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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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La arrogancia de la ignorancia. Un título redondo, como las manzanas

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Creo que voy con retraso ya que no fue hasta este viernes pasado cuando me enteré del que para muchos es ya “el famoso vídeo de las manzanas con plástico”. Este vídeo, compartido y dispersado de forma viral por las redes sociales como solo este tipo de documentos alarmistas consigue, contiene el experimento y reflexiones de un ciudadano que extrae, raspando con un cuchillo la superficie de la piel de una manzana, una “sospechosa” sustancia blanquecina en forma de polvo. Su protagonista, desconoce de qué se trata y a pesar de que la primera respuesta que le viene a la cabeza es que la sustancia desconocida sea cera (lo que realmente es) este descarta esta posibilidad de forma inmediata en base a contrastar que no arde cuando le aplica una llama y a que le huele a plástico. A partir de aquí, las conclusiones son de lo más disparatadas… como a él le huele a plástico, ha de ser plástico y que al parecer está ahí puesto para envenenarnos mientras las autoridades sanitarias (al parecer conocedoras del hecho) no hacen nada. Conspiranoia pura y dura generada a partir de la ignorancia del protagonista del vídeo que no duda además en aportar conclusiones alarmistas.

El vídeo en cuestión es este:

La cosa ha tomado tal importancia que ya hay quien afortunadamente ha salido a la palestra contratacando con las mismas armas, es decir, con otro vídeo pero en esta ocasión con mucha más lógica y racionalidad para explicar las sandeces que en el vídeo original se expresan. En este segundo vídeo, Mauricio Schwarz (@elnocturno), reflexiona sobre las razones que le pueden mover a alguien para realizar un vídeo tan absurdo como el anterior y termina aportando dos claves para su éxito. Por un lado, la parte más evidente, aquella que refiere al fácil impacto que tienen determinadas “noticias” en nuestros miedos más primitivos, entre ellos la posibilidad de morirnos o enfermar con algo que hacemos todos los días y que además no podemos dejar de hacer: comer. Y por el otro, lo más preocupante, lo que el propio Mauricio cataloga como la arrogancia de la ignorancia. Veamos, el vídeo original tiene dos premisas claras; la primera: el protagonista reconoce que no sabe qué es lo que sale de la manzana cuando la raspa (descartando al mismo tiempo la verdadera respuesta a partir de un experimento casero con una importante cantidad de sesgos) y; la segunda: elucubrar y dar por sentado una serie de conspiraciones que terminan, según él, por situar una sustancia venenosa en las manzanas.

No te pierdas el vídeo de Mauricio Schwarz, enormemente didáctico y divertido.

Como decía, lo más alarmante de esta situación es que hay gente que además de creerse los razonamientos del primer vídeo, provocan el efecto bola de nieve dándole difusión reforzando su credibilidad en lugar de la mofa que es, lo que en buena lógica, a mí me sugirió cuando lo vi por primera vez. Es decir, la peligrosa arrogancia de la ignorancia. Una fea característica para algo que no tiene porque ser intrísecamente malo; ya que tal y como comenta Schwarz, el reconocer que no se sabe algo debería de ser el primer paso para la adquisición del conocimiento. A día de hoy hay muchísimas fuentes confiables a las que poder recurrir antes que arrancarse a divagar y calumniar.

Si te ha gustado este post quizá te interese consultar:

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Notas: No te pierdas el artículo a este respecto de El comidista (@mikeliturriaga).

Mi agradecimiento de hoy para Regina Aragonés (@ReginaAragones) incansable fuente de ideas para este blog (y que siga). Besos guapa.

Imagen: El retorno de los charlatanes

Pulseras y colgantes “de la suerte” con leguminosas “de la muerte”

Abrus_precatorius_seedsCreo que no tengo una faceta sensacionalista especialmente destacada. Por tanto, sin pretender incurrir en este defecto, me gustaría poner de relieve un potencial pero importante riesgo que existe con la comercialización de ciertas pulseras y colgantes de apariencia exótica (en realidad exóticos sí que son) que se confeccionan con las semillas de determinadas leguminosas que son bastante tóxicas.

Al parecer, la comercialización de esta especie de bisutería tóxica (que no exótica) se está popularizando en los últimos meses en España a partir de mercadillos, tenderetes, y puestos de venta ambulante con el reclamo comercial de propiciar suerte a quien las porta. Es más, están a la venta vía Ebay o Amazon bien como piezas de bisutería tal cual o como abalorios sueltos para confeccionarla por tu cuenta. Puedes contrastar el calado de este peligro en este enlace que se hace eco de la incautación por parte de la Policía Local de Mérida de una buena remesa de estas piezas cuya venta en realidad está prohibida al carecer de las garantías sanitarias que regulan productos de esta naturaleza. En la misma línea de actuación ha salido a la palestra la Dirección General de Consumo del Gobierno de Aragón que ha alertado  sobre la venta de productos elaborados con semillas de Abrus precatorius, como artículos de bisutería y joyería, y que pueden ser tóxicas por ingesta o por contacto. Incluso la Asociación Española de Leguminosas se ha hecho eco del asunto.

No tiene desperdicio el video de un sujeto, que ufano él, responde sin el menor rubor a una periodista al respecto de las esotéricas propiedades de estas semillas y sin hacer la menor mención a su peligro.

Se trata de unas semillas (de huayruro) procedentes de una especie de leguminosa que tienen llamativos colores entre el rojo y el anaranjado con uno de sus extremos de color negro (junto a la cicatriz que le une a la vaina). En cuanto a la forma están a medio camino de lo que pudiera ser un guisante o una alubia relativamente pequeña. De todas formas también existen variedades de color pálido o blanquecino (más al uso de lo que sería una alubia blanca) que son igualmente tóxicas, con el agravante de que en este caso dichas variedades blanquecinas pueden confundirse mucho más fácilmente con un producto alimenticio habitual (o ser “recetadas” por un practicante de la medicina “alternativa”).

El caso es que estas semillas contienen un potente tóxico, la abrina, cuyo efecto consiste en la inhibición celular de la síntesis proteica. Está bastante bien asumido que la dosis letal de abrina ronda los 0,1 a 1 microgramos de abrina por kilogramo de peso corporal. Es decir, la ingestión de 75 microgramos de abrina es capaz de producir la muerte casi con total seguridad en un adulto de 75 kg… o lo que es lo mismo 0,075 miligramos bastan. Como ves es un potente tóxico, hasta el punto de haber sido utilizada como parte del arsenal de algunas armas químicas y ataques terroristas.

Pulsera legumbres venenosas

Sin embargo, hay algunos estudios que apuntan a que la ingestión, sin más, sin morder de las semillas, no debería producir mayores trastornos ya que la gruesa piel de las semillas protegen su interior de la acción de las enzimas digestivas. El problema vendría en el momento que se mastican e ingieren, momento en el que se liberaría la abrina. Con sinceridad, habida cuenta de su toxicidad yo no me andaría con tonterías.

Como he dicho hay también quien alerta de su toxicidad por contacto… con sinceridad no he encontrado referencia a casos clínicos de esta circunstancia. Sin embargo, si he encontrado en este sentido algunas noticias. Y es que tal y como revela este estudio, la mayor parte de las referencias a la intoxicación por abrina alude a su ingesta, aunque tanto el contacto como la inhalación de la sustancia son vías posibles y constatadas.

Sea como fuere creo que conviene estar al tanto, en especial si no las conocías y si tienes niños pequeños… o si diciéndote que es una leguminosa te da por comértela. Y por supuesto si conoces de su venta, creo que lo más conveniente es que denunciaras el hecho… yo lo haría.

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Imagen: USDA Wikimedia commons y https://www.facebook.com/pages/El-Poder-del-Huayruro/577952262224556

¿Es el azúcar veneno?

Azúcar_Grant CochraneLa opinión sobre el consumo de azúcar está francamente dividida. Por un lado hay personas que criminalizan su consumo como si de un veneno tal cual se tratara y, por el otro hay quienes la santifican como una fuente de energía rápida e incluso la asocian a una sensación de felicidad.

En mi opinión ni una cosa ni la otra. Como ya comenté en la entrada “La falacia de catalogar los alimentos en buenos y malos” la bondad o maldad de estos vendrá marcada más por el uso que de ellos hagamos en términos de frecuencia y cantidad que de la propia naturaleza del alimento en sí. De vuelta a Paracelso recuerda que “Todo es veneno, nada es veneno. Sólo la dosis hace el veneno” una frase que se le puede y debe aplicar tanto al azúcar que hoy saco a colación como a cualquier otro alimento.

Este posicionamiento que queda muy bonito sobre el papel es preciso matizarlo haciendo constar que en la actualidad tenemos una sobreabundancia de alimentos superfluos que incorporan el azúcar en su composición de forma masiva. A veces como único nutriente, con el paradigmático ejemplo de los refrescos (aquellos que no incorporen edulcorantes artificiales) y en ocasiones como ingrediente principal o mayoritario. Incluso en alimentos sobre los que a priori la población general no cree que sean especialmente ricos en azúcar. El caso es que, al final, consumimos mucho más azúcar que el que sería conveniente o que por lo menos sería el recomendado. Dejando de momento a un lado el tema de los refrescos (ya he hablado en anteriores entradas largo y tendido) merece la pena que veamos otros casos de hasta qué punto el azúcar puede llegar a estar presente en nuestra alimentación.

Uno de los ejemplos lo tenemos en un conocido producto cuyo eslogan publicitario más famoso hace referencia a sus ingredientes en la forma de: “leche cacao, avellanas y azúcaaaaar…” Pues bien, resulta que cuando se consulta su lista de ingredientes el primero de todos, el más abundante es el azúcar (y seguido de las grasas vegetales) hasta el punto que los tres primeros ingredientes del eslogan no llegan a sumar más del 15% de su composición. Es decir, mucho azúcar y mucho de otros ingredientes (las grasas vegetales) que así a bote pronto y sin dar más explicaciones, no destacan por su especial interés nutricional. Hasta el punto que el azúcar y las grasas vegetales suman cerca del 87% de su composición según la lista de ingredientes. Para más información puedes consultar esta entrada en el blog “Esto no es comida” en el que me he apoyado para traer este ejemplo.

Otro más son las galletas. Sí, en general todas ellas. Incluso suele dar igual que sean del tipo “super-sanas”, integrales o que ayuden a reducir tu colesterol. Al final, como podrás comprobar al leer sus ingredientes en el lineal de tu supermercado más cercano el azúcar en muchas ellas es si no el ingrediente principal sí uno de los primeros (segundo o tercero como mucho). Según un estudio de Consumer, por término medio y dependiendo de la marca, a las galletas del tipo “maría” se les añaden importantes cantidades de azúcar, hasta un 17%. Una cifra que se multiplica por dos o incluso por tres en el caso de las típicas galletas con rellenos diversos (chocolate, crema de chocolate blanco o de vainilla, etc.)

A este tipo de alimentos se les suman muchos otros a la hora de hacer balance de la cantidad de azúcar que podemos llegar a ingerir en el día. Además de los caramelos, chocolates varios y golosinas (como puedes imaginar) es importante considerar también las mermeladas, salsas preparadas y alimentos de los que en principio no se suele sospechar demasiado como los cereales de desayuno, el cacao soluble, los zumos y bebidas “para deportistas”.

A este panorama de superpresencia azucarera se suma la presión de los distintos holdings alimentarios para vendernos sus almibarados productos. Es lo que trata de poner de relieve este esclarecedor documental titulado “Sobredosis de azúcar” y que te recomiendo que veas sin perder detalle cuando dispongas de 55 minutos.

En líneas generales hay una especial sensibilidad con este tema, hasta el punto que determinados productos tienen vetada su presencia en colegios y centros educativos por su escaso valor nutricional en virtud de su abundancia en azúcares entre otros criterios. En España, contamos con un Documento de consenso sobre la alimentación en centros educativos que regula estos aspectos. Otros países también hacen parecido, como por ejemplo Estados Unidos. Aunque la foto que ves a continuación ilustra una campaña para prohibir el uso de las armas en ese país (una campaña de Moms demand action!) se juega a que el destinatario adivine cuál de los dos niños de la foto sostiene en sus manos un producto que ha sido “prohibido” para su protección. Evidentemente el niño que porta el elemento “prohibido” (o al menos regulado) es el que tiene un huevo de chocolate.

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En resumen. Los españoles nos metemos para el cuerpo demasiado azúcar. Tal y como puso de relieve la encuesta ENIDE 2011 sobre hábitos de consumo en España, es destacable que alrededor de un 20% de nuestra ingesta energética se realiza a partir de hidratos de carbono simples, es  decir de los denominados azúcares. Una cifra a tener en cuenta cuando la mayor parte de instituciones sanitarias aconsejan reducir el consumo de este tipo de nutriente a menos del 10% de la ingesta energética diaria.

El otro día oí de nuevo (no recuerdo a quién) esa frase que me parece tan clara y reveladora que dice que más nos valdría comer como un diabético para, precisamente, no llegar a serlo.

De nuevo mi mantra, tal y como dice Madre reciente: no comas mucho de aquello que necesita de publicidad para venderse. No es la clave definitiva, pero con él evitarás muchos alimentos superfluos y con estos muchos azúcares.

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Foto 1: Grant Cochrane via FreeDigitalPhotos.net

Foto 2: http://momsdemandaction.org

Cuando más no es mejor: El agua, la L-carnitina y El Quijote como ejemplo

Más por menos. Más de lo bueno. Más. Más. Más… Vivimos en un tiempo en el que se ha magnificado el “más”, siempre nos parece mejor obtener más de algo a cambio de lo mismo y no tiene por qué ser así, ni tan siquiera de lo que es inicialmente tomado por “bueno”.

 

Introducción

Nuestro organismo necesita de muchas y diversas sustancias y elementos para poder mantener sus funciones vitales dentro de los márgenes de lo que consideramos la normalidad o incluso la excelencia en materia de salud. Así, si algo es necesario para sentirse o “estar bien”, más de ese algo aparenta que será también más beneficioso. Así parece. Pero no. O al menos no siempre.

Al igual que sucede con la cualidad de aquello que se considera venenoso, la cualidad de lo beneficioso está también en relación con su cantidad y tiempo de exposición, o lo que es lo mismo, de la dosis. Una de las máximas más conocidas relativas a la toxicología hace alusión a que la dosis hace el veneno… y no tanto la sustancia en sí o su naturaleza. Si bien es cierto que aquellas sustancias que en pequeñas dosis son susceptibles de ocasionar un gran daño se dice de ellas que son venenosas, sin hacer en principio referencia explícita a su dosis.

 El agua como ejemplo

El paradigma de este concepto lo encontramos en el caso de tomar como ejemplo una sustancia que es considerada intrínsecamente beneficiosa. El agua. Pero, ¿podría ser el agua considerada mala para la salud, o si lo prefieren, un veneno? No lo duden, al igual que con cualquier otra sustancia, la ingesta de agua puede tornarse nociva si superamos una cierta exposición (cantidad y tiempo) en un lapso temporal determinado. Veamos, si consideramos que el agua es “buena” o eso se dice, entonces parecería que cuanto más agua mejor, ¿no? Pues sí y no. Sí hasta un cierto límite, superado el cual, los efectos negativos podrían superar los beneficios.

¿Se puede uno morir uno a base de beber mucha, demasiada, agua? Pues sí, y además aquí tienen un ejemplo que saltó no hace mucho a los titulares: Mujer que se presenta a un concurso para ganar una consola de juegos. Concurso que consiste en ver quién puede beber más agua en el espacio de tiempo de una hora sin pasar por el baño a desahogarse. Mujer que se bebe más de 7,5 litros (en “poco tiempo”), gana la consola, se va a su casa y mujer que se muere probablemente a causa de un fallo sistémico generalizado (riñones, función cardiaca…) motivado por una importante alteración electrolítica (aquí tienen más casos famosos de sobrehidratación).

Que una sustancia sea imprescindible para el sostenimiento ya no de la salud si no de la propia vida no quiere decir que aportarla más allá de las recomendaciones sea mejor. En ocasiones, y además es lo más probable, es que sea peor.

 

La L-carnitina como ejemplo

Otro caso similar lo tenemos por ejemplo en el caso de las sustancias a las que se les ha atribuido la característica –bastante poco afortunada- de “quema-grasa”. Una de ellas es la L-carnitina. No voy a entrar en cuestiones descriptivas definiendo la L-carnitina desde el punto de vista químico, baste con citar para los fines que persigo que esta sustancia se ha revelado de forma bastante convincente que es necesaria para la incorporación de ácidos grasos en la mitocondria celular con el fin de desdoblarlos (romperlos) y obtener energía en forma de ATP (de ahí supongo su denominación de “quema-grasa”).

Entonces, ¿si tomo más L-carnitina “quemaré” más grasa? Pues lo más probable es que no. Los procesos metabólicos tienen su ritmo y dependen de múltiples factores más allá de la sobre-incorporación de una sustancia aunque sea indispensable para llevarlos a cabo. Veamos un ejemplo fácilmente entendible.

 

El Quijote como ejemplo

Supongamos que a ustedes les dicen que tienen que copiar, es decir que tienen que transcribir a mano, El Quijote. Sí, esa obra cumbre de la literatura española. Y antes de empezar les preguntan: ¿Qué necesitas para copiar El Quijote entero? Es previsible que ustedes contesten que papel, bolígrafo, un lugar en el que sentarse y otro en el que apoyarse y, claro está, “mucho” tiempo. O al menos, un cierto tiempo. Entonces, aquel que nos hace el encargo de transcripción nos pregunta: ¿En cuanto tiempo podrás tenerlo terminado? Y nosotros siendo generosos, a la par que sensatos, le decimos que “full-time” en una semana estará trascrito.

Pero imaginemos que nuestro cliente quiere que lo acabemos antes y conocedor de nuestras necesidades antedichas decide aportarnos 1.500 bolígrafos, 2.000 cajas de papel, 200 sillas y 500 mesas… ¿acabaremos antes el trabajo? La respuesta es no… lo que se necesitarían son más manos para ocupar otros tantos “bolis”, mesas y sillas y poder escribir en tanto papel.

 

¿Por qué no funciona la suplementación con L-carnitina para quemar más grasa y así adelgazar? (y este ejemplo se puede aplicar a decenas de tonto-sustancias que nos dicen que son imprescindibles o efectivas o necesarias para adelgazar)

Por varios motivos, pero en esencia por dos:

Porque la L-carnitina, además, no es una sustancia esencial, es decir, si la necesitamos la fabricamos a partir de otros elementos (más en concreto de dos aminoácidos, uno de ellos sí es esencial, algunas vitaminas hidrosolubles y hierro). Y por si esto no fuera suficiente, porque se incorpora en bastante y suficiente cantidad en un patrón de alimentación omnívoro equilibrado (los vegetarianos estrictos, es cierto, lo tendrían más complicado para incluirla en su dieta). Es decir, siguiendo con el ejemplo de El Quijote, ya contamos con “bolis”, no hace falta que nos los aporte aquel que nos hace el encargo de copia. Y suponiendo que inicialmente no los tuviéramos, somos capaces de fabricarlos sin tener que traerlos de fuera.

 2º Porque más L-carnitina no va a hacer que la maquinaria funcione mejor o más rápido. No necesitamos más “bolis”, necesitamos más manos… Y en el caso de la “quema” de grasa, no necesitamos más L-carnitina (al menos no al principio) lo que necesitaríamos llegado el caso sería más mitocondrias (“bolis”=L-carnitina; manos=mitocondrias)

 

Si lo prefieren pueden ver el ejemplo con coches y gasolina. ¿Qué necesita su coche para ir de Madrid a Barcelona… gasolina… cuanta? Pongamos, por decir algo, que no hay multas ni otros usuarios y que precisa, en un circuito cerrado y seguro (tipo pista de carreras) 80 litros llevando a tope su coche (pedal-to-the-metal que dicen los ingleses) ¿si le doy 500 litros de gasolina llegará antes? Pues no. Es más, llegará seguro más tarde ya que su coche tendrá que cargar con más peso a costa de la gasolina de más que arrastra y que no puede consumir. Y con las milagrosas sustancias “quema-grasa” sucede o puede suceder igual con mucha probabilidad.

La deficiencia de L-carnitina es rara, infrecuente y normalmente asociada a trastornos metabólicos genéticos (o a situaciones de vegetarianismo extremo y mal entendido, especialmente en lactantes), y cuando se presenta la solución es una correcta alimentación y no las megadosis que adulteran la realidad fisiológica y alimentan fraudulentamente las expectativas de conseguir un determinado beneficio sobre la salud, en este caso el del adelgazamiento y, no poco frecuentemente también el de la conversión en un Homo croassanis de gimnasio.

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Foto 1: Michael Holden

Foto 2: Jari Schroderus

Foto 3: OCReactive

Foto 4: Cultura Banco de la República

Foto 5: nooccar

Foto 6: Rev. Voodoo