El empeño del presidente del Valencia, Manuel Llorente, por venderle a David Villa al Barcelona por una cantidad «escandalosamente escandalosa» fructificará tarde o temprano.
Las pretensiones de Llorente son que el club azulgrana desembolse 50 millones de euros por el traspaso del delantero asturiano y no los 42 que ofrecen los catalanes.
Por mucho que Joan Laporta, presidente culé, lo niegue- «No estiraremos más el brazo que la manga y no pagaremos 50 millones por Villa. Haremos los retoques que tengamos que hacer, pero los jugadores que nos interesan los tenemos que conseguir en unas condiciones razonables«, dijo ayer- acabará cediendo.
Primero, porque Villa es una petición expresa del técnico Pep Guardiola, quien ya ha llamado al futbolista personalmente para transmitirle tranquilidad y asegurarle que acabará jugando en el Camp Nou.
Segundo, porque fue el propio Laporta quien habló con Villa para pedirle paciencia en el trasncurso de la operación y ahora no puede dejarle en la estacada.
Y tercero, porque Laporta sabe que si Manuel Llorente tasa al futbolista en 50 millones no hay negociación posible debido a que el dirigente valencianista habla por boca de Bancaja, principal acreedor del Valencia y entidad financiera a la que el equipo del Turia adeuda unos 300 millones de euros.