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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Monsieur Mangetout (El Señor Comelotodo) y los records Guinness de glotonería

Diploma record GuinnessConfieso que hasta hace relativamente poco tenía una gran afición y esta no era otra que coleccionar, y por supuesto leer, el Libro Guinness de los Records. Este gusto por las historias rocambolescas, a veces inverosímiles, los prodigios de la naturaleza y sus innumerables demostraciones de fortaleza y determinación se me despertó muy pronto cuando con 8 años cayó en mis manos una edición francesa de 1979 del famoso libro. Entre el poco francés que dominaba por aquel entonces y el asombro que, uno a uno, despertaban los records traducidos, fueron innumerables las horas de jubilosa lectura. Tal fue así que mis padres no tardaron en darse cuenta y en poco tiempo tuve sobre mis rodillas una nueva versión, la de 1983, esta vez en castellano. Es posible que aun sin saberlo, el primer atisbo de lo que finalmente iba a ser mi profesión pudiera ser reconocido por aquel entonces, ya que los denominados records de glotonería, sección inmutable en todas las ediciones que se precien, era una de mis preferidas. Me gustaría ilustrar esta fascinación con algunos ejemplos de las ediciones antiguas:

Steve Meltzer, en 1974, se zampó 96 salchichas con un peso medio de 28,3g/u en 6 minutos redondos, lo que suponen unos 2,7 kg. de salchichas.

Peter Dowdeswell, en 1978, se endiñó entre pecho y espalda 22 empanadillas de carne de 156g/u en 18 minutos y 13 segundos. El total, 3,4 kg. de empanadilla.

Bennet D´Angelo en 1977 se refrescó el cuerpo con 1,530 kg de helado e invirtió en ello 90 segundos. El helado, puntualiza el libro, no debe estar derretido para la homologación del record en cuestión (sic).

No obstante, ya en las primeras ediciones que leí, se podían advertir mensajes de la editorial en los que se decía que no se publicarían, desde esa edición en adelante, records de consumiciones potencialmente nocivas, como por ejemplo más de dos litros de cerveza, huevos con cáscara u hormigas vivas. Lo gracioso del tema, y lo bueno de aquellas ediciones, es que junto a estas advertencias, encontrábamos records como los siguientes:

Jay Gwaltney en 1980 se lió la manta a la cabeza y le dio por comerse un abedul (de 3,35 m. de altura y un tronco de 12 cm. de diámetro) en 89 horas…

Cosa que no veo especialmente saludable. Y para más inri, lo siguiente:

Michel Lotito, apodado “Monsieur Mangetout”, se comió una bicicleta entera con neumáticos incluidos entre el 17 de marzo al 2 de abril de 1977. Su estómago iba sobre ruedas…

Sobre este último record, el libro, tras haber hecho la aclaración anterior acerca de la no publicación de records insanos, afirmaba que la inclusión del de la bici se publicaba ya que siendo el no va más de la estupidez (sic), era improbable que atrajese la competición.

Cessna 150

… Y se equivocaban, o cambiaron de parecer, por que si bien lo del tema de la bici era publicado en la edición de 1983, en la de 1988 encontrábamos, de nuevo con sus advertencias y demás precauciones, que el mismo señor de la bici se había comido una avioneta Cessna 150 (como la de la foto) en el nada desdeñable plazo de 2 meses, ruedas incluidas (nunca entendí, y posiblemente de ahí parte de la gracia, lo de llamar la atención sobre los neumáticos y las ruedas cuando de comerse bicis y aviones se trata).

De esta forma, los reyes magos y los cumpleaños fueron una inagotable fuente de risas e inspiración para mi adolescente imaginación… hasta que llegó el desastre y lo políticamente correcto transformó al Libro Guinness de los Records en una retahíla de ñoñerías sin tan siquiera un interés anecdótico y sin la menor gracia. Así, en la versión de 1996, no se podía encontrar ninguna ingesta imposible, ninguna payasada que le hiciera a uno desternillarse, dejar caer el libro y rodar por el suelo muerto de la risa. ¿Por qué? Pues me imagino que por el propio cambio de los tiempos y su consustancial paternalismo consistente en hacer de nuestras vidas una almibarada existencia. Un Mundo feliz, en el que lo que no se cuenta no existe, o más bien, parece no existir.

Volviendo al Guinness, aporto a continuación algunos ejemplos que ilustran en qué se han convertido, en las ediciones más recientes, aquellos records de glotonería. De entrada la categoría ha sido tristemente finiquitada, y ni tan siquiera aparece como tal. En su lugar encontramos un nueva, alimentos y bebidas, en la que se recoge entre otras y hasta la fecha, la pizza más grande del mundo, la mayor pella, el banquete más caro, el mayor consumo per cápita de café, queso, miel, etc. y cosas tan interesantes como dónde se ha celebrado la comida de gala a mayor altitud jamás realizada; que para que nadie se quede con la duda, os diré que fue a 6.789 m cuando en 1989 una expedición australiana escaló el monte Huascarán (Perú) llevando consigo una mesa Luis XIV, sillas, un candelabro y vino para una comida de tres platos. Cuestiones estas que, comparadas con comerse una avioneta, un abedul ó 28 pollos de una sentada (Edwuad Abraham “Bozo” Miller en San Francisco, 1963. Peso medio de los pollos, 906 g.) qué quieres que te diga… pues como que no tienen nada que ver.

En fin, tal están las cosas que en el año 2002 dejé de coleccionar nuevas ediciones del famoso libro y no creo que las cosas cambien tanto como para retomar aquel hábito otrora tan dichoso, y mucho menos con la actual tendencia. Me tendré que consolar con releer los viejos records o, mejor aún leérselos a mis hijas y disfrutar tanto o más que ellas cuando a estas se les pongan los ojos como platos y se partan de risa. Que tampoco es mala cosa.

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Fotos: EvaK, Arpingstone vía Wikimedia Commons