El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Incluir nutrientes “clave” es percibido como más saludable que comer comida

Lo reconozco, el nutricionismo es uno de mis caballos de batalla. Esta corriente puede también denominarse como nutriente-centrismo, expresión que deja más a las claras la ideología subyacente. Lo comenté de forma más o menos pormenorizada hace ya casi 3 años en este post y lejos de atenuarse va a más. Hablé de nuevo sobre el tema pasado un tiempo cuando el padre del término nutricionismo, Gyorgy Scrinis, publicó un libro en el que abordaba de forma monográfica sus implicaciones. Y como digo, cada día observo más consumidores víctimas de la fiebre ocasionada por esta ideología. Fíjate cómo deben de estar las cosas que aunque lentamente, ya se empiezan a realizar estudios al respecto. El último, bastante reciente, pone de relieve que la población atribuye a los nutrientes aislados (y no tanto a la comida que los pudiera contener) un factor protector frente a las enfermedades crónicas.

Naranja y vitamina C

Antes de continuar, y para todos aquellos que no estén al corriente creo necesario aportar una mínima descripción de lo que se entiende por nutricionismo. En realidad es algo muy fácil de comprender, se trataría de hace descansar en los nutrientes aislados virtudes generales sobre la salud independientemente de la matriz alimentaria (o suplementaria) en la que estén incluidos. Su práctica se pondría de relieve en aquellas personas que, por ejemplo, deciden tomar un suplemento de ácido fólico en vez de incluir en su minuta diaria suficientes alimentos de origen vegetal que a buen seguro incluirán esta vitamina. O bien, cuando se consume una bebida láctea enriquecida con omega tres en vez de consumir con la adecuada frecuencia pescado en la dieta. Si cada día el nutricionismo está más de moda… o si condiciona la conducta de los consumidores, queda bastante de manifiesto cuando nos damos un paseo por los pasillos de un supermercado, o cuando vemos los anuncios de productos alimenticios y de suplementos en la televisión. Lo cierto es que es que hay una oferta infinita de este tipo de productos enriquecidos en lo que sea. Y si esa oferta que es infinita viene produciéndose desde al menos una década larga, es porque la demanda, tristemente, también es infinita.

Así lo ha puesto de relieve como te decía un reciente estudio: Nutrient-centrism and perceived risk of chronic disease (El nutriente-centrismo y la percepción de riesgo de padecer enfermedades crónicas). En él, 114 estudiantes de psicología han sido objeto de estudio y se contrastó que para ellos la descripción de una dieta en términos de nutrientes (mencionar los nutrientes que contenía una dieta dada) era percibido como un elemento más beneficioso para la reducción del riesgo de sufrir determinadas enfermedades (diabetes, patologías cardiacas, etcétera) que cuando la misma dieta se describía mencionando los alimentos “naturales” que la componían. Creo que está bastante claro, pero voy a poner un ejemplo.

De igual forma que decir que nuestras cañerías están llenas de monóxido de dihidrógeno puede tener connotaciones negativas para muchas personas (a pesar de que es lo mismo que decir que nuestras cañerías están llenas de agua); en este estudio se puso de relieve que para esta muestra el decir que alguien sigue una dieta alta en magnesio tiene más virtudes protectoras que si le dices que lo que tiene es una dieta alta en espinacas… Es decir, nutricionismo galopante.

Lo cual, además de ser un error, supone un importante peligro ya que desde hace bastantes años la industria alimentaria nos está bombardeando con alegaciones presuntamente saludables (mencionando dichos nutrientes) en productos con un perfil nutricional francamente nefasto. De esta forma, no pocos consumidores prefieren (por que lo perciben como mejor) las salutíferas alegaciones que pueda incluir la publicidad de unas salchichas de frankfurt “ricas en proteínas y fósforo”, que el anodino aspecto de un huevo pasado por agua… que, no es por nada y desde el más estricto punto de vista nutricional, le da bastantes vueltas a las mencionadas salchichas.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:

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Nota: Una vez más, agradezco a Marc Casañas (@Firefly_fan) sus aportaciones para este artículo.

Imagen: Maggie Smith vía freedigitalphotos.net

Nutrición-área 51: le llaman Vessyl, un vaso inteligente a medida para “geeks”


Quién no ha tenido alguna vez la duda al respecto si lo que se acaba de servir en su vaso, copa o jarra es un refresco de cola, un vino, un zumo de manzana o un yogur líquido… me refiero a ese tipo de dudas que le asaltan a todo el mundo media docena de veces al día, todos los días. Evidentemente es una ironía.

Bueno, para los que sí que tengan esa duda, cosa que dudo, ha nacido Vessyl, el vaso inteligente que te informa de la naturaleza de aquello que tú has vertido dentro de él. Que pones té… pues el vaso todo diligente te dice… has puesto té; que pones zumo de naranja con pulpa, pues lo mismo, va y te lo dice: zumo de naranja con pulpa. Un prodigio, cuyas maravillas informativas no se quedan ahí.
Vessyl, el vaso, y siempre según sus promotores, además es capaz de analizar “molecularmente” su contenido y aportar más datos. Sin ir más lejos el del aporte energético, las calorías, pero también la cantidad de proteínas, azúcares, grasas y otras moléculas habitualmente de interés entre las bebidas, como pueden ser, la cantidad de cafeína, de alcohol…

Esto, más que interesante empieza a resultar curioso. Igual la tecnología que usa es de lo más sencillo del mundo, no lo niego, pero a mí se me escapa, en especial por el coste con el que pretende ponerse a la venta: no más de 150€. Un precio caro para un vaso eso es cierto, pero moderadamente asequible para un “vaso inteligente” con lo último en tecnología. La verdad es que no me importaría contrastar cómo funciona, sus márgenes de error, etcétera. Más como una curiosidad que como una herramienta verdaderamente útil. Me encantaría tenerlo y meterle una buena ración de sopa de pollo con fideos… a ver qué me cuenta Vessyl. Si lo hace bien, seguiría con unas buenas sopas de ajo.

Como digo su verdadera utilidad me parece francamente escasa, al menos con los argumentos que sus ideólogos y promotores pretenden poner en alza: ayudarte a adelgazar; a hidratarte correctamente; a mantenerte alerta (informándote de cuanta cafeína llevas incorporada en un determinado tiempo); a maximizar tus entrenamientos (contabilizando la cantidad de “proteína líquida ingerida); a dormir mejor (de nuevo a partir del análisis de la cafeína ingerida), etcétera. Sin embargo, sí que lo veo útil para el tema de fardar allá donde un buen geek que se precie quiera lucirlo (persona especialmente obsesionada por las cuestiones tecnológicas, en ocasiones asociadas a modas o tendencias). A fin de cuentas su diseño es como muy chic, in, vanguardista y minimalista (puedes descartarte de lo que quieras). A estas alturas no debería hacer falta mencionar sus amplias posibilidades de conexión a teléfonos u otros dispositivos también “inteligentes” con los que dejar a tus colegas alucinados un buen rato.

Y dale con aquello de “contar calorías”

El tema de contar calorías en los alimentos (o en las bebidas) es un full, que sirve para poco, por no decir nada. Partamos de la idea de que, además, la mayor parte de bebidas (no todas eso es cierto) se comercializan con su etiquetado nutricional en el que ya se aporta esa información. Pero suponiendo que no fuera así… bien, Vessyl te informa que en las últimas 24 horas has ingresado 456 kcal en forma líquida en base al café con leche, el refresco de cola y la cerveza que te has tomado a lo largo del día… ¿y sabes cuántas calorías has gastado tú en ese día y cuántas has ingresado con los alimentos? No; así que hala, a tomar viento, es una información que no sirve para nada. Contar calorías en líneas generales no sirve para nada, salvo para obsesionarse con tonterías sin tomarle el pulso a lo verdaderamente importante: hacer mejores elecciones alimentarias.

Luego, además de las calorías, está la cuestión de la hidratación. Supongamos que aparte de ese café con leche, refresco y cerveza, has bebido 1,356 litros de agua, y Vessyl te lo dice que para eso es un vaso muy ordenado e inteligente. ¿Te has quedado con sed? Pues bebe, sin la necesidad de que ningún Vessyl listillo te diga cuánto agua has de beber. Por el contrario, ¿te has forzado a beber? Manda a Vessyl a la porra. Te lo dije en esta entrada, el mejor consejero al respecto de cuánto se ha de beber (o no beber) es nuestra sed. Y punto. Ni litro y medio al día, ni dos litros que valgan… la sed. La tienes, bebe; no la tienes, no bebas.

Y por último está el tema de la cantidad de grasas, hidratos de carbono y proteínas… ¡nutricionismo en su máxima expresión! cuestiones que solo promueven el desequilibrio mental de la población en lo que se refiere a las cuestiones nutricionales.

No sé, a mi esto me recuerda cada vez más al relato de ciencia ficción en tono de humor, “Mesura”, que publiqué hace tiempo. Me refiero a ese proyecto de creación de un “robot de compañía dietéticamente correcto” que le informaba a sus propietarios de las calorías, proporción de nutrientes y demás que ingerían… Si quieres echarle un vistazo y contrastar cuál es mi perspectiva ante ese futuro cada vez más real que es el de contar calorías apoyados en “soluciones” tecnológicas, te invito a que leas sus tres capítulos ( el 1, el 2 y el 3).

Tal y como vimos en aquella entrada al respecto de la creación del tenedor inteligente (HAPIfork: que nos informaba de si nuestro ritmo al dar cuenta de la comida era alto, bajo o adecuado) esto de las aplicaciones tecnológicas para ocuparnos de cosa del comer, creo que se nos está yendo de las manos. Mucho tenedor inteligente, mucho vaso también inteligente… ¿para cuando un humano, al menos, con sentido común?

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Para que luego no se diga, si alguien quiere recabar toda la información ofrecida por los fabricantes de Vessyl he incluso reservarlo por el módico precio de 75€ (esto tiene toda la pinta de estar en proceso de crowdfunding o micromecenazgo) aquí te dejo todos los enlaces a su página web: las preguntas más habituales al respecto de su uso, naturaleza, diseño, precauciones… el equipo que lo ha sacado adelante o que pretende sacarlo, y cómo contactar con ellos.

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El padre del nutricionismo, por fin, escribe un libro sobre el tema

NutritionismAprovecho que hoy estoy en Lugo y entre amigos en las III Jornadas Nutrición Clínica y Dietética Aplicada de Galicia para hablar de “nutricionismo” y contaros un reciente descubrimiento: la publicación de “Nutritionism”, un libro firmado por Gyorgy Scrinis quien es considerado el padre de este término.

En esencia, el nutricionismo consiste en el movimiento, ideología o corriente que hace descansar en los nutrientes aislados las virtudes que tienen los alimentos en su conjunto. Para más detalles puedes acceder a esta entrada que publiqué hace casi un año.

Aunque como ya comenté el término fue popularizado por el periodista estadounidense Michael Pollan a partir de su interesante obra, en forma de libros y artículos, fue realmente este historiador, Gyorgy Scrinis, profesor de política alimentaria de la Universidad de Melbourne quien lo acuñó y le dotó de significado.

Entre sus contenidos, traducidos, podremos encontrar:

1. Las discrepantes ideologías nutricionales.
2. El paradigma del nutricionismo: perspectiva reduccionista en relación a los nutrientes, los alimentos y el cuerpo.
3. La cuantificadora era del nutricionismo: nutrientes protectores, el reduccionismo calóric y la vita-mania.
4. La era del buen y el mal nutricionismo: nutrientes dañinos y las nutri-céntricas directrices dietéticas.
5. La guerra de los macronutrientes: desde las campañas “bajas en grasa” al “bajo en caloría”, “bajo en carbohidratos” y las dietas de bajo índice glucémico.
6. La margarina, la mantequilla y el gran fiasco de las grasas trans.
7. La era de nutricionismo funcional: nutrientes funcionales, superalimentos y perfiles dietéticos óptimos.
8. Alimentos funcionales: ingeniería nutricional, marketing nutricional y nutricionismo corporativo.
9. El paradigma de calidad alimentaria: enfoques alternativos para la alimentación y el cuerpo.
10 . Tras el nutricionismo.

No sé vosotros, pero yo no me aguanto a que se traduzca al castellano (cosa bastante poco probable) y por eso lo acabo de encargar a Amazon. Ya os contaré.

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Nota: La entrada de hoy no tiene mayores agradecimientos, pero sí la invitación de la que he sido objeto por parte de José Antonio López (@JoseALopezDN) para que hoy os escriba desde tierras lucenses.

Pan y helado en un domingo cualquiera

Pan y heladoHace pocos domingos volvía por la tarde a casa con la familia después de haber pasado un día por ahí. Había que comprar pan para la cena (en mi casa se consume no poco pan) y en estas que me fui a ver donde podía encontrar un pan más o menos decente siendo que mi panadería “de siempre” estaba ya cerrada.

Dirigí mis pasos hacia una de esas franquicias que tiene el pan como centro y reclamo del negocio, pongamos que se llama ChupiPán y que además no hace mucho ha diversificado su oferta con una nueva línea de panes, pongamos que se llama Good-baking… tradición, calidad, mayores valores nutricionales y todo eso como justificación. Tienda vacía. Entro y se establece el siguiente diálogo con la “panadera” (textual):

–        Hola, buenas tardes quería pan… un buen pan ¿qué es lo que tienen o les queda?

–        Uuuuy, muchas cosas, nuestra línea good-baking es estupenda y maravillosa… tenemos un pan “multicereales”, este de aquí, muy rico; también tenemos la barra “tradición” sin ningún tipo de aditivos… pero el mejor de todos es este de aquí, el “pan de espelta”, es el mejor porque quita todos los dolores…

Yo no sé o no puedo levantar una ceja y aportar a mi cara un aspecto circunspecto e inquisitorial (cosa que siempre me ha dado mucha envidia), así que no tuve otro remedio que intervenir de palabra

–        ¿Perdón…?

–        … (silencio)

–        ¿Dice usted que este pan “quita todos los dolores”?

–        Sí, sí, de reúma, de las articulaciones, de espalda, etcétera, cualquier dolor

–        ¡Vaya! entonces ¿habrá que cerrar las farmacias, no?

–        No hombre no, no te quita los dolores inmediatamente sino que si se consume de continuo, a la larga, produce esos efectos…

–        Perdone mi osadía, ¿pero eso como lo sabe?

–        Aquí vienen todos los días personas mayores pidiendo este pan porque se lo ha recomendado su médico o su nutricionista… y claro si ellos lo recomiendan será por algo.

–        Yo soy nutricionista

–        ¡Ah! estupendo, entonces sabrá de lo que le estoy hablando…

–        No, ni idea, ilústreme

–        Bueeeeeeno (serás un nutricionista de medio-pelo, debió pensar) es que la espelta es un cereal ancestral y natural que tiene muchos nutrientes… ¿es que usted no lo recomienda?

–        No. Bueno, no se preocupe demasiado por mí, que es domingo y no conviene… Deme dos barras del de tradición por favor, ya le pondré yo los “aditivos”. ¿Qué le debo?

–        2,20 euros (con cara de no haberla pillado, pero mosqueada)

–        Gracias, buenas tardes.

A continuación de vuelta hacia casa me topé con una heladería de las de antes y pensé, qué demonios, un día es un día, vamos a ver qué helados tienen y les doy una sorpresa a mis chicas (mujer y dos hijas, preciosas todas)

–        Hola, buenas tardes ¿qué le pongo?

–        Hola buenas, déjeme que eche un vistazo por que desde luego hay que ver la variedad que tiene usted aquí (realmente, no suelo frecuentar las heladerías, y cuando lo hago siempre me asombra como han evolucionado los sabores que yo recordaba de otro tiempo: fresa, limón, chocolate, vainilla, nata… y poco más)

–        ¡Caramba, veo que tiene usted helado de bayas de Goji!

Reconozco que venía un pelín calentito de la panadería y con cierto espíritu de cachondeo, así que lancé mis redes a ver si pillaba algo en río revuelto… y me llevé una (agradable) sorpresa:

–        ¿Qué es eso de las bayas de goji? Pregunté

–        Sinceramente una chorrada más que al parecer ahora tiene bastante tirón por aquello de la salud

–        ¿A sí? ¿y qué beneficios se le atribuyen?

–        Imagínese cualquiera… pues ése que tiene en mente se le atribuye, cualquiera.

–        ¿Y funciona?

–        ¿Habla en serio?

–        ¿Está rico?

–        A mí no me gusta nada

–        Entonces, ¿porqué lo hacen?

–        Porque se vende más o menos bien… Estoooo, bueno, ¿va a querer algo o no?

–        Sí, sí, perdone. Mire, me va a poner dos tarrinas pequeñas mezcladas, una de helado de jerez con pasas y helado de galleta; y la otra con helado de limón y fresa a partes iguales.

–        ¿Qué le debo?

–        4,80 euros

–        Ay disculpe, póngame también cuatro cucuruchos de barquillo… ¿qué le debo?

–        Ya le he dicho: 4,80€

–        ¿No cobra el barquillo?

–        No

–        Muchas gracias

–        Gracias a usted, adiós

En el camino a casa pensaba en estos dos breves encuentros y la muy diferente forma que tenían dos comerciantes de dirigir sus negocios a pesar de la aparente similitud. Todo ello teniendo en cuenta que casi a buen seguro la “panadera” era una empleada y el de la heladería el propietario. Ya sabes lo que opino de estas cosas así que no te sorprenderá la nota que en su labor comercial atribuiría uno y otro trabajador.

Para la empleada de ChupiPán un 7 sobre 10: entrega, ganas de vender, proactiva. No le pongo un 10 porque evidentemente sus argumentos eran simples y, llanamente, mentira. Al propietario de la franquicia de ChupiPán un 0 sobre 10: no tiene ni puñetera idea o intención de formar a sus empleados de forma adecuada dando un servicio y un producto digno con una información veraz. Al empleado, y todo apunta que propietario de la heladería, un 10: tenía pinta de ser uno de esos tipos con el que, al menos un servidor, se iría bien a gusto de cañas.

Nota final: El pan estaba razonablemente bueno, la textura, olor y sabor eran bastante aceptables o incluso como digo buenos, el aspecto podría ser mejorable (la corteza inferior presentaba esos puntitos de rejilla que no soporto). Lo mejor del pan: que al día siguiente seguía manteniendo la compostura. Y en cuanto a los helados… increíbles, no te cuento como estaba la mezcla del helado de jerez con pasas con el de galleta. Y eso que sobre el papel a mí no me gustan demasiado los helados. Las nenas quedaron encantadas; y que te diré yo de cómo me quedé después de recibir sus besos y abrazos.

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Imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net

¿Qué es mejor, la margarina o la mantequilla?

De verdad que pocas preguntas hay tan recurrentes y que a mi modo de ver tengan tan poco sentido como la del título de hoy. Aunque lo cierto es que esta es solo un ejemplo más de una prolífica familia de preguntas de similar corte. Seguro que te suenan otras similares… Qué es mejor: la leche o la bebida de soja; el pan de barra o el de molde; el azúcar o los edulcorantes (cualquiera de ellos); las nueces o las almendras; el plátano o las manzanas, etcétera.

Cierto es que la expresión de cada una de estas dualidades no hacen sino poner de manifiesto, en mi opinión, un desconocimiento intrínseco de las más mínimas cuestiones nutricionales en quien las plantea. Normalmente quien las formula suele esperar una respuesta enrocada en el “nutricionismo” más galopante con la que al final da igual lo que le digas porque no va a entender nada. Veamos, de qué sirve que a alguien que te plantea este tipo de preguntas le termines hablando de ácidos grasos insaturados, proteínas de alto valor biológico y otras cuestiones más o menos técnicas si quien te pregunta es incapaz de comprender lo poco conveniente de una cuestión tan “simple” como la que te traslada.

Para todos aquellos amantes del “nutricionismo” (ya sabéis que yo no lo soy) os sugiero que en concreto, ante la dualidad mantequilla vs margarina os veáis este vídeo (subtitulado) y tratéis de sacar vuestras propias conclusiones. He elegido este vídeo en concreto porque, al menos por lo que sé, “gusta” bastante y tiene muchos seguidores (y ojo, que no digo que su contenido sea falso)

Para todos lo demás, para los que queráis una respuesta más sensata, acorde con quién la formula, permitidme que la respuesta que dé a tan resbaladiza pregunta sea un poco “a la gallega”. Es decir, que os conteste con otra pregunta:

¿Dónde ves tú en estas básicas recomendaciones sobre alimentación saludable la inclusión de forma más o menos importante de mantequilla o bien de margarina? (Nota: Plato de la alimentación saludable propuesto por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard)

 

 Healthy eating plate Harvard

En ninguna parte, ¿no? Pues eso. Tanto margarina como mantequilla no son alimentos para que estén presentes de forma importante en tu alimentación; ni en frecuencia, ni en cantidad de consumo. Así que, ya que las vas a utilizar poco y muy de vez en cuando, usa la que te apetezca.

Moraleja: es bastante recomendable fijarse más en los trazos gruesos de nuestra alimentación y su idoneidad con respecto a las recomendaciones antes que profundizar en tanto detalle.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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Maldito nutricionismo

El nutricionismo, aunque ahora sea la primera vez que te desayunas con esta palabra no es una corriente novedosa. Para nada. Se viene practicando desde hace décadas y además de forma salvaje, incluso parece que cada vez con más intensidad.

Llevaba mucho tiempo queriendo hacer esta entrada y la verdad es que debiera haberla hecho antes y así poder hacer referencia a ella para justificar o explicar mi posicionamiento a la hora de tratar otros temas.

¿Qué es?

El nutricionismo es ese movimiento, ideología o corriente que hace descansar en los nutrientes aislados las virtudes que tienen los alimentos en su conjunto. Ya sabéis, eso de: toma mucho calcio que es bueno para los huesos, incorpora suficiente omega-3 en tu dieta porque es bueno para tu salud cardiovascular, si tomas vitamina C reforzarás tus defensas… y todas esas cosas llevadas al extremo y por lo tanto descontextualizadas.

¿Cómo se practica el nutricionismo?

Normalmente y entre los ciudadanos de a pie, supone  el seguimiento de dos posibles conductas, que no son excluyentes (se pueden seguir las dos) A título particular he de decir que trato de desanimar este tipo de comportamientos por los riesgos que pueden llevar asociados. La consecuencia más probable, tiene gracia, es la de queriendo hacer las cosas bien, hacerlas mal. Queriendo llevar una alimentación saludable, no conseguirlo, pese a las actitudes empleadas. Los posibles patrones de comportamiento pro-nutricionismo a los que me refiero son:

Por un lado, atiborrarse a suplementos o complementos nutricionales que no harían ninguna falta si se siguiese un patrón de alimentación equilibrado. La necesidad de nutrientes, su esencialidad llegado el caso, está siempre en relación con las circunstancias metabólicas de nuestra particular biología. Como ya puse de relieve en esta entrada, tomar “de más” algo aunque inicialmente sea necesario, no tiene por qué aportar ningún beneficio. Es más, puede que sea incluso perjudicial. Cócteles de vitaminas y minerales, acidos grasos omega-3, fibra etc. son algunos de los protagonistas más frecuentes de este tipo de suplementación afín al nutricionismo.

Por el otro, el hacer una selección tergiversada de los alimentos que van a formar parte de nuestro carro de la compra cuando se está inmerso en una búsqueda casi obsesiva  de la “pureza nutricional”: Lácteos enriquecidos con vitaminas o con cepas exclusivas de microrganismos con sugerentes nombres, los productos “sin” (lo que sea) o con un “contenido reducido” de lo que sea, alimentos enriquecidos “con” (lo que sea), etc. Al mismo tiempo, este comportamiento suele implicar el dejar en los estantes de los supermercados aquellos otros alimentos que de forma original aportan o adolecen (según el caso) dichos elementos buscados en el ejercicio del nutricionismo. No es infrecuente el conocer personas que por ejemplo no toman demasiada fruta o vegetales en general y, que sin embargo, incorporan alimentos de los llamados funcionales con vitaminas, minerales, fibra, sin grasas saturadas… por que:

¿sabes? son importantísimos (dicho esto con acento de Tamara Falcó –con todos los respetos-)

Lo que a buen seguro es algo descontextualizado y caro (encontrar dichos nutrientes en los alimentos funcionales es más gravoso que “adquirirlos” en fuentes alimentarias “originales”); con mucha probabilidad es también algo insulso o poco palatable (“rico” si queréis) aunque ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito ¿Quién prefiere tomar leche con omega tres a degustar unas sabrosas anchoas rebozadas?; y por lo normal poco útil: Una ración de anchoas llega a aportar hasta más de 50 veces de omega tres que una ración de este tipo de lácteos. Y conste que con esta afirmación no trato de fomentar el nutricionismo si no el ponerlo en su sitio. Reconozco que los nutricionistas tenemos nuestra parte de culpa en el tema.

Otro estilo de nutricionismo, esta vez no personal si no mediático es el que se ejerce a partir de revistas desustanciadas, “noticias” sensacionalistas en la tv, prensa o en la radio y sin olvidarnos de absurdos blogs. ¿Cuántas veces hemos oído, leído o visto, por ejemplo, titulares del tipo “Conoce los 10 mejores alimentos contra el cáncer” y otros de similar calado que hacen glosa y prosa de nutrientes milagrosos varios. Pues eso, que en la práctica y aunque no se le ponga nombre, el nutricionismo se alienta de forma constante y además tiene sus buenos seguidores.

¿Qué ha propiciado esta corriente?

Posiblemente la revolución científica en cuestiones de salud acontecida a partir del siglo XIX. Más en concreto, opino que la identificación de los nutrientes en los alimentos y la descripción de sus funciones correspondientes ha tenido mucho que ver. Por simplificar: nutriente descubierto, función que te crío. El modelo básico es el siguiente: Si un nutriente es necesario para algo, tomar más es mejor. Y así con todos (los nutrientes).

Tras esta situación, una industria alimentaria ávida por vender “salud” en vez de alimentos, jaleada al tiempo por algunos profesionales con pocos escrúpulos, auspiciada por unos medios de comunicación “desencajados” por vender noticias inverosímiles y una población mitad obnubilada con la supremacía del conocimiento científico y mitad crédula hasta lo irracional (ya sé que es una contradicción, pero así me lo parece) han propiciado el auge del nutricionismo.

Y lo cierto es que no sé cuándo ni cómo se le puede poner coto a esta corriente. Tampoco entiendo muy bien como se hacen programas como Gandía Shore u otros similares… y sin embargo se hacen… porque la gente los demanda. Los consume, dicen. Pues eso será. Y así nos luce y seguirá luciendo el pelo (tanto con, como sin champú de biotina)

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Foto microscopio: Machine Project

Foto píldoras: Seattle.roamer

Foto anchoas: Juan Revenga

Foto científico: haavoc