El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Nuevo libro: El cerebro obeso; una lúcida perspectiva neuroendocrina del problema y sus posibles soluciones

Si alguien te dice que tiene una respuesta simple para solucionar tu obesidad o la de la población general… recela: o no tiene ni idea de lo que habla o miente como un bellaco.

El cerebro obesoCon estas palabras tan poco halagüeñas pero sinceras desde mi perspectiva me referí en el libro “Adelgázame, miénteme”a la solución de la obesidad. Y decía así, porque en efecto el problema, y por tanto su posible solución, son de todo menos simples. De todas formas, no estoy hoy aquí para comentarlo de nuevo, ni mucho menos, si no para glosar los contenidos de la obra editorial de Luis Jiménez, “El cerebro obeso” quien de forma espléndida aporta las razones que justifican esta forma de pensar y nos ofrece una panorámica accesible y sin parangón al respecto de las causas últimas del espectacular auge del sobrepeso y la obesidad a escala planetaria.

Cada día estoy más convencido de que adelgazar es terriblemente difícil (aunque no imposible) y más convencido aun si cabe tras leer el libro de Jiménez. La razón es que las decisiones últimas que terminan condicionando nuestras elecciones alimentarias se hallan condicionadas por una cantidad enorme de factores que a duras penas encuentra parangón en otro tipo de respuesta fisiológica. Me explico (aunque encontrarás explicaciones más detalladas en el libro):

Abrir o no la nevera para picar algo o merendar; servirse o no una segunda ración de lo que sea; elegir servirse un cazo más o no; alargar la mano para, cuando se hace la compra en el súper, elegir una serie de alimentos y no otros; decidir ir a comer a un restaurante y no a otro; preferir una guarnición de pimientos rojos frente a la de puré de patata, o escoger no poner guarnición; tomar de postre sandía o arroz con leche (o de nuevo, elegir no tomar postre); tomarte esa segunda cerveza (o tercera, o “n”) acompañada de patatas bravas, de pepinillo con atún… o de nada; llegar al bar de la piscina tras una maratoniana sesión de bicicleta y pedir un refresco de cola normal, sin azúcar, o agua; planificar un menú de Navidad y no otro… De forma ininterrumpida, todos los días de nuestra vida (en nuestro medio y afortunadamente) tenemos que hacer múltiples elecciones alimentarias… ¿y de qué depende que sea una u otra la opción escogida? Te lo diré en una sola palabra: de nuestro cerebro. Nuestro centro rector.

Es este órgano el que determina en última instancia nuestro comportamiento… lo peor para nuestros intereses es que su decisión final es tomada en virtud de innumerables variables (de las cuales, la mayor parte, no se controlan de forma voluntaria).

En un ultra resumen, se podría decir que en primera instancia se identificó al hipotálamo como esa región de nuestro cerebro dentro del sistema nervioso central encargado de recibir y procesar las señales de hambre y saciedad… si lo prefieres, de comer más o menos en virtud de nuestras necesidades energéticas o calóricas: que tienes necesidad de más energía, el hambre se despierta… que ya has comido lo que necesitas, llega la saciedad. Qué fácil sería el problema si la ecuación fuera tan simple. Pero va a ser que no.

Al mismo tiempo y siguiendo con el megaresumen de la situación y por tanto del propio libro, otras zonas de nuestro sistema nervioso central, también en el cerebro, se encargan al mismo tiempo de dar una respuesta hedónica al hecho de comer… pero espera… de comer ciertos alimentos y no otros y en cierta cantidad. Dependiendo de su naturaleza y volumen despertaremos ciertas respuestas de agrado o disconfor que hará que, más allá de nuestras necesidades energéticas, nos apetezca y terminemos comiendo, si tenemos esa posibilidad, más o menos de esto o aquello otro.

Por último está la parte raciocional de nuestro cerebro, la consciente, la que al tiempo que trata de interpretar este tipo de señales como puede (las que responden a las necesidades energéticas y las que responden al placer) usa los conocimientos sobre nutrición y dietética y los pone en valor en virtud de nuestros intereses más mundanos (imagen, capacidad física, perspectivas de salud, etcétera) para terminar haciendo una elección, que lejos de ser «libre», está fuertmente influida por otras áreas del cerebro que a su vez se ven condicionadas por elementos externos.

Al final, lo que se pone de relieve de lo que actualmente se sabe, y que en realidad todo apunta a que debe tratarse de la punta del iceberg, es que hay un complejísimo entramado de circuitos neuronales que conectan diversos centros que controlan la ingesta, y que estos circuitos se ven influidos al mismo tiempo por una miríada incontable de señales químicas que a su vez dependen de nuestras propias elecciones alimentarias referentes a la cantidad de alimento que suministramos y de su naturaleza. Y todo ello suponiendo que el sistema funcione como se supone que tiene que funcionar.

Por si esta abigarrada perspectiva no estuviera suficientemente embrollada, el papel que a la luz de las más recientes investigaciones desempeñan la flora intestinal, la genética, las situaciones patológicas anteriores, el tratamiento concreto que se les ha dado o está dando, el nivel de estrés, las horas de sueño, etcétera… terminan por hacer de la solución de la obesidad un problema sumamente complejo en virtud de la inmensa cantidad de factores implicados y de las infinitas interrelaciones entre ellos.

Pero espera, para complicar todavía más este escenario, en las últimas décadas contamos con un nuevo actor, y que al menos por su coincidencia temporal es difícil de ignorar (el actor aparece y la obesidad aumenta de forma espectacular haciendo más que razonable el pensar en una relación causa-efecto). Quizá, más bien, lo que habría que hacer es empezar a señalar todos a ese actor con el dedo acusador, ya que el resto de elementos han sido comunes a la naturaleza humana a lo largo de su historia sin que la incidencia de la obesidad sea la que es hoy en día… ese actor es la industria alimentaria.

Una industria que con el lícito afán de hacer aquello a lo que se destinan sus más originales objetivos (mejorar su balance de cuentas), explota con perniciosas consecuencias nuestra natural inclinación a obtener placer del acto alimentario. Así, la balanza se desequilibra y se dificulta sobremanera el hacer mejores elecciones.

La obra se completa con una serie de breves consejos dirigidos a la acción, tanto del interesado individualmente hablando, como de los principales actores responsables en este drama planetario al que estamos asistiendo. Y es que… te pongas como te pongas, la culpa nunca es del propio implicado que padece obesidad.

Todo lo expuesto anteriormente, correctamente argumentado y explicado lo puedes encontrar en el libro “El cerebro obeso”… una obra de esas de las que solo puedo añadir, si esto te sirve de estímulo para su lectura, que es de las que sin lugar a dudas me hubiera gustado escribir a mí. Aun no entiendo cómo es que ninguna de las grandes editoriales no le ha echado el guante a Jiménez.

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Nota: No debiera hacer falta pero Luis Jiménez (@centinel5051) cuenta con un blog especialmente recomendable, «Lo que dice la ciencia para adelgazar» y es autor de otras dos obras: Lo que dice la ciencia para adelgazar de forma fácil y saludable; y Lo que dice la ciencia sobre dietas, alimentación y salud. Ambos libros, así como el que hoy se reseña, los puedes encontrar en este enlace.

Así no hay quien haga carrera (relato corto y bananero)

Perseguir con el tenedor los trozos de patata y separarlas de las judías verdes en el plato de la cena no servía para nada… Para nada, salvo para poner de manifiesto el estado de profunda introspección en el que se hallaba.

– Llevas media hora así, hijo –dijo su padre- ¿se puede saber qué te pasa, no vas a acabar tu cena?

– Pfffff, no sé papá… no tengo hambre –respondió Borja con cierta desgana.

– Lo del hambre no sé, Borja, hijo, aunque me cuesta creerte. Andas todo el día de aquí para allá, corriendo, nadando y sobre todo con la bici… me cuesta creer como te digo que no tengas hambre. Pero de lo que tengo pocas dudas es de que hay algo que te preocupa.

– Es que no sé…

– ¿Qué es lo que no sabes?

– Lo de Ramón, el del pueblo.

– A ver, qué pasa con Ramón… ¿es un buen amigo, no? Andas todo el día con él arriba y abajo.

– Sí, pero… -Borja, como si estuviera avergonzado por algo, no se decidía a sincerarse con su padre.

– Pero… qué, ¿Qué sucede?

– No séééé… me cuesta mucho hablar de ello.

– Inténtalo, Borja, cuéntame –se mostró empático el padre.

Casi cada año era la misma historia. Toda la familia pasaba el verano en el pueblo y era entonces cuando su urbanita existencia chirriaba con los aspectos más rurales del estío familiar.

– Es que es imposible, papá. No puedo: es imposible ganar a Ramón –terminó confesando el hijo.

– ¿Que no puedes ganarle a qué? Espera un momento… ¿y para qué necesitas tu ganarle a nada a Ramón?

– ¡Oye, papá! Sabes perfectamente lo que supone para mí el tema de la bici, sabes que, tanto con los amigos del colegio como, en especial, con el club ciclista he ganado bastantes pruebas y obtenido también un buen puñado de trofeos… pero es llegar aquí… y parece que necesito andar todavía con ruedines.

– ¿Con ruedines? No te entiendo, tienes una bici de 27,5” con doble suspensión de aceite último modelo, con eje pasante, horquilla regulable, frenos de disco… y además estás hecho un toro… te entrenas, comes de forma apropiada, tomas tus correspondientes suplementos y vitaminas… esos que te recomendó hace meses ese nutricionista tan famoso y, tal y como dices, no tienes que demostrar ya nada a nadie porque has ganado un montón de premios con la bici.

– Ya, ese es el problema –respondió Borja bajando aún más la cabeza.

– ¿El problema? Yo no veo problema alguno en lo que acabo de decir.

– Papá, parece que no me escuchas; te digo que no puedo ganar a Ramón. Ya sé que cada mañana cuando salimos junto a otros amigos del pueblo no hay ninguna prueba que ganar, salimos en plan “a hacer piernas”, vamos hablando la mayor parte del tiempo, contando la peli de la noche anterior, el último libro que nos hemos leído… Y eso es así solo al principio, o si quieres durante la mayor parte de la salida… pero al final, en cada cuesta, en cada puerto, o en cada “pique” que sin pactarlo de antemano se establece, Ramón está por delante de mí. Lo que más me irrita es que no se entrena como yo y que su bici es de hace 20 años… ¡si ni tan siquiera tiene doble suspensión ni frenos de disco!

– ¡Vaya! Nunca me habías comentado nada al respecto.

– Es que me daba vergüenza…

– ¿Vergüenza dices? ¡Menuda tontería!… me parece que de ahora en adelante, y empezando por mañana, vas llevarte ración doble de esos geles que compramos por Internet, el PowerFuelGel ese que usaste en el último campeonato regional (y que ganaste por cierto)… y además en tu mochila de hidratación pondrás en el agua esos suplementos de sales electrolíticas con magnesio y…

– ¡Para papá!

– Eeeeh ¿qué pasa?

– No servirá de nada, ya lo he intentado y no sirve de nada y además… –Borja calló de golpe haciendo aún más patente la humillación que sentía.

– Y además, qué, continúa hijo, por favor.

– Es que Ramón toma plátanos. Es decir, cuando yo y otros como yo, nos enchufamos los geles y demás, Ramón se toma un plátano que lleva en el bolsillo del maillot. Suele llevar dos o tres… Y eso no es lo peor… además bebe agua.

El padre no salía de su asombro.

Mountain Bike

– ¿Qué toma agua, la del pueblo dices? Bueno… no es lo más ortodoxo, qué duda cabe, pero quizá tú si pruebas con lo mismo… quizá…

– No papá, no. A pesar de lo que sabes que me cuesta tomar ese «otro tipo de suplementos», prescindir de las fórmulas absolutamente calibradas y medidas que sabes que uso (y que son lo mejor tal y como me recomendó el nutricionista) para aumentar y mantener el rendimiento deportivo… ya lo he probado y no hay manera. Y es que… -Borja volvió a enmudecer como si cada palabra que usara para justificar su fracaso no hiciera otra cosa que humillarlo todavía más.

– ¡¿Es que qué?!

– Que en las salidas más duras… Ramón… toma…

– Por favor Borja, sigue, ¿qué demonios toma Ramón? ¿Me vas a decir ahora que Ramón se dopa, verdad?

-Almendras papá, Ramón toma almendras.

En ese momento la frialdad del silencio solo podía equipararse al de las judías verdes que aún nadaban huérfanas en el plato de Borja. Finalmente, con la mirada fija en la de su hijo, el padre solo pudo solidarizarse con su desesperación:

– Vaya hijo, vaya… acábate pues esas judías, te harán falta. Aunque lo cierto es que, con las cosas así… así no hay quien haga carrera.

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Nota: Este relato lo dedico en especial a Javi, Maxi y Luis… compañeros de pedales (entre otros) de este verano en mis salidas de mountain bike. En la esperanza de repetirlos otros años, solo puedo decir que ha sido un auténtico placer.

Imagen: vectorolie vía freedigitalphotos.net

Yodo en el embarazo: suplementamos, enriquecemos… o no hacemos nada

Yodo

Como padre de dos criaturas que nacieron con 4 años de separación (2004-08) no pude dejar de sorprenderme cuando dentro de los protocolos relativos al embarazo y al puerperio de mi santa se siguieran distintas rutinas al respecto de la suplementación en los respectivos embarazos. Una de esas diferencias, la más notable, se refería al yodo. En el primer embarazo el médico que nos atendió no hizo referencia alguna la presencia de yodo en la dieta de mi mujer y, en el segundo (el mismo médico) todo lo contrario, recomendándose el consabido suplemento de yodo (ya que se había instaurado un nuevo protocolo que incluía este elemento).

Sin embargo, como nutricionista la cosa me sorprendió menos ya que el tema viene de más atrás y las cuestiones suplementadoras relativas al yodo (en especial en el embarazo) siempre han sido un tema relativamente candente.

Un poquito de yodo, muy poquito, pero necesario y tampoco más

El yodo es uno de esos minerales que necesitamos incluir en nuestra dieta de forma obligatoria en un determinado rango de cantidades ya que de otro modo (por encima o por debajo) se corre el riesgo de sufrir determinados trastornos y enfermedades ligados a su toxicidad y deficiencia respectivamente. Otro de los aspectos más llamativos de este nutriente es que la Cantidad Diaria Recomendada (CDR) para la población adolescente y adulta es de 150 microgramos al día… aumenta casi hasta el doble en el caso de la mujer lactante, 290 microgramos al día, y también sufre un aumento considerable en el momento del embarazo, 250 microgramos día. Ya que estamos con esto de los números puntualizar que para lactantes la CDR está comprendida entre 110 y 130 microgramos al día (dependiendo de la edad del lactante) y para los niños (no lactantes) entre 90 y 120 microgramos (también en función de la edad)

Es importante el asegurar el aporte de yodo en la dieta ya que entre otras funciones se utiliza para la síntesis de las hormonas tiroideas imprescindibles a la hora de mantener el fino equilibrio de nuestro metabolismo, así como importantísimas funciones en el momento del desarrollo fetal y posterior crecimiento, ya que su déficit está relacionado con deficiencia mental y retraso moderado de la maduración intelectual o neuromotora.

Pero al mismo tiempo no nos debemos exceder con su aporte ya que se correría el riesgo de toxicidad por altas ingestas de yodo, que aunque parezca un contrasentido puede estar detrás tanto de situaciones patológicas de hipo como de hipertiroidismo.

Deficiencia de yodo en mujeres embarazadas europeas

De todas las regiones mundiales que la Organización Mundial de la Salud tiene establecidas es Europa, contra todo pronóstico, la región en la que más casos de deficiencia de yodo se han hallado entre los niños escolarizados. Lo de “contra todo pronóstico es relativo” porque cuando se contrasta por países la ingesta de yodo de las mujeres europeas durante su gestación, los datos revelan que en más de dos terceras partes de esos países las mujeres embarazadas no alcanzan las cantidades diarias de ingesta recomendada para el yodo (por no hablar del poco control que existe en buena parte de los países europeos para evaluar esta variable).

Por otra parte, en España la más reciente encuesta sobre ingesta alimentarioa de los españoles ENIDE 2012 (a estas alturas empezando a quedarse anticuada) reflejó en la ingesta habitual de alimentos por parte de los españoles un riesgo por ingesta inadecuada de yodo, especialmente en el caso de las mujeres. Es muy importante destacar que ENIDE 2012 recogió los datos nutricionales referidos al yodo a partir de encuestas, por lo que la estimación de la ingesta de yodo se ha realizado a partir de las respuestas de los encuestados y tablas de composición de alimentos y no por la yoduria (que es la herramienta que se considera como idónea para valorar estas cuestiones). Al mismo tiempo, tampoco se consideró en esta encuesta la posibilidad de consumo de sal yodada. Dos cuestiones importantes para interpretar con precaución los datos que ofrece la encuesta.

Consejos sobre el yodo en el embarazo

Ante esta situación y con independencia del protocolo embarazo-yodo que nuestra administración sanitaria asuma hay dos alternativas lógicas (la primera además de lógica es muy sencilla, económica y cómoda)

salinas (2)

  • La primera y más recomendable, hacer caso a la OMS cuando recomienda usar por sistema y para todas las personas en todo el mundo, la sal yodada. Para que te hagas una idea una ración de 2,5 gramos de este tipo de la sal aporta, ¡oh casualidad! 150 microgramos de yodo. (Ojo, he dicho sal yodada, no sal marina ni sal bajo cualquier otra denominación por muy molona que suene. Para que te hagas una idea, los mismos 2,5 gramos de sal de antes, pero marina, en vez de yodada, tan solo aportan de media 15 microgramos de yodo). Con esta simple medida, muy simple como puedes contrastar, se alcanza la CDR de yodo para la población general… pero no la de las mujeres embarazadas ni lactantes. Se considera con bastante buen criterio en mi opinión que el resto del yodo necesario en embarazo y lactancia puede ser aportado con facilidad a partir de una dieta adecuadamente diversificada. No obstante y por aquello de curarse en salud hay otra posibilidad.
  • Se trataría de la suplementación. Es decir, de recurrir al correspondiente comprimido que de forma combinada con otros nutrientes, o bien de forma individual (en cualquiera de los casos aportando unos 200 microgramos de yodo) se aporte la correspondiente cantidad de este micromineral.

En resumen

Para facilitar el mensaje práctico, adapto a continuación el mensaje que Julio Basulto deja en su imprescindible libro «Mamá come sano» (del que daré detallada cuenta en el próximo post de este blog) que dice más o menos así:

La utilización en casa de una cucharadita de sal yodada diaria de 2,5 gramos [una medida más que razonable que además no llega al límite con respecto al sodio que aporta] alcanza las recomendaciones de yodo para cualquier adulto (mientras no haya embarazo). ¿Y si estoy embarazada o dando el pecho? Bien, en esas circunstancias, se da por seguro que el uso de la mencionada sal yodada en el marco de una dieta saludablemente planificada es suficiente para cubrir los requerimientos especiales en estas etapas.

Sé que suena redundante pero en línea con la OMS, usa sal yodada y, además, come bien. En especial si estás embarazada.

Lamentablemente para lo que sería un mundo perfecto la suplementación con yodo para las mujeres gestantes no goza de un consenso claro a la hora de realizarla de forma sistemática.

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Imagen: Wikimedia Commons y tuelekza vía freedigitalphotos.net

Ética y dietética: yo trabajo gratis sí, pero lo justo y depende

Algunas de las cosas que escucho por ahí que más me gustan cuando alguien trata de definirme profesionalmente es cuando dice que no tengo pelos en la lengua. La verdad es que sí que hay cosas que callo. Y lo hago no porque alguien pague mi silencio, sino porque tristemente el hablar me saldría bastante caro. Así que algún pelo que otro sí que debo tener en la lengua. En cualquier caso este no es el tema central del post de hoy. El que sí, es lo de trabajar gratis cuando alguien recurre a uno como profesional más o menos consolidado.

Explotación

Antes de continuar, reconozco que he trabajado gratis en el pasado y que muy probablemente lo vuelva a hacer cuando la ocasión lo merezca. Así que…

¿Cuándo merece la pena trabajar gratis?

Primero. Cuando hay ventajas que se derivan de la relación profesional y que no es la estricta e inmediatamente económica. Por ejemplo, cuando un servidor empezó de cero su dedicación como dietista-nutricionista y lo hizo además en una ciudad por completo desconocida tomé muy en consideración las palabras de mi suegro, médico, que apostando por mi valía me dijo textualmente: “Juan, antes de torear en plazas de primera es preciso torear en plazas de tercera”. En este contexto asumí no pocas tareas “gratis” o a cambio de un pago muy inferior a su coste en virtud de la dedicación y esfuerzo necesarios. Las ventajas de torear en plazas de tercera o gratis en este tipo de contextos son el darse a conocer, el empezar a sonar, el tener la posibilidad de establecer ciertos contactos que de no aceptar el trabajo serían mucho más difíciles de conseguir… Todos estos casos y otros similares serían una forma de compensación, distinta de la económica, que justificarían el trabajo “gratis” o “por debajo de”.

Segundo. Porque te lo pide el cuerpo. Porque consideras que lo correcto es hacerlo así, porque a quién destinas tu esfuerzo y tus desvelos profesionales preparando… lo que sea… tiene fines más altruistas que los tuyos… que por lo que sea lo tiene difícil y que por tanto merece la pena ayudarle. Tú decides qué merece la pena y qué no lo merece. Aquí cada uno manda. Asociaciones benéficas, de enfermos, de lucha contra cualquier miseria… lo que sea que a uno le deje buen cuerpo al hacerlo así. Esa es una satisfacción que ni se paga ni se obtiene con dinero.

No ser egoísta es clave… pero tampoco gilipollas

Una charla presencial de una hora, lleva entre 4 y 8 horas de trabajo entre bambalinas; un artículo, de 2 a 12 horas; dependiendo de la profundidad y extensión; la planificación de un curso, taller y demás ni te cuento… y todas estas cifras siendo muy generoso en la estimación de su dedicación y en virtud del nivel requerido.

Mi trabajo, una vez realizado me quema en las manos. Lo comparto todo y lo pongo a disposición de los asistentes o de los alumnos del curso en cuestión, es suyo. Yo no manejo ni secretos de Estado ni industriales. Mi trabajo consiste en hacer lo más accesible posible los conocimientos sobre nutrición. Bien o mal me gano la vida divulgando lo mejor que puedo y de diversas formas. ¿Tienes una consulta rápida, quieres enlaces, fuentes bibliográficas o recursos? Toma, si los conozco te los entrego for free. Eso se llama colaborar. Si puedo ayudar, ayudo. No lo entiendo de otra forma.

A lo largo de mi desempeño profesional he conocido otros compañeros con esta misma actitud. Reconozco sin tapujos que les he copiado y que he tratado y trato de parecerme a ellos, después de agradecérselo y mostrarles mi admiración. Dos de esas personas se llaman Julio Basulto y Eduard Baladía que empezaron siendo para mí compañeros a los que admiraba respetuosamente desde la distancia y hoy, desde la cercanía, además son buenos amigos. En sentido contrario, también he conocido otros “compañeros” celosos de su saber y trabajo como si lo que poseyeran fuese la fórmula de la piedra filosofal, o un conocimiento arcano digno de magos que se negaban a compartir. Comprenderás que me calle sus nombres… suficiente tienen ya con autosoportarse.

Pero tampoco hay que ser del género bobo para trabajar explotarte gratis. Hay quien teniendo “posibles” o diciendo tenerlos, apela primero a tu profesionalidad y segundo a tu buena fe, para exprimirlas y sacar tajada de manera unilateral y a tu costa. En este caso, me refiero fundamentalmente, aunque no de forma excluyente, a la industria privada, ya sea la de los alimentos, suplementos, sus “laboratorios”, etcétera. Esas entidades tienen pasta y quieren hacer más a tu costa.

Usted trabaja para nosotros y le regalamos un flotador con el logo de la empresa

Usted trabaja para nosotros y le regalamos un flotador con el logo de la empresa

Al principio te doraran la píldora con buenas palabras, diciéndote lo buenísimo que eres, lo mucho que admiran tu trabajo y el gran referente en el que te has convertido. Luego te hacen “la oferta” en la que tratan de hacerte ver el privilegio que supondría para ti el trabajar para ellos (ya sea de forma puntual o continuada) o el vincularse a su imagen/marca/web. No seas gilipollas. Eso no es ético.

Mi(s) caso(s)

Te cuento todo esto porque hace apenas unas semanas es lo que me paso cuando una empresa dedicada la suplementación vitamínico-deportiva se puso en contacto conmigo estableciéndose la rutina que te acabo de contar. Ni que decir tiene que en mi caso, considero la suplementación muy poco útil salvo en contadísimas circunstancias. Yo trabajo con alimentos y considero que en nuestro entorno los estropicios de una mala dieta no los arregla ninguna buena suplementación… por muy líder que seas en la venta de mandangas creando en los consumidores necesidades inexistentes. No obstante y en mi caso, no hubo ocasión para hacer valer esta opinión. Aunque todavía de buen rollo y aunque me olía la tostada le pregunté en qué tipo de compensación habían pensado. Ninguna. ¡Ay espera, sí! la compensación era la visibilidad que de mi perfil se haría al vincularme con ellos. Genial. Este derroche de generosidad en una empresa que dice de sí misma ser líder mundial en la venta de vitaminas y complementos nutricionales (y que era la primera vez que oía en mi vida) unido a la frase lapidaria con la que comenzó la conversación (“hoy en día hay que ser cateto para no recomendar el uso de suplementos nutricionales” sic) colmó el vaso de mi paciencia. Y con educación pero con firmeza… agradeciéndoles el haberse fijado en mí y argumentando mi decisión, les dije que podían hacer con su oferta de atraco.

Otro de los casos, no hace mucho tiempo vino de mano de una universidad cuyo nombre prefiero callar (¿veis como sí que tengo pelos en la lengua?). Se trataba de formar parte de una mesa de debate en un curso de verano para exponer mi opinión profesional al respecto del papel de la nutrición en una condición patológica muy seria… La “oferta” venía precedida de todo el jabón y parabienes que te puedes imaginar… pero gratis total, en verano, en una universidad que está a tomar… muy lejos… y gratis. Lo mismo, agradecido, pero enfadado a la vez que correcto (creo), les desee la mejor de las suertes con la persona que finalmente tragara. Mi familia, no se lo merece, yo no me lo merezco… y menos en verano. No sé… me parece tan de cajón.

Más allá de estos ejemplos especialmente recientes hay tropecientos mil otros en los que me piden “artículos”, opiniones profesionales, charlas, conferencias, etcétera por la patilla. Como digo estas “ofertas” son diarias o al menos semanales. Ahora, cuando acontezcan, les enviaré este post.

En resumen

Señores, lo que realmente es de catetos (esto va por los de las vitaminas pero se lo pueden aplicar el resto) es “ofrecer” un trabajo sin pagar (algo que, ya de paso, es contrario a su definición). Les sugiero que acudan ustedes a esos otros países desarrollados y observen cómo está eso de hacer ofertas gratuitas y otras catetadas afines.

Lo suyo no es ético… y como no hay quien se lo trague, tampoco es dietético.

Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:

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Nota: está claro que en todas partes cuecen habas. Comentando estas cuestiones el otro día en Twitter mis planteamientos encontraron una especial acogida en Alfonso Rodríguez (@cheffitness) quien me hizo llegar este recomendable post (¿Gratis? No, gracias…) de Eva Collado Durán (@evacolladoduran) que por razones obvias me ha salido casi idéntico al suyo. Gracias a ambos. Francamente interesante ya que ahora cuento con dos post para largárselo quienes “ofrecen” ciertos trabajos.

Actuaización de hoy mismo (2015/08/11): ¡No estás solo, al contrario, somos legión! Muchos han sido los compañeros que a través de las redes sociales me han hecho llegar su complicidad y comprensión de la situación expuesta; entre ellos los imprescindibles @gominolasdpetro o . Pero por encima de todo te invito (a los propios implicados también) a leer este post de similar temática del bueno de Sergio Palacios (@Pr3cog) para NAUKAS: La primera ronda la pago yo o cómo un divulgador debe proceder para prostituir y desprestigiar su trabajo aún más, si cabe (un post autobiográfico con vídeos musicales).

Imagen: iosphere vía freedigitalphotos.net y giphy.com

Nuevo libro: Coaching nutricional. Haz que tu dieta funcione (cuando lo importante es la actitud)

Coaching nutricionalHay momentos en el que el cómo es tan o más importante que el qué. En esto del adelgazar, o mejor dicho, en esto del cambio de hábitos ya que en esencia es de lo que se trata, el qué hacer es, al menos en su enunciado, bastante sencillo… lo complicado está en el cómo llegar a hacer eso habida cuenta de la enorme variabilidad interpersonal.

Cada uno somos de una madre y de un padre y, además, vivimos en unas circunstancias absolutamente particulares que hacen que el hecho de adelgazar, mejor dicho de nuevo, de cambiar de hábitos no sea tan sencillo aunque todos sepamos, teoricamente, qué es lo que hay que hacer. A las pruebas me remito, si adelgazar, o mejor dicho, cambiar de hábitos fuese sencillo (ya no lo repito más) no sería la preocupación cotidiana, perenne e irresoluta de tantas y tantas personas en el mundo entero. Y si el asunto como digo fuese sencillo, no sería este tema una cuestión de Salud Pública mundial como realmente es.

E insisto, el meollo del asunto no es tanto saber el qué hacer para solucionar un problema, sino el cómo hacer para terminar provocando un cambio vitalicio con el que estemos satisfechos… y ya puestos perder peso si esa es una de nuestras metas.

De eso en esencia se encarga el Coaching, de establecer la mejor estrategia de entre las posibles habida cuenta de las circunstancias personales para alcanzar el objetivo. Tratándose de Coaching nutricional uno de esos objetivos principales se personifica en conseguir una adherencia eficaz al nuevo plan nutricional (y de vida) que se va a establecer en virtud de unos objetivos concretos.

Reconozco que soy muy poco amigo (pero que muy poco de verdad) en eso de practicar el naming cañí, es decir, en eso de referirse con términos extranjeros (habitualmente anglófonos y acabados en «ing») para aludir a prácticas o costumbres más o menos cotidianas pero que un día adquieren cierto renombre. En esencia: que soy más de salir a correr que de running. Ahora bien, también he de reconocer que la filosofía del Coaching no es fácil de encajar en nuestro vocabulario con todos los matices que el término ha adquirido, más allá de la traducción literal del inglés.

En cualquier caso, el tema del Coaching en general y más en concreto del Coaching nutricional supone una muy interesante herramienta para optimizar el cambio en materia de estilos de vida.

De la mano de este libro y de sus autores, Yolanda Fleta (coach y socióloga) y Jaime Giménez (dietista-nutricionista) se ayuda a los lectores a ser los protagonistas de su propio cambio, autogestionándolo a través de una actitud claramente positiva. Al mismo tiempo se ponen en alza importantes valores que son las piedras angulares del Coaching como por ejemplo la responsabilidad, la confianza y la motivación; todo con el fin de ayudar a perfilar y definir los verdaderos objetivos, poner de relieve y ser conscientes de nuestros puntos fuertes y débiles en el camino para mejorar nuestro estilo alimentario de forma permanente.

Dedicatoria Coaching nutricional

A título de crítica constructiva he de decir que me parece una obra que podría estar destinada de forma idónea a los profesionales de la salud más que a la población general, salvo que, esas personas estén verdaderamente implicadas en aquello de ponerse manos a la obra en su propio cambio. Autogestión del cambio. No obstante, opino que para los profesionales sanitarios tampoco debiera constituir una obra que habilite o capacite para operar y autodenominarse como “Coach nutricional” tras su lectura. Más al contrario, me parece una obra magníficamente estructurada para introducirse en este mundillo del Coaching nutricional que, bien llevado por profesionales debidamente formados y experimentados, puede constituir una herramienta de gran interés a la hora de reconducir nuestros hábitos.

A modo de interesante acicate es imprescindible hacer constar que el libro está prologado por Julio Basulto (@JulioBasulto_DN) y que tanto Jaime como Yolanda, los autores, formaron en 2008 Nutritional Coaching (@Nutricioncoach) la primera consultaría en España por aquel entonces especializada en estas cuestiones.

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Coaching nutricional. Haz que tu dieta funcione.

¿Cuántas muertes se pueden atribuir al consumo de bebidas azucaradas? (2)

Este post es la continuación de este otro anterior en el que a modo de resumen se expuso el efecto sobre la salud (mortalidad) atribuible al consumo de bebidas azucaradas. A modo de resumen, se trata de explicar y poner en valor los datos arrojados por este estudio en el que se puso de relieve que se puede atribuir al consumo de las bebidas azucaradas cerca de 184.000 muertes al año… ¿Nos podemos fiar de estos estudios que dejan sobre la mesa un mensaje tan alarmante?

¿Beber refrescos y morir? Espera, espera...

¿Beber refrescos y morir? Espera, espera…

El problema de la fiabilidad de este tipo de datos

En ciencia resulta realmente complicado el aislar aquellos factores que terminan por propiciar una determinada condición de salud, una enfermedad en concreto o si es el caso el fallecimiento de un sector de la población. Vamos con un ejemplo.

Supongamos que alguien fallece a causa de un cáncer de pulmón. Siguiendo con el ejemplo supongamos al mismo tiempo que el fallecido era fumador activo, que convivía con otros fumadores (era por tanto también un fumador pasivo) y que además trabajaba en la minería, en concreto en la obtención de asbesto… otro elemento claramente identificado a la hora de aumentar de forma considerable el riesgo de padecer un cáncer de pulmón. Y ahora imaginemos que hay un número importante de personas que reúnen esas mismas características. Pues bien… las preguntas del millón son varias: ¿qué elemento de los citados ocasionó su cáncer? ¿Hubo algún tipo de sinergia entre todos los riesgos citados? ¿Hasta qué punto la genética de cada persona pudo influir teniendo en cuenta la exposición a estos factores de riesgo? Etcétera. No resulta nada fácil atribuir una magnitud concreta de riesgo a situaciones patológicas que tienen múltiples factores de riego… no digamos ya sí, al mismo tiempo coinciden elementos protectores y de riesgo, con determinadas predisposiciones genéticas. Lo que además suele ser habitual.

Volviendo al tema dietético

La cuantificación del impacto de la dieta en la génesis de enfermedades y en el riesgo de fallecimiento tiene las mismas dificultades que el ejemplo anteriormente expuesto. Sin embargo, el tipo de estudios que nos darían ése tipo de información tan útil y que tanto ansiamos serían muy fáciles de diseñar… Veámoslos.

Se trataría de ensayos de intervención a los que a una parte de la muestra en estudio se le sometería a unas condiciones dietéticas concretas y a la otra parte a condiciones distintas modificando una sola variable. En el caso que nos ocupa a un grupo se le obligaría a beber 12 latas de refresco azucarado al día frente a otra parte de la muestra en la que se mantendrían las mismas condiciones que en el primer grupo salvo que en este segundo se sustituirían aquellos refrescos por agua. Es más, podría haber otra(s) submuestra(s) a las que se aportara 6, 3, etcétera… latas de refresco al día. Luego se trataría de comparar los resultados de todos los grupos detallando en cada caso el impacto sobre la salud de la única variable entre todos los grupos considerados. Estos estudios como digo son fáciles de diseñar y se podrían hacer con todos los alimentos, desde la ginebra o la cerveza, a la panceta, pasando por las ciruelas claudias o la mantequilla de Soria… Todos. Pero, Houston, tenemos un problema. Y gordo: por razones más que obvias este tipo de estudios son éticamente reprobables y por tanto, al menos a día de hoy, es imposible llevarlos a cabo (al menos públicamente).

La solución: observación de cohortes

Por tanto, a la hora de establecer causalidades en este terreno no queda sino recurrir a lo que se denomina estudios de cohortes en las que una población es observada durante un cierto tiempo. Se miden ciertas variables y luego se observa si hay algún tipo relación (directa o inversa) en los parámetros de estas variables. Por ejemplo, una relación directa sería: “mientras hemos estado observando, los que beben más refrescos se mueren más”. Y si fuera inversa, al revés: “mientras hemos estado observando, los que beben más refrescos se mueren menos”. Aunque hay que tener en cuenta una serie de elementos, en el primer caso se podría decir que el consumo de refrescos incrementa el riesgo de muerte y; en el segundo que su consumo es un elemento protector.

En ambos casos la potencia de las conclusiones de este tipo de estudios quedará establecida por múltiples características, pero entre las más relevantes figuran el número de personas observadas (el número de la muestra) y el tiempo que han estado bajo observación.

Los principales problemas

Sin embargo, tal y como supongo que imaginarás este tipo de observaciones se prestan a un par de problemas típicos.

El primero de ellos es establecer la causalidad. Aunque dos variables evolucionen al mismo ritmo (cambios en un sentido de una variable implican cambios en el mismo sentido de la otra)… o de forma inversa (el aumento o disminución de la primera variable se asocia a cambios de signo contrario en la otra variable) no quiere decir a priori que los cambios de una de ella sea la causa de los cambios en la segunda… o sí. Recuerda esta entrada al respecto del chocolate y de su efecto sobre el adelgazamiento en lo que constituyó un nefasto ejercicio de divulgación periodística de un artículo científico al mismo tiempo también cuestionable.

Relacionado con el primer problema está el segundo a la hora de eliminar o al menos identificar los confusores. Un aspecto especialmente complicado en los estudios de este tipo. Los confusores son esos elementos que o bien no se han tenido en cuenta o que no se han ponderado de la forma adecuada y que influyen de forma significativa en la magnitud de la variable observada (lo más típico el fallecimiento o el padecimiento de una determinada enfermedad). El ejemplo clásico con el que suelo poner de relieve un confusor clásico es el del consumo de sandía y el número de muertes por ahogamiento: ¿Sabías que cuanta más sandía se consume, más aumenta el número de ahogados? Entonces, ¿acaso piensas que prohibir el consumo de sandía ayudará a evitar o a reducir el número de ahogados? La respuesta, ya la sabes, es que no. La correlación entre ambas variables existe (aumentan al mismo ritmo, asociación directa) pero no implica causalidad. La población toma más sandía cuando hace más calor (el verdadero elemento confusor) ya que en estas latitudes la temporada de sandía es el verano y también entonces se baña más gente, con lo que la probabilidad de que haya más ahogados aumenta.

Bebidas azucaradas y muerte ¿se han tenido en cuenta los confusores?

Pues para el pesar de la industria de los refrescos me temo me congratulo que sí. Precisamente el estudio en sí dedica unas pocas líneas a explicar la dificultad de demostrar fehacientemente el que este tipo de estudios ofrezcan datos fiables o lo que es lo mismo, que en este caso el número de fallecimientos mencionados (184.000, no te olvides) se pueda atribuir al consumo de bebidas azucaradas.

Para convencer de ello hay que partir del conocimiento de que la autoría principal del artículo descansa sobre una de las personas que en la actualidad gozan del mayor prestigio a la hora de investigar sobre estos temas, Dariush Mozaffarian. Y además el artículo hace constar que se ha hecho todo lo posible para controlar los elementos confusores, y de esta forma no sobreestimar en las conclusiones finales el impacto de las bebidas azucaradas sobre la salud frente a otros elementos dietéticos.

En resumen

  • El estudio en cuestión estima que cada año mueren 184.000 adultos y que la causa es el consumo de bebidas azucaradas.
  • Para llegar a estas conclusiones se han empleado los mejores datos que en la actualidad podemos obtener de forma ética.
  • Este resultado no sirve para identificar de forma personal el riesgo de muerte atribuible por el consumo de bebidas azucaradas. En su lugar, y no es tontería…
  • Sirve para establecer medidas válida encaminadas a evitar un buen número de fallecimientos a nivel poblacional… evitando/controlando (no alentando) el consumo de bebidas azucaradas.
  • Algo que hay que tener muy en cuenta cuando de forma ¿interesada… desinformada… torticera? se nos hacen llegar mensajes a través de los medios de comunicación generalistas como el que se puede ver en la imagen (MujerHoy, 1 de agosto de 2015), en el que se equipara el consumo de refrescos con el de otras bebidas, incluida el agua y otros productos netamente más interesantes desde el punto de vista de la salud, a la hora de mantener una correcta hidratación.
Con un par... de vasos de refresco, todo solucionado

Con un par… de vasos de refresco, todo solucionado

  • Aunque el estudio en cuestión está referido a la población adulta, me parece especialmente interesante hacer constar que las bebidas azucaradas (refrescos al uso, bebidas comerciales a base de frutas, batidos, etcétera) son un producto cuyo target de consumo, y por ende su publicidad, está dirigido a la población más frágil e inerme de nuestra sociedad: los niños y adolescentes.
  • Como consumidor, padre o madre, y ciudadano te toca a ti poner en su sitio a este tipo de productos. El momento de hacerlo (si no tienes un blog) es el de dejar de realizar determinados gestos en los lineales de tu supermercado, bares, cines y, en general, en cualquiera de los sitios donde estos productos de conveniencia (nunca de necesidad) se ponen a tu alcance.

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Movilízate y entérate de lo que comes. ¡Por unas etiquetas sin trampa!

Muy a nuestro pesar el etiquetado y la publi de alimentos son en no pocas ocasiones engañosos. Estoy convencido que no siempre es una cuestión de mala baba, es decir que siempre haya un cierto esfuerzo detrás de esas etiquetas para provocar una impresión en el consumidor distinta de la realidad, pero en muchas otras ocasiones opino que hay dolo tras esos etiquetados casi siempre engañosos y en ocasiones, además, fraudulentos. No obstante, como digo también hay casos de ineptitud flagrante, estulticia si prefieres así decirlo. Uno de ellos te lo conté en este post al hablar de la imposibilidad de que en no pocas etiquetas de café y de galletas de una conocida distribuidora de alimentos el sumatorio de las partes fuera mayor que el total cuando a las grasas se refiere (es decir, que la suma del contenido en grasas saturadas, polinsaturadas y monoinsaturadas fuese un orden de magnitud mayor que la cantidad de grasas totales declaradas), otro ejemplo es el clásico de aquellas “Pipas sin sal” como denominación de producto que luego aclaraba sus ingredientes tal que así: “Ingredientes: Pipas y Sal”. Ole

Pero no todo son “errores” sin mala intención (si es que es el caso de los dos ejemplos anteriores que tampoco lo tengo claro). A veces encontramos esa mala baba en el etiquetado de alimentos cuando se nos destaca una característica del producto que si bien es cierto “está ahí” la realidad es que su presencia es francamente ridícula. Te lo conté en esta entrada al hablar sobre el caldo de tetrabrick con pollo de corral, en concreto con un 0,7% de pollo de corral o el caldo casero para paella con gamba de Huelva, en concreto con 0,3% de gamba de onubense. Por no hablar de la ridiculez de aquello del “pan rallado elaborado con pan recién hecho”… ¿perdón?

Además hay mala baba gratuita con aquello de lo casero, natural y mediterráneo… expresiones todas ellas absolutamente vacías de verosimilitud cuando vienen inscritas en una salsa mayonesa industrial, unas galletas sanísimas o unas lentejas enlatadas. Te lo he contado en varios post ya, valgan algunos ejemplos aquí, aquí, aquí y aquí. Se ponen porque proyectan en el consumidor una imagen de buen rollo, de alimento más sanote… en definitivas cuentas de un valor añadido que sin duda no tiene. La única forma de que unas galletas o lentejas o croquetas industriales fuesen verdaderamente caseras es que quienes las fabrican vivieran en la fábrica, que esta fuera su casa y ya sí, por tanto, fueran caseras, pero de verdad-pegote… ¿no sé si me entiendes?

Lupa

Luego está la mala baba amparada en la legalidad, esta es típica de los más grandes. Saben muy bien buscarle la vuelta a la ley del etiquetado y publicidad para aparentar decir una cosa cara al consumidor cuando en realidad están diciendo otra o… directamente la alegación que se hace es cierta, se proclama a bombo y platillo peeeeero, no sirve para na-da. Ejemplo de esto último lo tenemos en unas salchichas que nos decía la publi que eran fuente dietética de proteínas y potasio… mmmm, bien, ¿y? Lo conté en este post en el portal de Naukas. Ejemplo de lo primero, de distraer poniendo el foco de atención en una cosa y luego decir otra (algo legal) lo tenemos en la publi de una famosa bebida láctea que se anuncia preguntando si nuestras defensas han desayunado. Nos lo explicó a las mil maravillas José Manuel López Nicolás en esta entrada y en esta otra.

Y por último tenemos la última mala baba, esta vez sí al margen de la legalidad, al menos en mi opinión: chimichurris que dicen ser fuente dietética de omega tres pero que, a pesar de incluirlo, su cantidad está muy por debajo de las cantidades para poder hacer ese tipo de alegación; o hacer agresivas comparaciones con otros productos a la hora de promocionar el propio.

Si te interesan estos temas tienes una cita

Así pues, si crees que estas cuestiones son interesantes y quieres conocer de primera mano la opinión de cinco divulgadores que se dejan el alma muy a menudo para poner de manifiesto estaos chanchullos, tienes la oportunidad de acudir al acto convocado por la OCU en Madrid, este lunes que viene 6 de julio a las 11:00 en el Mercado de Barceló. Allí estaremos lo que la OCU ha llamado  #5BloggersConGusto. Se trata de El Comidista (Mikel López Iturriaga), MiDietaCojea (Aitor Sánchez), Julio Basulto, Tomates con Genes (José Miguel Mulet) y un servidor, El Nutricionista de la General (Juan Revenga)

Te estaremos esperando con los brazos abiertos.

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Imagen: Master isolated images vía freedigitalphootos.net

¿Su hijo es normal? ¡Estigmatícelo, por Dios, y hágalo verdaderamente normal!

¿Tiene un hijo absolutamente normal y siente que la publicidad de no importa qué zarandaja no se le puede aplicar?

¿Acaso su hijo no se siente desplazado, humillado o estigmatizado por causa alguna? ¿Es tan normal su hijo… que deja de ser normal?

¿Es posible que usted como padre o madre no tenga motivo alguno para sentir una lastimera preocupación por su hijo? ¿Se siente un mal padre por ello?

No desespere… ni se preocupe… nosotros, la industria alimentaria en estrecha colaboración con el sector publicitario encontraremos un elemento para estigmatizar a su hijo, hacerlo sentir diferente y abatido… para, acto seguido, ofrecerle nuestra solución y así su hijo pueda ser un niño anormal, pero siendo normal al mismo tiempo. Usted, por su parte, tras mostrarse realmente abatido por la amarga realidad de su hijo causada por su explícita infelicidad, podrá volver a recobrar la jovialidad de verlo disfrutar de su nueva y estigmatizada normalidad.

Surrealista

Posiblemente estas palabras absolutamente inventadas por mi parte te parezcan exageradas, pero un somero análisis de las actuales circunstancias te servirá para coincidir conmigo y caer en la cuenta que, en realidad, es la estrategia que siguen no pocas empresas del sector alimentario o, peor aún y como veremos, algunas campañas de “prevención” de la obesidad infantil de los último años. En mi opinión, los anteriores reclamos fruto de mi invención se podrían atribuir al Ministerio de la Verdad de la conocida novela 1984 (George Orwell); no obstante es lo que parece que está pasando. Voy con los ejemplos para que me entiendas.

Si eres celiaco te sentirás abatido y si eres la madre, infeliz

El primer caso que te traigo es el de la campaña de la cadena McDonalds para dar a conocer que desde 2011 disponen de su conocido HappyMeal con pan para celiacos. Ojo, que no me parece mal la oferta, la posibilidad… si alguien quiere llevar a sus hijos a este tipo de establecimientos (allá cada cual) que el hecho de ser celiaco no sea un impedimento. Ahora bien, sí que me parece mal la forma de poner en valor esta posibilidad. Puedes ver el vídeo a continuación o en este enlace

¿No te parece llamativo nada? Bueno, a continuación te dejo el escrito que remitió una madre de un niño celiaco a la multinacional en España para que valores sus motivos:

Pues hoy me toca a mí dar la chapa… A ver si soy capaz de expresarme de forma breve y concisa (imposible, me conozco). Pongo en contexto y en orden cronológico: soy mujer (ya con una edad) publicista y madre de un niño que padece enfermedad celiaca. En las últimas semanas he tenido la desgracia de ser parte de la audiencia que ha sufrido el anuncio de McDonald’s destinado a niños como mi hijo. Y a partir de este párrafo empieza la chicha… Sin acritud ninguna y solo por tranquilizar mi conciencia, necesito manifestar mi opinión acerca de éste horror televisivo y agradezco la difusión para tratar de llegar a fulanito que conoce a menganito de tal o cual agencia, responsable (junto con el anunciante, por supuesto) de semejante bazofia. Los padres de niños con ciertas «diferencias» nos esforzamos cada día por tratar de normalizar su situación y darle la importancia que tiene, NINGUNA. Los que somos padres, sabemos lo importante que es la integración de nuestros hijos en un entorno en el que se sientan felices, confiados y queridos (no necesariamente en este orden) y tratamos de darles las herramientas necesarias para que esto ocurra. Con cortocircuitos como éste, tenemos que aprender a vivir, pero no sin tratar de haceros entender, a vosotros «gente normal» que nuestros hijos, por mas que os empeñéis, son felices a pesar de no comer golosinas, ni bollería industrial ni mierdas varias… Que jamás se les pone esa carita de melancolía lamentable cuando se les dice que no lo pueden comer, es más, en muchos casos hasta les da igual. Flaco favor nos hacéis, de corazón os lo digo, planteando situaciones como éstas, en las que los niños se frustran y se compadecen de sí mismos, mientras las madres observan doloridas como sufren sus hijos. Nada más lejos de cómo queremos educarles, en las antípodas, de hecho. Como comentaba al comienzo, soy publicista y me he encontrado muchas veces en tesituras difíciles para «vender» esto o lo otro, pero compañeros, no todo vale, tengamos un poco de «yo que sé» que nos permita distinguir cuando estamos pasándonos al lado oscuro. Concluyendo; si el objetivo del comercial es empatizar con las madres y convertir en prescriptores a los niños, mec mec mec meeeeeeeeeec. Os garantizo que en nuestro caso, no aplica. 

Sin embargo y como de bien nacido es ser agradecido, tengo que daros las gracias, con mayúsculas y exclamaciones, por darme la excusa perfecta para dejar, de un plumazo, de consumir vuestras hamburguesas. A mi hijo nunca le gustaron, listo él, y lejos de importarle desde que año ofrecéis menús exentos, prefiere antes que cualquier cosa, un buen lenguado o unas lentejitas caseras… good for him!

Pediasure nos hace creer que el ser «malcomedor» existe

Como ya he comentado hay más casos… en concreto hay uno que de verdad que me saca de mis casillas, es el caso de Pediasure del que te hablé en su día y su batidito de marras para que a los niños no les falte de nada y crezcan sanos y fuertes. Lo peor de lo peor, es precisamente su estrategia para estigmatizar a los niños. Esa estrategia consiste en dirigir su publi a los peques: el bombardeo de sus anuncios es constante y continuo en los canales de televisión para los niños. Al loro que estos tipos no dirigen sus anuncios a profesionales ni a los papás… los dirigen a ellos… lamentable. Como lamentable es que se establezcan alianzas entre cadenas de distribución de alimentos y el producto en cuestión para hacer llegar ofertas a sus clientes. Tal es el caso de Carrefour quien promociona la compra de Pediasure con 5€. Será porque los niños necesitan Pediasure y no comida de verdad… o porque no hay comida de verdad en las grandes superficies (bueno, siendo sinceros, hay que reconocer que la proporción de esa comida de verdad es justita en los super e hipermercados, sean de la empresa que sean. Ya sabes que yo soy más de mercado)

¡Ey tú, gordito! déjame ayudarte de buen rollo

Y el último ejemplo lo tenemos en un programa, PERSEO, que estando aun en vigor si mal no me equivoco, constituyó una de las primeras acciones serias de nuestra Administración sanitaria para poner coto a la obesidad infantil. Pues bien, sin hacer de menos algunos de sus apartados, uno de los aspectos más cuestionables de este programa, por no decir más execrables en sus orígenes, consistió en señalar con el dedo a los niños con sobrepeso y obesidad, aportarles una comida diferente en el comedor escolar y apartarlos del grupo en horario escolar para recibir “formación” adecuada con el fin de poner coto a su situación… a ellos y a sus familias… solo faltó hacerles lucir un brazalete con algún tipo de inscripción del tipo “soy obeso y estoy en el programa Perseo”… gorditos con certificado de distinción… con pedigrí. Curiosa esta forma de obrar cuando desde la estrategia NAOS se ponía un especial acento en la importancia de no discriminar a nadie, además de por las cuestiones más manidas (sexo, raza, ideología…) tampoco por cuestión de su peso. Pues la primera en la frente.

Así pues, no dejes que sean otros los que manejen tu normalidad ni la de tus hijos. Y recuerda que su primera estrategia es ofrecerte una nueva “normalidad” a partir de hacerte sentir anormal y desdichado por causa de esa falta de normalidad que ellos, de forma bondadosa y desinteresada, están dispuestos a proporcionarte.

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Imagen: Master isolated images vía freedigitalphotos.net

Come rico, come sano, come pescado

Ya sabes lo mucho que me gusta promocionar el consumo de alimentos de verdad, en especial el de aquellos que por sus características nutricionales considero que merece la pena fomentar su uso.

El caso es que esta semana me sumo sin ambages a la campaña que desde el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente se hace para poner en alza el consumo de pescado, en esencia sea el que sea: por supuesto fresco, ya sea salvaje o de cría, congelado, en conserva…

Pescado 2015

Así, con el mensaje “Come rico, come sano, come pescado” se quiere dar a conocer a la población española la calidad y variedad de los productos de la pesca y la acuicultura y poner en valor su consumo. Este año 2015 la Semana de los Productos Pesqueros incluirá un amplio programa de acciones dirigidas a profesionales de la hostelería, y la restauración, escolares, consumidores finales, la distribución y los medios de comunicación que puedes consultar en este enlace. He de matizar y decir que en mi opinión puede ser más o menos amplio (tampoco creo que sea para tanto) pero lo cierto es que una amplísima mayoría de esas acciones están centradas solo en Madrid… para mí se trata más bien de la semana del consumo de pescado de Madrid aunque de forma casi anecdótica también se realicen acciones en Pamplona, Toledo, Almería y Las Palmas G.C.

Si estás interesado en conocer un poco más de las virtudes de este recurso te invito a que sigas los enlaces que el ministerio pone a nuestra disposición para conocer distintos aspectos y utilidades del pescado a través de este enlace y, por ejemplo descubrir:

Burger merluza sabor bacon

Todo ello con el fin de que incorpores en el día a día pescado de verdad. Y digo de verdad porque el otro día fui conocedor de una de las mayores abominaciones alimentarias que he visto jamás por mucho que la industria alimentaria nos tenga más o menos acostumbrados a ellas. Me refiero a las Burgers de merluza sabor bacon… (pero sin gluten eso sí). ¿No me crees? aquí tienes el enlace al fabricante quien te explica sus motivos. Cuando creíamos que nada podía superar el concepto mitológico de quimera… nos encontramos con este órdago…

Superfacepalm

No-pue-de-ser-po-si-ble… pero sí

Si te ha gustado esta entrada quizá te interese consultar:

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Vinagre: el último mono de las ensaladas… para (casi) todo el mundo

Los que ya me conocéis sabéis de mi debilidad por aquellos alimentos/ingredientes menos glamurosos: la remolacha, los rábanos, el huevo pasado por agua, son algunos ejemplos. Puedo asegurar que no es una pose, por todos esos alimentos que acerco hasta este blog siento una especial predilección. Igual me gustan más que lo que suelen gustar por mera empatía… no sé, yo creo que me gustan realmente por lo que son, aunque quizá haya algún matiz psicológico, no lo puedo negar.

Bueno, el caso de hoy podría ser candidato a la elección del alimento/ingrediente más ninguneado, es decir, sobre el que casi nadie presta la menor atención dando igual, al parecer, que sea de uno u otro origen, calidad, procedencia, etcétera. me refiero como ya sabes al vinagre. El ejemplo más paradigmático es el de las ensaladas… te puedes preocupar por no importa qué ingrediente, que si la rúcula ha de ser la del huerto de mi tía Amparo, que si estas anchoas traídas de Santoña son lo más, o que si este queso es el perfecto para la salsa César que vamos a apañar… qué decir del interés, merecido, por poner uno u otro aceite (de oliva virgen extra)… ¿pero el vinagre… quién demonios se para a pensar en el vinagre que se le ha a poner ya no solo a la ensalada en sí, sino al escabeche que supongamos se pretende elaborar?

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Me parece que tenemos una incultura mayúscula con eso de tomar cualquier vinagre. Bueno, nosotros en casa nos preocupamos por estas cosas y, de media solemos andar por las siete u ocho variedades de vinagre. ¿Te parecen muchas, te parecen pocas…? Déjame que te cuente un poco los porqués.

El origen del vinagre

La palabra en sí como es fácil intuir proviene del francés vin aigre, que se traduce kiteralmente tan fácil como “vino agrio”. Su uso se pierde en el principio de los tiempos cuando más que como un condimento el vinagre se utilizaba para conservar el bien más preciado que una persona/familia/pueblo podía poseer en aquellos remotos años: los alimentos. Esto es así ya que debido a su acidez, aportada por ácido acético, limita en buena medida el crecimiento y proliferación de muchos microrganismos y por tanto evita el deterioro de esos alimentos. La historia de este ingrediente se mantiene prácticamente inalterada hasta el S XVII, hasta entonces la inmensa mayoría de vinagres se elaboraban a partir del vino o de la cerveza, pero a partir de aquel entonces otros productos empezaron a entrar en escena.

En la composición de todos ellos el ácido acético es el elemento que les caracteriza pero sus diversos orígenes y calidades pueden dar lugar a una variedad casi infinita de vinagres en los que los compuestos volátiles y aromáticos van a desempeñar un papel muy importante a la hora de aportarles características y personalidades diferenciadoras.

Tipos de vinagre en función de su origen

Existe una importante cantidad de vinagres, entre los que destacan:

  • El vinagre de vino, así en general, ya que esta categoría podría a su vez subdividirse en vinagre de vino tinto, de Jerez, de vino blanco, de cava… o de yema, un característico y exquisito vinagre realizado con el mosto derivado del primer prensado de la uva recién recogida que dará origen al vino de Jerez.
  • Acetos balsámicos italianos (Aceto Balsamico Tradizionale di Modena” y Aceto Balsamico Tradizionale di Reggio Emilia) elaborados con mosto de uvas blancas que se deja reposar por larguísimos periodos de tiempo en barricas de roble.
  • Vinagre de Orléans, típico de la región francesa que le da nombre… se trata de un producto relativamente similar al aceto balsámico italiano pero en cuya historia encontramos el hecho de ser los primeros vinagres aromatizados con hierbas entre las que destaca sin lugar a dudas el estragón.
  • Vinagres de manzana, de sabor especialmente ácido obtenido mediante la fermentación del mosto de manzanas. Aportan por lo general un toque afrutado y son indicados para cuando se pretende elaborar una aliño más o menos suave.
  • Vinagre de malta o de cerveza que como su propio nombre indica, suelen proceder de cervezas obtenidas mediante el malteado de la cebada. Muy apreciado buera de nuestras fronteras para elaborar, encurtidos maravillosos, como por ejemplo el de nueces.
  • Vinagre de arroz, un indispensable en la cocina japonesa… que además contempla al menos tres variantes de este vinagre, el negro, el blanco y el rojo y que se emplean cuidadosamente (ellos sí que saben) en función del plato a consumir (sopas, platos agridulces, sushi…) En líneas generales se caracterizan por ser suaves, no poco dulzones (dependiendo de la variedad) y a veces con toques ahumados.
  • Vinagre destilado: En mi opinión una abominación que se obtienen por destilación antes de que todo el alcohol del mosto sea haya convertido en ácido acético. Se trata de vinagres excepcionalmente fuertes, sin apenas aromas, muy baratos de obtener (muy rápidos) y que con un colorante adecuado (para que parezca que procede del vino ya que en realidad son tan trasparentes como el agua) suelen contentar buena parte de los consumidores.

Al final, como te decía, dependerá del plato o tipo de ensalada que quiera uno realizar que tendrá que elegir un vinagre u otro, así como se tiene la sensibilidad de escoger un aceite u otro. No sé por qué si desde el más estricto punto de vista gastronómico el aceite es importante, no se ha de prestar atención a un elemento que puede desarrollar, si se elije bien, una variada y compleja colección de matices a la hora de degustarlo.

En mi opinión y a modo solo de ejemplo una ensalada de patata y remolacha pide un aceto balsámico a gritos… de los italianos o incluso del de Orléans al estragón; una ensalada Waldorf-Astoria (la que lleva manzana y zanahoria ralladas, nueces…) queda fantástica con un vinagre de cava, sin ningún género de dudas cualquier escabeche, en especial si es de caza tipo perdiz un contundente vinagre de jerez DOP… es cuestión de ir probando observando las recetas clásicas de muchos platos.

Anímate a variar de vinagre… suelen ser carísimos cuando se comparan con el vinagre básico de un súper, pero baratísimos cuando se comparan con el precio del aceite de oliva virgen extra… y más si tenemos en cuenta que duran y se estiran muchísimo más que este. Cierto es que un litro de vinagre de Jerez aceptable puede costar 7 u 8 euros… y que hay vinagres excepcionalmente caros (en especial si nos ponemos en plan pijo con las variedades italianas) pero creo que es un recurso del que se puede sacar muchísimo jugo en la cocina por muy poco precio. Me voy a por unas aceitunas que estoy salivando como si fuera un perro de Pávlov.

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Imagen: @juan_revenga