El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Pues no, las fórmulas lácteas no son iguales (y ni mucho menos mejores) que la leche materna

Parece mentira que aun nos veamos en estas, pero no puedo dejar pasar el comentar algunas cuestiones que me vinieron a la cabeza tras leer la pasada semana el post de mi vecina Madre reciente al respecto de la donación de leche materna y que se tituló: 1.315 madres, 4.967 litros, 1.500 bebés. Hoy es el Día Mundial de la Donación de Leche Materna.

Leche materna vs fórmula

De veras que me parece increíble que a estas alturas haya quien argumente que las fórmulas lácteas sean igual de buenas que la leche materna ya que según comentaron algunos participantes en el maremágnum de opiniones que se suscitó a continuación, las fórmulas artificiales actuales son de suma calidad (que sí, pero que no). Es más, según alguno cree, se le incorporan esos componentes “imprescindibles” que argumentan los partidarios de la leche materna… lo que (casi parece que se lee entre líneas) termina en un producto hasta mejor aun que la leche materna. O quizá no sea tan increíble el saber de personas que así piensan, fíjate: según este estudio se puso en evidencia que, al menos en Estados Unidos, el porcentaje de personas que estaba de acuerdo con la afirmación “la fórmula infantil es tan buena como la leche materna” pasó de un 14,3% en 1999 a un 25,7% en 2003 (no voy a hacer mayor comentario… que se me hincha la vena mala)

Mencionemos de nuevo que en este tema parece que es imposible encontrar opiniones mesuradas o simplemente educadas que no terminen en el insulto y el menosprecio del que no opina de la misma forma que uno. Es decir, que en base a mi experiencia, tanto los defensores de una y otro postura (lactancia materna vs lactancia artificial) suelen en muchos casos estar, ambos, bastante embebidos de cierto fundamentalismo. Así pues, tras santiguarse tres veces y tocar madera con los dedos cruzados mientras se pisa una caca (que es lo que los supersticiosos harían cuando uno se arriesga a volver a escribir sobre estos temas) vamos allá…

Leche materna vs fórmula: composición

Para que el que quiera utilice los argumentos que le dé la gana, pero que los utilice bien, veamos a continuación cuáles son las diferencias bromatológicas de ambos productos, de la leche materna frente a la leche artificial, de modo general. Ni que decir tiene que esta comparativa está basada en generalizaciones aceptadas de ambos productos y que dependiendo de la leche particular que se considere se podrían encontrar no pocas discrepancias aunque las características nutricionales de uno y otro producto estén más que marcadas.

Comparación leche materna fórmula

Así, tal y como se puede contrastar el mayor parecido entre la leche de fórmula y las leches maternas es su aporte energético (nada relevante en cualquier caso, un combinado de ron y refresco de cola puede tener las mismas calorías que un bocata de jamón). Sin embargo, la cantidad de proteínas es un 40% más abundante en la fórmula, tienen más hidratos de carbono y suelen tener menos grasa. Pero si encontramos notables diferencias entre la cantidad de macronutrientes, más significativa me parecen las que encontramos en relación a su calidad.

En cuanto a las proteínas en la lecha materna el 30% lo constituye la caseína y el 70% restante las proteínas del suero entre las que destacan alfa-lactoalbúmina (de alto valor biológico para el bebé), seroalbúmina, beta-lactoglobulinas, inmunoglobulinas, glicoproteínas, lactoferrina, lisozima, enzimas, moduladores del crecimiento, hormonas y prostaglandinas. Una composición cualitativa muy difícil de igualar por las diversas fórmulas ya que la fracción proteica de la leche materna es especialmente digerible e hipoalergénina cuando se compara con la de las fórmulas.

En cuanto a la grasa de la leche materna (y a pesar de sufrir importantes fluctuaciones en su contenido tanto a lo largo del periodo de lactancia como de un mismo día) posee una proporción relativamente estable en cuanto a la proporción de ácidos grasos: cerca de un 42% de ácidos grasos saturados y en torno al 57% de poliinsaturados. Toda la leche materna es especialmente rica en estos ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga y quizá por eso la mayoría de las fórmulas están enriquecidas con ellos desde hace dos o tres décadas. Sin embargo, es preciso saber que aunque la “la percha” sobre la que se construyen la mayor parte de las fórmulas lácteas para lactantes es la leche de vaca desnatada, esta se ve enriquecida con diferentes mezclas de aceites procedentes de la colza, la soja, el coco, el girasol y la oleína de palma.

El caso de los hidratos de carbono también merece mención especial. El origen de los carbohidratos de la leche materna es sin duda alguna la lactosa. Su alta concentración (en comparación con la leche de vaca) facilita la absorción del calcio y el hierro y promueve la colonización intestinal de una flora microbiana fermentativa que mantiene un ambiente ácido en el intestino que inhibe en cierta medida el crecimiento de bacterias, hongos y parásitos. Por su parte, en el caso de las fórmulas también suele ser la lactosa el principal hidrato de carbono, no obstante no es infrecuente encontrarlas con ingredientes tan poco apetecibles como el sirope y maltodextrinas de maíz.

En cuanto a los micronutrientes, las fórmulas están enriquecidas “a cascoporro” con minerales que parecen especialmente interesantes, más en concreto el calcio y el hierro cuya presencia es notablemente superior a la de las leches maternas.

Nutrientes a parte

Más allá de los nutrientes clásicos, su cantidad y origen, la leche materna presenta singularidades concretas que difícilmente podrán ser igualadas algún día en las fórmulas… o no al menos a corto plazo y a un precio más o menos asequible (como si las actuales lo tuvieran… que esa es otra). Me refiero por ejemplo a factores anti infecciosos como los anticuerpos, la inmunoglobulina A, la lactoferrina (que “secuestra” el hierro haciéndolo inaccesible a las posibles bacterias y por este mecanismo frenar su proliferación), las lisozimas… Quizá por estas razones la incidencia de infecciones es menor en lactantes alimentados al pecho que en aquellos con lactancia artificial.

Así pues: no, las fórmulas lácteas no son iguales que la leche materna… y ni mucho menos mejores. De forma que si existe la posibilidad de crear entornos en los que se estimule la donación de este preciado fluido entre las madres que les sobre leche para que otros bebés puedan aprovecharse de ello, pues bienvenido sea.

Ahora ya… que cada cual, haga lo que le dé la gana.

Si te has quedado con ganas de seguir leyendo y sobre todo profundizando sobre el tema te recomiendo sigas por este post del experto en el tema Julio Basulto (@JulioBasulto_DN) Lactancia materna: deliciosa conexión entre la inmunidad de la madre y la del bebé

Y si quieres leer más en de lo publicado en el blog sobre el tema:

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Imágenes: Boians Cho Joo Young vía freedigitalphotos.net

El mito inagotable de la Candidiasis y los hidratos de carbono

Hay mitos que se resisten a caer. Será porque suenan bien, será porque son acogidos con una especial complacencia. No lo sé. Y no importa lo absurdo de sus postulados y justificaciones. Pero el caso es que no caen.

Uno de ellos es el de la dieta anti-cándida. Un supuesto patrón dietético que hace remitir las infecciones propiciadas por un microrganismo que recibe el nombre de Candida albicans (C. albicans). Antes de empezar hagamos una breve introducción.

¿Qué es la candidiasis?

Candida albicans

Por Candida albicans se conoce a un hongo, en concreto una levadura, ubicua que vive en casi todas partes entre las que se incluye nuestro propio cuerpo. Por lo general, nuestro sistema inmune mantiene a raya este microrganismo e impide una excesiva proliferación.

Cuando por la causa que sea este control no es lo suficientemente eficaz como para mantener bajo control la población de C. albicans (uso de antibióticos, estados deprimidos del sistema inmune…) el hongo puede multiplicarse hasta el punto de hablar de una infección. Estas infecciones por C. albicans pueden afectar a distintas partes del cuerpo y de forma diversa. Así, la candidiasis oral afecta a esta zona anatómica que suele presentar manchas blanquecinas; una infección que puede llegar al esófago y provocar una esofagitis; al mismo tiempo en el caso de las mujeres, estas pueden sufrir infecciones vaginales por C. albicans que cursan con picores, dolor y secreciones anormales; al mismo tiempo la infección de esta levadura puede interesar a la piel y ser causa de picazón y erupciones cutáneas; sin embargo la más grave de todas las infecciones en este sentido es aquella sistémica y que implica la candidiasis en sangre pudiendo suponer un importante peligro para la vida.

¿Cómo se tratan los distintos tipos de candidiasis?

La respuesta a esta pregunta sería compleja y además no se halla dentro de la temática de este blog ya que ninguno de los recursos terapéuticos comúnmente aceptados como válidos al respecto de la infección por C. albicans implica las cuestiones dietéticas. Así, los diferentes tipos de infección se abordan con distintas estrategias que puedes consultar en este enlace: Clinical Practice Guidelines for the Management of Candidiasis: 2009 Update by the Infectious Diseases Society of America o en este otro documento más breve y práctico que a modo de síntesis recoge los diversos tratamientos. En general, se trata de la aplicación y dosificación de distintos remedios antimicóticos.

La dieta anti-candida

CharlataneríaSin embargo en el mundo de medicina complementaria-alternativa … o como quieras llamarla (en este caso yo me referiría a ella como magufa) es bastante frecuente aludir a un tratamiento dietético para las infecciones por C. albicans. En su esencia se trata de restringir la ingesta de alimentos con hidratos de carbono, especialmente azúcares ya que (argumentan quienes postulan este tipo de tratamientos) la C. albicans es un micoorganismo con una dependencia voraz de este tipo de sustratos. Así, no es infrecuente escuchar que la justificación del tratamiento pase por “matar de hambre a la C. albicans” a base de no aportarle esos hidratos de carbono que tanto demanda. En el colmo del despropósito este tipo de terapias explican que los pacientes con candidiasis sienten un hambre descontrolada por aquellos alimentos que aportan más azúcares y que esto se explica porque esto es lo que demanda el microrganismo. Si no me crees le puedes echar un vistazo a este tipo de planteamientos en esta página en donde se dice textualmente que:

El ansia continua por comer dulces o alimentos ricos en carbohidratos puede responder a una infección por hongos llamada candidiasis

O sea, que uno tiene ganas de comer dulce porque al hongo en cuestión le entra el “hambre” de dulce… A mí qué quieres que te diga, este tipo de “justificaciones” me parecen increíbles más allá de los relatos de ciencia ficción y sus extravagantes propuestas entre los parásitos y sus hospedadores. Claro. Allí sí; aquí, en el mundo real, no.

En una vuelta de tuerca más, a la hora de plantear dietas anti-candida libres de hidratos de carbono, me he encontrado con que algunos “profesionales” que la promueven hacen las siguientes indicaciones a sus pacientes:

Dieta de 25 días anti-cándida sin un solo gramo de hidratos de carbono complejos, ni integrales, ni refinados, pero fruta sí… Sin lácteos, salvo el queso del tipo havarti y gouda que si están permitidos.

En fin, sorprendente (e inexplicable, aventuro)

En resumen

  • Candida albicans es un microrganismo habitual, y normal hasta ciertos límites, dentro del ecosistema microbiano de nuestras mucosas.
  • Las distintas infecciones ocasionadas por este microrganismo suelen ser debidas a un sobrecrecimiento. Su localización determina el tipo de tratamiento de elección.
  • Ninguna, absolutamente ninguna, sociedad médica de reconocido prestigio acoge entre los posibles tratamientos de las distintas infecciones cualquier disposición dietoterapéutica.
  • Solo las ramificaciones más rancias de la mal llamada medicina complementaria plantean tratamientos basados en una supuesta dieta anti-cándida.

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Esta entrada participa en la VII Edición del Carnaval de la Nutrición

 que organiza el blog Una pizca de vida.

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Nota: De nuevo, quiero agradecer a una seguidora ejemplar, Geraldine, el hacerme partícipe de sus dudas para que sean tratadas en este blog

Imagen:  Y tambeKevin Dooley vía Wikimedia Commons

¿Qué alimentos tienen más… y cuáles de ellos son vegetales…?

Puntería 2No sé si a ti te pasa a menudo pero a mí sí, me refiero a que tengas la duda de qué alimento tiene más de un determinado nutriente, de una vitamina en concreto, de un mineral, de un determinado ácido graso… o de lo que sea. Mejor dicho, rectifico, lo que me sucede es que por mi profesión, supongo, la gente me traslada esas dudas muy frecuentemente: “oye Juan, ¿qué alimento tiene más hierro, cuál más vitamina C, más fibra…?” y así un eterno e insospechado largo etcétera.

Bien, pues acabo de tener conocimiento de una maravillosa página web que te aclara esas dudas y a la que yo solo le encuentro ventajas o muy pocos inconvenientes prácticos. La principal ventaja es que su información proviene de una fuente contrastada, de las tablas de composición de alimentos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, que si bien no es la más autóctona por estos lares, sí que es una de las más extensas y completas tal y como deje señalado en esta entrada. Su principal desventaja para manejarse es el idioma; sus contenidos están en inglés, tanto para preguntar como para obtener los resultados. Veamos cómo funciona con un ejemplo y veamos también todas las posibilidades que esta página nos ofrece, que no son pocas.

Supongamos que queremos saber qué alimento es el que más hierro contiene en 100g. Nos dirigimos a la página en cuestión y en el desplegable (Find Foods:… that are highest in) seleccionamos iron (la lista de posibilidades es realmente extensa y completa). De esta forma nos aparece un ranquin de 50 alimentos ordenados de forma decreciente  de los alimentos con más hierro (en la primera página los 50 primeros, en la segunda los 50 siguientes y así sucesivamente). Esta primera clasificación está sin categorizar por grupos, es decir, es el primer ranquin o una clasificación bruta. Si queremos, en la parte superior observamos las distintas categorías de alimentos y entonces, podemos obtener una nueva clasificación en la que solo se tienen en cuenta los alimentos de ese grupo.

 

Captura

Así en el ejemplo propuesto, el primer resultado que obtenemos, en la clasificación sin depurar por grupos observamos que el alimento que más hierro contiene por 100g es el tomillo desecado con tanto hierro como 124mg por/100g de producto, le sigue el perejil desecado (98mg/100g) y así sucesivamente. Si queremos contrastar qué alimento entre el grupo de pescados y moluscos tiene más hierro no tenemos más que seleccionarlo y nos aparece, su clasificación en virtud del contenido en hierro.

Esta herramienta nos aporta algunos resultados sorprendentes. Por ejemplo, si nos interesamos por la fibra dietética, en la clasificación bruta, nos aparece que el alimento con más fibra es el salvado de maíz (ay, si se entera Dukan, qué será de su prodigioso salvado de avena) con la nada despreciable cifra de… alucina ¡79g de fibra por 100g de alimento! Resulta francamente sorprendente que en esta lista inicial de 50 alimentos aparecen no pocos cereales de desayuno comerciales que aportan nada más y nada menos que 50g de fibra en100g de cereales. A mí, qué queréis que os diga me parece bastante llamativo.

Supongo que la lista de alimentos con mayor concentración de calcio también te sorprenderá, la de la vitamina C… etcétera.

Más allá de las curiosidades concretas que cada uno tenga me gustaría hacer dos importantes reflexiones sobre esta fuente de información:

La primera relativa a las enormes posibilidades que ofrece en el sentido de obtener información detallada sobre nutrientes o componentes nutricionales poco frecuentes: saber la cantidad aproximada de determinados aminoácidos o de algunas sustancias como antioxidantes concretos, etc, supone una interesante herramienta para profesionales.

La segunda en relación a la precaución a la hora de sacar lecturas descontextualizadas. Para hacer una lectura correcta habrá que tener en consideración por lo menos tres aspectos. Por un lado la cantidad de alimento que es típico comer; por ejemplo, aunque el tomillo empleado como especia sea el alimento que más hierro contiene habrá que tener en cuanta qué cantidad de este se termina empleando. En segundo lugar la biodisponibilidad particular del nutriente en cuestión en ese alimento, no basta que un alimento se rico en un determinado para terminar por concluir que al mismo tiempo es una buena fuente de este nutriente. En el caso del tomillo, por mucho hierro que contenga hay que precisar que es un hierro del tipo no-hemo, con una biodisponibilidad a la hora de ser absorbido mucho menor que otras fuentes alimentarias con hierro del tipo hemo. Y por último, habrá que tener en cuenta la forma de presentación de ese alimento. Por ejemplo, en el caso del calcio, el alimento que ocupa el puesto 36 en el ranquin de riqueza en este mineral es la leche desnatada en polvo con 1257 mg de calcio por 100g de leche en polvo. Una cantidad 10 veces superior a la cantidad de calcio contenida en 100g de leche estándar… ¿dónde está la pega? Es fácil, en caer en la cuenta que con 100 g de leche en polvo nos da para obtener, más o menos, 10 raciones de 100g de leche reconstituida. Dicho de otras forma, con esos 100g de leche en polvo da para preparar cerca de un litro de leche reconstituida.

En fin, aquí lo dejo, que seguro que tienes ganas de petardear y disfrutar la página en cuestión. Ya me dirás qué te parece.

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Post data: He creado una página en Facebook en la que podrás seguir día a día este blog. Además, en dicha página podrás seguir mis comentarios personales y otras cuestiones que, por la razón que sea, no tengan cabida en este blog. Si quieres puedes pinchar en el «Me gusta» que hay al principio de esta entrada arriba a la derecha, justo debajo del «seguir mi perfil twitter, en el que evidentemente también serás bienvenido. Te espero! 🙂

Imagen: Danilo Rizzuti vía freedigitalphotos.net

Nutrición-área 51: Las cenas sin hidratos de carbono ayudan a adelgazar

Mitos dietéticos_ Stuart MilesEn la actual lucha sinsentido contra los hidratos de carbono y la deificación de las proteínas hoy tan habitual, hay un mito que, más que otros, corre como la pólvora. Esta falaz creencia a la que me refiero la puedes encontrar en boca de casi no importa quién: profesionales sanitarios (incluidos también algunos dietistas-nutricionistas), libros de autoayuda, de dietas, blogs, medios de comunicación… y por supuesto a pie de calle en especial entre el colectivo de los deportistas. Este mito se enuncia de dos formas posibles:

 

  • Si se evitan los alimentos ricos en hidratos de carbono durante la noche, le cena o al poco tiempo de irte a dormir, se favorecerá el adelgazamiento o la pérdida de peso; o bien,
  • Si introduces en tu cena alimentos ricos en hidratos de carbono aumentas el riesgo de engordar.

Gran parte del error de este mito se basa en que tiene una explicación teórica más o menos bonita, a saber: Los hidratos de carbono se absorben con relativa facilidad pudiendo obtener nuestro organismo su energía con relativa rapidez, por tanto, como después de cenar lo más normal es irse a dormir, nuestro cuerpo al no tener en que gastar esa energía la va a almacenar, y lo va a hacer en el tejido adiposo en forma de grasa con el consiguiente aumento de peso. Si por el contrario no tomas carbohidratos para cenar tu cuerpo tendrá que utilizar sus reservas hasta el momento de la próxima ingesta (el desayuno) y así se facilita el adelgazamiento.

Hay que decir que es bonito, sí. Pero nada más. Lo digo porque no vale solamente con que una teoría suene bien, es decir, sea una buena hipótesis de partida, para que termine siendo cierta. Y resulta que esta tonteoría no se ha demostrado. No hay un solo estudio con una suficiente calidad que haya demostrado que a igualdad calórica, los que comen hidratos por la noche engorden o que los otros adelgacen. ¿Tienen pruebas quienes así lo defienden, o hablan solo de oídas sobre una hipótesis más o menos plausible?

Es posible que algún lector de blogs de esos que andan buscando casi a la desesperada no importa qué claves para para perder peso manifieste en sus comentarios que a él (o a ella) el tema de desplazar fuera de sus cenas los alimentos ricos en carbohidratos le hizo adelgazar. Bien, no podemos negar ambos hechos, que adelgazó y que además quitó los hidratos de carbono de la cena, pero… ¿fue este tema de la cena lo único que cambió en su vida para obtener ese adelgazante resultado final? Lo digo porque entra dentro de lo probable que esta no sea la causa (aunque lo parezca). Además, es probable que al evitar este tipo de alimentos (cuando sea: cenas, comidas…) se terminen por consumir menos calorías ya que las opciones que nos queden sean menores. Al mismo tiempo, es preciso recordar que no es lo mismo consumir una ración adecuada de pasta integral con verduras que consumir en la cena alimentos especialmente ricos en hidratos de carbono sencillos que: 1º pueden llegar a aportar más calorías en un menor volumen y; 2º nos van saciar durante menos tiempo (con el consiguiente riesgo de volver a picar algo antes de acostarnos) a costa, en parte, de su mayor índice glucémico.

Recuerda que si tienes por costumbre el cenar platos enormes de patatas con chorizo, paellas o canelones el culpable de que aumente tu peso no serán los hidratos de carbono ni el comerlos por la noche… sino la probabilidad de exceder con este comportamiento tus necesidades calóricas. Ten presente que según este estudio y este otro, durante el tiempo de descanso nocturno el metabolismo basal no se ve tan apenas alterado con respecto al gasto en reposo durante la vigilia. Este gasto cuando duermes con respecto al de reposo y despierto puede incluso ser mayor si has practicado alguna actividad deportiva previa de forma prolongada.

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Foto: Stuart Miles via FreeDigitalPhotos.net

¿De qué depende que un alimento tenga más o menos calorías?

Como ya vimos, salvo el agua, todos los alimentos aportan al ser consumidos un cierto número de calorías, unos más y otros menos. Los alimentos con un mayor aporte de calorías, tendrán mayor capacidad de hacer engordar a cualquiera que se los coma en comparación con la ingesta de las mismas cantidades de otro alimento con menor aporte de calorías.

El hecho de que cualquier alimento contenga calorías se debe a su diferente composición en lo que se denominan los principios inmediatos: hidratos de carbono, proteínas y grasas. Estos tres, y también el alcohol (etanol), que de momento vamos a dejar de lado ya que sólo se encuentra en cantidades significativas en un grupo de alimentos muy concreto (las bebidas alcohólicas). Así, y a excepción del agua, todos los alimentos, contienen una determinada proporción de principios inmediatos.

Cada uno de estos tres principios inmediatos, también denominados macronutrientes (así llamados porque su presencia en los alimentos se cuantifica, normalmente, en unidades de gramo) aporta distinta cantidad de calorías. Las proteínas y los hidratos de carbono aportan una cantidad de energía muy parecida (por generalizar, unas 4 kcal. por cada gramo de cualquiera de ellos), mientras que las grasas proporcionan una cantidad muy superior (más del doble, unas 9 kcal. por cada gramo).

Así, en los 100g de alimento que consideremos (la normativa obliga a utilizar siempre la cantidad de 100 gramos en el etiquetado con información nutricional) es importante tener en cuenta que en muchos de ellos, el agua es también un componente mayoritario que comparte “protagonismo” en el peso junto a los principios inmediatos señalados.

Con estos datos es posible comprobar en cierta medida si la información que los distintos fabricantes de alimentos incluyen en relación a las calorías es (más o menos) correcta. Para ello es preciso saber, mirando la información nutricional, los gramos de los distintos principios inmediatos presentes en 100g. Así, para calcular el valor energático de, por ejemplo, un yogur tenemos que saber que en 100g de yogur natural normal hay, de forma aproximada:

  • 86g. de agua
  • 3,7g. de proteínas
  • 3,3g. de grasas y,
  • 4,7g. de hidratos de carbono.

Multiplicando las kcal. que aporta cada gramo de los distintos principios inmediatos (en el ejemplo 4, 9 y 4 respectivamente) se puede llegar a calcular orientativamente cuántas calorías aportan 100g de este yogur, que son tantas como 63,3 kcal. Y con una simple regla de tres sabremos cúal es el aporte energético de un yogur estándar de 125g (que es la cantidad habitual en la que se comercializan estos productos); en este caso teórico el resultado sería, unas 79 kcal. por unidad.

Esta es una forma sencilla de comprobar cuánto cierta es parte de la información nutricional contenida en el etiquetado de algunos alimentos. Basta con hacer estas simples multiplicaciones en los distintos casos de alimentos en virtud de la información nutricional contenida en su etiqueta, sumar los resultados y la cantidad obtenida debería ser bastante aproximada a la que también seguro nos ofrece la etiqueta. Esta comprobación no está exenta de limitaciones, lo reconozco, ya que se hace en base a la información aportada por el fabricante, otra alternativa sería recurrir a las tablas de de composición de alimentos (por ejemplo, la Base Española de Datos de Composición de Alimentos, BEDCA), pero en este caso habrá otras limitaciones: ¿cuánto se parece el yogur de la base de datos a aquel que tengo en la mano apunto de comerme?

Con todo lo dicho es preciso hacer una matización. Desde hace un par de años en el cálculo del valor calórico de los alimentos se considera además el aporte energético de la fibra, en una cantidad de 2 kcal/g de fibra. Se entiende que el uso que de la fibra presente en los alimentos hace nuestra flora intestinal deja disponible para su absorción una serie de macronutrientes (hidratos de carbono) en cantidades significativas. Así, si en vez del yogur de antes, tomamos en consideración un alimento con fibra, por ejemplo 100 g. de unos cereales que contienen:

  • 13g. de agua (en este caso se hablaría de humedad)
  • 9g. de proteínas
  • 10g. de grasas
  • 64g. de hidratos de carbono y,
  • 4g. de fibra.

Los cálculos de los principios inmediatos y de la fibra, multiplicando por 4, 9, 4 y 2 respectivamente ofrecen un resultado para estos cereales de 390 kcal/100g.

Así pues, el mayor o menor número de calorías de un alimento depende de su concentración por unidad de peso en los principios inmediatos, también de la fiba y llegado el caso del alcohol.

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Foto: Dreamstime