El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Comer mal es casi gratis y educar mal, muy barato

Ya he comentado en varias ocasiones que cuando hay más dificultades económicas se suele comer peor. Con peor me refiero a mal, no a menos. ¿Quieres pruebas?

De un aire me quedé el otro día cuando entré en un supermercado y, a la entrada, había una mesa con diversos productos de bollería industrial al precio de 1 euro. Por este precio, y en diversos formatos, se podía adquirir 4 unidades de una amplia gama de bollería industrial que iba desde los conocidos bollos con agujero a napolitanas, palmeras, etcétera, todo ello con o sin chocolate.

Bollería industrial

El mostrador estaba puesto a la entrada al lado de las cajas para pagar y no es que resultara difícil no ver los bollos, es que había que tener una cintura entrenada para poder esquivar y salvar el consabido mostrador. A ver… 0,25€ por un bollo de tamaño considerable es un precio de risa con lo que nada o casi nada puede competir. Así, no es de extrañar que una familia en apuros termine por recurrir con mayor facilidad a este tipo de soluciones tan baratas y tan poco recomendables. Al final un bocata de jamón además de más caro termina siendo más “incómodo” de preparar… y quien dice esto, dice una fruta, un lácteo… Por no hablar de lo bien que “que te merienda” un niño cuando le das estas “delicias” de supermercado y de los contentos que se quedan algunos padres (= mamás y papás, ambos)

Así pues, en las decisiones que terminan por hacernos escoger los alimentos intervienen muchísimos factores y qué duda cabe que los económicos tienen un peso importante… y que jugar en el segmento que juegan los dónuts es prácticamente imposible. Y quien dice la bollería industrial dice las grandes empresas de comida basura rápida, entre otros. Pero hay otro elemento importante, que es la educación y las presiones del medio para que nos “eduquemos” en una realidad y no en otra. Me explico.

El otro día un padre muy sensible con estas cuestiones de cómo comen nuestros hijos y sobre cómo se les educa me mandó uno de los ejercicios de discriminación visual y de mates que tenía que hacer su hijo como deberes en casa. Estoy hablando de un niño de seis años al que se le pide en un ejercicio que rodee un número concreto de elementos iguales entre un conjunto de diferentes elementos… y resulta que el conjunto de elementos diferentes está formado única y exclusivamete por alimentos pertenecientes al “grupo” de la comida basura o más llanamente por hamburguesas, patatas fritas y helados. Y no es solo eso, sino que el niño, ¡llegó a preguntar: “papá, ¿porqué todo es de McDonalds”!

Ejercicio basura

 

Mira que en la editorial podían haber escogido, melones, mandarinas y manzanas; o coches, motos y trenes, o pantalones, camisetas y faldas, o guantes, sombreros y paraguas… pero no, hamburguesas, patatas fritas y helados, ¡olé!

Quizá haya a quien le parezca una tontería pero se trata de una publicidad subliminal, que muy posiblemente se haya hecho sin darse cuenta, pero no me vale. Cuando se está educando hay que darse cuenta de estas cosas. Y así debió opinar el papá, que terminó llamando a la editorial en cuestión y, de buenas formas les expuso su parecer. Y también de buenas formas le contestaron que, sinceramente, no habían reparado en ello y que tenía razón, que normalmente se preocupan por cuestiones que puedan afectar a una discriminación sexual o religiosa, pero no alimentaria y que, pásmate, el tema de los dibujos de la comida basura lo eliminarían en la próxima edición.

Esto sí que se merece un gran «olé» por Rubén Álvarez Llovera el biólogo y papá de Alberto (el niño de 6 años) que es quien me trasladó el tema. «Olé» porque las cosas cambian en la medida que nosotros hacemos que cambien. Y este es un buen ejemplo. Aunque las cosas no estén nada fáciles… o precisamente por eso, porque es entonces cuando más falta hace.

 

¡Y una fruta mierda!

Está bastante bien asumido por parte de la población general que un adecuado consumo de fruta está relacionado con beneficios sobre la salud. Por esta razón, ya que el actual patrón de consumo de fruta está por debajo de los habituales consejos (sea por la causa que sea) es posible que la industria alimentaria aproveche en este terreno tantas oportunidades para hacer de las suyas, muchas veces con el auspicio de las leyes vigentes. Es decir, la gente sabe que comer fruta es bueno y al no hacerlo en la cantidad adecuada está especialmente sensibilizada para acoger aquellas opciones que nos sugieran una cierta facilidad a la hora de consumirla… mucho más sensibilizada además si la “opción” propuesta es fetén para nuestros niños que, ya saben, son utilizados muchas veces como nuestro talón de Aquiles alimentario.

 

Ya he contado en alguna ocasión mi afición a observar comportamientos y actitudes del mundo que me rodea en relación con sus hábitos alimentarios. En este sentido no descubro nada cuando digo que, además de otros entornos, el patio del colegio de mis hijas representa un inapreciable ecosistema para el estudio, del que muchas veces saco jugosa información. De un tiempo a esta parte vengo observando que a las horas de las meriendas y en los almuerzos (aquellos días en los que hay que llevar de almuerzo fruta al colegio sí o sí, por obligación) empiezo a constatar una  preocupante proliferación en las manos de los niños de unos llamativos sobres-bolsa tuti-fruti y multicolori comercializados por una conocida marca de distribución. “100% fruta” pone (además, “sin lactosa” y “sin gluten”) y, lo más preocupante en mi opinión, un visible logo que reza:

1 ración de fruta

 

¿Nos están sugiriendo que la ingesta de este tipo de productos equivale a la ingesta de una ración de fruta? Pues si es así, lo dudo. No, desde mi punto de vista, lo niego.

Veamos, los sucedáneos son eso, sucedáneos. Según el diccionario son “sustancias” que por tener propiedades parecidas a las de otra, pueden reemplazarla. Pues será lo que diga el DRAE, pero el reemplazo al que ahora me refiero, las bolsitas estas en vez de fruta, me niego a aceptarlo, ¡porque no son equivalentes!

A título particular, y aunque la legislación diga otra cosa, me parece inaceptable que se asocie como reemplazable el consumo de la fruta de verdad con el de un sobre-bolsa de 90 gramos a través del cual los niños (ellos especialmente) liban cual si de lepidóptero vulgar se tratase el puré de frutas procedente de concentrado con su vitamina C añadida.

 

Analicemos la sucedaneidad, la equivalencia o como se prefiera decir, de estos dos elementos. Para ello voy a tomar en consideración las características inherentes a la fruta y las voy a comparar con las de los sobres-bolsa.

Algunas de las características generales de la fruta como grupo son: Importante fuente dietética de vitaminas, minerales, fibra y fitonutrientes, y todo ello con un escaso aporte energético. Es decir, la fruta aporta todos estos elementos en una cantidad relativamente amplia y lo hace con pocas calorías.

A continuación he confeccionado una tabla con aquellos nutrientes que vienen reflejados en la información nutricional de los sobres-bolsa a los que me refiero y la he comparado con algunas raciones medias de las frutas más habituales. Quiero destacar dos aspectos: El poner sólo la vitamina C responde a que entre las vitaminas es la única de la cual se detalla su presencia en los sobres-bolsa (¡!). Y de los minerales sólo se menciona el sodio, algo bastante curioso porque, normalmente este mineral se suele hacer destacar para recalcar, por motivos de salud, su ausencia o baja proporción.

Datos de los sobres-bolsas por unidad (90 gramos) e información del propio envase. Datos de las frutas: National Nutrient Database (USDA); más en concreto: Naranja: 180 gramos; Kiwi verde: 148 gramos (una ración); Manzana: 161 gramos (una pieza mediana); Plátano: 118 gramos (una pieza mediana); Fresas: 144 gramos (una taza) por mitades; Piña: 156 gramos en trozos.

 

EN RESUMEN

  • Cualquier ración media de las frutas aquí expuestas aporta más fibra que la de los sobres-bolsa en cuestión. Es muy probable, además, que esta realidad sea trasladable a cualquier otra fruta fresca que se considere (salvo puntuales excepciones)
  • La presencia de vitamina C (y con mucha probabilidad de muchas otras vitaminas) en un patrón de consumo variado de fruta fresca es mucho más alto que el que se obtiene del consumo “por sustitución” de estos sobres-bolsa. Y lo más importante a este respecto,
  • A título particular, las diferencias organolépticas (ya saben esas cosas relativas al sabor, textura, aroma, color…) entre el consumo de este tipo de “sucedáneos” y el de la fruta son, francamente, imposibles de tomar en consideración. El puré de las bolsas-sobre es una especie de jalea hiperdulzona, pálida y más emplagosa que una canción de Albano y Romina Power.

Igual te interesa comparar algunos de los aportes nutricionales de estos sucedáneos con los del típico bollo con agujero que en ocasiones se lleva como merienda y que suelen tener tan mala prensa por pertenecer al mundo de la bollería industrial. Aunque existen otros aspectos nutricionales a la hora de comparar el típico  bollo con agujero con estos sobres-bolsa, ten en cuenta que un bollo de estos aporta 198 kcal con una presencia de fibra bastante similar (1 bollo con agujero = 1,4g de fibra).

 

EN CONCLUSIÓN

No conviene que la población general asocie como equivalentes el consumo de estos productos con  el consumo de fruta, y mucho menos que esta asociación se la inculquemos a nuestros hijos.

Si queremos que nuestros hijos coman fruta de forma natural, sin artificios que en mi opinión son contraproducentes, conviene ser un poco más HACENDOSOS ante estas situaciones. ¿Se me entiende?

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Fotos: GTRES

Al buen alimento buena cara

 

En la anterior entrada me despedía diciendo que poner buena cara al comer alimentos saludables es una buena estrategia para educar a los más pequeños en unos correctos y placenteros hábitos de alimentación. Un reciente estudio científico vuelve a hacer hincapié en el efecto que tiene sobre los niños tanto la actitud, como el aspecto de las personas mayores cuando comen.

En el estudio se pidió a un grupo de adultos y de niños entre 5 y 8 años que observasen una serie de fotografías que mostraban a adultos comiendo distintos alimentos. Los protagonistas de las fotos eran tanto obesos como no obesos y fueron escogidas de forma que mostraran distintas expresiones en su cara (de satisfacción o desagrado).

Cuando las fotografías mostraban una persona que disfrutaba con lo que estaba comiendo había más probabilidades de que el niño quisiera comer dicha comida con independencia que la persona de la foto fuera muy delgada u obesa. Sin embargo, la misma comida en una foto con una persona que mostraba cara de enfado tenía el efecto contrario.

Además, si el alimento mostrado no era a priori del agrado del niño había una mayor predisposición a probarlo cuando el protagonista de la foto mostraba cara de satisfacción. Esta predisposición fue más eficaz cuando el protagonista de la foto además de mostrarse contento era delgado.

En resumen, las preferencias alimentarias tanto de los niños como de los adultos pueden verse influidas por el peso corporal de los comensales y por las emociones que estos transmiten. Sin embargo, los adultos parecen más sugestionables por el peso del comensal, a diferencia de los niños, a los que sus propios gustos y las emociones que los alimentos causan en otras personas parecen influirles más.

Así pues, ponga buena cara al comer alimentos saludables delante de sus hijos

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Foto: katerha