El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

Entradas etiquetadas como ‘alimentos funcionales’

Danacol, Naturcol, Benecol, Pro-activ… leches-col: ¡paren las máquinas!

Ataque al corazón

Los productos mencionados en el título son como ya sabrás el nombre comercial que utilizan distintas empresas de la industria alimentaria para referirse a su línea particular de alimentos funcionales para combatir el colesterol alto en sangre (la hipercolesterolemia). Esas empresas, las conoces bien, me imagino, son Danone (Danacol), Central Lechera Asturiana (Naturcol), Kaiku (Benecol) y Flora Pro.activ (Unilever).

Estos alimentos funcionales ya sean de una u otra marca comparten dos denominadores: el primero contener en su formulación un elemento que dificulta la absorción del colesterol dietético y; el segundo, publicitar su venta con importantes alegaciones salutíferas a la hora de hacer descender la cifra del colesterol sanguíneo.

Esteroles y estanoles en dos palabras

De forma muy resumida los posibles componentes que entorpecen la absorción de colesterol son en esencia de dos tipos o son esteroles o son estanoles vegetales. Más conocidos los primeros, es frecuente referirse a ellos como fitoesteroles. El caso es que parece bastante bien documentado que la presencia de este tipo de sustancias compite con el colesterol de los alimentos de forma que cuando hay esteroles o estanoles presentes, la cantidad de colesterol que se absorbe de la dieta es menor que si no estuvieran. No obstante, además de poderlos encontrar en los mencionados alimentos funcionales “para bajar el colesterol” los fitoesteroles están presentes de forma natural pero en pequeñas cantidades en diversas frutas, verduras, frutos secos, semillas, cereales, legumbres y aceites vegetales. Lo mismo sucede con los estanoles, aunque su presencia es aún si cabe más pequeña y en los mismos grupos de alimentos que los esteroles.

Bajan el colesterol, sí, pero… ¿mejoran la salud?

Lo cierto es que todo esto suena muy bonito y, a base de que las marcas sigan desde hace unos 15 años la estrategia del martillo pilón, el consumidor medio se lo ha creído a pie juntillas: si tengo el colesterol alto en sangre y tomo algún producto del tipo leches-col que ayuda a no absorber tanto colesterol de los alimentos… mi colesterol bajará y mi riesgo cardiovascular descenderá. Suena bien. Muy bien. Pero no está demostrado. Y si algún día se pone de relieve el impacto global de incluir este tipo de productos en la dieta… no creas que el resultado estaría tan claro. Las cuestiones candentes, citadas sin pelos en la lengua son dos:

  • Dejando a un lado los presuntos beneficios, no está claro que la incorporación de esteroles y estanoles a partir de alimentos funcionales enriquecidos en estos elementos esté exenta de riesgos… no vaya a ser que, al final, hagan más mal que el bien que se pretende encontrar con ellos
  • El hecho de que se “reduzca tú colesterol” puede que sí esté más o menos claro… Sin embargo, que esa reducción del colesterol tenga una relevancia clínica significativa en la salud cardiovascular no está nada claro ya que no hay estudios suficientemente bien diseñados que así lo pongan de relieve.

Entonces ¿para qué los estamos tomando?

PensandoCon cierta probabilidad ahora estés aturdido. Por un lado el subconsciente te trae a la memoria esas maravillosas promesas de Vicente del Bosque o de Carlos Sobera o de tantos otros argumentando, asegurándote, que tu salud va a mejorar tomando esteroles vegetales (en este caso los del Danacol que es el producto que, desde mi punto de vista, utiliza una publicidad más invasiva e incisiva)… y por el otro, empiezas a darte cuenta del mazazo que supone el ser conocedor de que otro de esos “conocimientos serios” se empieza a desmoronar como un castillo de arena en la orilla de una playa en horario de marea viva. Recordemos en cualquier caso que ese “conocimiento serio” fue forjado tan solo por el interés de una industria y fraguado en centenares (o millares) de estrategias publicitarias perfectamente diseñadas para causar el estrago impacto deseado. Un impacto que no es otro que convencer al consumidor que el consumo de este tipo de alimentos funcionales tienen un resultado positivo sobre el pronóstico de su salud cardiovascular. Pero va y resulta que esto, a estas alturas, es algo que no está ni mucho menos probado.

En la actualidad hay una especial sensibilidad en el mundo de la investigación con estas cosas del colesterol, el riesgo cardiovascular, los esteroles y los estanoles. Puedes encontrar bastante información para apoyar estas tesis en este editorial Cardiovascular Safety of Plant Sterol and Stanol Consumption (Seguridad cardiovascular en el consumo de esteroles y estanoles vegetales) que resume de forma bastante sintética y preclara la situación:

  • Aunque se han postulado presuntos perjuicios sobre la salud cardiovascular en la incorporación de esteroles y estanoles vegetales a partir de alimentos funcionales contra el colesterol, no hay pruebas concluyentes de que así sea.
  • Al mismo tiempo tampoco hay pruebas de que su uso reporte una mejora del riesgo cardiovascular que en definitivas cuentas es lo que se busca con su uso.

Y es que, tal y como he venido diciendo ya en varias ocasiones, la presencia de colesterol en la dieta tiene un escaso impacto en la colesterolemia de una persona, con lo que ¿qué sentido tendría tomar un leches-col que minimizara su absorción si además ya se lleva estilo de vida saludable en este sentido? Y más aun…

Desde hace ya varios años el simple hecho de tener un nivel de colesterol total en sangre u otro no es ni mucho menos considerado el mejor indicador de riesgo cardiovascular (a pesar que de forma tan machacona se encargan de mal-recordarnos los anuncios de leches-col). En su lugar, la proporción de diversas lipoproteínas y otros elementos del metabolismo lipídico serían a día de hoy la clave para determinar si una persona tiene un mayor riesgo cardiovascular … y no tanto la simpleza (con lo que hoy se sabe) de que el colesterol este a por encima o por debajo de 200mg/dL.

Para que te ilustres de forma conveniente sobre las cuestiones del colesterol dejando en su sitio las recomendaciones de hace 30 años y adoptando las más recientes, me gustaría que echaras un ojo a esta colección de artículos de divulgación publicados por Luis Jiménez (@centinel5051) en su blog entre los que destacaría para el tema que nos ocupa estos dos (y mira que es difícil):

Si quieres seguir leyendo cosas sobre el colesterol quizá te interes consultar estas otras entradas de este blog:

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Imagen: Ohmega1982 y ratch0013 vía freedigitalphotos.net

Con-ciencia alimentaria de la mano del Dr. Daniel Ramón

Hamburguesa más fonendo

Qué gusto da oír hablar a quien sabe en profundidad de estas cosas expresándose con el aplomo que da la sabiduría.

El sábado pasado en el programa de RNE “No es un día cualquiera” Pepa Fernández condujo una enriquecedora entrevista realizada a D. Daniel Ramón, Dr. en Biología, experto en genética de los alimentos y que ha sido ampliamente galardonado en diversos ámbitos tanto científicos como empresariales. Se trata de una de esas personas que, sorpresivamente para lo que debiera ser y en la línea de lo que suele suceder, no es generalmente conocida entre la población general. Lo digo porque lo que dice, bien debiera ser escuchado e interiorizado por muchos. En la actualidad el Dr. Daniel Ramón es Consejero Delegado en Biopolis SL y Lifesequencing SL, y ha sido Profesor de Investigación Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

El caso es que gran parte de su labor científica implica a cuestiones alimentarias: alimentos transgénicos, funcionales, etcétera.

Merece mucho la pena escuchar el mensaje que sobre los transgénicos nos trae esta persona en especial cuando menciona los verdaderos (al menos desde el punto de vista de los investigadores) objetivos y beneficios que esta tecnología nos aporta: síntesis de fármacos, de detergentes más eficaces… cuestiones en las que pocos ponen el grito en el cielo y todos usamos, hasta que esa modificación genética implica a los alimentos.

Centrando la cuestión en los beneficios de este tipo de tecnología, cita algunos datos bastante relevantes, tales como que ningún avance de la agricultura de la historia se ha impuesto tan rápido a escala global como la ha hecho la agricultura transgénica, entre otras cuestiones porque entre los países que más la usan se ha reducido el consumo de pesticidas cerca de un 90%. Y todo ello dejando bien claro que no son ni más ni menos peligrosos que los alimentos convencionales en cuanto a su consumo. Ese miedo parte en líneas generales del desconocimiento del ciudadano medio y, el propio Dr. Daniel Ramón, reconoce el error de los investigadores y científicos a la hora de haber sabido divulgar este avance.

Imprescindible me ha parecido sus sensatas palabras al reconocer que el problema del hambre en el mundo no se solucionará por el mero hecho de contar con la agricultura transgénica; de hecho, y aunque pudiera ser una ayuda a su solución, esta no llegará nunca hasta el momento que no se apliquen mejores políticas sociales (en la línea de lo que comenté en este post).

Poco frecuente y muy deseable me ha parecido su postura al respecto de la agricultura orgánica (ecológica). Hasta el momento parecía que todo aquel que fuera pro agricultura transgénica habría de ser anti agricultura orgánica… y viceversa, cuando en mi opinión no habría de ser así.

Además del tema transgénico, otras implicaciones de su trabajo atañen a la influencia de la flora intestinal en diversos aspectos de la salud (¿te acuerdas de esta entrada?), los alimentos funcionales, etcétera.

Como te digo, si el mundo este de lo que se come y no, de la salud y sus múltiples implicaciones te gusta… no dejes de escuchar este podcast de apenas media hora.

Entrevista Daniel Ramón——————————————–

Imagen: Grant Cochrane vía freedigitalphotos.net

¿Confías en los “avales” que promocionan un alimento?

AvalesEn líneas generales yo no. Con lo de los avales me refiero a todos esos productos que suelen acompañar su publicidad con mensajes del tipo: “Avalado por la Sociedad Española para el Avance de la Cienciología Nutricional”, o “con el aval de la Asociación Internacional de Pediatría Cosmogónica”, etcétera. Pongo nombres ficticios (los reales son más “normales”) para no herir susceptibilidades, pero seguro que ya sabes a qué tipo de mensajes me refiero. A mí no me gustan, tengo la impresión que confunden al consumidor y revisten al alimento (normalmente del tipo “funcional”) de una cierta patina de credibilidad que a lo mejor no merece si se valorara su efecto de forma más objetiva. Estos avales y “condecoraciones” están en muchos alimentos, pero son más frecuentes en productos lácteos del tipo “yogur”, productos de alimentación infantil (purés, cereales…), en zumos o similares, en panes de molde y afines. Curiosamente los que más los utilizan suelen ser las primeras marcas. Bueno de curioso no tiene nada, son los que más capacidad de “inversión” tienen.

Antes de continuar, que no confíe en esta clase de “avales” no quiere decir que no los consuma. Pero no es por los avales, que conste.

El caso es que no es sólo a mí a al que este tipo de prácticas le parecen cuando menos dudosas. Parece que a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, la consabida EFSA, también le ve un puntillo «dudoso» a esta práctica y por lo tanto ya en su día decidió regularlo. Así, en el tantas veces traído a colación REGLAMENTO (CE) 1924/2006 sobre declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos un artículo, el 12, dice lo siguiente incluso aunque la declaración saludable esté probada (requisito indispensable para poder hacerla):

Restricciones en el uso de determinadas propiedades saludables:

No se autorizarán las siguientes declaraciones de propiedades saludables:

Las declaraciones que hagan referencia a recomendaciones de médicos individuales u otros  profesionales de la salud y otras asociaciones no mencionadas en el artículo 11.

 

¿Y qué dice el artículo 11? Veámoslo

Asociaciones médicas nacionales e instituciones de beneficencia relacionadas con la salud

A falta de normativa comunitaria específica sobre las recomendaciones o aprobaciones  formuladas por asociaciones médicas nacionales e instituciones de beneficencia relacionadas con la salud, podrán aplicarse las normas nacionales pertinentes de conformidad con lo dispuesto en el Tratado.

Es decir, la EFSA no permite que asociaciones profesionales del ámbito de la salud apoyen, avalen, aprueben, recomienden, etc. la declaración concreta. Sea la que sea.

¿Y por qué crees que te cuento todo esto? El caso es que el otro día me picó la curiosidad sobre el tema al ver un anuncio de un conocido derivado lácteo, de los del tipo “yogur”, de un conocidísimo fabricante en el que el alimento contaba con el “aval” de la Fundación Española para el Estudio de las Cacotas (nombre ficticio de nuevo, aunque si tienes dudas igual Carmen Machi te las puede aclarar). Entonces fue cuando pensé yo… ¿pero este tipo de acciones no estaban prohibidas?

Pues a medias, el fabricante ha sabido encontrar el coladero del mencionado Reglamento Europeo 1924/2006 y si bien no está permitido que médicos particulares Asociaciones y Sociedades en general se presten a este juego… no se dice nada de las “Fundaciones”.

Y el matiz es importante. Tanto, que es por el diferente carácter jurídico de las Fundaciones con respecto a Asociaciones y Sociedades y sus fines e intereses estatutarios por lo que se posibilita este tipo de acciones. Avales que terminan en un regate a la legislación europea que para sí quisieran Messi o Ronaldo (esos que son futbolistas, ¿no?).

Así, tal y como apuntaba el artículo 11 del Reglamento (CE) 1924/2006 hay que acudir a las normas nacionales. De esta forma, en la más o menos reciente legislación sobre el alimento, la Ley 17/2011, de seguridad alimentaria y nutrición en su artículo 44 referido a la publicidad del alimento dice lo siguiente:

Solo se permitirá la utilización de avales de asociaciones, corporaciones, fundaciones o instituciones, relacionadas con la salud y la nutrición en la publicidad o promoción directa o indirecta de alimentos, cuando:

a) Se trate de organizaciones sin ánimo de lucro.

b) Se comprometan, por escrito, a utilizar los recursos económicos, obtenidos con esta colaboración en actividades que favorezcan la salud, a través de la investigación, desarrollo y divulgación especializada en el ámbito de la nutrición y la salud.

Es decir, yo que no entiendo mucho de leyes, lo que me parece es que lo que esta ley ha hecho es “ensanchar” el boquete por el que poder “colarse” y de esta forma, seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, que es lo de seguir pudiendo poner un logotipo molón al lado de un alimento con el fin de vender más a partir de ganarse la confianza del consumidor… y todo ello, me imagino, a cambio de dinero. Sí, ya sé que los «recursos económicos» habrán de destinarse a la investigación, divulgación… pero, ¿todo el dinero fruto de la transacción tendrá el mismo destino?

Me despido. No sin antes decir que, al menos para mí, la legislación no deja este asunto nada claro. Es evidente que en el ánimo del legislador europeo estaba el cortar de raíz este tipo de “convenios”, pero no le ha salido bien. Ya no sé, lo digo de verdad, si lo hace así adrede o si simplemente la industria le tiene cogida la medida a la EFSA.

Si de mi dependiera, lo tendría claro. La legislación debería decir sin la menor posibilidad de duda que estará prohibido dar cualquier, absolutamente cualquier, tipo de aval 0 recomendación, sea de quien sea, en la publicidad de los alimentos, sean los que estos sean.

Mientras no se haga así, seguiremos viendo como, en especial las marcas de siempre, promocionan sus productos rodeados de más condecoraciones y logotipos que los de un Almirante General.

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Foto: R i c h a r d

Maldito nutricionismo

El nutricionismo, aunque ahora sea la primera vez que te desayunas con esta palabra no es una corriente novedosa. Para nada. Se viene practicando desde hace décadas y además de forma salvaje, incluso parece que cada vez con más intensidad.

Llevaba mucho tiempo queriendo hacer esta entrada y la verdad es que debiera haberla hecho antes y así poder hacer referencia a ella para justificar o explicar mi posicionamiento a la hora de tratar otros temas.

¿Qué es?

El nutricionismo es ese movimiento, ideología o corriente que hace descansar en los nutrientes aislados las virtudes que tienen los alimentos en su conjunto. Ya sabéis, eso de: toma mucho calcio que es bueno para los huesos, incorpora suficiente omega-3 en tu dieta porque es bueno para tu salud cardiovascular, si tomas vitamina C reforzarás tus defensas… y todas esas cosas llevadas al extremo y por lo tanto descontextualizadas.

¿Cómo se practica el nutricionismo?

Normalmente y entre los ciudadanos de a pie, supone  el seguimiento de dos posibles conductas, que no son excluyentes (se pueden seguir las dos) A título particular he de decir que trato de desanimar este tipo de comportamientos por los riesgos que pueden llevar asociados. La consecuencia más probable, tiene gracia, es la de queriendo hacer las cosas bien, hacerlas mal. Queriendo llevar una alimentación saludable, no conseguirlo, pese a las actitudes empleadas. Los posibles patrones de comportamiento pro-nutricionismo a los que me refiero son:

Por un lado, atiborrarse a suplementos o complementos nutricionales que no harían ninguna falta si se siguiese un patrón de alimentación equilibrado. La necesidad de nutrientes, su esencialidad llegado el caso, está siempre en relación con las circunstancias metabólicas de nuestra particular biología. Como ya puse de relieve en esta entrada, tomar “de más” algo aunque inicialmente sea necesario, no tiene por qué aportar ningún beneficio. Es más, puede que sea incluso perjudicial. Cócteles de vitaminas y minerales, acidos grasos omega-3, fibra etc. son algunos de los protagonistas más frecuentes de este tipo de suplementación afín al nutricionismo.

Por el otro, el hacer una selección tergiversada de los alimentos que van a formar parte de nuestro carro de la compra cuando se está inmerso en una búsqueda casi obsesiva  de la “pureza nutricional”: Lácteos enriquecidos con vitaminas o con cepas exclusivas de microrganismos con sugerentes nombres, los productos “sin” (lo que sea) o con un “contenido reducido” de lo que sea, alimentos enriquecidos “con” (lo que sea), etc. Al mismo tiempo, este comportamiento suele implicar el dejar en los estantes de los supermercados aquellos otros alimentos que de forma original aportan o adolecen (según el caso) dichos elementos buscados en el ejercicio del nutricionismo. No es infrecuente el conocer personas que por ejemplo no toman demasiada fruta o vegetales en general y, que sin embargo, incorporan alimentos de los llamados funcionales con vitaminas, minerales, fibra, sin grasas saturadas… por que:

¿sabes? son importantísimos (dicho esto con acento de Tamara Falcó –con todos los respetos-)

Lo que a buen seguro es algo descontextualizado y caro (encontrar dichos nutrientes en los alimentos funcionales es más gravoso que “adquirirlos” en fuentes alimentarias “originales”); con mucha probabilidad es también algo insulso o poco palatable (“rico” si queréis) aunque ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito ¿Quién prefiere tomar leche con omega tres a degustar unas sabrosas anchoas rebozadas?; y por lo normal poco útil: Una ración de anchoas llega a aportar hasta más de 50 veces de omega tres que una ración de este tipo de lácteos. Y conste que con esta afirmación no trato de fomentar el nutricionismo si no el ponerlo en su sitio. Reconozco que los nutricionistas tenemos nuestra parte de culpa en el tema.

Otro estilo de nutricionismo, esta vez no personal si no mediático es el que se ejerce a partir de revistas desustanciadas, “noticias” sensacionalistas en la tv, prensa o en la radio y sin olvidarnos de absurdos blogs. ¿Cuántas veces hemos oído, leído o visto, por ejemplo, titulares del tipo “Conoce los 10 mejores alimentos contra el cáncer” y otros de similar calado que hacen glosa y prosa de nutrientes milagrosos varios. Pues eso, que en la práctica y aunque no se le ponga nombre, el nutricionismo se alienta de forma constante y además tiene sus buenos seguidores.

¿Qué ha propiciado esta corriente?

Posiblemente la revolución científica en cuestiones de salud acontecida a partir del siglo XIX. Más en concreto, opino que la identificación de los nutrientes en los alimentos y la descripción de sus funciones correspondientes ha tenido mucho que ver. Por simplificar: nutriente descubierto, función que te crío. El modelo básico es el siguiente: Si un nutriente es necesario para algo, tomar más es mejor. Y así con todos (los nutrientes).

Tras esta situación, una industria alimentaria ávida por vender “salud” en vez de alimentos, jaleada al tiempo por algunos profesionales con pocos escrúpulos, auspiciada por unos medios de comunicación “desencajados” por vender noticias inverosímiles y una población mitad obnubilada con la supremacía del conocimiento científico y mitad crédula hasta lo irracional (ya sé que es una contradicción, pero así me lo parece) han propiciado el auge del nutricionismo.

Y lo cierto es que no sé cuándo ni cómo se le puede poner coto a esta corriente. Tampoco entiendo muy bien como se hacen programas como Gandía Shore u otros similares… y sin embargo se hacen… porque la gente los demanda. Los consume, dicen. Pues eso será. Y así nos luce y seguirá luciendo el pelo (tanto con, como sin champú de biotina)

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Foto microscopio: Machine Project

Foto píldoras: Seattle.roamer

Foto anchoas: Juan Revenga

Foto científico: haavoc

¿Funcionan los alimentos funcionales?

Parecería un contrasentido que dedicáramos un adjetivo para definir y distinguir un sustantivo (“funcionales” para “alimentos”) y que resultara que al final los “alimentos funcionales” funcionaran menos o peor que a los que no dedicamos tal distinción. Pues algo de esto hay, pero vamos por partes.

¿Qué son los alimentos funcionales (AF)?

Pese a ser un término popularmente aceptado no es posible encontrar a día de hoy una referencia como tal, una definición en cualquiera de las normas o sistemas jurídicos que regulan estas materias. No obstante, la característica principal que suele ser utilizada para considerar un alimento como funcional  es que proporcione un beneficio para la salud más allá de los que son previsibles obtener a partir de su composición nutricional (según el International Life Sciences Institute en EuropaILSI Europe-)

En este sentido, y ante la carencia de una definición legal propiamente dicha, el enfoque de las distintas agencias reguladoras en relación con los alimentos en general y también con este tipo en particular, está centrada en verificar las distintas declaraciones nutricionales y de propiedades saludables que se hacen y, para ello, tener muy en cuenta la base científica que hay detrás para decidir si se puede o no hacer una determinada declaración.

¿Qué aspecto tienen los alimentos funcionales?

Una característica de los AF muchas veces olvidada por el consumidor medio es que estos han de seguir siendo ante todo un alimento y deben demostrar sus resultados en cantidades que puedan ser normalmente consumidas en la dieta. Es decir, los AF no vendrán nunca en forma de píldoras, cápsulas, polvos, jarabes, etc. Dicho claramente: han de tener el aspecto de un alimento y presentarse en forma de comida.

Un AF puede ser un alimento al que se le ha agregado un componente (p.ej. lácteos con vitamina E) o eliminado (p.ej. leche desnatada); un alimento donde la naturaleza de uno o más componentes ha sido modificada (p.ej. preparado lácteo en el que se sustituye su grasa por grasa “saludable” como los omega tres), un alimento en el cual la biodisponibilidad de uno o más de sus componentes ha sido modificada (leche enriquecida con calcio); o cualquier combinación de las anteriores posibilidades. Como se puede comprobar por los ejemplos el mundo de los lácteos ha sido y es ampliamente empleado para la producción de AF, pero la lista es interminable. En resumen, la idea sería obtener algo así como un alimento tuneado (que no customizado)

¿Para qué sirve un alimento funcional?

Teóricamente un AF podría ayudar y emplearse en la prevención y reducción del riesgo de enfermedades, con la finalidad además de reducir costes sanitarios y con la idea de propiciar un mejor envejecimiento, pero en realidad una de las principales utilidades de los AF parte del interés de la industria alimentaria en hacer una mayor caja (y esta respuesta merece la explicación contenida en la siguiente pregunta)

¿Quién regula las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables de los AF?

En Estados Unidos es la Food and Drug Administration (FDA) quién se encarga de estas cosas, un país en el que este tipo de iniciativas comerciales saludables tuvieron un especial auge en los años 80 después de que el filón lo «pusieran de moda» las autoridades sanitarias japonesas con toda su buena intención (quiero pensar).

En Europa la ausencia de legislación durante muchos años propició que esto pareciera la casa de la Charito, sin embargo desde 2006 contamos con un Reglamento que regula esta situación y que nadie pueda alegar cualquier cosa, lo primero que se le ocurra, a la hora de venderte un alimento y poner a la salud como reclamo (o al menos tratar de hacerlo). En concreto se trata del REGLAMENTO (CE) No 1924/2006 DEL PARLAMENTO EUROPEO Y DEL CONSEJO de 20 de diciembre de 2006 relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos. Este Reglamento establece que sea la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) la encargada de validar, autorizar o rechazar las alegaciones que los distintos productores de AF pudieran hacer en un determinado momento. En 2006 se abrió el plazo para que estos productores sugirieran la posibilidad de poder hacer determinadas declaraciones y alegaciones para sus alimentos. Según cuenta Jose M. López Nicolás (@Scientiajmln) en una magnífica entrada en el blog de Amazings (“Las grandes mentiras en el etiquetado de los alimentos funcionales”), a finales de 2011 la EFSA terminó el trabajo de evaluar los miles de solicitudes que cientos de empresas hicieron con el fin de vender sus maravillosos productos. El trabajo fue ímprobo: fueron presentadas, ná más y ná menos que 44.000 solicitudes. Se hizo una criba seleccionando sólo aquellas que cumplían con los requisitos de la solicitud, quedaron 10.000. Más tarde la EFSA elaboró una lista de 4.000 declaraciones agrupándolas por temas. En última instancia se pidió a los solicitantes que ampliasen más información o hicieran aclaraciones y, al final se terminaron por evaluar un total de 2.758 solicitudes. ¿Y el resultado de la evaluación de estas solicitudes? Aplastante: Sólo una de cada cinco declaraciones presentadas estaba basada en pruebas científicas sólidas. El resto de solicitantes tendrán (tienen) dos posibles caminos a partir de ahora (que además no son excluyentes):

  • Retirar la publicidad de sus productos.
  •  Seguir investigando para aportar pruebas si quieren decir lo que la EFSA les ha prohibido decir.

¿Funcionan los alimentos funcionales?

Como ya he comentado, no me toca a decidir si los AF funcionan o dejan de hacerlo, eso lo ha de decir la EFSA. No obstante, para responder a esta pregunta me quedo con parte del texto contenido en el mencionado Reglamento, muy edificante, que en su artículo 3, apartado d, afirma que: “La utilización de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables no deberá: […] afirmar, sugerir o dar a entender que una dieta equilibrada y variada no puede proporcionar cantidades adecuadas de nutrientes en general”.

Es decir, a la población general no le ha de quedar ninguna duda de que es más efectivo tener un “patrón de alimentación funcional” basado en las más recientes recomendaciones que llenar el carro del súper con alimentos cuajados de alegaciones por todas partes. Esta estrategia, además de más recomendable cara a la salud será, probablemente, mucho más económica y sabrosa.

Si quieren prescindir de los AF y tener un patrón alimentario adecuado les recomiendo que visiten alguna de las primeras entradas de este blog, hay varias, pero entre ellas yo destacaría dos por su sencillez:

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Foto 1: jovike

Foto 2: Stephanie Booth