Marcha de la dignidad

14-03-21dignidad

7 comentarios

  1. «El ciudadanismo se concreta en un conjunto de movimientos de reforma ética del capitalismo, que aspiran a aliviar sus efectos mediante una agudización de los valores democráticos abstractos y un aumento en las competencias estatales que la hagan posible, entendiendo de algún modo que la explotación, la exclusión y el abuso no son factores estructurantes, sino meros accidentes o contingencias de un sistema de dominación al que se cree posible mejorar moralmente (Manuel Delgado, en la acampada del 15 M de Barcelona)

    El término «ciudadano» es un término interclasista, un término que reproduce una de las grandes fantasías de la sociedad capitalista: la igualdad formal como camuflaje de una desigualdad esencial. Rajoy, Botín y el indigente de mi barrio sólo tienen una cosa en común, aparte de pertenecer a la especie denominada homo sapiens: los tres son «ciudadanos».

    Los filósofos Carlos Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero han expuesto en sus obras, con bastante razón a mi parecer, que nuestra revolución debe aspirar a crear una sociedad de ciudadanos dotados de independencia civil real, lo cual sólo puede lograrse colectivizando los medios de producción. Pero también han dejado meridianamente clara otra cosa: bajo el capitalismo, la ciudadanía es una farsa porque no se cumple ese requisito.

    Por tanto, bajo una sociedad capitalista hay dos clases de ciudadanos: los empresarios (la clase dominante) y los que, por no tener medios de producción, nos vemos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir. Los primeros no deben tener sitio en nuestra asamblea porque, de hecho, si nuestra asamblea tiene algo de emancipador, su tarea esencial será luchar contra la dominación que dichos ciudadanos empresarios ejercen.

    Es cuestión de clase

    Y es que el análisis de clase de la sociedad no es un antojo purista. Es sencillamente la única forma de entender algo de lo que sucede a nuestro alrededor. El lenguaje nunca es neutral, sino que nos ayuda a configurar el reflejo de nuestra realidad circundante y, por lo tanto, a transformarla mediante consignas y tácticas adecuadas. Por eso no rechazamos la categoría de la «ciudadanía» por empecinamiento. Más bien observamos un empecinamiento de los ciudadanistas por meternos esta palabra hasta en la sopa.

    Diferentes encuestas corroboran algo: el término «ciudadano» es, principalmente, un término propio de ambientes universitarios, refinados y cultos. La gente normal de los barrios suele emplear la categoría de «pueblo» y, también con relativa frecuencia, habla de «los trabajadores». Rara vez se refieren a sí mismos como «ciudadanos». ¿Y por qué empeorar la situación? Es positivo que así sea, ya que la palabra «pueblo», aun sin ser tan precisa como la noción de «clase trabajadora», ha tenido siempre a lo largo de la historia connotaciones jerárquicas muy claras, haciendo referencia siempre a los de abajo. Rajoy o Botín no son parte del pueblo, aunque sí son ciudadanos, ya que la ciudadanía es más que nada una noción administrativa, legalista… y poco respetuosa con los inmigrantes sin papeles, por cierto.

    Pero, como ya nos conocemos de sobra, me adelantaré a lo que contestarán los «ciudadanistas». «Es que no se puede ser tan radical, así irá más gente a las manifestaciones», etc. Desgraciadamente, esta insensatez ha salido incluso de la boca de miembros del Frente Cívico creado por Anguita. Me sentiría mejor, con todo, si alguien me explicara qué fundamento empírico tiene tal presuposición.
    La verdad es que una idea así sólo la puede albergar alguien que, por no salir nunca del reducido ambiente de la pequeña burguesía radicalizada en el que se mueve, cree que la palabra «pueblo» causa rechazo en la gente mientras que la categoría «ciudadana» le gusta.

    Como siempre, la ignorancia es demasiado atrevida. La categoría de «ciudadanía» puede encontrarse fácilmente en autores tan «modernos» como Platón y Aristóteles. Es decir, que ya se usaba en el siglo IV a. C. En cambio, categorías como «clase obrera» tienen menos de dos siglos de antigüedad. Por lo tanto, alguien que habla de ciudadanía está 23 siglos más anticuado que alguien que habla de clase obrera.

    Supongamos que planteamos prohibir los desahucios, cosa con la que yo naturalmente estaría de acuerdo. Si bajo el capitalismo se hiciera tal cosa, ¿qué propietario iba a alquilar una casa, sabiendo que los inquilinos no tienen la obligación de pagar? La única solución sería la expropiación forzosa. Si insistimos en la propiedad es porque es la clave, no por sectarismo. Sectaria es la obsesión por parte de los ciudadanistas de que no se toque la propiedad.

    En última instancia, el ciudadanista niega la existencia de ideologías (algunas de las cuales, aun siendo justas, pueden estar dominadas y minorizadas) e intenta convencernos de que es la ciudadanía en sí misma, con su derecho formal a la participación, la que nos hace ser libres. Nosotros, que no somos eclécticos ni queremos serlo, defendemos la liberación no sólo formal, sino esencial, de una parte de la población que se encuentra oprimida y cuya explotación es perfectamente legal. Por lo tanto, aspiramos a que las ideas que defienden dicha liberación se extiendan y ganen hegemonía hasta condicionar el discurso político de toda la sociedad.

    En realidad, el concepto de «ciudadanía» no ha sido históricamente emancipador. En las democracias griega y romana la ciudadanía se otorgaba como un privilegio y para contar con mas reclutas para los ejercitos y conquistar nuevos territorios.

    Hoy día, el concepto de «ciudadano» funciona porque está limpio de resonancias hacia la desigualdad de clase que padecemos. Por eso, a fin de desactivar el conflicto, las instancias oficiales emplean este término. El ciudadanismo es, pues, la ideología que el poder establecido usa para mantener el orden público, para intentar que nos «autocontrolemos» nosotros mismos, que seamos nuestra propia policía interior. Pero salvo el poder, todo es ilusión.

    La «cosa ciudadana» no puede aportarle nada a los explotados en su lucha por la libertad, salvo confundir aún más los actores políticos, los aliados y los objetivos. Máxime si su propósito es conformar una «candidatura electoral ciudadana» de programa ambiguo, confuso y que deja totalmente intacta la estructura del poder económico. Porque, parafraseando a Guevara, no se puede confiar en el ciudadanismo, pero ni tantito así, nada».

    Estractos del artículo 16/3/2013
    Manuel Navarrete
    lahaine.org

    EL SABADO 22, ¡¡ TOD@S A MADRID !!!
    http://marchasdeladignidad.org/

    21 marzo 2014 | 18:42

  2. Queridos ciudadanos:
    Me llamo Carlos Rubio Recio, tengo 26 años, estoy en el paro, vivo con mis padres, y practico el activismo pasivo. Sé que esto último puede sonar un poco raro, lamentablemente, lo otro suena bastante normal, pero me parece la mejor manera de definir mi “estado actual”.

    Llevo meses colgando videos, enlaces a noticias, montajes de fotos y viñetas gráficas, en mi muro de Facebook, criticando las últimas medidas que esta tomando el gobierno, y sobre todo, su enorme soberbia al hacerlo. Pero hace un mes que no voy a una manifestación. Esta semana no fui a recibir a los mineros, y ayer no fui a las distintas concentraciones que hubo en Madrid. Ahí esta el problema.

    Es cierto que puedo, que debo compartir en mi muro la foto de los mineros manifestándose, pero si no voy a recibirles cuando llegan a Madrid, no sirve de nada. El día que los mineros llegaron al kilometro cero, después de haber recorrido cuatrocientos durante veinte días de marcha, yo no fui capaz de salir de mi casa, pagar el “módico” precio de un billete combinado, y plantarme en la Puerta del Sol para recibirlos. Me dio pereza. Así, con todas las letras.

    Vivimos tiempos difíciles, no hay día que no haya, que no nos den, un motivo para quejarnos, y con razón. Esta semana, que ha sido especialmente intensa, he visto como mi muro de Facebook se saturaba de mensajes y videos de mis amigos, compartiendo su indignación por todo lo que está pasando. Sé que muchos de ellos, no solo cuelgan videos de las manifestaciones, sino que también asisten a ellas. Son gente coherente. Activistas activos. Pero también sé que muchos de mis contactos, pese a estar profundamente indignados, y hacérmelo saber a través de sus publicaciones, no salen a la calle a manifestarse. Son en definitiva, activistas pasivos. Como yo. Nosotros somos los indignados favoritos de los políticos. Nos quejamos, sí, pero no molestamos demasiado.

    Porque la verdad es que a los políticos les da igual que hagamos ingeniosos montajes con sus fotos, que colguemos videos haciendo repaso de sus viejas promesas, o que comentemos en foros todo lo que creemos que están haciendo mal. Sí, esta claro que les incomoda que la información circule más libremente de lo que a ellos les gustaría, pero en realidad lo que más les molesta son las manifestaciones, las grandes concentraciones, que los ciudadanos llenen “sus” calles. Y me temo que yo, en este sentido, soy un ciudadano muy poco molesto. Me he acomodado, me he conformado con “compartir” mi descontento, sin hacer nada más. Y eso es algo que los que gobiernan este país no se merecen. Creo que se merecen mucho más por mi parte. Ellos se están esforzando al máximo para sacarme de casa, para que me de un poco el aire, y yo sigo sin corresponderles adecuadamente. Y creo que se han ganado a pulso mi metro noventa haciendo sombra en la calle, y que mi voz, unida a muchas otras, les taladre los oídos a base de bien. No se merecen menos. Y en este punto, reconozco que tengo que hacer un esfuerzo por no perder las formas, porque sé que si las pierdo, el mensaje se desvirtúa, o al menos, eso es lo que me enseñaron en el instituto público donde estudié. También, algo que he aprendido a lo largo de los años, y que la historia se ha obstinado en demostrar una y otra vez, es que los políticos, los que gobiernan, la inmensa mayoría, siempre han sido muy duros de oído, y muy ciegos. Hay que decirles las cosas muchas veces y muy alto, para que te oigan. Hay que llenar mucho las calles, para que reconozcan que están llenas.

    Y como ya os digo, si, puedo twittear, o compartir un bonito eslogan, una frase que en pocas palabras exprese lo que siento, pero si luego no lo escribo en una pancarta y salgo a la plaza, no sirve de nada. O bueno, tal vez sí, tal vez sirva para que otra persona lo lea por internet, y decida ponerlo en su pancarta, o en su camiseta, o corearlo en la manifestación, y que esa persona, que no soy yo, pero que se manifiesta por mí, le saque partido mientras yo me quedo en casa, tal vez compartiendo más tarde en mi muro la foto de ése manifestante, con ésa pancarta, con ésa cara que no es la mía.
    Así pues, he decidido que si bien es importante compartir, comentar, difundir por internet mis preocupaciones, y los motivos de mi indignación, esto solo puede ser concebido como una actividad completaría, pero en ningún caso sustitutiva de nada.

    Esto es, debo salir a la calle a manifestarme. No me gustan las aglomeraciones, me intimida sobremanera la policía, más si va a caballo, y todavía más si dispara pelotas de goma, pero debo hacerlo. Aunque solo sea para tener el derecho de quejarme, y que el pataleo que me cojo a diario no se quede en casa.
    Soy un activista pasivo, y quiero dejar de serlo. Quizá tú, que ahora me estás leyendo, también lo seas, así que piénsatelo, porque quizá tú también quieras dejar de serlo.

    Por último, queridos ciudadanos, solo me queda agradecer vuestra atención y, por favor, disculpadme si esta carta se os ha hecho demasiado aburrida, demasiado larga, o demasiado intranscendente, pero es que a veces, la mejor manera de hablar con uno mismo, es escribir para otros.

    Un cordial saludo:
    Carlos Rubio Recio.
    julio 14, 2012
    P.D. Si os ha gustado esta carta, podéis compartirla en vuestro muro, o no.

    21 marzo 2014 | 18:53

  3. Dice ser Manolo

    Gracias Eneko de acordarte de las marchas que tanto han silenciado la mayoría de los medios de comunicación.

    21 marzo 2014 | 20:56

  4. Dice ser Julian Martinez

    Esta situación de escalabro social permanente, no tiene arreglo alguno mientras todos los pueblos de Europa, se levante como una gran estampida organizada y expulsen a la corrupción que hoy gobierna
    la euro zona y que es sabido quienes son los Jefes dirigiendo la miseria y pobreza con recortes salvajes
    impropios en el siglo, XXI con altas tecnologías.

    Parece que se fomenta un gran cataclismo ante la inexistencia del sistema financiero Internacional al estar todo el planeta asumido en un permanente caos social por el aumento de grandes miserias de pobreza con abuso de poder con amenazas de torturas, prisiones guerras y muertes. Estamos gobernados por enfermos psicópatas, no ven que todos cabalgamos en el mismo barco..,!!

    23 marzo 2014 | 02:34

  5. Dice ser fotografo malaga

    Segun que cadena pongas, la marcha de ayer tuvo más o menos repercusión, que vergüenza alterar así la información

    23 marzo 2014 | 18:31

  6. Dice ser fotografo malaga

    Enhorabuena por el artículo

    23 marzo 2014 | 18:32

  7. Dice ser Al Sur de Gomaranto

    Todos estuvimos en la marcha
    antes la imposibilidad de hacerlo
    como nos hubiera gustado
    entre los que caminaban,
    estuvimos en espíritus.
    y seguro que llegaron
    hasta Madrid nuestros gritos,
    nuestras protestas y enfados,
    Marcha de la dignidad,
    marcha de los indignados,
    Lástima que como siempre,
    alborotaran y banalizaran
    los que siempre alborotaron,
    esos que quizás alguien paga,
    esos que como el Cojos Mantecas,
    todo lo van destrozando,
    que aunque sean minoritarios
    dan argumentos y pretexto
    a tertulias de tele y radio
    para desprestigiar las protestas
    que con justicia hace el pueblo,
    que pide pan, techo y trabajo.

    24 marzo 2014 | 07:41

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