El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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A poco escrupuloso que seas no leas este post (va en serio)

Segunda oportunidad, repito: si eres algo escrupuloso, aprensivo, tiquismiquis o “mirado” con las cosas del comer, te sugiero de verdad que abandones en este punto la lectura de este post. Si sirve para convencerte te diré que yo lo estoy escribiendo de mala gana… ¿y porqué lo hago? te preguntarás, pues porque al parecer es noticia, una desagradable y, desde mi punto de vista, asquerosa noticia. No digas que no te he avisado.

Bueno, en realidad son dos noticias que rivalizan (y de ahí su nexo) en lo más guarro. Para ir poniéndote en antecedentes (y por aquello de dar tiempo a quien quiera, de verdad, de dejar de leer) además de ir calentando el tema poco a poco, quiero traer a colación este otro post en el que se explicaba la razón de que el queso huela a pies… y viceversa. Razones aparte el caso es que tal y como te contaba en aquel post hay quien ha jugueteado con la cuestión y ha creado sus propios quesos utilizando para ello, como los imprescindibles microrganismos fermentadores, las bacterias de sus pies. Una propuesta, científico-curioso-artística sin mayores pretensiones en este caso que la mera divulgación. Pero las noticias que traigo, van más allá, y así lo hacen porque sus fines son otros y porque además hay un salto cualitativo, una escalada en el nivel del Sistema Internacional de medición de las guarradas. Me refiero… allá va, a la placentofagia y a la elaboración de “yogures vaginales”. Ale… ya lo he dicho. Vayamos por partes.

La placentofagia

placenta

Sí, es lo que su nombre sugiere, y si te he de ser sincero, conozco esta porquería de práctica desde hace bastantes años. Pero me resistía a sacarla en el blog por aquello de que estaba claramente enmarcado en lo más extravagante, pero ahora va y se hace noticia con la polémica de las “doulas” en los paritorios. Anteriormente había oído de ella cosas como muy extrañas y gores… como que Tom Cruise era adicto a esta terapia en especial por las absurdas propiedades antienvejecimiento de esta cosa… de este órgano efímero una vez que es expulsado tras el parto. Y luego que si la cienciología para arriba, la cienciología para abajo y todo ese tipo de martingalas sin, quiero pensar, fundamento. Pues eso, lo que te digo, y es que para más inri, si te va la marcha, te sugiero que en google pongas “placentofagia” y veas la cantidad de resultados (a mí hoy me salen más de 10.000, y en inglés, placentophagy, más de 26.000). En ellas encontrarás las más inverosímiles propuestas y explicaciones sobre los beneficios de poner en práctica esta… esta cosa.

Pero nada como llegarse hasta esta página en la que además de la práctica de encapsular la placenta para administrársela en cómodas dosis y liofilizarla y demás… te ofrecen ideas de recetas para comerla en plan “plato”… siempre poco hecho, como los buenos chuletones… o menos aun ya que de otra forma su excesivo calentamiento redundará en la inadmisible pérdida de nutrientes de tan codiciada… cosa. Si decides encapsularla, la misma página te ofrece un procedimiento detallado para hacerlo con garantías y te hace saber que una placenta media da como para 170 a 230 cápsulas.

No pienso entrar en los contrastados beneficios de seguir esta práctica porque un buen compañero, Julio Basulto (@JulioBasulto_DN), ya abordó el tema hace tiempo de forma detallada en este post con todas las bendiciones de estudios y demás. No obstante, te lo resumo: no hay evidencias de los presuntos beneficios que normalmente se cacarean sobre la placentofagia (cruda, cocinada o encapsulada, porque de todo hay) y además, puede ser una práctica peligrosa a causa de las infecciones que puede ocasionar.

“Yogures vaginales”

YogurSeguimos para bingo. Este tema tampoco engaña en su planteamiento, se trata de leche fermentada con las bacterias propias del hábitat de la vagina. Suene como suene, es preciso ponerse estrictos y reconocer que de ninguna forma puede llamarse a este producto fermentado “yogur”. La razón, es que este producto solo obtiene tal denominación cuando se ha fermentado la leche con dos bacterias concretas Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus y Streptococcus thermophilus (por eso, en un Actimel, por ejemplo, otra leche fermentada, no verás la palabra yogur por ningún lado, por que la bacteria fermentadora en su caso es otra).

Bueno, pero a lo que íbamos, resulta que a una buena señora, Cecilia Westbrook, una doctora de la Universidad de Wisconsin, se le ha ocurrido realizar esta porquería con sus propias bacterias de ahí, a modo de réplica al libro Natural Harvest (“Cosecha natural”) en la que su autor propone una serie de recetas cuyo ingrediente estrella es el semen (ya te lo avisé, he procurado ir de menos a más). Pues si ellos pueden hacer guarradas con sus cosas, nosotras también, fue lo que debió pensar. Bravo por Cecilia… doctores tiene la iglesia.

Al parecer, y según esta fuente, después de realizar la receta de forma casera (¿habría otra forma?) y comérsela… y repetir (se comió su cosa con zarzamoras) Cecilia recibió una regañina de su universidad, no le avaló el proyecto y le advirtió que había sido una mala idea la suya, ya que las bacterias del ecosistema vaginal son beneficiosas allí y solo allí hasta cierto punto… y que podía haber pillado una toxinfección de no te menees. Si te van los detalles ad hoc, te diré que Cecilia es psicóloga especializada en desórdenes del comportamiento. Para hacérselo mirar.

En fin, llegados hasta aquí y alcanzado esta cota, te puedo asegurar que en los próximos post de este blog jamás se alcanzará el nivel de guarrería del de hoy. Espero.

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Nota 1: Los comentarios jocosos son bienvenidos, pero de veras lo soez no es divertido. Cuidaros.

Nota 2: mi agradecimiento por la información aportada una vez más a Ana I. Gutiérrez (@Fasmida) y a José Joaquín López (@SimplementeJJ)

Imágenes: Placenta humana de Sarindam7 vía en.wikipedia y yogur de ciruela de joephotostudio vía freedigitalphotos.net

 

Con-ciencia alimentaria de la mano del Dr. Daniel Ramón

Hamburguesa más fonendo

Qué gusto da oír hablar a quien sabe en profundidad de estas cosas expresándose con el aplomo que da la sabiduría.

El sábado pasado en el programa de RNE “No es un día cualquiera” Pepa Fernández condujo una enriquecedora entrevista realizada a D. Daniel Ramón, Dr. en Biología, experto en genética de los alimentos y que ha sido ampliamente galardonado en diversos ámbitos tanto científicos como empresariales. Se trata de una de esas personas que, sorpresivamente para lo que debiera ser y en la línea de lo que suele suceder, no es generalmente conocida entre la población general. Lo digo porque lo que dice, bien debiera ser escuchado e interiorizado por muchos. En la actualidad el Dr. Daniel Ramón es Consejero Delegado en Biopolis SL y Lifesequencing SL, y ha sido Profesor de Investigación Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

El caso es que gran parte de su labor científica implica a cuestiones alimentarias: alimentos transgénicos, funcionales, etcétera.

Merece mucho la pena escuchar el mensaje que sobre los transgénicos nos trae esta persona en especial cuando menciona los verdaderos (al menos desde el punto de vista de los investigadores) objetivos y beneficios que esta tecnología nos aporta: síntesis de fármacos, de detergentes más eficaces… cuestiones en las que pocos ponen el grito en el cielo y todos usamos, hasta que esa modificación genética implica a los alimentos.

Centrando la cuestión en los beneficios de este tipo de tecnología, cita algunos datos bastante relevantes, tales como que ningún avance de la agricultura de la historia se ha impuesto tan rápido a escala global como la ha hecho la agricultura transgénica, entre otras cuestiones porque entre los países que más la usan se ha reducido el consumo de pesticidas cerca de un 90%. Y todo ello dejando bien claro que no son ni más ni menos peligrosos que los alimentos convencionales en cuanto a su consumo. Ese miedo parte en líneas generales del desconocimiento del ciudadano medio y, el propio Dr. Daniel Ramón, reconoce el error de los investigadores y científicos a la hora de haber sabido divulgar este avance.

Imprescindible me ha parecido sus sensatas palabras al reconocer que el problema del hambre en el mundo no se solucionará por el mero hecho de contar con la agricultura transgénica; de hecho, y aunque pudiera ser una ayuda a su solución, esta no llegará nunca hasta el momento que no se apliquen mejores políticas sociales (en la línea de lo que comenté en este post).

Poco frecuente y muy deseable me ha parecido su postura al respecto de la agricultura orgánica (ecológica). Hasta el momento parecía que todo aquel que fuera pro agricultura transgénica habría de ser anti agricultura orgánica… y viceversa, cuando en mi opinión no habría de ser así.

Además del tema transgénico, otras implicaciones de su trabajo atañen a la influencia de la flora intestinal en diversos aspectos de la salud (¿te acuerdas de esta entrada?), los alimentos funcionales, etcétera.

Como te digo, si el mundo este de lo que se come y no, de la salud y sus múltiples implicaciones te gusta… no dejes de escuchar este podcast de apenas media hora.

Entrevista Daniel Ramón——————————————–

Imagen: Grant Cochrane vía freedigitalphotos.net

Por qué el queso huele a pies… ¿o era al revés?

PiesTodo el mundo se ha preguntado alguna vez por qué muchos quesos (no todos) huelen pies o a la inversa, un hecho incontestable que se pone de relieve cuando en ocasiones nos referimos a los “quesos” para referirnos a esa parte de nuestra anatomía que solemos vestir con zapatos. De hecho, hay quien afirma que “lo bueno” de la llegada de la primavera es ese olor a queso rancio y leche cortada tan habitual en el transporte público.

Sea como fuere la explicación de este hecho es muy conocida y lógica al mismo tiempo. Tanto en los quesos de verdad como en nuestros pies hay una serie de ecosistemas bacterianos muy similares con estirpes microbiológicas muy emparentadas. Así, en la elaboración de los distintos quesos intervienen bacterias y mohos que comparten género, cuando no son de la misma especie, que aquellas que habitan en nuestros pies. Estos micorganismos, tanto los de los quesos como los de los pies terminan por producir una serie de metabolitos especialmente aromáticos muy similares, por no decir idénticos que son los que asociamos tanto al producto que nos comemos como cuando estamos ante un par de buenos pinreles, especialmente si no se ha observado una mayor higiene sobre ellos. Entre otras, la sustancia que quizá más caracteriza ese olor es el ácido isovalérico. (Si quieres ampliar y profundizar en estas explicaciones te sugiero que visites esta entrada con un título prácticamente idéntico en el genial blog “Gominolas de petróleo@gominolasdpetro).

Esta respuesta como digo se conoce desde hace bastante tiempo, pero resulta que recientemente una encantadora microbióloga, Christina Agapakis, ha llevado la teoría a la práctica y ha realizado una propuesta artístico-científico-sensitiva un tanto ecléctica no apta para todas las sensibilidades. Ha elaborado una serie de quesos utilizando para ello cepas bacterianas obtenidas de distintas partes de la anatomía humana. Una de esas partes fue, evidentemente, los pies… pero también elaboró otros quesos con bacterias obtenidas del ombligo, las axilas y la nariz.

La propuesta no es más que un juego en el que se exhiben los distintos quesos que en ningún caso se elaboran con el fin de consumirse. En él, la elaboración de “queso humano” invita a los ciudadanos a reflexionar sobre los prejuicios de los alimentos, sobre todo en Occidente.

Te dejo aquí uno de sus vídeos más explicativos, aunque puedes ver mucho más de esta entusiasta micobióloga siguiendo este enlace (están en inglés y sin subtítulos, pero afortunadamente esta mujer habla bastante clarito) .

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Nota: Tuve el placer de conocer esta clase de trabajos en el reciente encuentro NAUKAS de la mano de Ignacio López Goñi en su genial ponencia “Prepara tu propio pintxo de microbios”.

Imagen: FrameAngel vía freedigitalphotos.net

Nutrición-área 51: La flora intestinal como condicionante del peso

Clostridium_difficileYa comenté en el nacimiento de esta subsección que en ella tendrían cabida algunas cuestiones que forman parte de la investigación en materia de alimentación, nutrición y salud y que no todos ellas tenían porque ser “disparatadas” o anecdóticas. El de hoy no es, en principio, ninguno de estos esos casos tal y como sucedió en la entrada de los ciclos-futiles. En resumen se trata de lo siguiente, al parecer, recientes hallazgos han puesto de relieve la posible relación de la flora intestinal con el estatus ponderal o bien con la facilidad vs dificultad para adelgazar.

Antes de continuar no quiero que pienses que he perdido el norte. Sigo siendo de la opinión que la obesidad es una enfermedad multifactorial, que puede ser descrita de forma simple (o incluso simplista) como el resultado de un desequilibrio a largo plazo en términos energéticos entre la ingesta y el gasto energético, equilibrio en el que interviene de forma importante la genética de cada individuo. Sin embargo, mientras que los hábitos alimentarios modernos (caracterizados por la sobre-abundancia) y nuestro estilo de vida (cada vez más sedentario) son algunos de los principales elementos que facilitan el espectacular auge de la obesidad, algunos científicos se están volcando en la investigación de otros posibles factores de riesgo. Uno de esos elementos más recientes ha surgido en los últimos años y especula con la relación entre la obesidad y la composición y funciones de los microrganismos (las bacterias) de nuestro tracto digestivo.

De momento los resultados son controvertidos, es decir no está nada claro, ya que hay estudios de todo tipo, tanto en modelos animales como en humanos y sus resultados contradictorios. La mayor parte de estudios se centran en la distinta proporción de dos Phyla de microrganismos los bacteroides y los firmicutes. Así, buena parte de los estudios ya sean en animales como en humanos que han encontrado asociaciones entre una particular población microbiana y la obesidad apuntan a que en los individuos obesos la población de bacterioides está aumentada y la de firmicutes reducida frente a aquellos otros no obesos. Incluso hay estudios que han puesto de manifiesto un cambio en la población de bacterias tras el adelgazamiento.

Sin embargo, otros estudios no han encontrado tal relación y achacan la variación en la población microbiana a otros factores, entre ellos la composición de la dieta. Más en concreto a la presencia de determinados elementos tales como grasas con un determinado perfil lipídico, la mayor o menor presencia de fibra, etcétera.

En resumen, el debate sobre la importancia en el desarrollo y tratamiento de la obesidad de la relación entre Bacteroides y Firmicutes sigue totalmente abierto. Uno de los elementos más obvios a tener en cuenta para la caracterización de la flora microbiana son las diferencias en la genética del huésped. Además, hay otros factores importantes que convendría tener en cuenta antes de sacar conclusiones precipitadas en este asunto. Entre esos factores están, el tipo de dieta restrictiva efectuada en el caso de adelgazamiento, la magnitud de la pérdida de peso y la duración del estudio. Es posible que el más importante de estos factores esté relacionado con la composición en macronutrientes de la dieta.

Otra cuestión por dilucidar especialmente relevante es si las poblaciones de estas bacterias son responsables de las variaciones del peso o en sentido contrario su ecosistema cambia como consecuencia de la dieta que en cada momento se sigue. Es decir, queda por esclarecer si los cambios en la tipología y cantidad de las bacterias presentes en nuestro organismo son causa o efecto de las variaciones en el peso.

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Foto: Centers for Disease Control and Prevention vía Wikimedia Commons