El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Nutrición-área 51: el aspirador de estómagos

Estómago (2)

No salgo de mi asombro. Supe de este invento hace poco menos de una semana y aun me cuesta creer que alguien haya propuesto esta estrategia, en serio, como posible solución ante determinados casos de obesidad. Yo te lo cuento así en plan a lo bruto (tampoco hay demasiadas posibilidades para suavizarlo) y tu ya si eso sacas las conclusiones que creas apropiadas…

Con el fin de tratar la obesidad, una parte de la comunidad médica ha propuesto instalar una válvula que conecte el interior del estómago del paciente con el exterior. Es decir, practicar una abertura en la pared abdominal (una ostomía) para poder “vaciar” al contenido del estómago a voluntad. El trasfondo teórico del asunto es de una sencillez pasmosa: si se saca del estómago lo que se ha comido sin que se llegue a digerir ni absorber (procesos que suceden más allá de estómago)… se evita incorporar las calorías de esa comida. En realidad se trataría técnicamente de practicar una gastrostomía y a través de ella hacer justo lo contrario de aquello para lo que tradicionalmente se utilizan las gastrostomías.

Conectar el estómago con el exterior del cuerpo a partir de una abertura artificial a la altura del abdomen tiene desde hace bastante tiempo una utilidad bien conocida y deontológicamente válida a la hora de aportar una alimentación enteral directamente al estómago en aquellos pacientes que por la causa que sea no pueden ingerir alimentos por vía oral (problemas serios de deglución, estenosis del tracto superior del aparato digestivo, etcétera…)

Sin embargo, ahora alguien ha debido de tener la feliz idea de sugerir que si a través de este orificio se puede “meter” comida… también podría utilizarse para sacarla una vez que el estómago esté más o menos lleno. Para que me entiendas el fin último del invento es similar al que se persigue vomitando… pero sin pringarse las manos… aunque esto no lo tengo del todo claro. Digamos pues que el fin es el mismo que el que persiguen las personas que están en un constante ciclo atracón-purga pero con la diferencia que para hacer esto hay que contar con la complicidad de un médico (lo que al parecer debe de ayudar a aplacar algunas conciencias) y además también se preserva el esmalte dental del ataque del contenido ácido estomacal (uno de los riesgos de vomitar de forma más o menos recurrente) cuando sale a través de la boca.

Como el vaciado no sería tan sencillo como abrir el grifo y ya está… el sistema necesita de una bomba que se conecta a la válvula de la ostomía para forzar la evacuación del estómago. Una vez conseguida y sin deshacer la conexión hay que insuflar agua dentro del estómago (por lo que se ve vale con la del grifo) para limpiar las “tuberías”. Toda la maniobra hay que hacerla por lo que se ve delante del inodoro… como si se vomitara, con el fin de deshacerse del contenido estomacal por el retrete. Puedes ver su funcionamiento en este vídeo a partir de una recreación informática o en este otro con un ejemplo «real»… o en este más real

A mí lo que más me llama la atención no es el nivel de descerebramiento para proponer el tema como tratamiento antiobesidad, a fin de cuentas ya estamos bastantes acostumbrados a presuntas soluciones que parecen sacadas más de una cámara de torturas medieval, como por ejemplo los casos ya tratados en el blog de la malla supralingual, por no hablar del cosido mandibular que se relata en la misma entrada. No, lo que más me llama la atención es que instituciones sanitarias de cierto renombre en España se alineen con este sistema, como por ejemplo el Hospital Quirón Teknon de Barcelona según algunas fuentes. Ahora que caigo… quizá tampoco me debiera extrañar tanto cuando “Teknon” también es el nombre que salió a relucir en la publicidad de los análisis de intolerancia alimentarias por bioresonancia.

Sobre el funcionamiento y eficacia de este sistema para reconducir la obesidad la empresa Aspire aporta un único estudio piloto que ella misma financió y que obtuvo resultados esperanzadores (qué va a decir quien promocionan el sistema y venden al aparataje)

A mí, que quieres que te diga… que alguien tenga un problema de obesidad y que además se le aumente el riesgo de provocar trastornos de la conducta alimentaria, en este caso bulimia, me parece francamente lamentable. Por no hablar de lo poco práctico que me resulta el sistema así expuesto por muy “mono” que aparezca en el vídeo.

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Nota: mi agradecimiento a Dietética sin patrocinadores () por hacerme llegar la noticia.

Imagen: dream designs

Hemocromatosis: un trastorno con mucho hierro

HierroUno de los temas más candentes en el mundo de la nutrición y de la alimentación refiere a lo concerniente al hierro. No se trata de una cuestión de matices, a este respecto hay pocas dudas: tal y como señala la propia OMS la deficiencia de hierro es el trastorno nutricional más común y extendido en el mundo, afectando a un gran número de habitantes en los países en desarrollo pero siendo al mismo tiempo la más prevalente de las deficiencias nutricionales en los países industrializados. Tal es así, que la cuestión del hierro es protagonista en nuestro medio de esa poco adecuada práctica que es la del “nutricionismo”… resumida muy fugazmente como: toma mucho de esto que te hace falta porque es bueno para aquello.

Sin embargo, al mismo tiempo de esta férrica situación deficitaria y generalizada, existe un grupo de patologías que se caracterizan por todo lo contrario. Quienes las padecen mantienen unos niveles excesivos de hierro en la sangre, algo que al mismo tiempo les supone serias complicaciones metabólicas y por ende en su salud.

¿Qué es la hemocromatosis?

Más allá del resultado incuestionable del caso, un exceso de hierro en la sangre dentro de niveles considerados tóxicos, se distinguen básicamente dos tipos de hemocromatosis en relación a su origen:

  • La hemocromatosis primaria: un trastorno congénito y hereditario, por lo tanto con causas genéticas. Las personas en esta situación absorben más hierro de lo que es habitual a través de su aparato digestivo. Así, el hierro se acumula en su cuerpo y en especial en el hígado donde es especialmente negativo. Como muestra un botón, Los pacientes con hemocromatosis hereditaria pueden llegar a almacenar hasta 20-40 g de hierro en su organismo, una cantidad netamente superior a los 0,3-0,8 g de las personas sin hemocromatosis.
  • La hemocromatosis secundaria (adquirida): debida en estos casos a otros trastornos relacionados con la sangre (tales como talasemia o ciertas anemias) o, aunque más infrecuente, a una sobrecarga de hierro recibido por transfusiones sanguíneas. En otras ocasiones la hemocromatosis secundaria está asociada a personas con antecedentes de alcoholismo prolongado u otros problemas de salud.

Normalmente en ambos casos y en sus fases iniciales, cuando a veces todavía no son apreciables lesiones patológicas en órganos, los pacientes con hemocromatosis pueden experimentar cierta sensación de fatiga y somnolencia (situación que en no pocas ocasiones se suele achacar, curiosamente a la anemia ferropénica). Más adelante son frecuentes los síntomas asociados a disfunción hepática ya que este órgano suele ser el más afectado pudiendo aparecer síntomas ligados a la insuficiencia hepática grave tales como hemorragias digestivas, alteración del nivel de conciencia, acumulación abdominal de agua (ascitis), etcétera. En estos pacientes también es común que la hemocromatosis desemboque en diabetes a consecuencia de la afectación del páncreas. Al mismo tiempo son esperables ciertas enfermedades articulares habitual en los casos de sobrecarga férrica (artritis, artrosis…). Sin embargo de entre todas las complicaciones la más preocupante sin duda alguna sigue siendo la insuficiencia cardiaca.

La incidencia de la hemocromatosis es dispar en relación al género, en el caso de las mujeres, las menstruaciones mensuales enlentecen las lesiones orgánicas asociadas hasta después de la menopausia. Sin embargo, los hombres son especialmente susceptibles a la hemocromatosis porque carecen de mecanismos fisiológicos de pérdida de hierro como la menstruación, el embarazo o la lactancia.

Tratamiento de la hemocromatosis

Donar sangre

El tratamiento de la sobrecarga férrica difiere de forma importante en base a la causa que la ha motivado. En los casos de hemocromatosis primaria (hereditaria) el principal tratamiento suele consistir en la práctica de flebotomías periódicas (extracciones de sangre). con este procedimiento se extraen cada semana aproximadamente unos 450 mL de sangre que eliminando la cantidad de unos 0,2g de hierro cada vez (un aspecto indirectamente positivo de esta práctica consiste en saber que al menos en España la sangre procedente de las flebotomías puede usarse para transfusiones en pacientes que necesitan sangre, según la Asociación Española de Hemocrmatosis). La cantidad de 0,2g de hierro eliminados con cada flebotomía equivale a la cantidad de hierro absorbida con los alimentos durante 2 a 6 meses.

Además, otro de los tratamientos habituales consiste en la utilización farmacológica de diversos quelantes de hierro en base a las circunstancias del paciente. Es decir, la utilización de principios activos que facilitan y aumentan la eliminación metabólica del hierro acumulado. Estos quelantes pueden ser utilizados tanto en las hemocromatosis primarias como en las secundarias siempre bajo criterio médico.

La cuestión dietética

Al mismo tiempo, sean los que sean los tratamientos empleados, estos deben ir respaldados por el seguimiento de una serie de directrices dietéticas tendentes a la no inclusión de alimentos especialmente ricos en hierro, ni de aquellos elementos que faciliten su absorción (de otra manera se estaría haciendo el ridículo si con la dieta se incorpora hierro al mismo o mayor ritmo que el que se elimina con la dieta).

Por tanto, en especial se recomienda:

Hemoglobina

  • Limitar de forma severa todas aquellas fuentes dietéticas de hierro “hemo”, es decir aquel hierro ligado al complejo “hemoglobina” (de ahí su nombre) y por tanto aquellos alimentos de origen animal especialmente ricos en hierro (los vegetales por cuestiones obvias, no tienen hemoglobina, no serán nunca fuente de hierro “hemo”). Es decir se recomienda limitar las carnes, pescados, aves y sus derivados muy especialmente aquellos alimentos con mayor concentración de hierro: carnes rojas, caza, marisco en general (en especial si está crudo o poco cocinado como suele suceder con las ostras, almejas, mejillones… ya que existe el riesgo de intoxicación con Vibrio vulnificus, una bacteria especialmente letal en personas con hemocromatosis), hígado, morcilla, etcétera.
  • Evitar la ingesta de alimentos fortificados en hierro del tipo “cereales de desayuno”, “barritas para deportistas” y por supuesto aquellos suplementos de hierro como los “multivitamínicos” (a pesar de su nombre suelen incluir diversos minerales en su composición y el hierro es uno de los típicos) o sustitutos de comidas (barritas, batidos…) ya que habitualmente se presentan fortificados en diversos micronutrientes.
  • A su vez es muy importante evitar los suplementos que contengan vitamina C y el alcohol ya que ambas sustancias incrementan la biodisponibilidad del hierro dietético y por ende facilitan su absorción. Además, en el caso de alimentos que incluyan vitamina C de forma natural (frutas, hortalizas…) conviene separar su consumo de aquel en el que se intuye hay otros alimentos que son ricos en hierro.

Curiosamente, de entre todas las fuentes consultadas para la realización de este post, no he encontrado ninguna limitación al respecto de las fuentes dietéticas de hierro “no hemo” (todo el presente en los alimentos de origen vegetal). Supongo que porque su tasa de absorción es un orden de magnitud inferior al del hierro “hemo”… pero de ahí a no tenerlo en cuenta para nada no deja de llamarme la atención. Por poner un ejemplo, no se dice nada al respecto del consumo de lentejas, soja, piñones, sésamo, orejones, pasas… alimentos, en su género, con un relativamente alto contenido en hierro.

Así pues, si estás en esta situación o sospechas de ello, mi sugerencia es que te pongas en manos de un profesional médico cualificado y que luego solicites el consejo de un dietista-nutricionista que pueda concretar de forma individual una pauta dietética equilibrada a la par que adaptada a tus especiales necesidades.

Fuentes consultadas:

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Imagen:  Pumbaa, StefanYikrazuul vía Wikimedia Commons

Cuando la resaca acecha

ResacónUn año más, este de víspera, traigo a colación una de las preocupaciones que a buen seguro van a ser #TrendingTopic en las próximas horas y que atañen a las cuestiones nutricionales. Me refiero al abuso alcohólico y a una de sus inexorables y dolorosas consecuencias: la resaca.

Te lo conté hace un año, cuando con la ciencia en la mano pusimos del revés el mito aquel de que un clavo saca a otro clavo… una cuestión que en el ámbito de la carpintería podría tener su aquel, pero no desde luego cuando de bebidas alcohólicas se trata. Es más, en el caso de “un clavo a saca a otro clavo”, y tratándose del consumo de bebidas alcohólicas, esta práctica parece que está más asociada a una excusa tras la que se esconde un genuino problema de alcoholismo, que a un benéfico remedio contra la resaca.

Y sabes que no hablo por hablar, hace dos años publiqué un post en el que se ponía de relieve el especial interés de la población general en esta época del año al respecto de conocer remedios contra la resaca. Un hecho que según las estadísticas repunta cada fin de semana a lo largo del año pero que en Año Nuevo se multiplica por cinco.

Sea como fuere tampoco este año las noticias son especialmente halagüeñas, el estado de la cuestión sigue siendo el mismo. Te lo resumo en una frase:

No existe ninguna intervención eficaz para prevenir o tratar los síntomas de la resaca.

Esta misma es la conclusión general del artículo de 2005 Interventions for preventing or treating alcohol hangover: systematic review of randomised controlled trials (“Intervenciones para prevenir o tratar la resaca alcohólica: revisión sistemática de ensayos controlados aleatorios”)

Es más, no te lo pierdas, esta revisión sistemática contempló el uso tanto de aquellas estrategias consideradas como convencionales (aspirina, ibuprofeno, paracetamol… ) como las complementarias (consumo de extracto de alcachofas, miel, ginseng, fitoterapia en general…) e incluso las más domésticas (ducharse, consumir pizza, huevos, plátanos, tomar el aire…) y, según ella:

No hay nada que ayude a prevenir o tratar la resaca alcohólica que no sea la abstinencia o, cuando menos, la moderación.

Puede que te sorprendan este tipo de conclusiones cuando en la cultura popular existen algunos remedios que se han tomado por infalibles… pero es lo que hay. Así, cuando los más habituales e incluso popularmente admitidos remedios preventivos o paliativos se observan bajo el prisma de la ciencia, la realidad que nos queda es que no hay nada como dar tiempo para que los naturales procesos biológicos cumplan con su cometido.

Por último, entre los estudios más recientes con una lectura ligeramente positiva en cuanto a la resaca merece la pena mencionar esta publicación Does hangover influence the time to next drink? An investigation using ecological momentary assessment (“¿Influye la resaca en el tiempo transcurrido para volver a beber? Una investigación de evaluación ecológica puntual”) que sugiere que, al menos de forma modesta, padecer una resaca podría aumentar el tiempo en el que los bebedores frecuentes se enfrentan a la próxima copa.

Así pues, más allá de las legales consecuencias que propicia el consumo de bebidas alcohólicas y centrándonos en tu salud y próximo malestar… puedes hacer lo que quieras, desde tomar megasuplementos de vitamina B1 a mazarte a huevos crudos, mantequilla y alcachofas el día de antes; o si lo prefieres, encomendarte a Dionisioal final tu melopea, sus consecuencias y tu resaca no dependerán tanto de ello, como sí lo hará de tu sentido común frente a las copas.

Sea como fuere, os deseo de verdad que entréis con buen pie en 2015 y que este año esté cuajado de buenas oportunidades.

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Imágenes:  hyena reality freedigitalphotos.net

Nutrición y trastornos del espectro autista (capítulo 2): muchas dudas y pocas certezas

Dudas y respuestas

El pasado viernes, en el capítulo 1 de esta mini saga, se abordaron las posibles (y poco claras hasta la fecha) causas de los trastornos del espectro autista (TEA) durante el embarazo y su relación con la situación nutricional de la madre. Así, y como lo prometido es deuda, hoy toca conocer qué se sabe de cierto al respecto de los posibles tratamientos de niños diagnosticados de TEA cuando esos tratamientos están vinculados con la alimentación, o más en concreto con algunos nutrientes determinados. Ya te adelanto que de lo que se sabe de verdad, “a ciencia cierta”, hay poco.

Introducción general sobre el tratamiento de los TEA

Tal y como te conté, como no hay un único TEA, tampoco hay un único tratamiento para las personas diagnosticadas con algún tipo de estos trastornos. Además, como hasta el momento los TEA no tienen cura y en una buena parte de los casos se desconocen las verdaderas causas, no existe ése fármaco o sustancia que lo “cure” y que a muchos nos gustaría que existiese. Así, el Centro de Control de Enfermedades (CDC) norteamericano reconoce que:

No hay un tratamiento único e ideal […]. Sin embargo, es muy importante enseñarle al niño las destrezas específicas en un contexto bien planeado y estructurado. Algunos niños reaccionan bien a un tipo de tratamiento mientras que otros tienen una reacción negativa o no reaccionan para nada al mismo tratamiento. Antes de escoger el programa de tratamiento, es importante hablar con los proveedores de atención médica del niño para comprender los posibles riesgos y beneficios.

También es importante recordar que los niños con TEA se pueden enfermar o lesionar de la misma manera que los otros niños que no tienen estos trastornos. Los chequeos médicos y dentales de rutina deben ser parte del plan de tratamiento. A menudo es difícil saber si la conducta de un niño está relacionada con una TEA o si es producto de una afección independiente. Por ejemplo, los cabezazos contra un muro pueden ser un síntoma de TEA o un signo de que al niño le duele la cabeza […]. Vigilar un desarrollo saludable significa no solo prestar atención a los síntomas relacionados con los TEA, sino también estar pendiente de la salud física y mental del niño.

Así, con este necesario preámbulo, el CDC clasifica las distintas propuestas de tratamiento actuales de TEA en cuatro grupos: terapias conductuales y de comunicación; tratamientos nutricionales; tratamientos farmacológicos y; medicina complementaria y alternativa

Como verás, aunque los tratamientos nutricionales están claramente diferenciados de aquellos pertenecientes a la medicina complementaria y alternativa, el CDC reconoce que sobre los primeros (y qué decir sobre los segundos) existen muchas propuestas (nutricionales) que no cuentan con la base científica necesaria para hacer una recomendación general. Un tratamiento no comprobado puede ayudar a un niño, pero no a otro.

De esta forma, en el abordaje de los TEA la mayor parte de los tratamientos generales incluyen algún tipo de consideración en relación a la alimentación. De forma general, estos cambios suelen incluir la eliminación de ciertos alimentos y la frecuente utilización de suplementos vitamínicos o minerales. Los tratamientos nutricionales se basan en la idea de que las alergias a los alimentos o la falta de vitaminas o minerales causan síntomas de TEA. Sin embargo, y a pesar de que algunos padres creen que los cambios en la alimentación provocan cambios en la manera en que el niño siente o actúa, lo cierto es que no hay un consenso científico a este respecto tal y como se verá a continuación. En cualquier caso antes de cambiar en algún sentido la alimentación de su niño con TEA es imprescindible hablar antes con su médico y con un nutricionista para asegurarse de que el niño recibe unos aportes nutricionales adecuados.

TEA y tratamiento nutricional: lo que se sabe y nada es casi lo mismo

Que más nos gustaría a nosotros que las cosas fuesen tan “sencillas”, pero va ser que no. A pesar de que no pocas personas se han subido al carro de tratamientos alternativos (entiéndase en este caso, sin pies ni cabeza) de la mano del Dr. Aprovechategui (= aprovechemos el filón de gente desesperada) y de que existen infinidad de planteamientos nutricionales que proponen tratar en mayor o menor medida los síntomas de los TEA, lo cierto es que no hay nada, de nada, claro. Ni los que proponen la restricción de ciertos elementos nutricionales (el más típico y recurrente en la actualidad el famoso gluten que sale hasta en la sopa), ni tampoco los suplementadores o enriquecedores, en el que los ácidos grasos del tipo omega tres, el ácido fólico y los famosos probióticos se llevan la palma. Da igual, aunque nos haría mucha ilusión que las cosas fuesen tan sencillas, la realidad nos dice que  no lo son. Puede que en determinadas casos concretos se experimente algún tipo de mejoría, pero ni parece que se pueda hacer una generalización, ni tampoco (y esto es lo peor) se está en condiciones de describir unas circunstancias concretas en las cuales un determinado tratamiento nutricional esté indicado.

En este sentido merece muy mucho la pena tomar nota de lo que el Instituto de Salud Carlos III (en su Instituto de Investigación de enfermedades raras) sostiene sobre el uso de protocolos dietéticos para el tratamiento del autismo:

La controversia se fundamenta en los testimonios de las familias que usan estas dietas con sus hijos, así como la propia labor de difusión de los propios autores de este tratamiento.

En el lado contrario, están los profesionales que buscan evidencias médicas sobre el tratamiento con estas dietas y o no las encuentran, o lo que encuentran son solo evidencias muy parciales, nunca refrendadas por sistemas de evaluación considerados como patrones para la aplicación de tratamientos médicos de cualquier tipo en las personas. Estos métodos están específicamente diseñados para garantizar la eficacia, la seguridad y la calidad del tratamiento que se quiere aplicar y el uso de las dietas no debe ser nada que se salga de esta norma. Cambiar unos alimentos por otros de otro tipo pero de igual contenido calórico y composición de compuestos básicos, no implica problema alguno. Los alimentos naturales pueden contener compuestos que pueden, sin lugar a dudas, producir alteraciones en el organismo de ciertas personas susceptibles, pero los alimentos fabricados con fines concretos (libres de una substancia específica, etc) deben ser evaluados cuando se pretende utilizarlos de manera sistemática y como alternativa terapéutica para una patología. Para ello se deben probar usando criterios de manera que se puedan comparar sus efectos con otras personas que no están sometidos a esa intervención dietética, es decir, casos con el mismo diagnóstico, ajustados por la distribución de otras variables importantes como edad, sexo, tiempo de evolución, severidad, etc. Se debe hacer un seguimiento por igual a los dos grupos y con el tiempo suficiente para ver si la intervención a estudiar (la dieta en este caso) produce efectos sostenibles a largo plazo y también se deben evaluar sin que el médico que hace el estudio sepa que tratamiento está haciendo cada niño. Trabajar con ambos grupos de casos de manera ciega, es decir, que los investigadores que evalúan el beneficio del tratamiento y recogen también los inconvenientes, no conocen el grupo al que están asignados los casos (con tratamiento dietético o sin tratamiento con estas dietas).

Así, en el mismo documento enlazado (es muy recomendable que le eches un vistazo para entrar más detalle) se hacen una serie de reflexiones y recomendaciones al respecto del planteamiento de cualquier tratamiento nutricional enfocado a los TEA:

Hoy en día está ampliamente aceptado que los TEA son trastornos neurobiológicos cuyo origen puede estar ocasionado en periodos prenatales, sin que se puedan descartar factores preconcepcionales. Por lo tanto, no parece que factores externos, como puede ser la dieta, a los que todos nos exponemos durante los primeros años de vida, puedan ser los causantes de estos trastornos, al menos como factores etiológicas o causales.

Tampoco parece que si no son las causas últimas, puedan ser alternativas terapéuticas que curen el autismo, dado que ni parecen incidir en un supuesto factor causal, ni tampoco está clara la relación entre el potencial efecto beneficioso y el factor neurobiológico responsable de los TEA.

Es obvio que en medicina se han usado tratamientos que claramente eran beneficiosos pero cuya relación con el factor causal o los mecanismos de producción de la enfermedad no se conocieron hasta pasados muchos años del inicio de su utilización. No obstante, existen reglas aplicables a cualquier tratamiento que se propugne como beneficioso para una entidad clínica, que deberían respetarse, sobre todo si tras la decisión de adoptar o no una terapia dietética pueden existir daños asociados no controlables que pueden afectar tanto al niño tratado (bajo contenido en compuestos necesarios para la vida) como a la familia (carga socioeconómica).

En la actualidad, no existen datos de ensayos clínicos con estas dietas que hayan demostrado beneficio, por lo que es necesario conocer que el escepticismo de los científicos es razonable porque no es permisible creer en beneficios derivados de testimonios personales, por muy valiosos que estos sean, sino se siguen de una comprobación y demostración de la eficacia de una manera más específica y contrastada. Esta es la manera habitual en la que se debe trabajar para garantizar la seguridad de las personas y es por lo que el método científico ha sido desarrollado. No podemos, por tanto, admitir otros criterios para aplicar tratamientos a las personas con TEA, por mucho que la falta de disponibilidad de terapias curativas sea un factor que nos presione para una búsqueda más activa de tratamientos para estas personas.

Lo cierto es que en este post me había planteado hacer una revisión personal de lo que se sabe al respecto de elementos dietéticos concretos (como la presencia o no del gluten, el peso de los probióticos, de los omega tres o del ácido fólico) pero después de echar un vistazo a tan claras palabras por parte del Instituto de Salud Carlos III considero que no merece la pena enfangar el mensaje: No hay un tratamiento dietético claro en los casos de TEA, y quien lo plantee miente como un bellaco si, en especial, ofrece algún tipo de garantía al respecto de la mejoría.

Lo dicho, en mi opinión, como cada caso de TEA es un mundo diferente, te sugiero que si estás interesado consultes tanto con un médico como con un dietista-nutricionista sensatos.

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Imágenes:  Stuart Miles freedigitalphotos.net

Nutrición-área 51: Estimulación eléctrica del estómago en el tratamiento de la obesidad

EstómagoSi estás atento a las noticias es probable que te haya llamado la atención la existencia de un novedoso tratamiento para la obesidad a medio camino entre la cirugía bariátrica y los conocidos marcapasos para el corazón. Este dispositivo trabajaría mediante la estimulación eléctrica (o inhibición, según convenga) de la musculatura del estómago con el fin de ocasionar una pérdida de peso.

La técnica, mínimamente invasiva, consiste en implantar en la pared interna del estómago un dispositivo electro estimulador a modo de “marcapasos” normalmente por vía laparoscópica. En esencia, este aparato emitiría pequeñas descargas eléctricas de baja intensidad; con esta alteración eléctrica se trataría, por ejemplo, de retrasar el vaciado gástrico una vez que se haya comido y de esta forma sentirse lleno durante más tiempo y por tanto con una menor tendencia hacia la comida, como se desprende de este estado.

El origen de esta técnica aplicada al tratamiento de la obesidad fue más o menos accidental cuando se estaba estudiando la estimulación eléctrica del estómago para tratar pacientes aquejados de gastroparesia (enfermedad que reduce la capacidad del estómago para vaciar su contenido pero no implica su bloqueo u obstrucción) a finales de los años 80. En poco tiempo alguien tuvo la feliz idea y propuso que si en vez de estimular su vaciado se pudiera inhibir temporalmente, esta podría ser una estrategia que pudiera ayudar a pacientes con exceso de peso. Así, a mediados de los años 90 se realizaron bastantes investigaciones con modelos animales para contrastar las posibilidades de esta alternativa y los resultados fueron francamente esperanzadores: controlando el vaciado gástrico normal y fisiológico mediante la estimulación del eléctrica del estómago de los animales (muchos de ellos mamíferos superiores) estos conseguían reducir su ingesta y de ahí el peso.

De esta forma, en poco tiempo teníamos ya los primeros estudios con humanos que testaron este dispositivo en el tratamiento de la obesidad y lo cierto es que con resultados en principio también bastante optimistas, al menos en el medio-corto plazo (1 año de intervención).

Uno de los aspectos que mas incertidumbre genera es que en gran medida se desconocen los mecanismos precisos por los que este tipo de intervención funciona. El caso es que, si se me permite la expresión, a base de toquitear y jugar con los estímulos eléctricos (con diversa intensidad, voltaje, frecuencia etcétera) se persigue inducir la distensión del estómago, reducir su “acomodación”, así como inhibir su peristaltismo… lo que conlleva tanto por separado como en suma a un retraso en el vaciamiento gástrico y a un aumento de la saciedad.

Sin embrago, a pesar de las recientes noticias al respecto de estudios que han logrado exitosos resultados, lo cierto es que todavía no se pueden echar las campanas al vuelo alegremente… te cuento. De entrada, al parecer hay distintos procedimientos de estimulación eléctrica y no todos obtienen los mismos resultados. Desde el descubrimiento de esta técnica, se han realizado muchos estudios experimentales con animales, así como no pocos ensayos clínicos en seres humanos. A pesar de ello, parece que el número de ensayos realizados con suficiente calidad es bastante limitado, tal y como reconoce esta revisión sistemática al respecto, la primera realizada hasta la fecha sobre este tema. Así, en sus conclusiones, después de haber analizado la metodología, muestra y resultados de más de 30 estudios con humanos, concluye que aunque la gastro-estimulación constituye una prometedora técnica para el abordaje de la obesidad, a fecha de hoy (la revisión mencionada es de septiembre de 2014) se requiere una mayor evidencia y resultados más claros, así como una estandarización de los ensayos para establecer sin dudas el efecto a largo plazo de esta estrategia terapéutica en la obesidad. De hecho, las pérdidas de peso contrastadas con este sistema son menores que las observadas con la cirugía bariátrica, aunque mayores eso sí, que las obtenidas mediante técnicas de modificación del comportamiento no invasivas.

Sea como fuere y tal y como reconocía la Asociación Mexicana de Cirugía Endocóspica en 2009:

A pesar de que la estimulación gástrica eléctrica es una alternativa disponible desde hace años en el tratamiento de la obesidad, esta no ha ganado mucha popularidad probablemente por su alto costo y baja efectividad a largo plazo, comparado con otras alternativas quirúrgicas. Una más de sus limitaciones es la necesidad de contar con una fuente de energía que obliga a conectar los cables a una batería de tamaño mediano que se ubica fuera del estómago.

Para que esta técnica termine siendo más aceptada en el tratamiento de la obesidad en orden a su eficacia y seguridad, la utilización de un “marcapasos gástrico” debería ser un recurso adaptado de forma individual a cada paciente. Actualmente su principal inconveniente es que los electrodos se colocan «en cualquier lugar» en el estómago de los pacientes. Para una correcta hipótesis en cuanto a su eficacia sería necesario que la ubicación del marcapasos gástrico variara de un paciente a otro en virtud de sus concretas necesidades, así como poder modificar la sensibilidad de estos dispositivos a los estímulos eléctricos. Al mismo tiempo, sería imprescindible que para su éxito como estrategia en el tratamiento de la obesidad se incluyera una herramienta que monitorizara la actividad del marcapasos gástrico con el fin de mejorar su facilidad de uso y que tanto los pacientes como los profesionales sanitarios tuvieran una cierta capacidad de interacción inalámbrica con el dispositivo. En relación con el propio aparato, este debería poder ser implantado sin tener que someter al paciente a anestesia general y, además, tener la posibilidad de controlar su funcionamiento sin recurrir a “cables” que lo conecten desde el exterior (tal y como ahora ocurre), por ejemplo, con un teléfono o dispositivo móvil.

De todas formas, funcione o no, a mí esta solución me sigue pareciendo «hacer trampas», y me explico. Tanto este tratamiento como todos aquellos en los que está implicada cualquier tipo de cirugía bariátrica me parecen solo una forma de puentear la causa original del problema. No digo que en determinados casos puntuales estas soluciones no pudieran ser válidas o tenidas en cuenta, pero con las actuales cifras de obesidad en el mundo veo francamente difícil que esta sea «la solución». Este tipo de recursos, en mi opinión solo deberían estar disponibles para pacientes muy concretos ya que, además, su coste relativamente elevado hace que solo una reducida élite social pueda ¿beneficiarse? de su aplicación. Con sinceridad, me niego a contemplar un futuro más o menos lejano en la que, si no todos, si al menos una gran parte de la población porte su marcapasos gástrico. No creo que el problema de global de incidencia de obesidad tenga la solución en manos de esta u otro tipo de estrategias similares. Ni lo veo, ni lo quiero.

Dejando la seriedad a un lado, tanto hablar de marcapasos y tal (no lo he podido avitar) me ha llevado a esta asociación de temas.

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Imagen: samarttiw vía freedigitalphotos.net