El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Exagerada promoción salutífera del consumo de bebidas alcohólicas (mi paso por #PintOfScienceSpain)

imageEl otro día tuve el privilegio de ser invitado para dar una charla en el marco de las primeras jornadas de Pint of Science celebradas en España. Para quién no lo conozca Pint of Science tiene como objetivo ofrecer charlas interesantes, divertidas, importantes, sobre las últimas investigaciones científicas, en un formato accesible al público. ¡Y todo ello en un bar! Se pretende de esta forma ofrecer una plataforma que permita a la gente discutir la investigación con las personas que la llevan a cabo. Se trata de una organización sin fines de lucro, dirigida por voluntarios, y que fue creada por una comunidad de investigadores de postgrado y postdoctorales en 2012. El festival se celebra anualmente durante tres días simultáneamente en bares de todo el mundo.

Bueno, el caso es que cuando me la ofrecieron no se me ocurrió mejor idea que hablar sobre los supuestos beneficios del consumo de bebidas alcohólicas sobre la salud, en especial cuando el mensaje complaciente sobre este tipo de productos se dirigen a la población general, así, en plan a lo bruto.

Lo cierto es que meterme en una cervecería de regio abolengo para dar caña (je, je je) a un auditorio cuajado de consumidores de esta bebida no parece lo más sensato… pero me di cuenta después de que tras enunciar mi propuesta, esta fuera inmediatamente aceptada… ya no podía echarme atrás (quién dijo miedo).

Al preparar la charla en el plano más divulgativo posible, pero sin olvidar ni mucho menos la ciencia que había detrás, tuve la feliz idea de ilustrar en cuatro diapositivas (dos para la cerveza y dos para el vino) algunos de los titulares a los que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación a la hora de hablar maravillas del consumo de estas dos bebidas. Pues bien, a pesar de que en otras diapositivas había chistes explícitos con el fin de arrancar al menos una sonrisa… fueron éstas, que no eran chistes, las que terminaron por hacer encanarse a los asistentes. Aquí te las dejo para que juzgues tú mismo si este compendio de titulares reales como la vida misma son o no motivo de risa en especial cuando se tiene la perspectiva de verlos juntitos.

De la cerveza se ha dicho y se está diciendo:

 Cerveza 1

Cerveza 2

Y del vino se ha dicho y se está diciendo:

Vino 1Vino 2Bueno, no sé cómo lo verás tú, pero en mi opinión creo que hace días que nos hemos pasado cuatro pueblos con esto de recomendar beber cualquier bebida alcohólica y usar para ello la salud como ariete. ¿Sabes porqué? Pues por que el consumo de bebidas alcohólicas sea en la medida que sea, tiene más perjuicios que beneficios. Así, de modo gráfico puse esta diapositiva para ilustrarlo.

Riesgo vs beneficioAhora bien, si queremos ponernos serios también podemos… por ejemplo usando esta bonita gráfica que resume el estudio que hace unos pocos años se publicó en The Lancet en el que se analizaban la magnitud de los daños ocasionados por distintas drogas en Reino Unido ya estén legalizadas o no… te sugiero que mires a la izquierda.

 Lancet

Así pues, recomendar poblacionalmente cualquier ingesta, aunque sea moderada, de bebidas alcohólicas representa en suma un importante incremento del riesgo sobre elementos que tienen un notable impacto en la Salud Pública.

En resumen

¿Pueden (o deben) las bebidas alcohólicas estar presentes en una dieta saludable? Lamentablemente con lo que hoy sabemos, la ciencia no tiene las respuestas claras, contundentes y dicotómicas (sí o no) que nos gustaría. Existen infinidad de riesgos conocidos ligados al consumo de bebidas alcohólicas. Al mismo tiempo el consumo moderado de algunas de estas bebidas se ha asociado con mejores indicadores de salud… sin embargo, la evidencia al respecto no es ni coherente ni concluyente. Con estas premisas ¿no resulta un tanto temerario hacer la presión que se hace en su consumo a partir de la salud? A mí me parece que sí.

Aquí te dejo la diapositiva final en la que después de una hora de charla y no pocas risas de complicidad con el auditorio, resumí mí intervención.

 Resumen

Mi agradecimiento más sincero a los organizadores de Pint Of Science Spain (muy en especial a Fernando Gomollón @gomobel, JuanJosé Sáez @jjsaenzde y José Luis Cebollada) por querer contar conmigo en la primera edición de este evento en España, y por supuesto, a los asistentes que de tan buen grado aceptaron (y agradecieron) mis puntos de vista… lo pasamos francamente bien.

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Si quieres profundizar más sobre la relación del consumo de bebidas alcohólicas en la salud quizá te interese consultar:

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Imagen: @juan_revenga

Grasas saturadas: de villanas a heroínas, crónica de la última gran revolución dietética

MantequillaA principios de este verano saltó a la palestra mediática una de las mayores noticias de los últimos tiempos (o al menos así me lo parece a mí) en forma de bomba dietética: la mantequilla lejos de ser mala es buena.

Me he tomado la licencia de usar una frase poco seria, la de la mantequilla, para poner de manifiesto lo que de un tiempo a esta parte se está fraguando en el mundillo nutricional (el serio) a la hora de atribuir una nota general a un nutriente característico, las grasas saturadas. Esta frase no es más que una verbalización de la imagen de tres portadas de la revista Time separadas la primera de la última la friolera de 53 años (si Ancel Keys levantara la cabeza…). En realidad esos avances no consisten tanto en poner una buena nota a este nutriente si no en quitar aquella con la que ya contaba este grupo en su conjunto y que era francamente negativa (ya sabes, aquello de la maleta de Asimov y esas cosas). Así, de la misma forma que hay que reconocer que en su día (hace 6 o 7 décadas) se cometió el error, hoy ya más o menos arreglado, de atribuir a todas las grasas un perfil negativo sobre la salud; es más que probable que también se haya cometido un grave error al catalogar a todas las grasas saturadas como malas.

En su día, una vez subsanado el tropezón de considerar de forma automática cualquier grasa como mala (y que aún perdura en muchos, no te creas), se hicieron dos grandes grupos con las grasas, las buenas y las malas. En este caso el papel de las malas tocó ser representado por aquellas que respondían al perfil bioquímico de ser saturadas, y el de las buenas al resto (más o menos, aunque con muchos matices sobre los que no voy a entrar). Es decir, se volvió a hacer una generalización pero en esta ocasión con subgrupos más pequeños, sin tener en cuenta que dentro de las grasas saturadas (las presuntamente malas, todas) había notables diferencias. Y son precisamente esas ideas las que a día de hoy están empezando a brotar con fuerza dentro de las más recientes investigaciones serias.

El resumen de la cuestión saturada lo tienes magníficamente explicado en este enlace, alojado en The Lancet en el que uno de los más prestigiosos epidemiólogos e investigadores de la actualidad, Dariush Mozaffarian, hace un extracto de la situación al respecto de las implicaciones de los distintos ácidos grasos saturados en el metabolismo, más en concreto sobre el desarrollo de la diabetes mellitus tipo 2.

A modo de síntesis este epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard viene a destacar que no todos los ácidos grasos saturados son iguales y que por esta y otras razones su efecto en las distintas vías metabólicas es muy dispar. Estos efectos van a depender, que actualmente se sepa, de: la longitud de su cadena hidrocarbonada (con más o menos átomos de carbono en la molécula); de la matriz alimentaria en la que están “vehiculizados” pudiendo alterar su función el estar acompañada de unos u otros nutrientes; de su origen, ya que además de las distintas fuentes alimentarias, también existe una síntesis endógena de ácidos grasos saturados, etcétera.

Las implicaciones de este creciente cuerpo de la evidencia apuntan a cuestiones que ya se han comentado en este blog, por ejemplo, el posible efecto beneficioso de la grasa láctea (sí, esa misma que hasta hace poco era el mismito demonio); al tiempo que se pone de manifiesto una prueba más de los perniciosos efectos de un consumo excesivo de alimentos ricos en hidratos de carbono refinados, azúcares y alcohol ya que de algún modo promueven esa síntesis endógena de aquellos ácidos grasos saturados con el peor pronóstico como es la del ácido palmítico.

Con todo ello, no me extraña, Mozaffarian, hace un llamamiento en su escrito a la necesidad de rediseñar las más populares recomendaciones dietéticas huyendo de clasificaciones y campañas sanitarias basadas en agrupaciones simplistas de nutrientes que se relacionan mínimamente por una misma característica química (en este caso ser ácidos grasos saturados). Las actuales recomendaciones y postulados centrados en nutrientes, además de, siendo generosos, contar con el germen de la duda en su interior, son frecuentemente utilizados por la industria para crear confusión en una población completamente mediatizada. Es hora por tanto de dirigir los esfuerzos hacia la creación de guías y recomendaciones basadas en los alimentos y que cuenten con una sólida evidencia sobre sus efectos en datos clínicos claramente constatables.

Qué razón tiene este buen señor.

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Imagen: SOMMAI vía freedigitalphotos.net

Dieta sin gluten: imprudente recomendación dietética para la población general

Pan y bolleríaYa he comentado alguna vez la simpleza de la recomendación de seguir una dieta exenta de gluten para obtener, vaya a saber usted qué beneficios por parte de la población general no celiaca. Como siempre en estos casos no faltan las recomendaciones de manos de algunos famosos y celebrities que argumentan con su éxito (profesional, deportivo, etcétera) los beneficios de este planteamiento dietético que debiera estar reservado para aquellas personas con celiaquía.

El caso es que hoy saco a colación este tema porque lejos de ir a menos parece que la tendencia va a más, por eso y porque el otro día me tropecé con este fenomenal artículo que deja las cosas más que claras. Para quien quiera verlo, claro, porque para el resto ya sé que será difícil de convencerlos. Pero bueno, por intentarlo que no quede.

El título del trabajo que te hablo es prácticamente el mismo que el del post: Gluten-Free Diet: Imprudent Dietary Advice for the General Population?. En interrogante, eso es cierto, desconozco el  porqué de plantearlo así si en su interior se dejan las cosas bastante claras.

Sea como fuere, ya te lo he contado a grandes trazos:

A pesar de las frecuentes afirmaciones con las que se hacen descansar una serie de propiedades saludables sobre una alimentación exenta de gluten, no existe ninguna evidencia experimental publicada que apoye dichas afirmaciones en la población general. De hecho, hay datos que sugieran que el propio gluten podría aportar algunos beneficios para la salud, y que su eliminación en individuos sanos no está justificada por ningún motivo. Es más, es necesario tomar conciencia de algunos de los potenciales peligros que se asumen al adoptar una dieta sin gluten en el caso de personas sin trastornos relacionados con el gluten.

Así pues, las dietas sin gluten están claramente indicadas para pacientes con enfermedad celíaca o para aquellas personas con sensibilidad al gluten. Así, su retirada de la dieta podría beneficiar a personas con patologías autoinmunes crónicas como por ejemplo, la psoriasis, la artritis reumatoide y la diabetes tipo 1. Las dietas libres de gluten, bien planificadas (para lo que suele ser preciso la contribución de un profesional cualificado, en especial un dietista-nutricinista) pueden estar perfectamente equilibradas si se tiene cuidado en la elección de los alimentos. Esto no implica que una dieta libre de gluten, por su mera definición, sea una dieta más saludable.

Además, los resultados de varios estudios con pacientes celiacos sugieren que una dieta exenta de gluten mal planificada puede, en realidad, empeorar algunos descriptores de salud, entre ellos el Índice de Masa Corporal cuando estos pacientes cuentan ya con sobrepeso u obesidad.

Por último, una de las proteínas más características del gluten, la gliadina, podría contribuir con su presencia en la dieta al control de la presión arterial y a la normal función del sistema inmune. Y más allá, hay cierta evidencia que sugiere que una dieta libre de gluten puede afectar negativamente a la salud intestinal en aquellas personas sin enfermedad celíaca o sin sensibilidad al gluten.

En cualquier caso, el estudio termina afirmando que son necesarios más estudios para aclarar los efectos de salud de gluten, y las probables consecuencias de eliminar aquellos cereales que lo contengan.

Al parecer, según las actuales tendencias, hay algo de glamuroso en eso de recomendar dietas sin gluten y la verdad es que no sé dónde radica ése glamur… que se lo pregunten, entre otros, a un celiaco

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Imagen:  amenic181 vía freedigitalphotos.net

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Actualización: con el post ya escrito, pero no publicado, cuando comentaba su próxima aparición, un usuario de Twitter, Xabier Ochotorena (@ochoto) nos hizo notar a Pablo Zumaquero (@pzjarana) y a un servidor (@juan_revenga) que el estudio en cuestión tiene como primer autor a GA. Gaesser presidente del Grain Foods Foundation Scientific Advisory Board (Consejo Consultivo Científico de la Fundación sobre Alimentos basados en Cereales) y que así se hace constar en la declaración de posibles conflictos de intereses del mencionado artículo. Creo que si en otras ocasiones he cuestionado que determinadas personas implicadas directameente en un asunto escriban artículos científicos sobre esas materias en las que son «parte», es justo que ahora también lo haga constar.

Consulta con tu médico si decides NO hacer ejercicio

SemáforoComo bien sabes el consejo más frecuente suele ser el contrario, el de que informes a tu médico de tu posible interés por hacer ejercicio y que este te aconseje la intensidad, las precauciones que debes tomar y los posibles riesgos a los que te enfrentas de no seguir ciertas normas. Esta bien, es lógico, pero ¿te has parado alguna vez a pensar de los riesgos que se asumen al no hacer ejercicio o, dicho de otra forma, de los beneficios de seguir un patrón de vida activo?

Con frecuencia perdemos el foco en las cuestiones que atañen a la salud y nos centramos demasiado en el qué comer y qué no, y perdemos la perspectiva de la magnitud de toda la situación centrándonos en detalles, que no diré no tienen importancia, pero que en definitiva no dejan de asemejarse a esos árboles que nos impiden ver el bosque. Y mientras estamos perdidos en ese bosque nos resistimos a emplear una de las más baratas, eficaces, beneficiosas y placenteras herramientas para mejorar la salud como es la del ejercicio físico adecuado.

Está más que contrastado que nuestra fisiología es tanto más eficiente cuando se mantiene un nivel adecuado de actividad física. Además, creo que está bastante claro que ése nivel de adecuación está muy lejos de ser alcanzada en nuestro medio. Según este monográfico publicado en The Lancet con motivo de las anteriores olimpiadas celebradas en Londres, casi la tercera parte de los adultos no alcanzaría el mínimo de actividad física recomendado en la mayor parte de guías de salud: al menos 150 minutos de actividad física a la semana. En el caso de los adolescentes la situación es aun más preocupante, cuatro de cada cinco no siguen las más mínimas recomendaciones (para ellos, 60 minutos al día de actividad física)… y claro, así no hay forma.

La mayor parte, por no decir todas, de las instituciones sanitarias públicas o privadas ponen en algún momento el acento en los beneficios de mantener al menos un mínimo nivel de actividad en nuestra vida. Lo que ocurre es que muchas veces y en contra de lo que debiera ser este consejo, el de “por su salud manténgase físicamente activo”, se pierde en un maremágnum de consejos mucho más inmediatos y cotidianos en especial, en lo referente al comer. Así pues, considero que el fomento de una mayor actividad física debiera priorizarse por delante de muchos otros teniendo la certeza de que, afortunadamente, si uno se mantiene activo suele terminar por comer mejor (y viceversa); tal y como expresé en esta entrada: La contagiosidad de los buenos hábitos de vida

Ten presente que la inactividad física está asociada a un incremento de la mortalidad, la morbilidad y a una peor calidad de vida. Por lo tanto si decides NO hacer actividad física y habida cuenta de la situación de riesgo en la que te deja esta decisión, creo que lo mejor sería que se lo contaras a tu médico. A ver qué te dice.

Si por el contrario has decido «hacer algo» y ponerte pies a la obra, pero no sabes cómo, seguro que un buen profesional de las ciencias de la actividad física y el deporte te puede echar una mano para asesorarte en tus circunstancias (posibilidades, gustos, tiempo…)

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Imagen:  artur84 vía freedigitalphotos

Lo más de lo más: el vino como elemento protector frente a la caries

Copa de vinoPues sí, como lo oyes, la espiral sin fin de las recomendaciones salutíferas al respecto del consumo de vino (ahora le toca al vino… y mañana a la cerveza) parece que está entrando en artística barrena. Ahora, tal y como nos han hecho llegar algunos medios, la cuestión se centra en los beneficios del consumo de este a la hora de prevenir la caries.

Afortunadamente algunos medios están ya con la mosca detrás de la oreja y comienzan el relato de la noticia cuestionándose el reiterativo y machacón mensaje de la recomendación del consumo de vino en pro de la salud. Por ejemplo, este artículo de ABC en el que se da cuenta del tema de la relación entre vino y caries comienza de forma bastante elocuente… sin decir nada, pero al mismo tiempo diciéndolo todo:

Son muchos los efectos positivos de beber vino tinto que la ciencia se ha empeñado en demostrar: aumenta los niveles de colesterol bueno en la sangre, previene las complicaciones cardiovasculares, libera endorfinas… y ahora también previene las caries. Al menos, esta es la conclusión del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación de la Universidad Autónoma de Madrid tras un nuevo estudio.

Antes de continuar, quizá te estés haciendo una pregunta: ¿Cómo demonios es posible que si hay tantos beneficios en el consumo de vino solo conozcamos estos a partir de los medios y las notas de prensa de algunas sociedades científicas y nunca los podamos leer en las etiquetas del propio producto o en su publicidad? La respuesta es muy sencilla…

Porque está prohibida. Porque según el artículo 4 apartado 3 del Reglamento Europeo 1924/2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos:

En las bebidas con una graduación superior al 1,2 % en volumen de alcohol no podrán figurar declaraciones de propiedades saludables.

¿Y porqué no? Pues el Reglamento no da justificación alguna de esta medida, yo al menos no la conozco, así que solo se pueden hacer especulaciones. La mía, bastante lógica creo, es que habida cuenta del carácter tóxico que tiene cualquier ingesta de alcohol importante, y al parecer se considera importante el riesgo con cualquier producto que incorpore más de un 1,2% en volumen en su composición (ya sea en una matriz de vino, cerveza, orujo, cazalla, ginebra… o la que sea) no resulta coherente anunciar beneficio alguno. Voy con un ejemplo (y espero que se entienda, que no se descontextualice) si le ponemos la suficiente cantidad de vitamina C a la cocaína, ¿podremos decir que una rayita ayuda al normal funcionamiento del sistema inmunitario durante el ejercicio intenso? Pues eso, y con las bebidas alcohólicas parecido. Aunque se identifiquen elementos o sustancias que por si solas supongan un beneficio la resultante de todos los pros y todos los contras resulta claramente negativa. El problema, es que esos elementos “beneficiosos” no se toman solos, se acompañan de los no beneficiosos, en este caso del alcohol.

En el caso de la prevención de la caries, en el estudio en cuestión se ha puesto de manifiesto que, in vitro (un detalle a tener en cuenta que algunos medios de comunicación “científicos” no solo han pasado por alto sino que le han dado un sentido contrario) el vino tinto ejerce una función antimicrobiana de algunas estirpes bacterianas típicas de la placa dental que favorecen la enfermedades bucodentales… ¿Y ya está? No, espera que hay más.

En el vino desalcoholizado y en el agua con extracto de semillas al 12% de alcohol también se observa este beneficio

Los resultados antimicrobianos del vino también fueron igualmente contrastados cuando dichas estirpes microbianas fueron expuestas, de nuevo in vitro, a una solución de vino sin alcohol y a una solución acuosa y alcohol al 12% con extracto de semilla de uva; y luego… y luego resulta que es “el tomar vino” el que es bueno contra la caries; anda que no.

Y por cierto que esto del vino y la caries ni tan siquiera es algo novedoso, un estudio de 2007 ya enredó con la idea. Tal y como he leído por ahí a un indignado con este tipo de estudios (o más bien con algunos titulares de los medios cuando se hacen eco de algún estudio de este tipo) confiar en la ingesta de vino para tratar o prevenir la caries tiene el mismo sentido que hacerlo con magdalenas… Créeme cuando te digo que hay muchas cosas que hacer contra la caries antes que valorar el tomar o no vino.

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Nota: mi agradecimiento de nuevo a Guillermo Peris, @waltzing_piglet  y a @fulmercurio por hacerme partícipe en TW de esta no-noticia

Imagen: digitalart vía freedigitalphotos.net

¿Cuánto beneficioso resulta el haber recibido lactancia materna?

Lactancia materna 2Al parecer mucho. Así lo pone de manifiesto un reciente artículo de revisión al respecto de la evidencia científica sobre el impacto en la salud del adulto en virtud de haber recibido o no lactancia materna en su momento.

Con el título de The protective effects of breastfeeding on chronic non-communicable diseases in adulthood: A review of evidence (“Una revisión de la evidencia sobre los efectos protectores de la lactancia materna en la salud del adulto con respecto a las enfermedades no transmisibles”) este reciente artículo deja las cosas meridianamente claras; o al menos apunta ciertas hipótesis bastante probables que no por conocidas dejan de ser importantes a la hora de hacerlas destacar.

A pesar de que a día de hoy en la literatura científica esta relación resulta controvertida a largo plazo (el haber recibido lactancia materna o no frente a gozar de una determinada salud en la adultez) este artículo sugiere que existe un creciente cuerpo de evidencia que apunta a que la lactancia materna desempeña un papel protector ante enfermedades metabólicas y no contagiosas en la edad adulta como por ejemplo la obesidad, la hipertensión, la alteración de los lípidos plasmáticos (colesterol, triglicéridos) y la diabetes tipo II. Así, además de los conocidos beneficios a corto plazo, el fomento de la lactancia materna podría prolongar sus salutíferas ventajas a largo plazo tanto en lo que se refiere a las personas individualmente consideradas como a las repercusiones que estas enfermedades, importantes en cuanto a su gravedad y prevalencia, tienen en el tejido social de una determinada población.

Sin hacer de menos al impacto de las enfermedades contagiosas en el tercer mundo, es preciso ser consciente que las denominadas como enfermedades crónicas no transmisibles (enfermedad cardiovascular, cáncer, enfermedad respiratoria crónica, diabetes, etc.) son la principal causa de mortalidad en buena parte del mundo, en especial en países y entornos con ingresos medios y bajos.

Como siempre en estos casos el nivel de evidencia atribuible a este tipo de estudios resulta bastante controvertido ya que se basa en el análisis, siempre, de estudios observacionales, y estos frente a aquellos denominados “clínicos” o “de intervención” aportan una mucho menor potencia “probatoria” del asunto en observación. Lo malo, es que algunas cuestiones (como lo es esta) no pueden estudiarse de otra forma, me explico. Es difícil por no decir imposible, el planificar un estudio de intervención con una muestra lo suficientemente grande a la que, como es el caso, a una parte se le “obligue” a dar el pecho a su descendencia y a la otra no, con el fin de observar luego en la edad adulta de esos niños originales el posible impacto que sobre la salud tuvo el que recibieran lactancia materna o no. Y si eso es difícil, no hablemos, además, de la posibilidad de controlar las innumerables variables que sobre esa salud pueden intervenir más allá de la mencionada lactancia materna, que en este caso sería la variable objeto de estudio. Por eso, las conclusiones de este tipo de estudios de revisión sobre estudios observacionales hay que acogerlos con cierta cautela.

Sin embargo, los estudios observacionales y de revisión cuentan a su favor con la potencia de tener en cuenta grandes poblaciones, muchos estudios (todos aquellos con la suficiente calidad científica como para ser tenidos en cuenta) y grandes periodos de tiempo.

Sea como fuere, aunque controvertidas hasta cierto punto, las disquisiciones al respecto de si la lactancia materna tiene o no un efecto protector en las enfermedades no transmisibles del adulto consta de dos posibles respuestas: o es que no, o es que sí, pero teniendo en cuenta que hasta la fecha no se han puesto sobre la mesa efectos negativos la lactancia materna ofrece muchas más posibles ventajas tanto a corto (más que posibles en este caso) como a largo plazo. Es decir, la lactancia materna es, frente a su alternativa, una opción que sobre el papel ofrece un aumento de las posibilidades de salir ganando. Yo, si pudiera, no me lo pensaría.

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Imagen: Jomphong vía freedigitalphotos.net