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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Bebés, proteínas, leches y obesidad

bEBÉ BIBERÓN

Hace unos pocos días fuimos testigos de una noticia que se hacía eco de un estudio científico que afirmaba que los bebés que toman fórmulas lácteas (lactancia artificial) con menos proteínas estaban expuestos a un menor riesgo de padecer obesidad (medido a partir del índice de masa corporal o IMC) en la edad pediátrica.

En este estudio, cuyo resumen puedes consultar en este enlace, tras haber realizado un seguimiento a más de 1600 niños concluye de forma categórica que:

La leche artificial para lactantes con un menor contenido de proteínas reduce el IMC y el riesgo de obesidad en la edad escolar. Evitar aquellos alimentos infantiles que aportan una cantidad excesiva de proteínas podría favorecer una reducción de la obesidad infantil.

Muy interesante, sin lugar a dudas. No obstante hay algunas cuestiones que apenas se han reflejado en este estudio y que me han llamado poderosamente la atención. La principal, el poner el acento en el efecto de la composición de las leches de fórmula y mencionar muy de refilón los resultados observados en los niños alimentados a partir de lactancia materna. Me explico.

Resulta que con los cerca de 1600 niños en observación se hicieron tres grupos. Empezaron distinguiendo los bebés en dos grupos: los que recibieron lactancia artificial y los que recibieron lactancia materna, al que se denominó “grupo de referencia observacional”. A su vez, el primer grupo, algo más del millar, fue divido en dos: los que recibieron fórmulas artificiales “alta en proteínas” y los que la recibieron “baja en proteínas”.

Pues bien, independientemente de que puedan existir otras variables que afecten al peso de los niños, algo evidente, resulta que la prevalencia de obesidad en los niños de seis años fue claramente diferente entre los que habían recibido fórmula “alta en proteínas” (prevalencia = 10%) frente a los que la habían recibido “baja en proteínas” (prevalencia obesidad = 4,4%). Muy interesante.

Pero a mi juicio lo es mucho más, el saber que entre el grupo de niños de seis años que habían recibido lactancia materna esa prevalencia fue del 2,9%

 bebés, lactancia y obesidad

Es decir, tal y como se apunta en el estudio en cuestión (y nunca en la versión que ha llegado a los medios de comunicación) el grupo de lactancia materna fue observado como “grupo control” o como un tácito (no declarado) grupo en el que las circunstancias son las de referencia. Así pues, casi toda la fuerza del estudio se centra en recomendar leches artificiales y productos que no contengan un exceso de proteínas en el periodo de lactancia, haciendo una escasa (totalmente anecdótica) mención a los beneficios de la lactancia materna, cuando fue esta la opción que mejores resultados obtuvo.

A modo de (no sé si) curiosidad, creo que merece la pena mencionar que todos los bebés alimentados con lactancia artificial en este estudio lo fueron a partir de una única marca comercial, Bledina (de Danone) que se suministró sin coste a los participantes en el estudio. Aunque en el estudio, todo hay que decirlo se mencione que la compañía en cuestión no desempeñó un papel decisivo en la realización y análisis del trabajo.

En la actualidad los límites de contenido proteico en las leches de fórmula es relativamente variable. Según la normativa el contenido de proteínas de una fórmula infantil puede oscilar en una horquilla bastante amplia entre 1,8 y 3,5 gramos por cada 100 kcal aportadas. Sin embargo, es preciso mencionar que el contenido proteico de las fórmulas lácteas para lactantes ha sido recalculado “a la baja” ya que hasta 2006 los límites inferior y superior de contenido proteico estaban fijados respectivamente en 2,25g y 4,5g por cada 100 kcal aportadas. Es decir, como siempre, una reformulación conducente a asemejar en lo posible la composición de las leches artificiales a la materna que tiene un contenido netamente inferior de proteínas (1,3g de proteínas por cada 100 kcal de leche materna madura) al límite inferior legalmente vigente en la actualidad para las fórmulas artificiales (1,8g/100kcal).

En resumen, no ya solo por aquello de la prevención del riesgo de obesidad, sino por infinitos motivos más, la mejor opción al abordar la lactancia de un bebé es la lactancia materna. Y si por la causa que sea se termina recurriendo a la lactancia artificial, las fórmulas con un menos contenido proteico parecen ser más ventajosas. Al menos desde el punto de vista de la prevención del riesgo de obesidad y siempre y cuando se observen otros factores.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interés consultar:

¿Cuánto beneficioso resulta el haber recibido lactancia materna?

Lactancia materna, mucho más que el mejor alimento (I)

Lactancia materna, mucho más que el mejor alimento (II)

Con un par: dimite más del 60% del Comité de Lactancia Materna a raíz de una campaña publicitaria

10 Claves reales para fomentar la lactancia materna en el ámbito hospitalario

El dilema del destete

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Imagen:  Sura Nualpradid vía freedigitalphotos.net

Bendito o maldito chocolate

No me digas que no disfrutaste con la noticia hace unas dos semanas en no importa que medio de comunicación, con aquello de que el consumo de chocolate es no ya un alimento beneficioso, sino que además puede ser un aliado contra la obesidad, fíjate que maravilla de titulares:

Etcétera

Boians Cho Joo Young (freedigitalphotos.net)

Boians Cho Joo Young (freedigitalphotos.net)

Todos estos titulares y en la mayor parte de los respectivos contenidos lanzan un mensaje a la población general sin aparentes contradicciones y contundente que, no me extraña, termina por provocar un cacao importante contrario a la creencia popular sobre el tema.

En realidad estas noticias parten de la publicación de un estudio científico de carácter observacional en el que se cuantificó el consumo de chocolate en una población de 1458 adolescentes europeos (entre 12 y 17 años) al tiempo que se valoraron distintas variables antropométricas y analíticas. El resultado: que aquellos participantes que según el procedimiento del estudio consumían más chocolate tenían al mismo tiempo una menor cantidad de grasa corporal total y de grasa abdominal. ¿Quiere decir esto que consumir chocolate lejos de engordar puede ayudar a adelgazar? La respuesta obviamente es: No. Veamos porqué.

Los estudios observacionales

Los estudios que observacionales que contemplan la evolución de dos o más variables no implican causalidad y menos una causalidad unidireccional.

Imaginemos dos variables, A y B que en este caso no serán el consumo de chocolate (A) y el grado de adiposidad (B) sino otras, y veamos hasta que punto se puede establecer una relación de causalidad (en cualquier dirección)

Imaginemos ahora que la A es el consumo de sandía, y que la incidencia de muertes por ahogamiento es la B. Un sencillo análisis estadístico podría apuntar que cuanta más sandía se consume (A) más personas mueren ahogadas en el mar o en las piscinas. ¿Es esto cierto? Totalmente: cuando más sandía se consume, más ahogados hay. ¿Acaso piensas que prohibir el consumo de sandía ayudará a evitar o a reducir el número de ahogados? La respuesta, ya la sabes, es no. La correlación existe entre A y B (aumentan al mismo ritmo) pero no implica causalidad. La población toma más sandía cuando hace más calor (en temporada de sandía, en verano)… y también entonces se baña más, con lo que las probabilidad de que haya más ahogados aumentan. En este caso, además de A y B hay otra variable, C, que sería el calor. Es decir, C favorece tanto a A como a B.

Luego está el tema de la direccionalidad, podemos comprobar que dos variables evolucionan aparentemente relacionadas, pero suponiendo que haya una relación de causalidad, ¿qué dirección tiene, A es causa de B, o es al contrario y B es causa de A? Como bien se explica en el blog comer o no comer, supongamos que quieres ser millonario (variable A) y has observado que entre los millonarios se hace un uso extendido de los relojes de la marca Rolex (variable B). Así pues te gastas un pastizal y te compras un Rolex… ¿aumentarán las probabilidades de hacerte millonario? Ya sabes que no, porque en este caso esa causalidad lleva un sentido inverso al que tú buscas.

Y para acabar, puede ser que A y B evolucionen al mismo ritmo (directa o inversamente) por mera casualidad y que no haya nada que las relacione. Es el caso como bien se apunta en el blog de alimmenta de la observación de que el uso de lentillas y de las cifras de obesidad llevan caminos paralelos: cuanto más se extiende el uso de lentillas más obesos hay. ¿Tú crees que habrá alguna relación? Pues eso.

Consumo de chocolate, función intelectual y premios Nobel

Todos estos frecuentes errores de apreciación en los estudios observacionales le llevaron a Franz H. Masserli a publicar con toda la ironía del mundo este editorial. En él y con el sarcasmo más exquisito posible (fruto de considerar estudios observacionales) concluía que ya que el chocolate estimula las funciones intelectuales y que estas representan un importante factor para ganar el premio Nobel se debería promover su consumo. Máxime cuando está más que comprobado que el número de premios Nobel de cada país se correlaciona de forma directa y casi perfecta con el consumo de chocolate. Es decir, cuanto más chocolate consumen los ciudadanos de un país, más premios Nobel hay entre las personas de esa nacionalidad; y cuanto menos chocolate, menos premios Nobel. Te recomiendo que leas el editorial mencionado ya que los detalles humorísticos y la fina ironía están presentes en todo el texto desde los conflictos de intereses de autor (que dice consumir frecuentemente chocolate negro de la marca Lindt) hasta el cómo analiza las limitaciones de “su estudio” y da sus explicaciones.

Las limitaciones (no pocas) del estudio «coma chocolate para adelgazar»

Más allá del sensacionalismo periodístico con el que se tergiversan los resultados de un estudio más o menos bien planteado, el propio estudio motivo de discordia hoy en esta entrada recoge muchos otros resultados y se hace eco de sus no pequeñas limitaciones. Todo ello, en suma, hace que nos tengamos que cuestionar los titulares que hemos visto más arriba.

Por ejemplo, entre los resultados más silenciados está el de dar a conocer que precisamente los adolescentes que más chocolate consumían realizaban al mismo tiempo más actividad física, algo que, así a bote pronto, creo que tiene algún impacto sobre el grado de adiposidad final.

Entre las limitaciones, también reconocidas en el propio estudio (y que se obvia mencionar en la mayor parte de las noticias) está el propio método… ¿Cómo se llegó a cuantificar el consumo de chocolate entre los adolescentes? Pues muy sencillo preguntando dos únicos días tomados en semanas correlativas cuánto chocolate habían comido (entre otras cosas) ¿Acaso dos días tomados al azar representan el consumo habitual de chocolate de los encuestados? Yo diría que a medias, muy a medias o que al menos con no pocas reservas.

Otra de las limitaciones fue el no distinguir en ese consumo las distintas variedades de chocolate existente ¿acaso tendrá el mismo impacto comer chocolate negro que blanco que con leche? Yo apostaría a que no y es algo que no se valoró (y así lo dicen los propios autores en el estudio al completo)

Y ya que estamos con el tema de las causalidades y demás… se me ocurre plantear una posibilidad para explicar estos aparentemente sorprendentes resultados. ¿Sería descabellado pensar que los padres de aquellos jóvenes que están más en forma y tienen menos obesidad permitan a sus hijos o pongan a disposición el comer más chocolate? Si respondemos de forma afirmativa, esta sería una buena explicación para los resultados.

Así pues, ya termino, te recuerdo un par de útiles estrategias para manejar este tipo de titulares en los medios de comunicación. Por un lado: si algo suena demasiado bonito como para ser verdad, lo más probable es que no lo sea. Y por el otro, que acudas a las fuentes, en el propio artículo los autores dicen textualmente que:

 “los resultados de este estudio han de ser tomados con precaución debido a la propia naturaleza del estudio [obeservacional]”

Una precaución que ha pasado inadvertida en las noticias mencionadas.

De todas formas para los amantes de las noticias sensacionalistas, aquí les dejo más madera, en otro estudio observacional que también contrastó esta realidad al comprobar menores Índices de Masa Corporal entre aquellos adultos que consumían más chocolate dentro de la población en estudio.

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El peso de los españoles en el panorama mundial: preocupante

Obesidad_ Michelle MeiklejohnMás de la mitad de la población española tiene un peso que está por encima de las recomendaciones en base a su Índice de Masa Corporal (IMC). Eso ya lo sabíamos tal y como reflejé en esta entrada en la que hacía destacar que, además, más allá del dato considerado de forma individual, lo peor de todo es observar la tendencia alcista de esta variable en los últimos años. A pesar de ser un dato conocido no deja de ser llamativo, en especial cuando se considera lo orgullosos que estamos de nuestra dieta mediterránea y demás… ¿de verdad tenemos motivos para estar contentos? Yo creo que no.

El caso es que acabo de encontrarme con esta útil página de la Organización Mundial de la Salud en la que se recopilan, almacenan y muestran los datos referidos a enfermedades crónicas y sus factores de riesgo para todos los estados miembros de esta institución (en la actualidad cerca de 192 países). Se pueden consultar estadísticas por países referidos al consumo de alcohol, la colesterolemia, el tabaquismo, actividad física, salud buco dental, etcétera (puedes empezar aquí) y por supuesto a la obesidad.

No me digas que nunca te has preguntado si los españoles o las españolas pesamos más o menos que nuestros homólogos franceses, por ejemplo… o que los chinos o que los finlandeses. O cuánto alejados estamos en estas cuestiones de los Estados Unidos, por poner otro ejemplo. También podrás contrastar cuál es el país con mayor IMC medio, consultarlo por sexos, etcétera. No está nada mal, pero la verdad es que al mismo tiempo me hubiera gustado que se pudieran consultar todos estos datos incluyendo más variables. Resulta curioso que se pueda consultar por sexos el ranking de IMC de los distintos países, pero que no se pueda consultar por población total incluyendo ambos sexos. Bueno, veamos cómo anda España en esta clasificación.

Situación de los españoles y las españolas en el panorama mundial con respecto a su IMC

Peso del mundo

En España la prevalencia de la población con un IMC superior a 25 (indicativo de sobrepeso u obesidad) entre los varones de 30 o más años ocupa el puesto número 32 entre los 192 países considerados. Si se consideran solo los países de la región europea, su puesto es el nº 12 de entre 52 países. Algo bastante llamativo.

Aunque el panorama no es nada alentador en este terreno, las mujeres salen bastante mejor paradas en la comparación con los hombres. La prevalencia de la población con un IMC superior a 25 entre aquellas de 30 o más años ocupa el puesto nº 100 en el panorama mundial (sobre 192) y el nº 32 en el europeo (sobre 52). Todo apunta a que en España el género femenino se preocupa, y con éxito, más de su peso que el masculino.

Visión global

Si lo que quieres saber es cuáles son los países con más prevalencia de sobrepeso y obesidad en el mundo habrás de saber que en ambos sexos el líder indiscutible es Nauru con un IMC medio de 35,7 para los varones y de 37,8 para las mujeres (ambos para la población de más de 30 o más años)… ahí es nada. Esta, no sé si te habrás dado cuenta es la tercera vez que sale Nauru en este blog. La primera vez que hice mención a la particular circunstancia de este colectivo fue a raíz de la “cocacolonización”, y la segunda en referencia al precio de los billetes de avión “por kilos”.

IMC mundo

Dejando de lado los primeros países en este ranking, casi todos pertenecientes a la zona de Oceanía, el primero que encontramos “occidental” es Estados Unidos en ambos sexos. El IMC medio de los varones norteamericanos en este grupo de edad es de 30,0 y el de las mujeres 30,8, ocupando respectivamente los puestos nº 6 y nº 14 en el panorama mundial. Por nuestra parte, los españoles ocupamos el puesto nº 37 (con un IMC medio de 27,3) y las españolas el nº 96 (IMC medio 26,7). Unas distancias grandes en cuanto al número de puestos si lo comparamos con EEUU, pero no tanto, aunque también, si se observa el dato en sí mismo.

Por último y a título de curiosidad, te sugiero que si quieres poner tu IMC particular en relación con el del resto del mundo consultes esta otra entrada: “¿Conoces el valor de tu peso dentro del panorama mundial?

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Foto 1: Michelle Meiklejohn vía freedigitalphotos.net

Foto 2: Ganymedes Costagravas vía flickr.com

Evolución de la obesidad en España en el último decenio

La pasada semana el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad hizo público los resultados de la Encuesta Nacional de Salud 2011-2012 y entre todos los titulares que puedes consultar en este enlace, hoy quiero fijar mi atención en este en concreto:

La obesidad alcanza al 17% de la población adulta y el sobrepeso, al 37. Entre los menores, el 10% presenta obesidad y el 20%, exceso de peso.

Llevo desde que me metí en esto de la nutrición fijándome con una especial atención en la variable del peso de la población española obtenida a partir de los datos que periódicamente aportan las Encuestas Nacionales y Europeas de Salud. Por si no estás al corriente, estas encuestas forman parte de una investigación que con una periodicidad variable (la nacional bienal y la europea quinquenal) permiten conocer numerosos aspectos de la salud de los ciudadanos a nivel nacional y autonómico, entre ellos el peso con el fin en principio de planificar y evaluar las actuaciones en materia sanitaria.

Así, á título personal vengo recopilando los datos de las últimas encuestas, en especial los datos referidos al peso de la población española. ¿Quieres saber como ha evolucionado la variable peso en los último años según estas encuestas? En la siguiente tabla están los porcentajes en cada grupo de peso según su IMC de la población adulta española sin distinguir por sexos y sin separación por grupos de edad a lo largo de los años señalados.

Estadísticas INE Obesidad España

* En la encuesta de 2003 esta categoría recibió el nombre de “No hay datos”
** Datos de la encuesta europea de salud en España.

Una de las principales evidencia a tenor de estos resultados es que en España el número de adultos con un peso normal en base a su Índice de Masa Corporal (IMC) es cada vez menor. Para que luego digan que aquí comemos de maravilla y que si la dieta mediterránea para un lado y para el otro tal y como mencioné en este post  el otro día. Sobre el que se utilice el IMC sé que no es la mejor herramienta, ya que tiene diveras limitaciones (ver al respecto este post) pero cuando se tiene que valorar esta variable en poblaciones importantes se hace difícil, metodológicamente hablando, el reunir a todos los participantes para poder hacerles una exploración en condiciones. Por no hablar de que los datos son referidos, es decir, son los propios participantes los que los aportan, con el consiguiente sesgo.

En fin, que más les valdría a las autoridades sanitarias y a nosotros mismos ponernos manos a la obra para tratar de revertir tanto las cifras per se como su tendencia. A tenor de estos datos y en contra de los que muchos piensan, al final la crisis no parece ser un aliado contra la obesidad, o al menos aun no se ha puesto en evidencia que así sea.

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El origen del famoso, útil y muchas veces malinterpretado Índice de Masa Corporal (IMC)

Como decía el otro día en esta práctica entrada se me quedó en el tintero el hablarles del IMC o índice de Quetelet.

Casi todas las personas tienen una idea de la existencia de un sencillo modelo matemático que informa a cada uno si su peso es más o menos adecuado a sus circunstancias. Casi todo el mundo como digo ha oído hablar del Índice de Masa Corporal o IMC. De ello se han encargado fundamentalmente los medios de comunicación al mencionarlo, en muchas ocasiones bastante a la ligera, con bastante profusión. Pero ¿cuál es su origen, cómo se interpreta, cuáles son sus ventajas… y sus inconvenientes? Para eso esta entrada.

 

¿Cuál es el origen del Índice de Masa Corporal?

En realidad el nombre en cuestión de IMC se usa desde hace relativamente poco tiempo, tanto como desde 1972 cuando el archiconocido Ancel Keys… (¿qué, que no conocen al padre de la “dieta mediterránea”? bueno, otro día les cuento las venturas y desventuras de su historia) como decía, cuando el bueno de Ancel Keys asignó el nombre literal de Body Mass Index (Índice de Masa Corporal) a un patrón matemático que ya se conocía desde hacía mucho tiempo como fórmula (o índice) de Quetelet.

 

¿Quién era Quetelet y por qué este índice?

Adolphe Quetelet nació en 1796 en Gante y fue un matemático de pro. A pesar de que su nombre no nos diga demasiado trabajó codo con codo con otras personalidades de la ciencia matemática como Laplace, Fourier y Poisson (a poco que sepan de estadística seguro que estos nombres ya les dicen algo más). Para que se hagan una idea de su relevancia histórica no es infrecuente encontrar su nombre asociado al “título” de patriarca de la estadística.

A ver si no me desvío demasiado y les cuento de una vez el origen de este famoso índice. El caso es que en 1835 Quetelet publicó una obra en dos volúmenes titulada “Sur l’homme et le développement de ses facultés. Essai d’une physique sociale” (volumen 1 y volumen 2), en la que se hace un resumen de sus investigaciones en estadística aplicada a las variables antropométricas y al comportamiento social. Una obra controvertida en su tiempo porque daba a entender un cierto determinismo “social” en base a las características antropométricas de cada sujeto. Algo muy en boga e aquellos años, el relacionar la antropometría con el comportamiento, en los que la ciencia criminalística despertaba al mundo de manos de figuras como Raffaele Garofalo, Alphonse Bertillon y Francis Galton entre otros (¿les suenan? es posible que no, pero las ultimas pelis de Sherlock Holmes seguro que sí –las de Robert Downey Jr, me refiero- Ahí pueden encontrar algunas referencias al fiasco del “bertillonage” o la frenología o, ahora sí, a la incipiente ciencia de la dactiloscopia). Pues bien en esa obra Quetelet describe qué:

“Durante el primer año de vida el aumento del peso es mucho mayor que el de la estatura. Después del primer año de vida y hasta el fin del desarrollo, el peso aumenta con el cuadrado de la estatura”.

Pero sin embargo, lejos estaba Quetelet de saber hasta dónde iba a llegar su formulita. Pese a la creencia actual general, Quetelet no estableció entonces el índice de Peso/Talla al cuadrado como un índice de obesidad, sus fines eran otros. Es decir, las investigaciones sobre las implicaciones del contenido de grasa corporal y su determinación experimental a partir de la “fórmula” de Quetelet, son muy posteriores a su época. Tanto como de principios de la segunda mitad del siglo XX.

Quetelet falleció en 1874 en Bélgica tras una prolífica carrera como estadístico en las más altas esferas de su época.

 

A pesar  de estar descrito hace casi tres siglos y empezar a “juguetear” con él desde hace más de medio, no fue hasta 1985 cuando en un trabajo infinitamente citado en la literatura científica se asentaba la buena correlación entre el IMC y la adiposidad, dando muestra de en qué situación ponderal está cada sujeto. En el trabajo titulado “Quetelet’s index (W/H2) as a measure of fatness» publicado en el  International Journal of Obesity, sus autores Garrow JS. y Webster J. concluye literalmente que “Quetelet’s formula is both a convenient and reliable indicator of obesity” (El índice de Quetelet es un indicador tanto apropiado como fiable de la obesidad”) tras haber comparado la composición de 128 sujetos (104 mujeres y 24 varones) a través de distintos medios con el mencionado índice. Posteriormente, los resultados de este trabajo mencionado se han ido corroborando y con ello se han ajustado los puntos de corte que hoy conocemos.

¿Cuáles son sus ventajas?

Sin lugar a  dudas la principal ventaja del índice de Quetelet o IMC es su sencillez para obtener las variables peso y talla (quien más o quien menos tiene una báscula en casa y una cinta métrica, aunque sobre el cómo se toman estas mediciones también se podría hablar largo y tendido) para aproximar la situación ponderal del individuo sin demasiadas “complicaciones” matemáticas como logaritmos, funciones derivadas y demás. Una sencilla multiplicación y otra sencilla división. En base a esta fórmula: Peso(kg)/Talla2(m) se han ido estableciendo una serie de puntos de corte que catalogan a cada sujeto en función a su peso. Digo «se han ido estableciendo» porque con el paso del tiempo los puntos de corte se han ido modificando ligeramente arriba y abajo. A día de hoy los criterios de la OMS y de la mayoría de sociedades y autoridades sanitarias consideran que se tiene…

  • Bajo peso cuando el IMC es menor de 18,5
  • Peso normal cuando el IMC está comprendido entre 18,5 y 24,9
  • Sobrepeso cuando el IMC está comprendido entre 25 y 29,9
  • Obesidad cuando el IMC es superior a 30.

¿Cuáles son sus desventajas?

El IMC no tiene desventajas si se utiliza y se interpreta bien (las dos cosas, utilización e interpretación) ¿Y cómo se utiliza bien? Pues tomando en consideración que los anteriores puntos de corte son sólo válidos y por lo tanto sólo se pueden aplicar a las poblaciones entre 20 y 65 años. Por debajo y por encima de estas edades podría “acertar” (con más probabilidad con las que están por encima) pero no es tan fiable como en el marco antedicho.

Entonces ¿no se utiliza el IMC para niños y adolescentes?

Claro que se utiliza, pero lo que no se hace es emplear los puntos de corte mencionados para realizar la valoración. Para niños y adolescentes se utilizan tablas percentiladas como estas que aquí les ilustro. Los que sean padres o madres y han ido alguna vez al pediatra con sus hijos conocerán las tablas percentiladas de peso para la edad, de talla para la edad y de perímetro cefálico para la edad. Pues estas son lo mismo pero con el IMC en el eje de las ordenadas (en vez del peso, la talla o el perímetro cefálico) y manteniendo la edad en el eje de las abscisas. Además hay una nueva particularidad, en el caso de las edades infantojuveniles hay dos tipos de tablas diferentes por sexos: azulitas para los nenes y rositas para las nenas (para no confundirse tontamente, vamos). Sobre los puntos de corte y cómo interpretarlas creo que habrá que hacer otro día otra entrada (de momento confíen en el personal sanitario que le atienda).

 

Como decía al principio, es frecuente que el IMC, ya sea para adultos o como veremos en este caso para niños se interprete no mal, si no rematadamente mal. Este ejemplo que aquí les traigo es el que propone una mediática psicóloga televisiva al hablar en una colección de libros que se hicieron a la estela del programa “Supernanny” y que ilustra lo desafortunado de sus “puntos de corte”, por no hablar de que prescinde de las variables sexo y edad, indispensable cuando se habla de niños y adolescentes. Para que se hagan idea, mi hija mayor cuando tenía cuatro años tenía un IMC de 14,6 es decir, entre los percentiles 25 y 50 según su edad y sexo, y sin embargo para el libro de  “supernanny” resulta ser «criterio de ingreso hospitalario» (¡!) Menos mal que su padre, al menos en este caso, sabe distinguir la morralla.

 

¿Cómo se interpreta correctamente?

Como decía también hay que saberlo interpretar correctamente y no sacar conclusiones descontextualizadas. Una de las mayores pegas que tiene el IMC es que no mide la grasa del individuo. En su lugar, estima que el peso, ya sea el «exceso» o la «escasez» de este, depende exclusiva y respectivamente del aumento de tejido graso o de su defecto… y no siempre es así.

Un error sería por ejemplo decirle a  Lennox Lewis o Myke Tyson o a cualquiera de estos “angelitos” que tienen, sobrepeso casi obesidad el uno; y el otro obesidad, a tenor de una lectura “frívola” de sus IMC respectivos cuando aquel glorioso combate en 2002. Sería un error el emitir tal “diagnóstico”… y también una terrible imprudencia, salvo que se lo digamos por teléfono y además no nos conocieran. Y es el caso de muchos deportistas, en especial en aquellos cuya disciplina incluya un componente de “fuerza” importante; al igual que sucede con mis queridos Homo croassanis, es decir con los culturistas. En todos estos caso, pese a salir un IMC dentro de los valores de sobrepeso u obesidad, el mucho peso se debe al importante desarrollo de la musculatura y no a la presencia excesiva de tejido adiposo, elemento último que define en verdad la obesidad tal y como se puso de manifiesto en esta entrada.

 

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Gestación, peso y legumbres: Cuestiones embarazosas

La pasada semana mi colega bloguera “Madre reciente (cada vez menos)” me arrojó figuradamente un guante al dejar en el aire mi opinión al respecto de la entrada que giraba en torno a las relaciones entre peso y alimentación en el embarazo. Antes de responder a la pregunta que me formulaba más directamente sobre si aconsejar o desaconsejar el consumo de legumbres en el embarazo (no me extraña su desazón cuando le dijeron que era que no) vamos a ver qué es lo que dice la literatura científica mejor contrastada a cerca de cuál es la ganancia de peso adecuada de un embarazo en sus distintas circunstancias.

Según distintas guías al respecto (pueden encontrar una de las más relevantes aquí) la ganancia de peso normal y deseable de la mujer embarazada va a depender del peso inicial de la misma antes del embarazo, más en concreto de su Índice de Masa Corporal o IMC, es decir, la relación entre el peso medido en kg. de la persona y su talla en metros al cuadrado, IMC = kg/(m x m). En este enlace hay una calculadora de IMC:

  • En aquellas mujeres con peso normal, IMC entre 18,5 y 24,9, se recomienda una ganancia de entre 11 y 15 kg.
  • Si el IMC está por debajo de 18,5 (bajopeso), se consideran ganancias de peso saludables las comprendidas entre  12,5 y 18 kg.
  • Con un IMC considerado de sobrepeso, entre 25 y 29,9, la ganancia de peso considerada adecuada es de entre 7 y 11 kg.
  • Si se parte de una circunstancia de obesidad, con un IMC superior a 30, la ganancia adecuada puede rondar entre 5 y 9 kg.

Estas cifras son orientativas y pueden variar en función del tipo de embarazo. En el caso de una mujer con un peso saludable y con un embarazo gemelar, el peso esperable normal suele estar entre los 16 y los 20 kg. Y en el caso de trillizos sobre los 23 kg.

Quizá se pregunten si todo este aumento de peso es de “verdadero engorde” (aumento de los depósitos de grasa de la mujer) y la respuesta evidente es que no, o por lo menos que no en su gran mayoría. Supongamos un aumento de peso a término de una mujer embarazada de unos 13,3 kg en relación a su situación antes del embarazo. Ése número de kilos se repartiría aproximadamente de la siguiente manera:

  • Aumento del volumen sanguíneo:  1,4 kg
  • Aumento del peso de los pechos: 1 kg
  • Aumento del peso del útero: 1 kg
  • Peso del bebé: 3,4 kg
  • Peso del placenta: 0,6 kg
  • Peso del líquido amniótico: 1 kg
  • Aumento del peso del tejido adiposo: 3,1 kg
  • Aumento de la retención de líquidos: 1,8 kg

Como se puede comprobar hay muchos elementos «de peso» que, tras el parto y en las próximas horas que le siguen, van a desaparecer (el peso del propio bebé, el del líquido amniótico, el de la placenta…). De esta forma, es más aconsejable referirse al aumento de peso en el embarazo y no tanto al «engorde».

Quiero volver a insistir que todas las cifras aportadas son orientativas así que es preciso considerar que esta información responde a un trabajo particular (al mío) de investigación documental sobre estas cuestiones, y que en ningún caso remplaza ni pretende cuestionar la relación con su médico.

 

Ahora sí, y más directamente, el tema de las legumbres. Desconozco el caso concreto de mi vecina de blog, pero tal y como enuncia en su entrada que le fue dado el consejo, algo tan directo y conciso como que “las legumbres no son nada recomendadas en el embarazo” es un mal consejo, contrario a las más preclaras recomendaciones sobre alimentación durante la gestación. Sea esto dicho así, a bote pronto, y sin conocer las circunstancias que pudieron influir en semejante admonición. Por ejemplo, la Academia de Nutrición y Dietética de los Estados Unidos (una de las organizaciones más prestigiosas en materias de nutrición, alimentación y salud) sostiene que hay que hacer un uso extensivo de este grupo de alimentos, también en el embarazo, tal y como corresponde al seguimiento de las más básicas recomendaciones sobre alimentación saludable. A este respecto añade además, que siendo como es el estreñimiento una circunstancia que acompaña a muchos embarazos, no deben de olvidarse algunas estrategias para tratar de evitarlo o al menos paliarlo en la medida de lo posible, entre ellas: Consumir alimentos ricos en fibra (cereales  integrales, legumbres, frutos secos, frutas, verduras y hortalizas), estar suficientemente hidratada y practicar ejercicio de manera adecuada a las circunstancias. Como digo, estas son las recomendaciones de la Academia de Nutrición y Dietética de los Estados Unidos y que yo suscribo a pie juntillas por no haber encontrado razón suficiente para contradecirla.

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Foto 1: lululemon athletica

Foto 2: Loimere

Foto 3: Blue moon in her eyes