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"Odio la televisión del
mismo modo que detesto
los cacahuetes. Pero no
puedo dejar de comer
cacahuetes". Orson Wells

‘Narcos’ o el éxito de Netflix cuando apuesta por hablar en español

Odio las expectativas casi tanto o más que los spoilers. Las ideas preconcebidas son capaces de destrozarte irremediablemente una serie, es así. Llegan sin avisar. Y si la serie no cumple dichas expectativas, la desilusión se manifiesta sin ningún tipo de piedad. Por eso he interiorizado (aunque admito que me ha costado lo mío) la ley que todo seriéfilo debería conocer de antemano: no crearse falsas esperanzas por muy bien que las cadenas vendan sus productos.

Os estoy contando todo esto porque quiero que sepáis que mis expectativas con Narcos eran bajas. Y lo eran a propósito. Se trata, por si no sois conscientes, de uno de los estrenos de Netflix más esperados de esta temporada, anunciado a bombo y platillo durante meses.

Ante tantísima propaganda y grado de exposición, decidí ponerme la coraza. Lo que menos me apetecía era desilusionarme con una serie a la que presentaban como la sucesora de Breaking Bad. Y me alegro de haberlo hecho porque después de verla, puedo decir con tranquilidad que no defrauda.

Su primera temporada supera con creces y desde el capítulo uno la tanda de episodios debut de Walter White (que no os sorprenda, adoro Breaking Bad, pero soy muy crítica con las dos primeras temporadas, aunque de esto ya hablaré otro día 🙂 ).

Narcos retrata el narcotráfico y la corrupción colombiana de la década de los 80. Bucea en la vida de Pablo Escobar, el líder y máximo jefe del imponente cartel de Medellín que fue abatido en 1993, y se sumerge de lleno en el ascenso político de uno de los criminales más ricos del territorio, causante de miles de muertes.

Dinero, sangre, violencia e ingentes cantidades de cocaína que, sorprendentemente, dejan en ridículo el ‘macrolaboratorio’ de Gus Fring. La serie muestra una vida de excesos e ilegalidades tan desmesurada que me llegué a plantear si esos hechos sucedieron en la vida real. Y lo aborda desde dos perspectivas: la lucha de los narcos por introducir la droga en Estados Unidos y por expandirse, y la de la DEA en territorio hostil.

Es adictiva, intensa, entretenida, pero sobre todo y lo más importante, la primera ficción latinoamericana de Netflix es diferente. La plataforma digital se aventuró a hacer lo que nadie había hecho hasta ahora: una superproducción centrada en Latinoamérica, que además es capaz de jugar con el inglés y el castellano de manera equitativa, sin complejos. Una forma de ganar suscriptores en el continente, de poner el foco en otro público.

narcos

Pero los hispanohablantes encontraréis una pega, la misma que encontré yo en los primeros capítulos: el acento del protagonista, interpretado por el brasileño Wagner Moura (Tropa de élite), que se lanzó a la piscina a la hora de interpretar el personaje sin dominar el idioma. Es muy probable que los estadounidenses no noten la diferencia, pero Moura no habla castellano fluido y eso es más que evidente y resta algo de credibilidad al personaje.

Para los adictos a Juego de tronos, por cierto, deberíais saber que el chileno Pedro Pascal (esa despiadada y maravillosa a partes iguales víbora roja en la ficción de HBO a quien tanto echo de menos) aparece en la serie.

Después de la chapa que os he dado, os aconsejo que la veáis, en serio, es uno de los mejores estrenos de esta temporada otoñal.

¡Feliz viernes!

 

 

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