El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Tres cosas que estoy seguro mis hijas harán de mayores a la hora de comer

Gambas curry_ensalada

Bueno… seguro, lo que se dice seguro 100 % no lo estoy, ahora bien, sé que las probabilidades de que así lo hagan son bastante altas. No me entretengo, te las cuento y luego me explico:

1º Incorporarán de alguna forma una ración de alimentos vegetales en todas las comidas principales.

Tomarán fruta de postre.

No se “jartarán” de nada, incluso de aquello que más les gusta.

Mi mujer y yo tenemos la suerte de poder tener a nuestras hijas en todas las comidas principales del día. Suerte digo, por la oportunidad que tenemos de poder transmitirles, sin decir nada especialmente, solo “haciendo”, una serie de conductas alimentarias que consideramos las más adecuadas y por tanto las mejores para ellas… y la suerte también de poder disfrutar de ellas, de su compañía. Desayunamos con ellas y también comemos y cenamos… en realidad, salvo el almuerzo o la merienda, que las hacen en el colegio a lo largo de la semana laboral, todas las ingestas del día las hacen en casa. E incluso esos almuerzos y meriendas, aunque se consumen fuera, se hacen con alimentos o productos elaborados en casa… o sea, bocadillos en la mayor parte de las ocasiones.

Así, al respecto de los tres ítems mencionados, ellas saben, hasta el punto de echarlos en falta en las raras ocasiones que se cambia alguna de estas rutinas, y así nos lo hacen saber: ¿hoy no hay ensalada, ni verdura o guarnición vegetal? preguntan con extrañeza. Al mismo tiempo, no se cuestionan qué hay de postre sino que preguntan directamente qué fruta se va a tomar de postre. Es decir, estas cuestiones las tienen absolutamente interiorizadas… y lo que es mejor, las asumen con agrado más que como una obligación.

Carolina Naranja (480x640)Cada una, no sé hasta que punto es lógico o no, tienen sus propios gustos y apetencias, y además de una forma bastante marcada (te lo conté en esta entrada hace un par años, y el paso del tiempo no ha hecho sino remarcar esas diferencias). Carolina, la pequeña (6), y por citar solo unos pocos ejemplos, prefiere las naranjas, el pescado, el apio y en general los sabores exóticos. Por su parte Adriana (10) le encantan las manzanas, la carne en su más amplia definición, el tomate y los platos y sabores más tradicionales. La primera, creo, come más con sus papilas gustativas, y la segunda con lo ojos.

El caso, es que estas pequeñas-grandes diferencias nos importan y nos afectan bastante poco en la rutina diaria. Se soluciona con una oferta relativamente variada que unas veces, está claro, satisface más a una y otras a otra. Unas veces, va por días o temporadas, cada una de ellas tiene más hambre o apetito… y otras menos. Comen la cantidad que les apetece, ni más ni menos; rebañan o no el plato, según les apetezca. Pero lo que desde luego sí que me llama la atención es lo ¿perfectamente? que regulan su pulsión por comer incluso en aquellas ocasiones que encima del plato tienen el más codiciado de los manjares. Digamos que en el caso de Adriana, la mayor, ese plato podría ser cordero al horno, y en el caso de Carolina merluza a la romana. Pues bien, sea lo que sea que a cada una de ellas más les prive (y te aseguro que es algo que cualquiera de las dos manifiesta de forma bastante elocuente), paran de comer cuando… ¿consideran que ya han comido suficiente… o cuando están llenas? Pongo entre interrogantes ambas posibilidades porque la primera se me antoja demasiado reflexiva para su edad; y la segunda porque viendo lo que comen, tampoco creo que sea porque están “hartas”. No sé, no he llegado a comprender bien porqué dejan de comer ante los platos que más les gustan.

Sea como fuere, si faltan unos trigueros, unos pimientos, una ensalada… o lo que sea vegetal, máxime si de primero no ha habido acelgas, brócoli, alcachofas… nos lo van a recordar. Como también sabemos que, en virtud de sus distintos gustos, cierta polémica está servida cuando llega el momento del postre… ahí deciden ellas, teniendo que ponerse de acuerdo qué fruta van a comer, siempre de entre las de temporada, eso fijo.

Hueso de la suerte

Te cuento todo esto porque a pesar que las vivencias personales tienen muy poco peso a la hora de recomendar patrones de conducta a la población general, estas, las mías, las nuestras coinciden al 100% con las conclusiones de algunos estudios que, en relación a educar en materia de alimentación a los hijos, concluyen que tiene mucho mayor peso el modelo que ofrecen los padres que todos aquellos esfuerzos que de palabra, con presiones, chantajes, negociaciones, amenazas, premios y castigos estos tratan de condicionar los patrones de alimentación de sus hijos. Por ejemplo:

Influencia de las actitudes parentales en el comportamiento alimentario de los hijos

El ejemplo positivo de los padres podría ser el mejor método para mejorar la alimentación de los niños, antes que aquellos intentos por “controlar” su dieta.

Influencia familiar sobre la conducta alimentaria y su relación con la obesidad infantil

Existen evidencias que indican que el patrón de conducta alimentaria familiar tiene un papel relevante en el comportamiento de alimentación del niño.

“Solo tres bocados más”: análisis observacional de la socialización parental durante la comida de los hijos

El deber de los padres consiste en proporcionar a sus hijos un catálogo de alimentos nutritivos; y son los niños, no los padres, los que deben decidir qué y cuánto de esos alimentos comer.

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Foto 1: Gambas con curry y ensalada en casa.

Foto2: Carolina disfrutando como una loca de sus naranjas.

Foto 3: Adriana y Carolina con el “hueso de la suerte” tras comer pollo asado.

 

¿Te comes lo más rico primero o lo dejas para el final?

Plato combinado 2Pongámonos en situación: cena en familia (mamá, papá y dos hijas) frente a un plato combinado de tortilla francesa, espárragos trigueros a la plancha y ensalada.

Me resultó curioso el otro día observar como los cuatro teníamos distintas estrategias a la hora de comernos los distintos alimentos de nuestros platos idénticos (salvo por la cantidad). Todos comimos más de unos alimentos al principio dejando otros para el final, pero no todos coincidimos en el orden a la hora de hacerlo: unos empezamos por unos alimentos concretos y otros comensales por otros alimentos.

Visto que el orden de desaparición de los alimentos entre mis hijas era manifiestamente distinto, les pregunté que cuál de los ingredientes del plato les gustaba-apetecía más y cuál menos. Y resulta que las dos coincidieron, lo que más les gustaba-apetecía a las dos eran los espárragos trigueros y lo que menos la ensalada. Sin embargo, la mayor se comía primero la ensalada y la pequeña los trigueros. La tortilla vamos a dejarla como variable independiente.

No pude por menos que preguntar: y tu Adriana (9 años) ¿por qué te comes primero lo que menos te gusta? Me respondió, como si yo fuera tonto, que para dejarse lo más rico para el final y acabar, vamos a decir, con un buen sabor de boca. Sin embargo, Carolina (5 años a falta de otros tantos días) me respondió que prefería comerse primero lo más rico porque sabe que se lo va comer con gusto y que (como en casa no hay mayores presiones por obligar a comer) si se quedaba llena… podría pasar y no comerse lo que menos le gusta. Una especie de “que me quiten lo bailao.

Con respecto a mi mujer, ella y yo seguimos patrones similares, somos más de dejarnos para el final lo que más nos gusta (como Adriana), aunque la verdad es que yo soy más de alternar los bocados de una cosa y de la otra o de, más directamente, mezclarlos.

Siempre me ha llamado la atención que esta dualidad en el patrón de una persona a la hora de empezar a comer lo que más le gusta al principio, dejando para el final lo que menos (o a la inversa) se reproduce exclusivamente cuando dicha persona se enfrenta a su plato. Es decir a lo que sabe que le toca a comer a ella y a nadie más.

Sin embargo, todo cambia cuando las circunstancias son otras. La mayor parte de la gente se abalanza a comer lo que más le gusta primero cuando por la misma comida hay más competidores en liza. Me explico. Imaginemos un aperitivo de boda en la que empiezan a salir camareros con bandejas por todos lados con viandas diversas. Todo el mundo sabe que hay distintas bandejas con distintos canapés. Entonces nadie hace previsión de empezar a comer de lo que menos le gusta para dejarse al final lo que más… se asalta al camarero que lleva lo que te gusta hasta que se agotan las existencias de ese aperitivo y luego Dios dirá: que ya no quedan más aperitivos, pues nada, a aguantarse; que quedan de los que nos gustan menos… pues a seguir comiendo.

Si hay algún psicólogo o psicóloga en la sala (y que no trabaje en ‘no seas pesado’) por favor le ruego que levante la mano y me explique, si puede brevemente, las posibles asociaciones entre estos dos patrones de consumo y, por ejemplo la facilidad para llegar a ser obeso, las características generales en el carácter de una persona, etcétera. Estoy convencido que tiene que haber algún tipo de relación.

Tanto si eres psicólogo o psicóloga, como si no, no te cortes y deja en los comentarios cómo es tu patrón de consumo de alimentos con respecto a lo que más te gusta y lo que menos cuando se te presentan juntos.

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Imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net