más libertad narrativa que nunca, y que los equipos no son caros como antes, sino que con una inversión razonable se puede ir muy bien pertrechado. Lo único que parece tener difícil resolución es lo de incordiar al vecino en el avión. Disculpas por adelantado a quien le toque.

* * *

Hablando de Canal Plus… hoy descubrí que algunos argentinos la llaman de otra manera. «En diez días, una entrevista para Canal Plus», le digo a mi interlocutor. Como respuesta, una mirada de extrañeza. Trato de explicarle de qué estoy hablando. Le muestro el logo de la cadena. «Ah… acá en Argentina le decimos Canal Más», me aclara.

De equipos de grabación, viajes y teorías narrativas

A esta altura de la historia, las maletas se hacen prácticamente solas. Basta un guiño, un chasquido, para que la ropa, el botiquín y el cepillo de dientes repten por la habitación, den un salto y encuentren sin demoras su sitio en la valija. Listos para volver a la ruta.

Ya los equipos son otro asunto. Requieren un cierto mimo. No es lo mismo estar en Somalia y descubrir que te faltan calzoncillos, que llevarte las manos a la cabeza horrorizado en el Hotel Paz de Mogadiscio porque acabas de tomar conciencia de que te has olvidado un lector de tarjetas P2 o una zapata para el trípode.

Ese momento en el que te dices que con un poco de suerte te agarra un coche bomba y así te salvas de dar explicaciones a la gente a invertido miles de euros para que tú puedas estar allí.

Pasar revista

A tal obsesión llega esto de no dejarse nada en casa que luego resulte imposible conseguir en los grandes y lujosos centros comerciales del Congo o de Afganistán, que hace años confeccioné un listado con todos los equipos que debo llevar a un viaje. Listado que esta tarde he estado repasando de manera concienzuda ya que mañana vuelvo a subirme al avión.

Y aunque así, a simple vista, la selección de equipos parezca ser un poco arbitraria, lo cierto es que la presencia en las maletas de cada objeto está pensada y repensada hasta el paroxismo.

Tanto por criterios estratégicos como también narrativos que en la próxima entrada explicaré porque es algo que muchas veces me preguntan: ¿Qué cámaras llevar para esta clase de producción? ¿Por qué?

De la vinculación entre violencia y política en el fútbol (1)

La violencia en el fútbol no es algo nuevo. Y no me refiero a la que tiene lugar entre los jugadores sino a la que se despliega en las gradas y en los alrededores de los campos de juego. La que despliegan los hooligans en Gran Bretaña o las barras bravas en Argentina.

Ultras egipcios se enfrentan en Port Said dejando 74 muertos. Febrero 2012. EFE.

Ya en 1314 el rey Eduardo II de Inglaterra prohibió este deporte. Sostenía que fomentaba el desorden social. Una versión bastante primitiva el asunto, todo sea dicho, que enfrentaba a aldeas vecinas cuyos habitantes más en forma se dedicaban a darle patadas a una cabeza de cerdo.

Como cuenta The Guardian, la versión moderna del balonpié también tuvo en sus albores sonados incidentes que han pasado a los libros de historia. En 1818, la victoria de Preston sobre Aston Villa por 5 a 0 provocó que los aficionados atacaran a los jugadores con piedras y palos. Varios de ellos quedaron inconscientes en el campo.

Desde entonces, algunos países han logrado erradicar la violencia de sus estadios y otros no lo han conseguido. La teoría que esgrimimos el año pasado en estas páginas – tras haber pasado varios meses siguiendo a los ultras de las gradas argentinas – es que resulta mucho más difícil terminar con este fenómeno cuando está íntimamente relacionado con el poder político y económico. Cuando la marginación social y la pasión deportiva son empleadas para servir a los intereses de unos pocos.

Como en poco tiempo más volveremos a sumergirnos de lleno en el universo de los ultras del fútbol, en próximas entradas haremos un repaso no por los incidentes más violentos de este deporte – algo que han hecho numerosos medios tras la muerte de 74 hinchas en Egipto – sino por los incidentes más violentos que vinculan al fútbol y a la política. Desde los inicios del nazismo, pasando por Serbia o los recientes incidentes en Port Said.

Si hablamos de condenas, la primera llegó en 1905, cuando varios fanáticos del Preston fueron juzgados por “hooliganismo”. Entre los acusados de ebriedad y desordenes tras el partido contra el Blackburn se encontraba una mujer de 70 años. La abuela espiritual de todos los barras bravas, supongo.

El terrorista rapero de Somalia teme por su vida

“Grabo este mensaje porque mi vida podría estar en peligro debido a diferencias que tengo sobre sharia y estrategia con Al Shabab”, dice Abu Mansur Al-Amriki al principio del vídeo de un minuto que apareció en la red el viernes. De fondo, la bandera negra con letras blancas de la organización y un fusil AK 47.

De algún modo tiene sentido que se despida de la vida de insurgente a través de una grabación en You Tube – que colgó el usuario somalimuhajirwarrior, que quiere decir el «guerrero extranjero somalí» – pues fue justamente a través de este medio que se hizo famoso. Ya alguna vez hablamos en estas páginas de los vídeos de rap en los que invitaba a los musulmanes a sumarse a la lucha contra los infieles en Somalia.

It all started out in Afghanistan / When we wiped the oppressor straight off the land / Uni crumbled / rumbled and tumbled / humbled and mumbled / made a power / withdraw and cower/ Land by land / and war by war / only gonna make our black flag soar / drip by drip / shot by shot / only gonna give us the death we sought

Y también tiene sentido que su último mensaje fuera ante las cámaras porque este miembro de Al Shabab, y por lo tanto también de Al Qaeda, viene de la sociedad de la comunicación de masas y del espectáculo: Estados Unidos de América.

De Alabama a la yihad

Como resulta evidente, lo de Al-Amriki es un pseudónimo, el Americano, que le pusieron a este joven de 28 años, oriundo del pueblo de Daphne, en el estado de Alabama, cuyo nombre verdadero es Omar Shafik Hammami.

Hijo de padre musulmán sirio, y de madre estadounidense evangelista, asistía de niño a campamentos bíblicos y de adolescente era fanático de Nirvana y de los juegos de Nintendo hasta que, tras un viaje a Siria, se convirtió a la versión más conservadora del islam: el salafismo (galería con fotos y vídeos de su infancia).

En Canadá se casó con una mujer de origen somalí. Y de allí se fueron a vivir a Alejandría, Egipto. A través de un foro en Internet de radicales musulmanes, conoció en este país a Daniel Maldonado, un estadounidense que se había convertido al islam en Massachusetts y que también se había mudado con su familia a Egipto.

Un año más tarde, sin decírselos a sus parientes, ambos viajaron a Somalia. Poco después comenzaron a formar parte de las filas de Al Shabab. La Unión de Cortes Islámicas dominaba la mayor parte del país en aquel entonces.

Únete a Al Shabab

La carrera yihadista de Maldonado fue breve. La invasión etíope respaldada por EEUU lo obligó a huir a Kenia, donde las autoridades locales los arrestaron el 21 de enero de 2007 para luego deportarlo a su país natal. En Houston, Texas, tuvo que enfrentarse a la justicia acusado de pertenencia a organización terrorista.

Abu Mansur Al-Amriki adquirió relevancia gracias a una entrevista que le hizo Al Yazira que empleó para pedir a musulmanes occidentales que se unieran a la lucha yihadista en Somalia, como él mismo había hecho. A pesar de tener apenas 22 años, logró subir posiciones en Al Shabab. Según información de inteligencia, Hammani no sólo daba muestras de ser útil como propagandista, sino que se muestra feroz en la lucha armada.

En 2009 aparece en un vídeo de 31 minutos en el que explica cómo hacer una emboscada. Allí se lo ve con Ahmed Shirwa, que fue el primer estadounidense que actuó como terrorista suicida en Somalia, cuando atacó la sede de la ONU en Somalilandia. Se estima que son más de 20 los ciudadanos de EEUU que se unieron a la guerra en Somalia. La mayoría oriundos de Minneapolis.

Desconfía de los extranjeros

Uno de sus últimos vídeos fue otro torpe rap que en marzo de 2011 publicó en Internet para burlarse de las noticias que decían que había muerto luchando en Mogadiscio. Meses más tarde se lo vio en la ceremonia de despedida a Bin Laden, con los altos mandos de Al Shabab, donde dio un discurso en el que dijo «todos somos Osama».

En octubre de 2011, llamó la atención que su nuevo vídeo, «Lecciones aprendidas», no fuera difundido por el canal oficial de Al Shabab: Al-Kata’ib. Los rumores decían que algunos líderes de la organización habían empezado a cuestionar el papel de los combatientes extranjeros como Hammami.

La ruptura con Al Shabab habría llegado por la extraña manera en que terroristas foráneos murieron en varios enfrentamientos. Muktar Abdirahman «Godane», el jefe máximo de la insurgencia integrista, habría hecho detener a dos extranjeros que intentaban verlo por este asunto.

Abu Mansur Al-Amriki tiene una casa, un coche y un burro en la ciudad somalí de Merka, donde reside cuando no está combatiendo. Algunas fuentes señalan que consiguió una segunda esposa. La posibilidad de que huya del país, y que pase información a los EEUU, es remota pero seguramente es la que lo lleva a decir que su vida está amenazada.

Los 30 segundos de fama de Joseph Kony

“Al menos ha servido para que millones de personas conozcan a Joseph Kony”, tratan de convencerme. Y yo les apuesto que en una semana, o quizás diez días, esos mismos millones de personas se habrán olvidado de Kony y del LRA. O les importará realmente poco. Del director del vídeo de la campaña Kony2012, y de su hijo rubio que nos presenta al principio para mostrarnos algo próximo, familiar y emotivo antes de saltar a la «oscura» África, no me animaría a vaticinar lo mismo.

Paradójicamente, la presencia del pequeño Gavin es la que señala la mayor falencia de la campaña: su exacerbado paternalismo. Paternalista con los africanos, que parecen no tener ni voz ni voto en este asunto, y también con los espectadores, a los que les presenta una historia sumamente compleja en el habitual estilo simplista, ramplón y efectista de las producciones de Hollywood: buenos y malos; rubios heróicos y negros indefensos o perversos.

Para los que conocemos de cerca la ya terminada guerra del norte de Uganda y los movimientos del LRA en la República Democrática del Congo, la República Centroafricana y Sudán (tema que seguimos en este blog en diversos viajes a la región en 2006, 2009 y 2010), la línea argumental del vídeo de la campaña no aguanta el más mínimo escrutinio. Algo que no es casual, porque si la realidad se contase con sus enormes contradicciones y matices el resultado narrativo no sería tan impactante.

Cuestiones como la operación militar Thunder Lightning o la LRA Act han sido convenientemente omitidas o mal explicadas. No estaban por ninguna parte en el «Kit de acción contra Kony».

Asimismo, nada se ha dicho de las disputas ancestrales de los acholi con sus vecinos del norte y del sur, de la estrategia de los colonizadores británicos para militarizarlos y de los ascensos al poder y los descensos al horror de la limpieza étnica que sufrieron de la mano de Milton Obote, Idi Ami y Yoweri Museveni.

Tampoco se tratan asuntos tan importantes como la intervención en el conflicto del gobierno de Jartum o de la importancia del pensamiento mágico entre los acholi, que consideran a Kony un versado hechicero.

Mis preguntas

Una narración, la de Kony2012, con la que coincido en un argumento: las redes sociales están cambiando el mundo. Son una poderosa herramienta de transformación. La gran duda que tengo con respecto al vídeo es: ¿Cómo pretendemos solucionar un problema si ni siquiera nos atrevemos a explicarlo correctamente?

Por lo tanto, ¿sólo son útiles las redes sociales cuando el mensaje se vuelve reduccionista hasta el paroxismo, hasta alejarse enormemente de la verdad? ¿Cuando lo contado parece un video clip de MTV?

Segunda duda al ver la masa de jóvenes que aparecían en el vídeo, como un movimiento político con sus logos, camisetas y banderas. Si hoy manipulamos en pos de una buena causa, ¿por qué mañana no podemos hacerlo en la dirección contraria?

Ya compañeros como José Miguel Calatayud han expresado sus críticas. También MSF. La opinión del español José Carlo Rodríguez, que estuvo 20 años allí, merece ser escuchada con especial atención (tuve la oportunidad de conocer su labor en Gulu, Uganda, en 2005, para La Voz de Galicia. Extraordinario trabajo el que realizaba).

En una próxima entrada expondré mis críticas, que no son pocas. Justamente el respeto a la complejidad del tema, y a la realidad de todas esas víctimas que entrevistamos en estas páginas en Uganda y Sudán, creo que es necesario una exposición sosegada, ajena al ruido y la furia de estos días. Una exposición que apunte un poco más allá del entendimiento del pequeño Gavin.