La cuarta temporada de Masterchef ha arrancado con fuerza, conscientes como son de que se prestará tanta atencióna los fogones como a los jueces, que aún se resienten del atracónde críticas por el sucesodel León-Come-Gamba (el ecce homo de la cocina descubierto por el espacio).
La culpa no fue del trío Pepe, Samantha y Jordi, sino de los responsables de casting que permitieron concursar al creador del desaguisado.
Por ello, el programa ha echado el resto, presentando a más aspirantes a concursantes que nunca, y mostrándonos sus vidas más que nunca, para que el reality suba enteros con respecto al concurso de cocina.
Solo en el primer programa ya vimos a Eva González llorando porque una amiga suya no entraba. Asistimos a cómo Pepe Rodríguez le regalaba un equipo de electrodomésticosde cocina a otra aspirante que no pasó la criba y que no tenía recursos económicos.
Y entre los 15 escogidos, nos topamos con rolesque cocinan bien, pero que además aportan un relato televisivo mejor y típico: dos gemelas, dos guaperas, el empollón, el ama de casa entrañable, la hiperactiva, el moderno, el teenager…
Como diría Jordi Cruz: «rock & roll».
.@RaquelMChef4 flipa con el plato de su hermana @VirginiaMChef4 #masterchef pic.twitter.com/4hMepaeyyg
— MasterChef (@MasterChef_es) 12 de abril de 2016
Sinceramente, es una pena que en esta cuarta edición primen las lagrimas, lloriqueos y asuntos personales sobre la cocina. En casa nos sentimos decepcionados por un concurso que ha perdido sus orígenes en pro del morbo.
http://cocinadeemergencia.blogspot.com
14 abril 2016 | 10:52
Una mierda de programa, cero cocina %, 100 % reality.
22 abril 2016 | 12:32