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Pues no, las fórmulas lácteas no son iguales (y ni mucho menos mejores) que la leche materna

Parece mentira que aun nos veamos en estas, pero no puedo dejar pasar el comentar algunas cuestiones que me vinieron a la cabeza tras leer la pasada semana el post de mi vecina Madre reciente al respecto de la donación de leche materna y que se tituló: 1.315 madres, 4.967 litros, 1.500 bebés. Hoy es el Día Mundial de la Donación de Leche Materna.

Leche materna vs fórmula

De veras que me parece increíble que a estas alturas haya quien argumente que las fórmulas lácteas sean igual de buenas que la leche materna ya que según comentaron algunos participantes en el maremágnum de opiniones que se suscitó a continuación, las fórmulas artificiales actuales son de suma calidad (que sí, pero que no). Es más, según alguno cree, se le incorporan esos componentes “imprescindibles” que argumentan los partidarios de la leche materna… lo que (casi parece que se lee entre líneas) termina en un producto hasta mejor aun que la leche materna. O quizá no sea tan increíble el saber de personas que así piensan, fíjate: según este estudio se puso en evidencia que, al menos en Estados Unidos, el porcentaje de personas que estaba de acuerdo con la afirmación “la fórmula infantil es tan buena como la leche materna” pasó de un 14,3% en 1999 a un 25,7% en 2003 (no voy a hacer mayor comentario… que se me hincha la vena mala)

Mencionemos de nuevo que en este tema parece que es imposible encontrar opiniones mesuradas o simplemente educadas que no terminen en el insulto y el menosprecio del que no opina de la misma forma que uno. Es decir, que en base a mi experiencia, tanto los defensores de una y otro postura (lactancia materna vs lactancia artificial) suelen en muchos casos estar, ambos, bastante embebidos de cierto fundamentalismo. Así pues, tras santiguarse tres veces y tocar madera con los dedos cruzados mientras se pisa una caca (que es lo que los supersticiosos harían cuando uno se arriesga a volver a escribir sobre estos temas) vamos allá…

Leche materna vs fórmula: composición

Para que el que quiera utilice los argumentos que le dé la gana, pero que los utilice bien, veamos a continuación cuáles son las diferencias bromatológicas de ambos productos, de la leche materna frente a la leche artificial, de modo general. Ni que decir tiene que esta comparativa está basada en generalizaciones aceptadas de ambos productos y que dependiendo de la leche particular que se considere se podrían encontrar no pocas discrepancias aunque las características nutricionales de uno y otro producto estén más que marcadas.

Comparación leche materna fórmula

Así, tal y como se puede contrastar el mayor parecido entre la leche de fórmula y las leches maternas es su aporte energético (nada relevante en cualquier caso, un combinado de ron y refresco de cola puede tener las mismas calorías que un bocata de jamón). Sin embargo, la cantidad de proteínas es un 40% más abundante en la fórmula, tienen más hidratos de carbono y suelen tener menos grasa. Pero si encontramos notables diferencias entre la cantidad de macronutrientes, más significativa me parecen las que encontramos en relación a su calidad.

En cuanto a las proteínas en la lecha materna el 30% lo constituye la caseína y el 70% restante las proteínas del suero entre las que destacan alfa-lactoalbúmina (de alto valor biológico para el bebé), seroalbúmina, beta-lactoglobulinas, inmunoglobulinas, glicoproteínas, lactoferrina, lisozima, enzimas, moduladores del crecimiento, hormonas y prostaglandinas. Una composición cualitativa muy difícil de igualar por las diversas fórmulas ya que la fracción proteica de la leche materna es especialmente digerible e hipoalergénina cuando se compara con la de las fórmulas.

En cuanto a la grasa de la leche materna (y a pesar de sufrir importantes fluctuaciones en su contenido tanto a lo largo del periodo de lactancia como de un mismo día) posee una proporción relativamente estable en cuanto a la proporción de ácidos grasos: cerca de un 42% de ácidos grasos saturados y en torno al 57% de poliinsaturados. Toda la leche materna es especialmente rica en estos ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga y quizá por eso la mayoría de las fórmulas están enriquecidas con ellos desde hace dos o tres décadas. Sin embargo, es preciso saber que aunque la “la percha” sobre la que se construyen la mayor parte de las fórmulas lácteas para lactantes es la leche de vaca desnatada, esta se ve enriquecida con diferentes mezclas de aceites procedentes de la colza, la soja, el coco, el girasol y la oleína de palma.

El caso de los hidratos de carbono también merece mención especial. El origen de los carbohidratos de la leche materna es sin duda alguna la lactosa. Su alta concentración (en comparación con la leche de vaca) facilita la absorción del calcio y el hierro y promueve la colonización intestinal de una flora microbiana fermentativa que mantiene un ambiente ácido en el intestino que inhibe en cierta medida el crecimiento de bacterias, hongos y parásitos. Por su parte, en el caso de las fórmulas también suele ser la lactosa el principal hidrato de carbono, no obstante no es infrecuente encontrarlas con ingredientes tan poco apetecibles como el sirope y maltodextrinas de maíz.

En cuanto a los micronutrientes, las fórmulas están enriquecidas “a cascoporro” con minerales que parecen especialmente interesantes, más en concreto el calcio y el hierro cuya presencia es notablemente superior a la de las leches maternas.

Nutrientes a parte

Más allá de los nutrientes clásicos, su cantidad y origen, la leche materna presenta singularidades concretas que difícilmente podrán ser igualadas algún día en las fórmulas… o no al menos a corto plazo y a un precio más o menos asequible (como si las actuales lo tuvieran… que esa es otra). Me refiero por ejemplo a factores anti infecciosos como los anticuerpos, la inmunoglobulina A, la lactoferrina (que “secuestra” el hierro haciéndolo inaccesible a las posibles bacterias y por este mecanismo frenar su proliferación), las lisozimas… Quizá por estas razones la incidencia de infecciones es menor en lactantes alimentados al pecho que en aquellos con lactancia artificial.

Así pues: no, las fórmulas lácteas no son iguales que la leche materna… y ni mucho menos mejores. De forma que si existe la posibilidad de crear entornos en los que se estimule la donación de este preciado fluido entre las madres que les sobre leche para que otros bebés puedan aprovecharse de ello, pues bienvenido sea.

Ahora ya… que cada cual, haga lo que le dé la gana.

Si te has quedado con ganas de seguir leyendo y sobre todo profundizando sobre el tema te recomiendo sigas por este post del experto en el tema Julio Basulto (@JulioBasulto_DN) Lactancia materna: deliciosa conexión entre la inmunidad de la madre y la del bebé

Y si quieres leer más en de lo publicado en el blog sobre el tema:

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Imágenes: Boians Cho Joo Young vía freedigitalphotos.net

Bebés, proteínas, leches y obesidad

bEBÉ BIBERÓN

Hace unos pocos días fuimos testigos de una noticia que se hacía eco de un estudio científico que afirmaba que los bebés que toman fórmulas lácteas (lactancia artificial) con menos proteínas estaban expuestos a un menor riesgo de padecer obesidad (medido a partir del índice de masa corporal o IMC) en la edad pediátrica.

En este estudio, cuyo resumen puedes consultar en este enlace, tras haber realizado un seguimiento a más de 1600 niños concluye de forma categórica que:

La leche artificial para lactantes con un menor contenido de proteínas reduce el IMC y el riesgo de obesidad en la edad escolar. Evitar aquellos alimentos infantiles que aportan una cantidad excesiva de proteínas podría favorecer una reducción de la obesidad infantil.

Muy interesante, sin lugar a dudas. No obstante hay algunas cuestiones que apenas se han reflejado en este estudio y que me han llamado poderosamente la atención. La principal, el poner el acento en el efecto de la composición de las leches de fórmula y mencionar muy de refilón los resultados observados en los niños alimentados a partir de lactancia materna. Me explico.

Resulta que con los cerca de 1600 niños en observación se hicieron tres grupos. Empezaron distinguiendo los bebés en dos grupos: los que recibieron lactancia artificial y los que recibieron lactancia materna, al que se denominó “grupo de referencia observacional”. A su vez, el primer grupo, algo más del millar, fue divido en dos: los que recibieron fórmulas artificiales “alta en proteínas” y los que la recibieron “baja en proteínas”.

Pues bien, independientemente de que puedan existir otras variables que afecten al peso de los niños, algo evidente, resulta que la prevalencia de obesidad en los niños de seis años fue claramente diferente entre los que habían recibido fórmula “alta en proteínas” (prevalencia = 10%) frente a los que la habían recibido “baja en proteínas” (prevalencia obesidad = 4,4%). Muy interesante.

Pero a mi juicio lo es mucho más, el saber que entre el grupo de niños de seis años que habían recibido lactancia materna esa prevalencia fue del 2,9%

 bebés, lactancia y obesidad

Es decir, tal y como se apunta en el estudio en cuestión (y nunca en la versión que ha llegado a los medios de comunicación) el grupo de lactancia materna fue observado como “grupo control” o como un tácito (no declarado) grupo en el que las circunstancias son las de referencia. Así pues, casi toda la fuerza del estudio se centra en recomendar leches artificiales y productos que no contengan un exceso de proteínas en el periodo de lactancia, haciendo una escasa (totalmente anecdótica) mención a los beneficios de la lactancia materna, cuando fue esta la opción que mejores resultados obtuvo.

A modo de (no sé si) curiosidad, creo que merece la pena mencionar que todos los bebés alimentados con lactancia artificial en este estudio lo fueron a partir de una única marca comercial, Bledina (de Danone) que se suministró sin coste a los participantes en el estudio. Aunque en el estudio, todo hay que decirlo se mencione que la compañía en cuestión no desempeñó un papel decisivo en la realización y análisis del trabajo.

En la actualidad los límites de contenido proteico en las leches de fórmula es relativamente variable. Según la normativa el contenido de proteínas de una fórmula infantil puede oscilar en una horquilla bastante amplia entre 1,8 y 3,5 gramos por cada 100 kcal aportadas. Sin embargo, es preciso mencionar que el contenido proteico de las fórmulas lácteas para lactantes ha sido recalculado “a la baja” ya que hasta 2006 los límites inferior y superior de contenido proteico estaban fijados respectivamente en 2,25g y 4,5g por cada 100 kcal aportadas. Es decir, como siempre, una reformulación conducente a asemejar en lo posible la composición de las leches artificiales a la materna que tiene un contenido netamente inferior de proteínas (1,3g de proteínas por cada 100 kcal de leche materna madura) al límite inferior legalmente vigente en la actualidad para las fórmulas artificiales (1,8g/100kcal).

En resumen, no ya solo por aquello de la prevención del riesgo de obesidad, sino por infinitos motivos más, la mejor opción al abordar la lactancia de un bebé es la lactancia materna. Y si por la causa que sea se termina recurriendo a la lactancia artificial, las fórmulas con un menos contenido proteico parecen ser más ventajosas. Al menos desde el punto de vista de la prevención del riesgo de obesidad y siempre y cuando se observen otros factores.

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Imagen:  Sura Nualpradid vía freedigitalphotos.net