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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Si solo le importan las pechugas y los muslos… mándalo a KFC

KFCMucha gracia me hizo ver el otro día en mondo twitter este mensaje tal cual que pone de relieve, supongo, la excesiva importancia que suelen dar a la “imagen” de algunas mujeres sus respectivas parejas. Muchas veces, también hay que reconocerlo, la culpa la tenemos nosotros, todos, al hacer descansar sobre esa imagen un valor desorbitado, es decir, esa culpa también podría recaer en no pocas ocasiones en las propias implicadas (recuerda esta entrada: “Thigh gap” o el espacio entre los muslos, como peligrosa tendencia«)

Cambiando de tercio, quería dedicar esta entrada a hablar precisamente de la marca en cuestión, KFC, ya que en mi opinión su imagen carga con uno de los mitos más difundidos y absurdos en el mundillo de las cadenas de restauración. Supongo que ya estrás al corriente de este bulo que dice que esta cadena de restaurantes se vio obligada a cambiar su nombre original de “Kentucky Fried Chicken (Pollo frito de Kentucky) por el de KFC por que resulta que se había comprobado que la comida que ellos servían no procedía de pollos al uso sino de una especie de engendro polleril, una especie de Frankenstein avícola, que carecía de pico (a veces incluso se decía que carecían de cabeza), plumas e incluso de casi, casi de huesos que les impedía sostenerse en pie. De esta forma, continúa el mito, era mucho más económico y rentable, echar entero la especie esta de mutante a la freidora… sin desperdicios, todo aprovechable ya que el negocio así era mucho más rentable. Por lo tanto, según este bulo, a la marca se le urgió a que quitara la palabra chicken (pollo) porque no reflejaba la realidad de su producto. Lo cierto es que esto de los mitos que ponen en la picota a empresas de renombre siempre me ha hecho mucha gracia, supongo que a las empresas implicadas ninguna, pero es lo que hay.

Al parecer, la realidad del cambio de nombre de Kentucky Fried Chicken, por el de solo KFC se debió al interés de la empresa de desvincular su nombre comercial de la palabra “frito”. Término que en los tiempos que corrían (y corren) podría asociarse por parte de los consumidores, consciente o de forma subliminal, a una elección alimentaria poco saludable, a muchas calorías, a fritanga y, así en general, a un producto poco recomendable. Este cambio en la denominación comercial se produjo en 1991 pocos años después de que la empresa pasara a manos de  PepsiCo, quien introdujo diversos cambios en su carta, ampliándola y ofreciendo más opciones (pizzas, hamburguesas…) más allá del pollo frito.

Conste que no soy ningún defensor de la marca, ni detractor tampoco… más allá de lo poco que a título particular me gustan este tipo de opciones (grandes cadenas de hamburgueserías, pizzerías, etcétera), tanto desde el punto de vista organoléptico o como opción frecuente. La verdad es que creo que solo he pisado uno de estos establecimientos en mi vida, creo que en los años 90 y, la verdad ya entonces no me entusiasmó. Igual va siendo hora de volver a probar y de salir de dudas… o de ratificarme.

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