Referendum. Caja B

14-04-09caja

7 comentarios

  1. Dice ser pepe

    Eneko que no se te olvide que no todas las votaciones son legales…
    ¿que te parece si votamos que maten a alguien y que salga que si?
    eso es democrático segun tu e impedirla es antidemocrático…
    te luces…

    09 abril 2014 | 13:27

  2. Dice ser Stewart Cops

    Muy bueno!!!

    09 abril 2014 | 13:28

  3. Dice ser arcangelus

    Referenum (en relacion a lo votado ayer): Herramienta politica de distraccion para que la gente de a pie olvide sus problemas o altere quien es objeto de su ira por sus pesimas condiciones.

    Ejemplo práctico: en cataluña se habla de la cortina de humo del «derecho a decidir» para no afrontar el hecho de que sus politicos y su INCOMPETENCIA son la principal lacra que sufren y no se va a solucionar con el consabido refendum, sino que se va a empeorar al destinar recursos vitales en algo que es secundario.

    La caja B es algo que debe ser erradicado en todos los partidos, incluyendo a los que se llenan la boca hablando por gente a la que no representan y generando cortinas de humo

    09 abril 2014 | 14:47

  4. Dice ser Barcelonés

    Claro que si, que votemos todos, como dice la constitución, ratificada por los españoles, incluídos los catalanes, la soberanía es de TODOS los españoles.

    no se te olvide Eneko.

    La caja B, es cosa del PP, los españoles poco tenemos que ver, igual que poco tenemos que ver con las ITV o el caso Palau de CiU. No mezcles cosas Eneko.

    09 abril 2014 | 15:58

  5. Dice ser Al Sur de Gomaranto

    Referéndum, caja limpia
    como casi siempre son… las urnas,
    excepto cuando se ganan elecciones,
    ocultando el programa
    con el que se va a gobernar
    o si las elecciones se ganan
    pagadas con el dinero
    que en la caja B se tenga,
    al que llaman dinero afro,
    sucio por su procedencia,
    en definitiva… dinero negro.
    La caja B es antidemocrática
    y más, si la tiene algún partido
    y con ella las elecciones gana.

    09 abril 2014 | 17:13

  6. «Dos vecinos que no se soportan. Sufren desencuentros en su día a día, se infligen mutuamente inocentes maldades para hacerle al otro la vida un poco más difícil. Pero en la Diada de Catalunya de 2013 inopinadamente se encuentran: con el Mediterráneo al fondo, recelosos al principio, acaban por darse la mano ya que deben completar un tramo de la cadena humana. Las diferencias han quedado aparcadas para otro momento porque, como concluye una voz incorpórea, «tenim una cosa en comú: Catalunya».

    El escritor Quim Monzó y el actor Juanjo Puigcorbé protagonizan así el vídeo que l’Assemblea Nacional Catalana (ANC) lanzó como convocatoria de la Via Catalana Cap a la Independència. Lejos de ser irrelevante, este spot sintetiza el imaginario puesto en marcha por la ANC que ha conducido al indiscutible éxito de la pasada Diada. No es una anécdota este relato entrañable, que tiene su clave en una filigrana perturbadora: los problemas que propone dejar a un lado, todo lo que tiene menos importancia que la «cosa en común», se reduce a minucias cotidianas de dos varones blancos de clase media citadina. En este territorio de ficción no existen conflictos de género, de origen cultural o étnico; no hay diferencias de clase. De hecho, ni siquiera parece haber problemas a propósito del territorio mismo que se dice tener en común.

    El imaginario movilizado por la ANC higieniza la política en busca de superar las diferencias en el proyecto de construcción nacional. El conflicto fundamental, allí donde se encuentran todos los problemas, se proyecta hacia un afuera de «nuestra» comunidad. En este imaginario de «lo común» bajo el significante «Catalunya» no se perciben élites ni oligarquías, mucho menos corrupción de la política. No existen sujetos excluidos de la ciudadanía, ni racismo, ni xenofobia, ni centros de internamiento para extranjeros. Nadie parece haber sido desposeído de sus derechos; no hay desatención sanitaria ni desahucios, ni malnutrición infantil o represión de la protesta. Esta política higiénica es, en realidad, la representación de una Catalunya internamente despolitizada propugnada por las voces hegemónicas en el reclamo del «Estat independent». Parece casi una banalidad señalarlo. Pero incluso para algunas posiciones políticas que reconocen conflictos «internos» de Catalunya, estos parecen quedar aparcados o pospuestos para un segundo momento: la lucha que vendrá «después» de alcanzar la soberanía. Primero conseguir un Estado propio, del resto, «ja en parlarem». Cabe preguntar si acaso es posible diferenciar entre estos dos momentos del conflicto: ¿qué efectos políticos tiene el permitir que sea hegemónico el imaginario higienizado de una sociedad que en realidad se encuentra inevitablemente atravesada por las diferencias? Una sociedad donde la cotidianidad de las personas, lejos del relato costumbrista de roces entre vecinos compatriotas, se desliza hacia el deterioro vertiginoso de las condiciones de vida de la mayoría. ¿Qué resultados tiene situar el objetivo de la nación por delante de la vida real de las personas? ¿Se puede concebir una comunidad por fuera, antes o más allá de sus conflictos internos, de la manera como en su interior se administra incluso la violencia que unos sujetos ejercen contra otros? ¿Quiénes se pueden permitir aparcar o posponer sus conflictos o sus diferencias en favor de qué lugar común?

    El discurso típico de los eslóganes de la ANC enfatiza ese común voluntarista: «No et perdis aquest moment històric», «hi ha molta feina per fer i ho hem de fer tots junts». Ese nítido discurso sobre la comunidad —identificada con la Nación— por encima de las diferencias y las contradicciones encierra una paradoja: parece dar por hecho el significado de la Independència. El imaginario hegemónico movilizado por la ANC encuentra otra de sus claves en el binomio dependencia/independencia. Cabe preguntarse: ¿de qué dependen quiénes? En Catalunya, tiene lugar en este momento una amalgama de la revolución «independentista» y la «revolución democrática» que nadie con madurez política puede pasar por alto. Pero nos parece importante preguntar si la asociación entre ambas no se está produciendo a costa de evitar discutir también el conflicto entre uno y otro tipo de revolución. No hay discusión posible acerca de la legitimidad democrática del reclamo de un territorio autodeterminado por la sociedad que lo habita. De ese suelo de reconocimiento democrático tenemos que partir. Pero también resulta imprescindible preguntar en este proceso: ¿cuáles son los problemas que conlleva asimilar la emancipación colectiva a la consecución de un Estado propio?

    Parece que en la actual representación hegemónica del soberanismo en Catalunya la emocionalidad juega un papel importante a la hora de confundir el proceso –una revolución democrática hacia la independencia– con su objetivo finalista: un Estado propio. ¿De qué poderes dependemos? ¿Qué y quiénes quebrantan la soberanía de esta sociedad? La respuesta no puede ser única; pero el acento puesto en unos u otros posibles tipos de respuesta, caracteriza las diferencias entre las concepciones de la revolución democrática que hoy estarían en juego. ¿Cómo deja un Estado de estar sometido al dictado de los mercados financieros, tal y como lo están los Estados que hoy conforman la Unión Europea? Pensar una independencia «catalana» en términos de democracia real, esto es, de reparto de la riqueza y de distribución efectiva del poder político, nos sitúa en una escala diferente de la visión finalista del Estado propio. Mirado con atención, el proceso histórico que ha hecho de la Troika europea el órgano de planificación y decisión sobre nuestras vidas nos obliga a pensar más allá de la propuesta soberanista hegemónica, para activar un nuevo tipo de soberanía del «pueblo catalán». Y del pueblo «griego». Y del «italiano». Y del «español».

    La soberanía sólo puede pasar por la emancipación respecto del poder fundamental que hoy se ejerce sobre los sujetos que habitan el territorio histórico de Europa: la Unión Europea secuestrada por la dictadura financiera. Esa dictadura está tanto «afuera» como «adentro», también en el caso de Catalunya. De hecho, solo nos parece posible pensar la independència de Catalunya redefiniendo el concierto de los Estados europeos, lo que implica tanto España, como al conjunto de la UE. Sea cual sea la modalidad de Estado que se conformase –Estado catalán europeo, Estado catalán federado al resto de una España reconfigurada…– No sería nunca de por sí un Estado de pleno derecho, como no lo son siquiera ya los grandes Estados europeos. Los pequeños, hace tiempo que han devenido «dominios» de una UE raptada por las élites financieras.

    Sea como sea, creemos importante no confundir el proceso con su determinación finalista. La cuestión que importa no es el futuro de un Estado catalán, sino cómo se está conformando el actual proceso soberanista. Durante el pasado 11 de septiembre, la Diada fue escenario de otras manifestaciones diferentes de la Via Catalana, como fue el caso de “Encerclem la Caixa» –Rodeemos la Caixa–. Pero resultaron casi invisibles frente a la representación hegemónica del soberanismo. Bajo el poder emocional y el poder político efectivo del imaginario higiénico, ¿se hace posible poner en dificultades reales a las élites enriquecidas por el desempoderamiento criminal y la desposesión violenta de la ciudadanía? ¿Se hace posible construir un proceso de emancipación inclusivo de quienes hoy son despojados hasta de su mera condición de ciudadanos?

    ¿Cómo hacer de la revolución democrática un proceso que no disimule frente a la debacle histórica que está provocando el poder financiero? ¿Qué tipo de alianzas políticas se han de establecer entre los fragmentos de una sociedad dividida, rota en favor de los intereses de las élites? ¿No es en solidaridad y alianza política con los sujetos desposeídos del resto de los territorios europeos —lo que incluye al resto de la península— donde invertir los esfuerzos de una revolución democrática? En una coyuntura histórica grave y urgente, ¿podemos seguir permitiéndonos que la Nación se sitúe en el centro, desplazando la multiplicidad de conflictos de la sociedad existente?».

    por Rubén Martínez
    Observatorio Metropolitano de Barcelona
    Este texto parte de discusiones colectivas mantenidas en el espacio de la Fundación de los Comunes.

    09 abril 2014 | 17:16

  7. Dice ser Julian Martinez

    Sres. Estos manipuleos por siempre acontecieron, pero hoy es algo sin precedentes el engaño y corrupción que obligatoriamente tienes que tragarte o de lo contrario te aplican le Ley, porque es ley que aprobaron los que tienen el poder para proceder en todo respaldados por el poder de las armas para matar entre otros martirios. Esto lo tenemos en cada paso que el ciudadano de a pie tiene que dar para moverse en la sociedad de hoy. Por lo que no creo nada, «solo que si tienes dinero consigues poder, y si tienes poder, consigues dinero». Lo demás, es bla, bla, bla.

    Lo demostrable científicamente también es fiable, NO el malabarismo que tanbien nos hacen y aplican comercialmente mas los milagros.

    En cuanto a las múltiples de religiones, solo digo; «Amen Jesús». Que conste que no soy ATEO, ni ningún ser humano en el planeta lo es. Esto son meta- farsa inventadas de los vividores malabaristas, etc. etc.

    Todo esto y algo mas, lo he aprendido en la Universidad de la vida siendo varias décadas de sufrir golpes y analizamientos del POR QUE, adquiriendo un instinto al igual que el viejo zorro, que paso por muchas cacerías donde ya no le queda ni pelo bajo el rabo de los tiros que le lanzaron y sufrió que por suerte sigue vivo para contarlo.

    Dejar a Eneko, tranquilo que por el ejemplo en el dibujo que nos dedica, NO esta descaminado..!!

    10 abril 2014 | 00:35

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