El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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La apetencia y elección de mejores alimentos parecen ser educables

OK_WRONGAl menos así lo ha puesto de relieve un estudio piloto recientemente publicado en la revista Nutrition & Diabetes que ha analizado mediante resonancia magnética los “centros de recompensa” del cerebro de ocho individuos que previamente se sometieron a un programa de pérdida de peso con una reconducción de los hábitos dietéticos durante seis meses, y los compararon con un grupo “control” de 5 participantes.

Con esta metodología se contrastó que, tras seis meses de intervención, estos centros de recompensa mostraban una mayor actividad que al inicio del programa en el momento que se les suministraba a estos participantes imágenes de alimentos más nutritivos y saludables con un contenido calórico reducido. Además y en sentido contrario, la actividad cerebral del “cuerpo estriado” (centro cerebral vinculado a las respuestas de recompensa) era menor cuando a los mismos participantes se les mostraban imágenes de comida rápida poco saludable.

Estos hallazgos sugieren, en boca de los investigadores, que los participantes en el estudio sufrieron un cambio debido a la intervención dietética de forma que tras ella experimentaron un mayor placer y recompensa en el momento en el momento de elegir productos enmarcados en lo que se podría definir como una dieta adecuada.

Muy en resumen, los resultados apuntan hacia la posibilidad de poder conseguir una especie de reprogramación cerebral de forma que al conseguirlo una persona podría sentirse más “recompensada” al hacer elecciones alimentarias más saludables que las que pudiera sentir en el pasado. Este estudio supone un avance importante en el conocimiento de estas cuestiones ya que hasta el momento muchos expertos dudaban de forma considerable que esas vías de recompensa pudieran ser verdaderamente modificables.

Para que sigamos tomando nota, el programa dietético al que se sometió al grupo de intervención consistió en líneas generales en una dieta con una cantidad importante de fibra (igual o superior a 40g/día), moderadamente alta en proteínas (25% del valor energético total de la dieta) y con un aporte del 50% del valor calórico total de la dieta suministrada en forma de hidratos de carbono obtenidos a partir de alimentos de bajo índice glucémico.

Según uno de los autores del estudio los antojos y los malos hábitos de alimentación son esencia un hábito… y ahora existe una posibilidad para poner en evidencia que es un hábito modificable.

Esperemos que estas nuevas y esperanzadoras posibilidades se pongan de manifiesto en futuros estudios a los que este “piloto” ha dado pie.

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Nota: Quiero agradecer a Guillermo Peris (@waltzing_piglet) y a la Dra. Valdez (@tu_endocrino) sus aportaciones para la realización de este post

Imagen: Stuart Miles vía freedigitalphotos.net

¿Te comes lo más rico primero o lo dejas para el final?

Plato combinado 2Pongámonos en situación: cena en familia (mamá, papá y dos hijas) frente a un plato combinado de tortilla francesa, espárragos trigueros a la plancha y ensalada.

Me resultó curioso el otro día observar como los cuatro teníamos distintas estrategias a la hora de comernos los distintos alimentos de nuestros platos idénticos (salvo por la cantidad). Todos comimos más de unos alimentos al principio dejando otros para el final, pero no todos coincidimos en el orden a la hora de hacerlo: unos empezamos por unos alimentos concretos y otros comensales por otros alimentos.

Visto que el orden de desaparición de los alimentos entre mis hijas era manifiestamente distinto, les pregunté que cuál de los ingredientes del plato les gustaba-apetecía más y cuál menos. Y resulta que las dos coincidieron, lo que más les gustaba-apetecía a las dos eran los espárragos trigueros y lo que menos la ensalada. Sin embargo, la mayor se comía primero la ensalada y la pequeña los trigueros. La tortilla vamos a dejarla como variable independiente.

No pude por menos que preguntar: y tu Adriana (9 años) ¿por qué te comes primero lo que menos te gusta? Me respondió, como si yo fuera tonto, que para dejarse lo más rico para el final y acabar, vamos a decir, con un buen sabor de boca. Sin embargo, Carolina (5 años a falta de otros tantos días) me respondió que prefería comerse primero lo más rico porque sabe que se lo va comer con gusto y que (como en casa no hay mayores presiones por obligar a comer) si se quedaba llena… podría pasar y no comerse lo que menos le gusta. Una especie de “que me quiten lo bailao.

Con respecto a mi mujer, ella y yo seguimos patrones similares, somos más de dejarnos para el final lo que más nos gusta (como Adriana), aunque la verdad es que yo soy más de alternar los bocados de una cosa y de la otra o de, más directamente, mezclarlos.

Siempre me ha llamado la atención que esta dualidad en el patrón de una persona a la hora de empezar a comer lo que más le gusta al principio, dejando para el final lo que menos (o a la inversa) se reproduce exclusivamente cuando dicha persona se enfrenta a su plato. Es decir a lo que sabe que le toca a comer a ella y a nadie más.

Sin embargo, todo cambia cuando las circunstancias son otras. La mayor parte de la gente se abalanza a comer lo que más le gusta primero cuando por la misma comida hay más competidores en liza. Me explico. Imaginemos un aperitivo de boda en la que empiezan a salir camareros con bandejas por todos lados con viandas diversas. Todo el mundo sabe que hay distintas bandejas con distintos canapés. Entonces nadie hace previsión de empezar a comer de lo que menos le gusta para dejarse al final lo que más… se asalta al camarero que lleva lo que te gusta hasta que se agotan las existencias de ese aperitivo y luego Dios dirá: que ya no quedan más aperitivos, pues nada, a aguantarse; que quedan de los que nos gustan menos… pues a seguir comiendo.

Si hay algún psicólogo o psicóloga en la sala (y que no trabaje en ‘no seas pesado’) por favor le ruego que levante la mano y me explique, si puede brevemente, las posibles asociaciones entre estos dos patrones de consumo y, por ejemplo la facilidad para llegar a ser obeso, las características generales en el carácter de una persona, etcétera. Estoy convencido que tiene que haber algún tipo de relación.

Tanto si eres psicólogo o psicóloga, como si no, no te cortes y deja en los comentarios cómo es tu patrón de consumo de alimentos con respecto a lo que más te gusta y lo que menos cuando se te presentan juntos.

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Imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net

¿Son tan malos los “alimentos procesados”?

La sola mención de la expresión “alimentos procesados” cuenta con un estigma negativo ya que en muchas ocasiones se relaciona su consumo con la creciente, y aparentemente imparable, epidemia de obesidad, con la hipertensión y también con la diabetes de tipo II. Sin embargo, el procesado de los alimentos no debe ser contemplado como una condición sine qua non para machacar la reputación de un determinado alimento.

 

Algunas personas quizá se sorprendan al conocer que en su supermercado muchas de las opciones alimentarias pueden tener la categoría de ser procesados y formar parte al mismo tiempo de una buena opción dietética. La fruta troceada, la verdura precortada y embolsada o un bote de conserva de garbanzos “al natural” son productos procesados pero perfecta y recomendablemente adecuados dentro un patrón de alimentación saludable.

En esencia, se trata de atribuir categorías al “procesamiento” de todos estos productos, de analizar su nivel de manipulación, adición o eliminación de sus ingredientes y, en definitiva, de tener en cuenta más el resultado final que el grado de manipulación.

De esta forma en los lineales del super podemos ordenar de menos a más los distintos productos a la venta en base a su manipulación:

  • Alimentos mínimamente procesados, como las espinacas en bolsa u otras verduras y hortalizas preparadas para su consumo o cocinado; o también los frutos secos sin cáscara si mayor adición de ingredientes. En estos casos, muchos de ellos se encuentran así preparados para facilitar su consumo con una mayor comodidad.
  • Alimentos que han sido sometidos a algún proceso tecnológico (habitualmente cocción o congelación) en su mejor momento con el fin de aportar un grado de frescura y de calidad nutricional equilibrados. Este sería el caso, por ejemplo de conservas de legumbres “al natural”, las verduras congeladas, y algunas conservas de pescado y marisco.
  • Productos con ingredientes añadidos con el fin de mejorar sus cualidades organolépticas, normalmente de sabor, aspecto y textura, tales como edulcorantes, especias, aceites, colorantes y conservantes. En este grupo se incluirían las salsas típicas para pasta, aderezos para ensaladas, lácteos fermentados, etc.
  • Productos que se presentan listos para comer, tal cual, y que suelen estar mucho más “procesados” tal es el caso, por ejemplo de las galletas, los cereales y los embutidos.
  • Y por último los alimentos altamente procesados que son con mayor frecuencia las recetas de platos congelados o precocinados, las pizzas congeladas o los platos para meter en el microondas y comer, entre otros.

 

Aspectos positivos de algunos alimentos procesados

En mi opinión, la principal ventaja de según qué manipulaciones estriba en hacer disponibles, en facilitar, el consumo de algunos alimentos que están en la base de la mayor parte de las recomendaciones. Tanto las verduras como las hortalizas limpias y embolsadas, precortadas o enteras (mezclum de lechugas, acelga, cardo, borraja, etc.) son la opción de conveniencia para un público que no disponga de mucho tiempo o que esté ocupado y que quiera contar con una alta calidad nutricional. Lo cierto es que suelen ser opciones más caras, pero si la alternativa es pagar menos y prepararlo cuando se sabe de antemano que no se va a hacer, esta es, sin duda, una mejor opción. Son fórmulas que facilitan el comer más vegetales. Este sería el caso también de las legumbres cocidas al natural, de la fruta preparada para comer (pelada y cortada) o incluso de los alimentos frescos congelados.

Al mismo tiempo algunos alimentos en base a su manipulación y procesado han podido mejorar sustancialmente su perfil nutricional. Uno de los ejemplos más representativo de este caso serían los productos lácteos cuando se les elimina todo o parte de su contenido graso. En este caso mucho de ellos se convertirían en los conocidos como alimentos funcionales, con todos los pros y contras que el concepto en sí mismo lleva aparejado.

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Foto 1: israelavila

Foto 2: coofdy